viernes, 17 de abril de 2020

Ateísmo: el antivirus contra la fe patriarcalista (Opinión y Actualidad)




Ateísmo: el antivirus contra la fe patriarcalista


Como fácilmente puede ahora descubrirse, en estos tiempos de crisis y coronavirus, la actitud histórica rebelde y combativa del ateísmo se explica precisamente por las prácticas persecutorias que comportaba y sigue comportando el derecho a la duda, a la libertad de pensamiento, a la necesidad de liberarse de la sumisión de conciencia que practican impunes desde sus púlpitos privilegiados los clérigos y moralistas de todo pelaje.

J. AGUSTÍN FRANCO
APÓSTATA DEL CATOLICISMO DESDE 2010
14 ABR 2020 09:56

"Diseñar e implementar las vacunas culturales necesarias para prevenir el desastre, mientras se respetan los derechos de aquellos que necesitan la vacuna, será una tarea urgente y sumamente compleja, (…) Expandir el campo de la salud pública para incluir la salud cultural será el reto más grande del próximo siglo”. 
(Jared Diamond. Armas, gérmenes y acero).

Hay una pandemia estacional que cada año infecta hasta el calendario: la semanasanta. Todos contagiados de religiosidad, de fiebres misóginas y agónicas respiraciones patriarcales, sin guardar ninguna distancia social, confinando a la fuerza a los inmunes ateos y a los asintomáticos de la fe (por si acaso son agnósticos). Parasitando el espacio público con su teatro de marionetas sagradas, sin ninguna medida de higiene, ni social ni mental.

Si eres foco potencial de infección de coronafe o rosariovirus, entonces puedes pasearte tosiéndole en el cogote a quien te plazca y estornudarle en la cara la biblia entera

Una búsqueda rápida en internet sobre “procesiones ateas” nos arroja una avalancha de artículos donde la censura del ateísmo y las escenificaciones groseras de ofensa antirreligiosa son la norma. Ni siquiera se cumple la ley, como denuncia incluso algún profesor de Derecho Eclesiástico: “jurídicamente los no creyentes tienen el mismo derecho que los creyentes a salir a las calles a manifestarse por sus ideas” (Óscar Celador). Y por tal incumplimiento (prohibiendo que se celebren procesiones ateas) no vemos en la televisión ninguna noticia insultando y persiguiendo como maleantes a los religiosos que la incumplen. Y es que la religión es un arma mortífera. “La religión es una clase de tecnología. Su habilidad para tranquilizar y explicar es terriblemente seductora [el suspiro de la criatura oprimida, que diría Marx], pero también es peligrosa” (Jessica Stern).

Vemos que hasta en la forma de contagiar y de enfermar hay clases sociales. Si eres foco potencial de infección de coronavirus, cualquier paseo injustificado es causa de vida o muerte, salvo que seas diputado. Y si eres foco potencial de infección de coronafe o rosariovirus, entonces puedes pasearte tosiéndole en el cogote a quien te plazca y estornudarle en la cara la biblia entera, versículo a versículo, hasta borrarle del genoma todo rastro de impiedad. Si analizamos el contagio en unos y otros, (pobres infieles pecadores y noble clero confesor), veremos que se ajustan bien al patrón clásico de trabajadores y capitalistas.



A unos les es de aplicación la ley férrea del terrorismo, mientras que a los otros les es de aplicación la indulgencia por misionerismo.

La beligerancia religiosa contra la increencia es brutal. En cambio, el ateísmo debe guardarse siempre de no molestar al teísmo, incluso dejándole y respetando su espacio. El ateísmo será irreverente, pero al menos es coherente y defiende la libertad de pensamiento, hasta de los creyentes. Cosa totalmente inexistente y nada recíproca en el caso de la religión, que no predica con el ejemplo.

“Una tarea importante que deben realizar los creyentes de todos los credos en el siglo XXI será divulgar la convicción de que no hay acto más deshonroso que herir a los ‘infieles’, de una u otra vertiente, por haber ‘faltado el respeto’ a una bandera, a una cruz o a un texto sagrado”. (Daniel Dennett).

