Un Ateo que muestra el camino a la Iglesia
Desafiando críticas malsanas, Agustín Squella irrumpe en el debate sobre la crisis que sacude a la Iglesia Católica con un mensaje que se asemeja al de un profeta
2018/06/19 AT 2:11 AM
Por Raúl Gutiérrez V., periodista retirado
(Aunque Gutiérrez es miembro de la Iglesia Luterana en Valparaíso sus opiniones revisten un carácter estrictamente personal)
Dice el antiguo refrán que “de todo hay en la viña del señor”. ¿Y también en el campo de los ateos y agnósticos, que al menos en Occidente exhiben un sostenido incremento?
Aunque suene políticamente incorrecto porque ahora abundan las razones para emprenderlas contra tanto clérigo hipócrita y abusador, la verdad que también hay de todo en las filas de los no creyentes. Junto a gente admirable y querible, hay individuos poco recomendables: farsantes, flojos, sinvergüenzas y hasta acosadores y, ¡también!, pedófilos. Entre los más desagradables figuran quienes asumen cómicos aires de superioridad intelectual o ética ante los creyentes. Se dicen tolerantes porque en verdad sería impresentable que expresaran en voz alta su desprecio por quienes creen en seres superiores, en el poder de la oración o en la vida eterna. Pero esa tolerancia disimula apenas un profundo desprecio por las personas de fe.
En general estos individuos exhiben una extrema pobreza en materia de cultura religiosa. Se quedaron, si es que, con la lecciones básicas de un catecismo obsoleto, y piensan que los creyentes en general disponen de ese mismo raquítico patrimonio intelectual. Así el diálogo con ellos, en el caso de que se dignen a entablarlo, es de un nivel deprimente. Esa ausencia de interacción ahonda en tales individuos la percepción de que la creencia religiosa es propia de retardados mentales, cuando no de inescrupulosos que explotan la estupidez de ciudadanos de pocas luces.
UN ATEO EJEMPLAR
No es el caso, claro, de Agustín Squella, uno de los intelectuales más respetables de nuestro país. Su curriculum es elocuente: ex Rector de la Universidad de Valparaíso, ex Ministro de la Cultura, Premio Nacional de Humanidades y Ciencias Sociales, columnista periodístico. Habría que agregar que es un hombre que revela un constante interés por el fenómeno religioso y sus exponentes, al tiempo que un profundo respeto por las personas con las que polemiza.
Se diría que Squella pertenece a la estirpe del escritor italiano Humberto Eco, otro ateo de fuste, cuyos intercambios epistolares con el cardenal de Milán, el jesuita Carlo Martini, fueron recogidos hace algún tiempo bajo el título de “En qué creen los que no creen”, una joya de la literatura de ideas. El famoso autor de “El nombre de la rosa” incursiona en terreno ajeno al manifestar su rechazo a la exclusión del sacerdocio de que son objeto las mujeres dentro la Iglesia Católica, precipitando una de las diversas polémicas que lo enfrentan con rigor y respeto a la vez con el cardenal Martini.
En la misma línea, Agustín Squella “se ha dado autorización” para, desde su condición de “orgulloso ateo”, como él se ha proclamado, opinar acerca de la grave crisis que vive la Iglesia Católica a causa de la seguidilla interminable de abusos sexuales de muchos de los miembros de su jerarquía, léase sacerdotes y obispos.
“Tengo conciencia de que a los católicos suele no gustarles que personas ajenas opinen sobre los problemas que les afectan” señaló en carta a El Mercurio. Y tras esa prevención, una interrogante crucial: “¿No dependerá la recuperación de esa iglesia de un pronto y genuino retorno a la religión de la que ella proviene, a saber el cristianismo?” La osadía de Squella llega al punto de proponer una estrategia pastoral sintetizada en la consigna: “Menos catolicismo y más cristianismo, menos estructuras y más evangelios”.
Algún feligrés amoscado por esta intrusión respondió de manera destemplada, recordando, como si el intelectual lo ignorare, que la iglesia católica es cristiana. En rigor, puntualizó el aludido, es una de las tantas iglesias que tienen su origen y fundamento en las enseñanzas de Jesús hace 2000 años. Pero los dardos más filudos del feligrés apuntaron a la supuesta intención de “separar tajante y absolutamente al cristianismo del catolicismo”.
Squella replicó que él ha sostenido algo muy diferente. “Como es visible para cualquiera, el catolicismo, muy especialmente en sus cúpulas cardenalicias y obispales, se ha ido alejando del mensaje cristiano. De manera que no soy yo quien separa, sino esos personajes los que se han ido separando del mensaje del fundador de su religión y defraudando gravemente a la base social de su iglesia”.
