Nota Inicial:
La presente publicación fue escrita y elaborada por un colaborador y amable lector de este Blog. Este artículo NO fue escrito por el habitual escritor y responsable de este sitio Noé Molina. (*)
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La rueda de «La ilusión»
«Vivimos en una ilusión» es una aseveración muy potente cuyo origen se pierde en la historia, sin embargo como se ha puesto tan de moda últimamente en “Ateísmo para Cristianos”, creo que por lo menos alguien debería dedicarle unas palabras, y creo que, modestia aparte, soy ese alguien [jijiji], en este artículo pretendo hacer una breve deconstrucción de un par conceptos subyacente a la rueda de «La ilusión».
Tácitamente entendemos una ilusión como una simulación, simulacro o engaño, aleatorio o a posta, causado o imaginado por los sentidos, de esta forma vemos que la ilusión se compone de tres partes:
1) El medio receptor: la persona
2) El medio de percepción: los sentidos
3) El medio emisor: el mecanismo que desencadena la ilusión
De esta manera podemos desengranar la parte del efecto donde inicia la ilusión: el medio emisor. Un ejemplo práctico sobre un medio emisor ilusorio sería una bolsa amarilla amorfa que se mueve a lo lejos con el viento la cual podría ser confundida con un «pájaro» por el medio receptor (la persona) ya que su medio de percepción (los sentidos) carecen naturalmente de una comprensión absoluta de su entorno, esto sumado a sus prejuicios y constructos haría que una persona confundiese una bolsa con un pájaro.
Para que la ilusión funcione hacen falta tres partes, dos de las cuales (el receptor y la percepción) son desencadenadas por la tercera el emisor. Así pues para entender que es «la ilusión» hay que entender que emite «la ilusión».
Ya se nos ha explicado (mas bien machacado) que el medio emisor de la ilusión es un suprapoder extraexistencial desencadenante, aquí podría señalarse una contradicción la cual sería: ¿es este suprapoder ajeno o permea la ilusión?, sin embargo, creo que esta contradicción no es relevante a la hora de analizar la pregunta más importante: el «por qué un suprapoder extraexistencial desencadena la ilusión».
Al haber un suprapoder hay (por añadidura) una dirección teleológica que subyace en el desencadenamiento del evento ilusorio, esto es en pocas palabras (y dejando a un lado muchos matices) un objetivo final, dicho evento —tanto el transcurrido como el final (suponiendo que la ilusión es transitoria) — aún no se ha explicado con un cuerpo teórico claro principalmente porque se le atribuye un desconocimiento absoluto de la relación del hombre [común] para con «La ilusión», así cualquier intento epistemológico esta condenado por la naturaleza intrínseca críptica de «La ilusión», por lo tanto surge un problema residual: ¿Quien se dió cuenta que estamos en una ilusión si el velo de la ilusión no permite ver que estamos en una ilusión?
Aquí podemos por primera vez notar la naturaleza providencialista de «La ilusión», respondida a través de una sentencia fundamental en la teoría ilusoria: «hubo quien se dió cuenta de la ilusión porque vio la verdad»
Dicho en criollo: hay una ilusión porque en su momento hubo personas que intuyeron que había una ilusión, pero esas personas eran únicas y ni tú ni yo podemos hacerlo, o al menos es improbable que ocurra.
Por supuesto esto es en realidad un truco de retórica metafísica (cosa que suele suceder en éste tipo de teorías para saltarse problemas irresolubles)
Pero aquí la sentencia además de ayudar a brincarse
un problema capital, cumple una segunda función —aporta un punto—: un sentido providencial.
Es decir para que «la ilusión» tenga un significado subyacente alguien debe
saber que hay una ilusión, y con ello motivos teológicos y teleológicos en su
sustrato, estos «alguienes» se nos han descrito en ateísmo para cristianos como
personas que han logrado a través de su noúmeno brincar sobre el velo y
«ver/ser/realizarse/hacerse uno con la verdad» siendo la verdad lo no-ilusorio, y lo no-ilusorio es nada más y nada menos que el suprapoder extraexistencial.
Así el mayor misterio de «La ilusión» —el teleológico— lo resuelven los «pocos que si saben la verdad», y el misterio es: volver a la verdad. Por supuesto esta respuesta genera más preguntas y problemas que no vamos a explorar aquí (porque esta artículo está siendo más largo de lo que pensaba), sin embargo (con un poco de buena fe e ignorado contradicciones capitales voluntariamente) esta cosmovisión está destinada (metafísicamente hablando) a retroalimentar la rueda [del hámster] a perpetuidad, o al menos hasta que [el hámster la rompa] el día que logre hacerse uno con la verdad... cosa que a su debido tiempo ese día llegará según dicen por aquí.
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