La fe religiosa es un virus que también muta y se adapta a las vacunas ateas, así, por ejemplo, sus más famosas e ingeniosas mutaciones son la misoginia y el dinerismo (según lo llama el reputado “virólogo del capitalismo” Jon Illescas). Estas derivaciones de la fe religiosa siguen un patrón lógico: la caída en el descrédito y el secularismo de la fe cristiana impone dar un salto a otra cepa de fe más contagiosa, el capitalismo.

A comienzos del siglo XXI había más de mil trescientos millones de personas que se declaraban increyentes, siendo entre ellas un quinto las ateas convencidas

Como todos los virus, el de la fe también se hermana en simbiótica relación con el covid-19, apoyándose mutuamente para expandirse de forma sinérgica y exponencial, especialmente a través de la caridad y los discursos papales sobre ecologismo y desigualdad. Y es que el Poder se inmuniza contra la resistencia igual que funciona una vacuna, inoculándose en vena dosis controladas de disidencia viral. Y en esto el catolicismo le lleva ventaja al capitalismo. Así que si miramos a uno como el hermano mayor del otro, me temo que tenemos capitalismo para rato, pese a los recientes mensajes apocalípticos que decretan su próxima defunción y derrumbe inminente.

Como fácilmente puede ahora descubrirse, en estos tiempos de crisis y coronavirus, la actitud histórica rebelde y combativa del ateísmo se explica precisamente por las prácticas persecutorias que comportaba y sigue comportando el derecho a la duda, a la libertad de pensamiento, a la necesidad de liberarse de la sumisión de conciencia que practican impunes desde sus púlpitos privilegiados los clérigos y moralistas de todo pelaje.

Los ateos que son felices y consecuentes no condenan al prójimo por su fe, entienden que sería tan absurdo como atropellar con alevosía a un ciego que cruza la calle. Si los creyentes quieren hablar de dios, pues que hablen. Como decía un ateo anónimo: “que discutan, pero sin acritud ni hiel, les prometemos no condenarlos nunca al fuego por el crimen de lesa geometría que ellos cometen al sostener que tres personas no son más que un solo Dios”. Hay ateos con más humor y misericordia que muchos fieles con crucifijo y voluntarios de Cáritas, puesto que perdonan a sus verdugos fijándose solo en la pena menor (creer internamente en una fantasía) frente a la descomunal pena mayor (querer imponer socialmente la propia creencia bajo pena de persecución y muerte).

A comienzos del siglo XXI había más de mil trescientos millones de personas que se declaraban increyentes, siendo entre ellas un quinto las ateas convencidas. Porcentaje similar en Europa, donde una cuarta parte (cien millones) son personas irreligiosas, de las que el cinco por ciento son ateas. En EEUU un 60% de las personas de ciencias son increyentes, elevándose a más del 90% entre los miembros de la Academia Nacional de Ciencias. ¿No se deduce claramente de aquí, entre otras cosas, el nada sagrado interés religioso por la educación? Más claro no podía ser.

Y en el contexto de la religión neoliberal, ¿no se deduce también de aquí el interés mediático por la desinformación, la infoxicación y el espectáculo? Mantener a la gente desinformada y en la ignorancia alimenta el misterio, la histeria, el temor y los mitos científicos y tecnológicos para controlar más eficazmente a la masa, con su parafernalia propagandística y caritativa y sus sermones sobre curvas, picos, guantes y alarmas.

Así, pues, apostemos por una renovada esperanza atea. “No hay ningún bien que esperar ni ningún mal que temer después de la muerte; aprovechad, pues, sabiamente el tiempo, (…), pues ahí está la mejor decisión que podéis tomar” (Jean Meslier, 1664-1729, cura ateo). Y feliz semana atea, feliz año ateo, feliz vida atea.



Fuente:
https://www.elsaltodiario.com/coronavirus/ateismo-antivirus-contra-fe-patriarcalista-semana-santa

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miércoles, 15 de abril de 2020

Ahora, dicen que la culpa del Coronavirus es de Dios (Opinión y Actualidad)




Ahora, dicen que la culpa del Coronavirus es de Dios


Líderes religiosos de distintos países y religiones aseguran que fue nada menos que su Dios quien creó la pandemia, para vengarse de los humanos por el matrimonio gay.

