Saulo
de Tarso: el arquitecto invisible del cristianismo. ¿Un caso
psiquiátrico?
Saulo
de Tarso, mejor conocido como el “apóstol san Pablo”, es sin
duda una de las figuras más influyentes —y más enigmáticas— en
la formación del cristianismo.
Por:
Godless
Freeman
Paradójicamente,
ni siquiera podemos asegurar que haya existido, ya que, fuera del
Nuevo Testamento y de algunos textos cristianos posteriores, ningún
documento histórico independiente lo menciona. Pero de haber
existido, según la información disponible, habría nacido en Tarso
(en la actual Turquía), en una familia judía con ciudadanía
romana, siendo su nombre original Saulo, que significa “invocado”
o “llamado”. El seudónimo latino “Paulus”, en cambio,
significa “pequeño”, y bien podría aludir a su autopercepción,
o a la forma en que lo veían sus contemporáneos: un hombre
probablemente de baja estatura, pero de una ambición desmesurada.
A
este personaje se le atribuye una parte sorprendentemente grande del
Nuevo Testamento: entre el 23% y el 25% de su extensión total, o
bien entre el 38% y el 50% de los libros (13 o 14 de los 27, según
el criterio que se use). Esta desproporción se debe a que las cartas
paulinas son textos breves comparados con los Evangelios o los Hechos
de los Apóstoles. Pero su influencia no radica en la cantidad, sino
en el contenido: todo lo que escribió, o que se dice que escribió,
es considerado por los creyentes como la misma “palabra de Dios”,
lo que convierte a Pablo —si existió— en el verdadero cerebro
doctrinal del cristianismo. Su papel fue crucial para que esta
religión se propagara más allá de sus orígenes judíos, y llegara
a tener un alcance mundial. Fue una figura fundamental para la
expansión del cristianismo, principalmente por su trabajo de
adoctrinamiento de los no judíos (gentiles) en la ideología
definida por él mismo, estableciendo muchos de los conceptos
teológicos clave que ahora determinan esta religión.
Pero
el hecho más curioso de Pablo es que nunca conoció personalmente a
Jesús de Nazaret, a pesar de que fue él quien lo transformó en una
figura divina: un “Cristo” celestial, abstracto, híbrido entre
lo humano y lo divino. “Cristo” (del griego Christós, “ungido”)
era un término común en la época, pero Pablo lo convirtió en un
concepto teológico. De la mano de este fariseo convertido en
misionero itinerante, Jesús dejó de ser un supuesto predicador
galileo, para convertirse en un ente místico que da su vida y
resucita “por los pecados del mundo”. En otras palabras, Pablo
creó la teología del “Cristo redentor” que hoy sostiene el
cristianismo.
El
contraste es brutal: el Jesús de los Evangelios habla de un “Reino
de Dios” en la Tierra, mientras el “Cristo” de Pablo predica un
“Reino celestial”, y una salvación individual por la fe. Si
Jesús fue un predicador judío apocalíptico, Pablo lo convierte en
el símbolo central de una religión universalista. Así, el
cristianismo, menos que una continuación del mensaje de Jesús, es
más la creación conceptual de Pablo, lo que lo convierte en un
hombre que edificó una religión sobre la base de una experiencia
subjetiva que hoy podríamos diagnosticar como un episodio psicótico
o epiléptico.
Porque
si la supuesta experiencia en que se basó Pablo para reinterpretar
el cristianismo no fue ningún “milagro”, ¿se trató entonces de
un trastorno neurológico? —Según el libro de Hechos, Saulo
perseguía con fervor a los disidentes judíos seguidores del
predicador nazareno. Participaba en su arresto, los entregaba a las
autoridades judaicas, y colaboraba en su ejecución a pedradas,
aplicando las leyes divinas para quienes cometían herejía o
blasfemia (Deuteronomio 13:6-10, Deuteronomio 17:2-7, Levítico
24:15-16). Pero, de pronto un día, camino a Damasco (en la actual
Siria), afirma haber caído al suelo derribado de su caballo, tras
ver una luz enceguecedora y escuchar la voz del propio Jesús
—fallecido años atrás— ordenándole predicar su palabra. Una
voz que nunca había escuchado en su vida, pero que de alguna manera
“supo” que era la de Jesús.

El
episodio —como es típico en la Biblia— tiene incoherencias
textuales: Hechos 9:7 dice que sus acompañantes escucharon la voz,
mientras que Hechos 22:9 dice que no la oyeron. Pero más allá del
detalle narrativo, lo importante es que la escena sugiere un evento
de alteración neurológica aguda.
