…De cómo el autor de este Blog se volvió Ateo.

 

Muchas personas tanto en este Blog como en mis conversaciones personales, me han preguntado ¿Cómo te convertiste en Ateo? o ¿Qué de malo pasó en tu vida que perdiste la fe en Dios? Y he respondido a medias estas preguntas en varios comentarios. Sin embargo a continuación les expondré con algunos detalles las circunstancias que me llevaron en un momento determinado a prescindir de Dios y abrazar con toda fuerza esta descreencia que ahora es parte fundamental de mi vida.

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I) Mis inicios en la fe.

Creo que nací como el latinoamericano promedio. Unos padres Católicos aunque no muy practicantes. Mi señora madre fue estudiante en un convento (iba a ser monja) y mi señor padre era quizá, un Católico normal (no practicante). En todo caso, fui bautizado bajo los ritos de la Santa Iglesia Católica. Puedo decir con propiedad que aun en este momento sigo siendo oficialmente “Católico”, ya que aun no he apostatado.

Afortunadamente mis padres no eran asiduos a las iglesias ni a los actos litúrgicos regulares; quizá una que otra misa de difuntos, alguna boda o ceremonia de bautizo; pero nada de forma continua y permanente. Mi madre me enseñó a rezar y a tomarlo como costumbre cada noche antes de dormir y cada mañana al levantarme.

A la edad de 10 años llegó la primera comunión. Recuerdo que las clases me las dio un grupo de simpáticas y ancianas monjitas de un colegio Católico cercano. Siempre he sido relativamente bueno para los estudios y para memorizar cosas (requisito indispensable para las oraciones) así que los rezos fueron pan comido. A las pocas clases ya podía recitar de memoria esas complejas plegarias que tanto abundan en el Catolicismo: Padre Nuestro, Ave María, Yo confieso, el Credo, el Gloria, la Salve, etc; y el resto de parafernalias indispensables para hacer la comunión. Sobra decir que fui el mejor de la clase. Aunque admito que a esa edad lo hacía de forma mecánica; como algo “obligado”. La confesión la hice en la misma escuela; llegó el Sacerdote de la iglesia de la parroquia y sentados en un par de sillas cercanas escuchó todos mis pecados. La noche anterior había hecho una larga lista de mis aborrecibles faltas que iban desde las maldades hechas a mi hermana menor hasta el asesinato en serie de las hormigas de mi patio. El cura no terminó de escuchar mi sarta de delitos, sino que para resumir me preguntó si estaba arrepentido de esos pecados (mi “Si” no tardó en llegar) y preguntó si me sabía los rezos, hiciera uno de cada uno. Pensé que el padre había sido bastante indulgente para conmigo dada la gravedad de mis faltas. Por supuesto, a los pocos días reincidí en mis crímenes y las hormigas siguieron feneciendo por centenares.

Pero esta experiencia tan temprana de la comunión me enseñó algo muy importante: Leer la Biblia. Admito que me apasionó desde el inicio. Recuerdo que en mi casa no teníamos una Biblia como tal, (éramos bastante pobres) así que le pedía una Biblia prestada a una tía que vivía bastante cerca. Esta Biblia que yo utilizaba era la famosa “Traducción al nuevo mundo de las santas escrituras” o mejor conocida como la Biblia de los testigos de Jehová (La Biblia verde). En esa época pensaba que todas las biblias eran iguales, palabras más, palabras menos.

Una anécdota muy interesante y que hoy recuerdo con una sonrisa, es el asunto de las oraciones nocturnas. Me había acostumbrado a rezar desde muy pequeño un padre nuestro y un ave María todas las noches, y claro, cuando el enorme cansancio del día me impedía realizar esos rezos, los acumulaba para el día siguiente y así. En ocasiones llegaba a pagar 20 o 30 rezos acumulados. Cuando dejé de rezar debía más de 500 de cada uno.