El intelectual ateo asevera que muchos de sus amigos católicos reprueban el desempeño de los jerarcas eclesiales. “Creen ellos que si su iglesia quiere recuperarse del mal momento que vive, no tiene más que volver a ser fiel al mensaje de su fundador, es decir a los evangelios”.
Es como si hubiésemos retrocedido 500 años y escucháramos a Martín Lutero, rebelándose contra la corrupción de la corte papal y el negocio de las indulgencias. Pero al fin y al cabo el teólogo alemán era un hombre que había abrazado la vida monacal y que, violentado ante la incongruencia de su Iglesia con las enseñanzas del Evangelio, había decidido reaccionar. Mayor es el mérito de Squella, pues impelido solo por su amor a la verdad y sin vacilar ante incomprensiones y ataques descalificadores ha decidido expresar su pensamiento frente a una iglesia que le es ajena.
La postura de Squella interpreta seguramente el sentir de otras iglesias cristianas, cuyos representantes, sin embargo, han preferido por cálculo o comodidad guardar silencio ante la crisis que agobia al catolicismo.
Jesús enseñó que igual que el viento el Espíritu de Dios sopla por donde quiere. A veces habla por boca de los ateos.
Fuente:
https://www.granvalparaiso.cl/pulpito-luterano/un-ateo-que-muestra-el-camino-a-la-iglesia/
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Profesor Agustín Squella asegura que Dios no existe
“¿Cree usted en Dios? Yo no, pero…” se titula su última obra, que no ha estado exenta de polémica y debate público.
07 Julio 2011
Como un testimonio, personal y subjetivo, que da cuenta de su paso por al menos cuatro estados acerca de la cuestión de la existencia de Dios, calificó Agustín Squella, profesor de la Escuela de Derecho de la Universidad de Valparaíso, su último libro, “¿Cree usted en Dios? Yo no, pero…”, recientemente presentado en Santiago y que próximamente se lanzará en Valparaíso.
En la obra, se declara abiertamente ateo, explicando que actualmente “instalado no en la duda, sino en la negación de la existencia de Dios, no veo la falta de fe como un empobrecimiento, sino como expresión y precio de la lucidez”.
Asimismo, el profesor Squella explica en su libro que la pregunta ¿cree usted en Dios? no solamente admite dos respuestas —las clásicas sí o no—, sino que al menos abarca unas seis posturas diferentes y válidas, que es lo que quiere graficar el “pero…” del título del texto. Agrega que esta parte final del título está allí “no porque se pretenda debilitar el carácter negativo de la respuesta, sino para indicar al lector que siempre hay algo que agregar cuando alguien responde sí o no a la pregunta de la existencia de Dios”.
A continuación, reproducimos la entrevista efectuada a Agustín Squella por Cristián Guerra, de editorial Lolita, a cargo de la edición de esta obra del académico de la Escuela de Derecho UV.
—Desde su perspectiva como no creyente y con el derecho de hacerse cargo de una idea tan importante como lo es Dios, ¿cree usted que en Chile —un país conservador y autodefinido como católico— los ateos se han atrevido a “salir del clóset” para hacerse cargo públicamente de esta gran idea llamada Dios?
—En Chile, y probablemente no sólo aquí, hay resistencia de parte de algunos ateos a reconocerse como tales, prefiriendo declararse agnósticos, un término este último que no suena tan políticamente incorrecto. No digo que no haya agnósticos que vivan sinceramente ese estado que, distinto del ateísmo, no niega la existencia de Dios y considera que se trata de un asunto que no se puede saber, pero también hay personas que no creen en Dios y que temen usar la palabra “ateo”. Se trata de un acto de insinceridad, sin duda, aunque provocado también por cierta incomprensión e incluso beligerancia que muestran algunos creyentes ante las personas que se declaran ateas.
—En ese sentido, y tomando en cuenta su experiencia atea frente a sus amigos creyentes, ¿cómo vislumbra la integración de los “no creyentes en Dios” en la sociedad chilena de los próximos años? ¿O seguirá prevaleciendo ese mandamiento que dice que sólo son buenas personas las que creen en Dios?