OPINIÓN | 
Por Bruno Bimbi
Publicada: 11/04/2020, 06:52hs.

Al final, la culpa de todo era de Dios.

Miles de muertos, hospitales que no dan abasto, una crisis económica mundial, los países peleándose por cargamentos de mascarillas, nosotros encerrados en casa sin poder salir ni para dar un paseo y todo por culpa del Señor. Como si no le hubiese bastado con el diluvio del que nos salvó Noé, la destrucción de Sodoma y Gomorra, las diez plagas de Egipto y el casi asesinato del pobre hijo de Abraham, que se salvó raspando, el tipo ahora nos manda un maldito virus. Más que un dios, parece un serial killer.

No lo digo yo, no me miren así. Ni siquiera creo en seres sobrenaturales. Lo dicen sus voceros, los de las principales religiones monoteístas, esas que creen que dios hay uno solo, con D mayúscula. Sus embajadores en la Tierra, por así decir, con sus vestidos old fashion, sus barbas largas, sus extraños sombreros y todas esas citas bíblicas en latín, árabe y hebreo. Justo ellos, que deberían dejarlo bien parado, le echan la culpa.

Ni Bolsonaro maneja la diplomacia tan mal como el Reino de los Cielos.

Dicen estos señores –todos machitos, como Él– que el coronavirus no es más que una rabieta Suya, una venganza divina… contra los gays. El problema del barbudo siempre es con nosotros, juran sus representantes. Como los loquitos con cabeza rapada y cruz esvástica en el brazo que andan con bates de béisbol cazando maricones por la Avenida Paulista; pero Dios no se ensucia las manos. Desde allá arriba –porque no es bobo y también se queda en casa–, envió a este nuevo virus, como a un sicario, para que nos mate en su nombre. Y, de tanto odio que nos tiene, por enamorarnos de otro Adán en vez de buscarnos una Eva, no solo nos mata a nosotros, sino a todos.

Para algunos religiosos, toda la responsabilidad por la aparición del coronavirus es de las parejas del mismo sexo 

“Es un ajuste de cuentas, porque aprobamos leyes que Dios llama abominables”, aseguró el pastor norteamericano Perry Stone. Una de esas leyes, dijo, fue la de matrimonio gay, aunque no supo explicar por qué la ira divina se desató primero contra los pobres chinos, que de eso nada. De acuerdo con Perry, a quien el Creador le montó en Cleveland, Tennessee, una linda iglesia que parece hotel cinco estrellas y organiza cultos en cruceros por una módica suma de dinero terrenal, al dejar que los homosexuales se casaran por civil, nosotros “echamos a Dios, le dijimos que no es más bienvenido” y ahora tenemos que bancarnos su venganza.

Compatriota suyo, el pastor Ralph Drollinger está de acuerdo. El coronavirus, explicó en un largo estudio teológico, no es más que una manifestación de la ira de Dios sobre las naciones, que están recogiendo lo que sembraron: la “religión del ambientalismo” y la “tendencia al lesbianismo y la homosexualidad”, promovidas por infiltrados de Satanás que están en altas posiciones del gobierno, el sistema educativo, los medios de comunicación y la industria del entretenimiento. Es por culpa de ellos, malditos, que Dios se venga de nosotros, dice Ralph, que tiene gente importante que lo escucha. El hombre dirige un grupo de estudios bíblicos en la Casa Blanca, del que participan varios miembros del staff de Donald Trump.

Sus ideas sobre ese grupo de infiltrados satánicos, así descriptas, se parecen demasiado a aquella vieja teoría sobre los Sabios de Sion. Sin embargo, desde la ciudad de Bnei Brak, cerca de Tel Aviv, donde enseña en una yeshiva, el rabino ultra ortodoxo Meir Mazuz hizo causa común con él. El coronavirus, repitió, es una venganza de Dios. El Creador está enojado porque, inclusive en la Tierra Prometida, se permiten las marchas del orgullo gay, esa abominación “contra natura”. El rabino, que también es el líder espiritual del partido ultranacionalista de extrema derecha Yachad, dijo a principios de marzo que Dios castigaría a todo el mundo por eso, menos a los países árabes, que “no tienen esa inclinación malvada” a la homosexualidad.