En
efecto, tal como lo señaló el neurólogo británico Oliver Sacks
(1933-2015), ciertas formas de epilepsia del lóbulo temporal
predisponen al pensamiento místico, a visiones luminosas, voces
celestiales, y sentimientos de revelación profunda. Su colega, el
neurólogo estadounidense Michael Persinger, observó que las
personas con esa condición pueden experimentar alucinaciones vívidas
e interpretarlas como reales, con una convicción inquebrantable de
haber comprendido “la verdad absoluta”. Y el relato de Pablo —si
no lo inventó para dar credibilidad a su mensaje— encaja
perfectamente con esa descripción clínica: Durante tres días, dice
el texto, estuvo ciego, sin comer ni beber, hasta que “recuperó la
vista”. Un cuadro que un psiquiatra moderno no ve como un milagro,
sino como una crisis epiléptica o un episodio de psicosis mística,
desencadenado quizá por el estrés, la culpa o la represión
fanática… si no se trata de una mentira, obviamente.
Y
es que el perfil clínico que se deduce de las cartas de Pablo es muy
revelador. Muestra rasgos de una personalidad obsesiva, narcisista y
místico-paranoide. Él se percibe como elegido, como llamado
directamente por “Dios”, y se autoproclama “apóstol de los
gentiles”, incluso en contra de los discípulos originales de
Jesús, a quienes desprecia abiertamente. Su ego es descomunal, pero
su tono es de constante autojustificación, como si luchara con una
culpa interna nunca resuelta. En consecuencia, el fanático que antes
perseguía herejes del judaísmo, ahora los produce. Cambia pues, de
dogma, pero no de estructura mental.
Su
lenguaje está cargado de absolutismo moral, autorreferencias (“yo,
Pablo”), visiones, amenazas y contradicciones. Oscila entre la
exaltación mística y la depresión culposa; entre el delirio de
grandeza (“Cristo vive en mí”) y la abnegación masoquista (“ya
no soy yo quien vive”). Algo que, desde una perspectiva
psiquiátrica, podría considerarse un caso de trastorno
esquizoafectivo con componente mesiánico, o al menos una
personalidad borderline con episodios disociativos intensos.
Pero
el mayor contrasentido del cristianismo es que su doctrina se
sustenta no en lo que supuestamente dijo Jesús, sino en lo que un
hombre que nunca lo conoció dijo haber oído. Saulo de Tarso —o
quien haya escrito en su nombre— redefinió el mensaje original
transmitido verbalmente por los supuestos discípulos directos de
Jesús, y lo envolvió en una teología mística de fe, pecado y
salvación. De su pluma surgieron conceptos como la redención por la
gracia, la salvación por la fe y la justificación mediante
“Cristo”, ideas que serían pilares del dogma cristiano.
Por
tanto, podemos decir que, en términos históricos y en el contexto
del cristianismo, Pablo es más importante que Jesús mismo. Si Jesús
fue el mito fundador, Pablo fue el arquitecto ideológico que le dio
forma, estructura y doctrina. Sin él, el cristianismo habría sido
una secta judía más, extinguida en el siglo I.
Pero
cualquier psiquiatra moderno que privilegie el pensamiento crítico,
ve en Saulo de Tarso el ejemplo clásico de cómo una experiencia
psicótica o epiléptica —o una conducta mitómana— puede
transformarse en un evento cultural masivo, cuando se interpreta
desde el dogma y la necesidad de creer. Al final, de la supuesta
experiencia subjetiva de un solo hombre —insano mentalmente—,
surgió una religión que moldeó la historia, la moral y la
cosmovisión de miles de millones de personas. Sin embargo, ese mismo
hecho nos recuerda lo frágil que puede ser el origen de una fe:
basta un cerebro enfermo para fundar una doctrina eterna. Porque,
digámoslo claramente: si Pablo existió, o se inventó el episodio
en que escuchó la supuesta voz de Jesús (que no sabía cómo
sonaba), o realmente lo experimentó. En el primer caso era un
mitómano, en el segundo, tuvo un episodio psicótico o epiléptico.
Y ambos casos son enfermizos, patológicos.
En
última instancia, pues, el cristianismo no es tanto la religión de
Jesús, sino la religión de Pablo, el hombre que nunca conoció al
Mesías, pero que logró convencer al mundo de que hablaba en su
nombre. Pablo fue, definitivamente, una figura fundamental para la
expansión del cristianismo, principalmente por su trabajo de
adoctrinamiento de los no judíos (gentiles). Escribió la mayor
parte del Nuevo Testamento, y definió muchos de los conceptos
teológicos clave de la nueva religión.