—Hace rato que las cosas empezaron a cambiar y, salvo los creyentes más duros, los “no creyentes en Dios” —y subrayo esto porque los ateos sólo no creemos en Dios, aunque creemos en muchas otras cosas— estamos perfectamente integrados, aunque a menudo se nos someta a la prueba de tener que dar explicaciones al respecto. El mayor abuso de parte de algunos creyentes, sin embargo, consiste en considerar que basta creer en Dios para ser una buena persona, o para tener más probabilidades de serlo, mientras que los ateos seríamos sospechosos de ser malas personas o de hallarnos más cerca de convertirnos en tales.
—Después de ponerle punto final a este libro, en ese café de Apoquindo, ¿ese punto final podría entenderse como el cierre de una etapa, o aún existirán, según pasen los años, nuevas inquietudes, preguntas o dudas frente a su estado actual de ateísmo?
—Yo he pasado por cuatro estados acerca de la cuestión de la existencia de Dios —fe, duda, agnosticismo y ateísmo—, y, atendida la edad que ya tengo, veo altamente improbable un nuevo estado o la vuelta a la fe que tuve alguna vez. Con todo, el tema seguirá interesándome siempre, según creo, porque algo pasa en ti cuando nueve de cada diez de los seres con quienes compartes la condición humana creen en algo que tú no puedes creer y que incluso te parece supersticioso creer.
—En la misma línea, ¿qué representa para usted, luego de los diversos estados frente a la existencia de Dios, el haber publicado un libro como “¿Cree usted en Dios? Yo no, pero…”?
—Representa una suerte de sinceramiento, y es por eso que digo que el libro es antes un testimonio que un ensayo.
—“¿Cree usted en Dios? Yo no, pero…” ¿es su propia manera de “salir del clóset”? O como bien lo dice usted, ¿es la forma metafórica de “mirar las cosas a la cara y no emplear la palabra ‘misterio’ para lo que es tan sólo nuestra ignorancia”?
—Yo salí del clóset hace rato. Hoy, y desde hace bastante tiempo, advierto que cuando crees en Dios hipotecas tu lucidez y dejas de mirar la realidad a la cara. Nadie se pone muy contento cuando lo descubre y asume, pero la verdad es que estamos completamente solos en el universo. Como decía Heidegger, somos seres arrojados al mundo y destinados a la muerte, o, mejor, destinados a morir, porque la muerte —a la manera de un estado en que puedas encontrarte luego de haber vivido— tampoco existe. De quienes murieron no debería decirse que están muertos, sino que murieron, o sea, que pasaron ya por el acto de morir.
Fuente:
https://uv.cl/archivo-noticias-uv/3712-profesor-agustin-squella-asegura-que-dios-no-existe-3712
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Agustín Squella: “He pasado por la fe, la duda y el agnosticismo, para rematar en un ateísmo firme”
El intelectual chileno publica a sus 80 años un libro-ensayo sobre la vejez y sus más diversas aristas, guiado por su propia biografía
Antonia Laborde
Santiago de Chile
09 NOV 2024 - 01:00 ART
El intelectual chileno Agustín Squella celebró el pasado abril sus 80 años volcado en un tema que lo atañe hace un tiempo: la vejez. El Premio Nacional de Humanidades y Ciencias Sociales nacido en Santiago, pero moldeado en la ciudad portuaria de Valparaíso, se zambulló en textos, películas y sus propios recuerdos para escribir el libro-ensayo La vejez. Tiempo contra el tiempo (Universidad Diego Portales). El escrito aborda desde sus orígenes de “niño malo” hasta sus reflexiones sobre los cuidados paliativos o la inteligencia artificial. El proceso del envejecimiento, sobre todo en su parte final, plantea el abogado y filósofo del Derecho entre las páginas, se parece a ir en un tren sentado de espaldas a la dirección que este lleva: “Ante nuestros ojos va apareciendo el paisaje que dejamos atrás y no el que va pasando a nuestro lado y menos el que se avecina más adelante”.
Pregunta. ¿Cuántos años tendría si no supiera el día en que nació?, como preguntaba el cantante estadounidense Toby Keith.
Respuesta. Tendría muchos menos años, desde luego. La edad cronológica de toda persona es implacable. Basta con mirar la cédula de identidad. Pero la edad fisiológica —aquella que calculan los gerontólogos— suele ser menor, y ni qué decir de la psicológica, que es la que uno siente tener y que, a menudo, se confunde con la que se querría tener. Está también la burocrática, aquella en que nos jubilan. E imagino también una edad existencial, que vendría siendo el promedio de las anteriores.
P. ¿Recuerda cuando se sintió identificado con el término viejo?
R. La verdad, hace solo un par de años. Aunque mientras fui bien joven, solía vitrinear en las farmacias, y un par de amigos me apodaron la Vieja. Entraba y salía de las farmacias preguntando qué novedad tenían.