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II) Secundaria “Bíblica”

Una vez dejado atrás los estudios de primaria y en plena secundaria, tuve la suerte de contar con un grupo de compañeros de estudios que compartían conmigo ese interés por temas bíblicos. Éramos un grupo de unas 5 o 6 personas, donde estaba incluido mi primo y casi hermano (a quien llamaremos MR) quien me acompañó durante todos mis estudios de primaria y secundaria. Nos reuníamos cada tarde en la casa de alguno de nosotros y con Biblias en mano nos adentrábamos al fascinante mundo de las escrituras sagradas. Esto era sin ningún tipo de guía o tutor, lo hacíamos por simple interés y ganas de aprender. No tardamos en darnos cuenta que la Biblia planteaba algo que difería mucho de lo que la iglesia Católica nos había enseñado. Este asunto de los múltiples rezos, de adorar imágenes, de los sacerdotes como intermediarios de Dios, de la adoración de la virgen, etc; rápidamente fueron descartados gracias a nuestros descubrimientos entre los versículos Bíblicos. Definitivamente nos estábamos inclinando hacia los protestantes. Algunos de nuestros compañeros de clase eran católicos muy practicantes y en ocasiones teníamos candentes debates entre dos posiciones muy definidas (según nuestro punto de vista) Lo que decía la Biblia y lo que decían los Católicos.

De esta manera comencé a asistir a diversas reuniones de grupos protestantes con cierta frecuencia. Los Cristianos evangélicos proliferaban en esa época; y más aun ya que por 1987 se corrió el rumor que se acercaba el fin del mundo basados en no sé qué profecía bíblica. Tuve la oportunidad de asistir a muchas de sus reuniones multitudinarias, presenciando los famosos desmayos y el “hablar en lenguas”. También recibí clases de introducción a la religión Adventista, a la que pertenecía gran parte de mi familia paterna. Siempre me gustó como ellos trataban de respetar al máximo lo que decía la Biblia: descansaban los sábados, no comían carne, daban religiosamente el diezmo y esperaban el inminente regreso de Jesús. También tuve algún contacto con el Espiritismo formal. No hablo del espiritismo de barrio (brujería y hechizos) sino el espiritismo legado por Pietro Ubaldi y Allan Kardec. El cual es muy respetado en su área. Mi ya fallecido abuelo fue Ramón Álvarez Rubio, una de las figuras más respetadas y notorias en el área del espiritismo no solo en Venezuela sino en toda Latinoamérica. Al final de cuentas, me interesé en todos estos movimientos, mas nunca llegué a estar bautizado en ninguno ni a seguirlos formalmente.

Recuerdo en una ocasión cuando uno de mis compañeros y yo regresábamos de una de nuestras ilustres reuniones Bíblicas; y en medio de una discusión sobre algún asunto religioso el me interrumpe y me pregunta: - Noé ¿Qué pasaría si Dios no existe y nosotros estamos perdiendo el tiempo con todo esto? Mi respuesta fue rápida y contundente: - ¡Estas loco! ¿Cómo se te ocurre siquiera insinuar eso? ¿Qué Dios no existe? ¡Vaya locura!... Sip, para mi era absolutamente inconcebible el prescindir de Dios o el siquiera insinuar que no existía. Nunca me pasó ni por un instante la duda por mi cabeza. Mi fe era firme.

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III) “La mejor clase perdida de mi vida”

Así estaban las cosas cuando llegué a la universidad.

Reconozco que los primeros semestres mi interés en el estudio bíblico decayó un poco, los estudios eran muy exigentes (Veterinaria) y mi tiempo era muy limitado, sobre todo al inicio de mi carrera universitaria. Sin embargo mi fe continuaba inalterable. Pero fue una noche a finales de 1991 cuando todo cambió.

Nos disponíamos a entrar a lo que sería quizá la clase más importante no solo del semestre, sino posiblemente de toda la carrera. La clase en cuestión era “Zebuinos y Acebuados” dictada por el catedrático experto en el área y escritor de los libros que utilizábamos en la materia: Dr Walter Dubuc Marchiani. Un genio en el área de la zootecnia y en el juzgamiento de ganado. El profesor había venido desde el centro del país para dar la magistral clase. Un ancianito muy simpático y ocurrente que lamentablemente falleció en 2008. Todos esperábamos con ansias la clase que se dictaría a la 8 pm de un día particularmente agitado y cansado para nosotros los de mi grupo. Unos 5 o 10 minutos antes de comenzar la clase y en las conversaciones previas, no recuerdo por qué salió a relucir el tema religioso. Yo por supuesto apoyaba y defendía a “mi Dios”. Pero un compañero de estudios (a quien llamaremos VR) insinuó que era posible que Dios no existiese. Yo conocía bastante bien a VR y sé que era una persona sensata, lógica y razonable; un gran amigo y una de las personas mas inteligentes que he conocido. Era la primera vez que alguien me decía eso en mi cara. Por lo que sus palabras me intrigaron y alarmaron:

- ¿Qué Dices VR? ¿Qué Dios no existe? Estas loco.