Fuente:
[Godless
Freeman]
______________________
José
Ignacio López Vigil: "San Pablo inventó el Cristianismo y la
Iglesia Católica homófoba y machista"
"Pablo
de Tarso, que no conoció a Jesús de Nazaret, inventó a Jesucristo
y, además, como era misógino, esclavista y homófobo, creo una
Iglesia a su imagen y semejanza"
José
Manuel Vidal
"Pablo
de Tarso, que no conoció a Jesús de Nazaret, inventó a Jesucristo
y, además, como era misógino, esclavista y homófobo, creo una
Iglesia a su imagen y semejanza". Lo dice todo de un tirón y,
al terminar, pregunta a los presentes: "¿He dicho muchas
herejías?" Y la verdad es que, con su barba larga, su pelo cano
y sus gafas, José Ignacio López Vigil parece un santo padre más
que un hereje. Eso sí, habla y escribe muy claro, como viene
demostrando, desde hace años, en sus programas de radio y en sus
libros.
Ayer,
precisamente, presentaba su última obra '¡Frente a frente! San
Pablo Apóstol, el que inventó a Cristo y María Magdalena, la que
conoció a Jesús' (feadulta), ante un numeroso público, que llenaba
el auditorio del colegio mayor Chaminade. Un nuevo libro que, como
todos los anteriores, está escritos a cuatro manos, con su hermana,
María López Vigil, también periodista.
La
presentación de la mesa, en la que figuraba el autor, junto al
teólogo Xabier Pikaza, corrió a cargo de África de la Cruz,
profesora emérita de psicología de la Universidad autónoma de
Madrid, que comenzó recordando "el importante papel que los dos
hermanos escritores desempeñaron en mi evolución espiritual".
Con varias de sus obras, pero sobre todo con 'Un tal Jesús', la más
famosa y la más polémica, pero que sirvió de alimento a
generaciones de creyentes, que, de su mano, "dieron el salto
mortal del Jesús del credo al 'Moreno de Nazaret', de un Dios al que
hay que temer y, en el fondo, odiar, al Dios amor y sólo amor"
Del
nuevo libro, objeto de la presentación, la profesora alabó su
"estilo desenfadado e irreverente, su aparente sencillez y su
simplificación e, incluso, su sentido del humor y su forma de narrar
periodística que engancha".
A
continuación, se proyectó un video del teólogo José María
Castillo, autor de varios libros sobre el tema y que suele decir que
"el problema empezó con Pablo". Tras saludar a los
presentes, calificó a los hermanos López Vigil de "personas de
una profundidad evangélica importante y de una notable competencia
intelectual".
Respecto
a la obra, Castillo quiso subrayar que la sencillez expositiva no
está reñida con la profundidad, aunque "hay personas que
confunden la sencillez y la clarividencia de la comunicación directa
con la falta de profundidad intelectual". A su juicio, hablar
sencillo y claro, como Jesús, "no es bajar el nivel de
fiabilidad" y, además, de esta forma se llega a mucha más
gente.
"Hay
mentalidades formadas en la alta especulación, que dan más valor a
las teorías, pero Jesús hablaba en parábolas y su enseñanza era
teología narrativa, una teología que es tan valiosa como la
puramente especulativa y, en muchas ocasiones, va más allá y llega
a lo más profundo de la fe de los sencillos", concluyó el
teólogo, asegurando que los autores "tienen ese don de la
teología narrativa". Un don "que pocos tienen".
Tras
dar las gracias a Castillo, que aparece en la serie, compuesta
inicialmente como crónicas de radio, uno de los autores, José
Ignacio López Vigil salta a la arena, coge el micrófono y con su
acento mezcla de español de Asturias pasado por Latinoamérica
durante muchos años (y allí sigue), va directo al grano desde el
principio. Como si tuviese ganas de sacudir y provocar a los
presentes, que, por otra parte, venían con ganas de ser zarandeados.
Y
lanza una serie de afirmaciones claras y tajantes: "Pablo
escribió sus cartas sin saber nada, absolutamente nada de Jesús. Ni
conoció a Jesús ni comió pescado con él. Sólo tuvo una
revelación camino de Damasco y se puso a escribir, sin ni siquiera
regresar a Jerusalén a hablar con María, su madre, ni con María
Magdalena, su compañera".
Por
eso, "en las cartas de Pablo no hay geografía ni historia".