P. Dice que abandonar todos los trabajos a la vez no es lo más recomendable. ¿Qué le pasó a usted con eso?
R. Pasó que me cansé de dar clases —que fue el trabajo por lejos más exclusivo y permanente que tuve durante más de medio siglo—, y desde que cumplí 80 voy algo perjudicado de salud. Pero ahora hago lo que más me gusta: leer, escribir, ver cine, caminar, y pasar algún tiempo cada mañana en un café.
P. ¿Cómo ha sido envejecer en pareja? En el libro habla de la diferencia entre la relación y la convivencia.
R. No estando en pareja —concretamente con mi mujer—, la vejez sería muy aburrida y por momentos insoportable. Las parejas mayores terminan poniéndose muy nerviosas entre sí y los ripios de la vida en común pueden llegar a ser muy frecuentes. Algo así afecta la convivencia, pero no tiene por qué dañar la relación. Lo que importa en una pareja es la relación y no tanto la convivencia. Si has pensado en dejar alguna vez a tu pareja, piensa bien qué es lo que anda mal: la relación o solo la convivencia.
P. ¿Ha cambiado su relación con la religión?
R. Reconozco haber pasado por cuatro estados: fe, duda y agnosticismo, para rematar en un ateísmo firme, pero no beligerante. Así de complicadas pueden llegar a ser las cosas. Ha sido algo extraño pasar por esos cuatro estados, y no faltan los que se detienen en el agnosticismo solo para no utilizar una palabra estigmatizada por la historia: ateísmo.
P. Sobre los recuerdos… ¿Cuáles son los que más lo visitan estos días?
R. Los de mis padres, ambos muertos, lo mismo que los de dos hermanos mayores que ya no están en este mundo y seguramente en ningún otro. Recuerdo también el fútbol de mi niñez y las memorables y muy frecuentes jornadas hípicas en el hipódromo de Viña del Mar. Lo mismo digo de bañarse en el mar. Estando ellas y ellos vivos y muy cercanos, me gusta recordar también a mis tres hijas y a los nueve nietos que circulan por allí.
P. ¿Cómo califica el rol solidario de las instituciones públicas para garantizar una vejez libre y digna?
R. Mal andamos en eso. La vejez nos cae ahora encima a casi todos, y suele prolongarse por varios años. ¿Vejez libre, dice usted? Difícil. ¿Digna? Esto sí, a como dé lugar, porque lo que llamamos dignidad es el igual valor que damos a cada persona, cualquiera su edad o la condición en que se encuentre. Schopenhauer decía que la vejez en la pobreza era una desgracia, y son muchos los que la viven en medio de condiciones materiales de existencia muy deplorables para sí y sus familias. Tiene que haber cuidados, y el Estado no puede desentenderse de esto.
P. En su libro advierte los recientes guiños de la economía a los de mayor edad. “Lo que se quiere y se respeta es el mercado”.
R. El incremento de la vejez y el mayor tiempo de permanencia en ella, ha ensanchado un cada vez más amplio y lucrativo mercado: nuevos fármacos de precios muchas veces inalcanzables, alimentación especial, gimnasios, dientes de reemplazo, entrenadores y paramédicos. En una de estas, ese cada vez más poblado mercado está siendo visto como una tabla de salvación para el capitalismo y los inversionistas. Pero vuelvo a que la mayoría no tiene acceso regular a esos bienes.
P. ¿Por qué cree que la filosofía ha tratado poco el tema de la vejez?
R. Porque se le ha quitado el cuerpo al problema del envejecimiento como proceso y a la vejez como resultado de ese proceso. Por mucho tiempo se creyó, erróneamente, que era solo un asunto médico. Muchos filósofos de la antigüedad, la mayoría de ellos ricos, poderosos, prestigiosos e influyentes, cantan loas a la vejez como si se tratara de la edad dorada de la plenitud y la sabiduría. La vejez es siempre biográfica, de manera que lo que hay son vejeces —así, en plural—, y desconocer eso puede resultar muy penoso y agraviante para quienes envejecen en malas o incluso pésimas condiciones materiales de existencia. Independientemente de que se tenga en tal sentido una mala, tolerable o buena vejez, una constante de esta es la soledad.
Fuente:
https://elpais.com/chile/2024-11-09/agustin-squella-he-pasado-por-la-fe-la-duda-y-el-agnosticismo-para-rematar-en-un-ateismo-firme.html