- No digo que no exista, pero es una posibilidad.

- ¡Coño! Yo te conozco. ¿Cómo se te ocurre decir semejante barbaridad? ¿de donde sacaste eso?

- Bueno si quieres, vamos a un saloncito y te explico lo que pienso al respecto. Pero claro, nos perderemos la clase.

Miré hacia la puerta del salón donde ya estaban entrando los estudiantes y miraba a VR. Admito que pudo más mi curiosidad; no tanto para saber si Dios existía o no. (Yo estaba claro que existía) sino el por qué alguien como VR podía siquiera plantearse esa duda. Le di la espalda a la clase y me dirigí junto con VR y otros 3 o 4 compañeros de estudio más a un pequeño salón al que apodábamos “Las neveritas” porque siempre estaban tan fríos como una nevera.

Huelga decir que esa fue la mejor clase perdida de mi vida.

Nos sentamos y VR cual profesor, pasó al frente y tiza en mano nos explicó su punto de vista. Hoy en día no recuerdo con exactitud la conversación aunque los dimes y diretes abundaron, sobretodo de mi parte. El explicó de forma muy básica y primitiva la esencia de la creencia en Dioses.

“Mira Noé, en la antigüedad todo lo que el hombre desconocía le ponía la etiqueta de Dios. Por ejemplo, Un rayo que caía del cielo o un terremoto; y como en esa época no había explicaciones científicas para esos fenómenos, simplemente decíamos que era Dios el responsable de los mismos. Pero cuando investigamos nos dimos cuenta de que no era ningún “Dios” sino que era una simple manifestación de la naturaleza. Y así, con el pasar de los siglos, la ciencia fue sustituyendo todo lo que pensábamos que era Dios. Si te fijas ¿Qué es Dios hoy en día? Quizá solo la respuesta a las preguntas ¿de donde vinimos? o ¿Qué hay después de la muerte? Más nada. Eso es lo que queda de Dios. Y si la ciencia le ha dado respuesta a todo lo que antes era Dios, es probable que en el futuro también la ciencia responda a esos interrogantes.”

Luego hizo una breve exposición de la búsqueda innata de la felicidad del hombre y como los Dioses habían contribuido a llenar esa felicidad de forma ficticia.

Recuerdo que protesté, levante la voz, lo miraba de soslayo, hacia movimientos con mi dedo índice alrededor de mi oreja. Total que entre disputas y gritos terminamos la discusión en el momento que la gran clase terminaba también. Me fui a mi casa más creyente que nunca y preocupado de que alguien tan sensato como VR pudiese pensar eso. Claro, tenia que admitir que mucho de lo que me dijo tenia lógica. Una lógica aplastante. Pero, ¿Qué era esa lógica y razonamiento al lado de mi Biblia?... en fin, ya ansiaba preparar mi defensa y volver a reunirme con el para “Ganarle” en su discusión. Mi fe seguía intacta.

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IV) El “Switch”

La respuesta a mis inquietudes estaban a la vuelta de la esquina. Me dije “Fácil, me voy a reunir con mi primo MR este fin de semana y le planteo lo que VR me dijo y de seguro el me dará las respuestas y así tendré como explicárselo a VR” Al menos una vez al mes yo iba a la casa de mi tía y me reunía con RM a tomarnos unos tragos, escuchar música y a hablar de nuestros respectivos estudios (el estudiaba ciencias políticas). MR, mi primo siempre fue mi cómplice en los estudios Bíblicos y religiosos, y es aun una persona muy razonable y centrada, sin duda el lo aclararía todo. Efectivamente, ese fin de semana me aparecí en su casa botella de vodka en mano y recuerdo que escuchábamos discos de José José (de vinilo, en esa época aun no teníamos Cds) cuando le dije: “Mira MR, te voy a contar lo que me dijo un compañero de estudios para que me des tu opinión” y le expuse con lujo de detalles lo que VR me había contado días atrás. Al terminar mi exposición le pregunto a mi primo: - ¡Aja! ¿Qué opinas?... aun recuerdo claramente su respuesta:

- Coño Noé, no sé que decirte. Me has dejado perplejo. Suena muy lógico.