Tanto es así que Pablo, el viajero, el intelectual de la escuela
farisaica de Gamaliel, que sabía tres idiomas (arameo, hebreo y
griego) y que sabía escribir, mientras "los demás discípulos
y el propio Jesús eran analfabetos", ese Pablo "inventó a
Jesucristo".
Más
aun, "Pablo de Tarso no sólo era homófobo, misógino y
esclavista, sino que, además, inventa la teoría del pecado original
y, como consecuencia, la tesis de la expiación. Para redimir al
mundo de ese terrible pecado, Dios, enfurecido, manda a su propio
Hijo, para que lo maten y con su sangre lave el pecado y Dios quede
tranquilo. Algo terrible".
La
cara opuesta del cristianismo naciente la ofrece, según López
Vigil, María Magdalena, "la fundadora del cristianismo, la que
proclamó 'esta vivo y su proyecto no terminó en la cruz'". La
que se opone en el libro, a la homofobia de Pablo de Tarso. Entre
otras cosas, porque "todos los que van a comulgar han rezado
antes la oración de un gay, el centurión romano, que le dice a
Jesús: 'Señor. No soy digno de que entres en mi casa (a curar a mi
pareja), pero una palabra tuya bastará para sanarlo".
Lo
peor de estos dos cristianismo enfrentados es, para López Vigil, que
"la Iglesia optó por el de Pablo de Tarso y marginó por
completo el de María Magdalena". Por eso, a su juicio, "es
urgente recuperar los Evangelio y a María Magdalena".
Terminada
la primera intervención del autor, Xabier Pikaza, como gran biblista
que es, quiso matizar un poco las afirmaciones de López Vigil y
aseguró que, en contra de lo que se suele pensar, "el Pablo del
que tú hablas es el Pablo popular, al que se le atribuyen algunas
afirmaciones que son evidentes intrapolaciones, como lo que dice
sobre las mujeres".
Según
Pikaza, "Pablo hizo cosas admirables y la más importante: dijo
que Jesús era Dios". El biblista reconoce que "parece que
Pablo tuvo un problema de misoginia, pero en su Iglesia las mujeres
eran iguales que los hombres". Y terminó subrayando que "Pablo
fue fundamental y, sin él, el cristianismo no podría seguir
adelante" y pidiendo a los autores nuevas entregas de su obra
sobre el Pablo auténtico.
López
Vigil aceptó el reto de seguir discutiendo y escribiendo sobre Pablo
de Tarso en nuevos libros, para someterse a continuación a las
preguntas de los presentes. En sus respuestas, recordó, por ejemplo,
que escribió 'Un tal Jesús' "en los bellos tiempos de la
Teología de la Liberación, que Juan Pablo II se ocupó de
arruinar".
Preguntado,
de nuevo, sobre Magdalena, aseguró que, "aunque la Iglesia,
para marginarla, la calificó de prostituta, era, en realidad, una
vendedora de pescado, que se enamoró de Jesús y Jesús de ella, una
mujer extraordinaria, una galilea peleadora". Por eso, a su
juicio, "hay que reivindicarla, porque ella fue la apóstol de
los apóstoles".
Para
conectar la Iglesia actual con el cristianismo de María Magdalena,
López Vigil pidió al Papa "una Iglesia que abola el celibato y
una Iglesia con mujeres protagonistas, no sacerdotas, porque si la
Iglesia no tiene rostro femenino, no es la Iglesia de Jesús".
Preguntado
sobre la relación entre el celibato y los abusos del clero, López
Vigil negó una relación directa, pero aseguró que "la Iglesia
prohibió el matrimonio a los curas para defender su patrimonio e
impuso el celibato para que no heredasen las mujeres de los curas"
y proclamó que "el celibato es una ley antinatural, que puede
provocar reacciones antinaturales y, por eso, tiene que ser abolida".
En
contra de lo que suele sostenerse, López Vigil aseguró que "Jesús
era un campesino alegre y dicharachero, al que le gustaba contar
chistes y adivinanzas, así como alguien radicalmente revolucionario,
aunque no sabía escribir y leía a duras penas, trastabillándose".
Y
terminó proclamando que la Iglesia tiene que "quitar miedos y
culpas, porque, si se cree en el infierno, no se cree en Dios" a
invitando a la esperanza, porque "otro Dios es posible",
como reza el título de otra de sus obra.
José
Manuel Vidal
Fuente:
https://www.feadulta.com/es/buscadoravanzado/item/10243-jose-ignacio-lopez-vigil-san-pablo-invento-el-cristianismo-y-la-iglesia-catolica-homofoba-y-machista.html