Ese fue el mágico momento. Ese fue el “Switch”. Allí caí en cuenta que había sido engañado toda mi vida. Que me había auto engañado. Que había creído en un fantasma. Y sí, VR tenia razón; una vez que te permites dudar, es lo más lógico y razonable del mundo. Fue como si me quitasen una venda de mis ojos. Lo vi todo claro, con un brillo diáfano. Todas esas pequeñas “dudas” que había tenido toda mi vida como creyente y cuando leía pasajes bíblicos sin sentido, en ese momento se despejaron. No hubo traumas. No hubo golpes de pecho ni lamentos. Todo lo contrario. Se despertó en mi ser un ansia increíble de investigar, de aprender, de conocer gente que sintiera lo que yo sentía y que pensara lo mismo que yo.

Quizá en la época actual es muy sencillo encontrar información al respecto. Con un par de clicks hubiese bastado. Pero al principio de los 90s no lo era. Hasta que en poco tiempo y curioseando en una venta de libros viejos me encontré con un librito llamado “Ateísmo y Liberación” de un tal Antonio Pérez Esclarín. (En la dedicatoria hice mención a este libro). Este ensayo me presentó formalmente a figuras que yo había escuchado pero que nunca me habían interesado hasta ese momento: Nietzsche, Sartre, Camus, Freud, Feuerbach, Bertrand Russell, y otros. Ya con esta pequeña base teórica, en mis tiempos libres me iba a una Biblioteca humanista donde me prestaban algunas de las obras de estos filósofos. Cada línea que leía, cada palabra que entraba por mis ojos eran una ratificación de lo que ya para mi era muy claro: “No creo en Dios”

A medida que leía y razonaba, iba teniendo conversaciones (Más bien discusiones) con mis familiares y amigos cercanos. Mis antiguos compañeros de secundaria y aliados en la Biblia me tildaron de blasfemo y satánico. Muchos de ellos pertenecen hoy en día a religiones de manera activa. Con mi familia no fue diferente. Al plantearle de forma razonada todo esto a mi señora madre, recuerdo que solo me decía “hijo, no le des tantas vueltas al asunto, Dios sabe porque hace las cosas. Además, nosotros somos simples humanos, no podemos entender a Dios”. Con mi padre fue muy diferente. Un hombre trabajador desde muy joven y con estudios limitados, pero un buen lector; en seguida entendió lo razonable de mis argumentos. Creo que su “Switch” fue tan violento como el mío. Pasó a ser partidario de un Ateísmo mucho más acérrimo y contundente que el que yo tenía. Hasta tal punto que aun hoy en día discute del tema de forma acalorada con los que tienen la mala suerte de hacer algún comentario de tipo religioso frente a el.

Aunque parezca extraño, no tuve la posibilidad de volverme a reunir con VR y hablar del tema. Nuestro complicado esquema de estudios a veces no lo permitía. Aunque recuerdo que tiempo después lo descubrí hablado sobre fantasmas y hechos sobrenaturales y le recordé la discusión aquel día y me respondió que el estaba abierto a todo y que en realidad no estaba seguro de nada. Hoy yo lo calificaría como Agnóstico. Creo que en ese momento le agradecí el haber evitado que entrase a aquella clase.

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A partir de allí comencé a leer y a aprender cada día más, siempre tratando de tener la mente abierta a todas las probabilidades y tratando de juzgarlo todo con la vara de la lógica, las evidencias y la razón.

Han pasado casi 20 años de aquellos días y aunque sigo abierto a todas las posibilidades, veo que cada día las pruebas y evidencia no hacen más que corroborar y validar la frase que esa noche en mi mente comenzó a surgir y es hoy en día una gran pasión en mi vida:- “Las posibilidades de que Dios exista son mínimas” o dicho de manera coloquial y practica…

- “Dios no existe”

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