Porque, como decía el expresidente iraní Mahmoud Ahmadinejad, que no es árabe sino persa, pero también musulmán: “En Irán, no tenemos homosexuales”. Bueno, sí, tienen, pero los cuelgan de una soga, y aun así Dios no los ha exceptuado de la pandemia, como todo el mundo sabe. Si no perdonó a los chinos, ¿por qué la haría con ellos?

Al otro lado de la frontera, en Irak, el clérigo chií Muqtada al-Sadr –un buen amigo de los iraníes– también se puso de acuerdo con los pastores del satánico Imperio y hasta con Mazuz, por más israelí que sea, con lo mal que se llevan. El coronavirus, dijo Muqtada en su cuenta de Twitter, con más de un millón de seguidores, “puede tratarse de un acto de penitencia por la culpa” de la humanidad, por haber legalizado el matrimonio gay en varios países, pero todo se solucionaría si esas leyes “atroces” fuesen derogadas “de inmediato y sin dudar”. Ni vacuna haría falta, apenas acabar con los matrimonios de maricones y todo estaría resuelto en un santiamén.

“Es la verdadera causa”, coincidió desde los viejos territorios soviéticos el barbudo Filaret, líder espiritual del Patriarcado de Kiev de la Iglesia Ortodoxa Ucraniana. Toda la responsabilidad por la aparición del coronavirus es de las parejas del mismo sexo, dijo, por las que Dios está castigando al mundo, como ya había hecho en el pasado cuando trataron mal a sus ángeles en Sodoma y Gomorra.



No es la primera vez, ni será la última

La humanidad ya sufrió diversas tragedias por la bronca que nos tiene el Creador: el huracán Katrina, los tsunamis, los terremotos, el ébola, el SIDA, sin mencionar otras de menor alcance. No hay epidemia o desastre natural que no sea consecuencia de esa obsesión que el Señor tiene con nosotros, ese odio profundo del que tanto hablan sus portavoces terrenales. Basta colocar el nombre de alguna catástrofe o enfermedad con muchos miles de muertos y las palabras “gay” u “homosexual” en Google y usted, lector, se encontrará con declaraciones de líderes religiosos que hablan en nombre de Dios y lo hacen quedar como un asesino en serie.

Es curioso, parece que no se dan cuenta.

Al echarle la culpa a Él por todo esto y presentarlo como un fabricante de virus mortales que nos envía para vengarse por no dejar que gobierne lo que hacemos en la cama, ellos creen que están hablando mal de los homosexuales, pero, en realidad, están dejando muy mal parado a su dios, al que dicen amar tanto. Lo pintan como un tipo obsesivo, caprichoso, vengativo, lleno de ira, violento, perverso, sádico, que disfruta masacrando poblaciones enteras con huracanes y terremotos o viendo a miles de seres humanos morir en los hospitales por algún nuevo virus o bacteria, creado en una especie de laboratorio celestial de armas biológicas. ¿Quién le rezaría a un dios así?

Ni vacuna haría falta, apenas acabar con los matrimonios de maricones y todo estaría resuelto en un santiamén.

Si yo trabajara en su equipo de comunicación, los echaría a todos con justa causa y encima los demandaría por los daños y perjuicios causados a la empresa. Dios debe estar muy ocupado escribiendo la tercera temporada de la Biblia, por eso no lo hace, puede que ni siquiera se haya enterado de todo esto. Habría que avisarle.

Nadie merece tener a gente así hablando impunemente en su nombre.


Fuente:
https://tn.com.ar/opinion/ahora-dicen-que-la-culpa-del-coronavirus-es-de-dios_1057571

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lunes, 13 de abril de 2020

El Apocalipsis como revelación: La pandemia agita visiones apocalípticas entre religiosos y ateos (Opinión y Actualidad)




El Apocalipsis como revelación: esto enseña la religión sobre el fin de los tiempos


La pandemia agita visiones apocalípticas entre religiosos y ateos

La gente de muchos credos, e incluso ninguno, puede sentir últimamente como si el fin del mundo estuviera cerca.

03/04/2020 - 16:22
The New York Times International Weekly
Por Elizabeth Dias


Shamain Webster, quien vive en los suburbios de Dallas, hace tiempo que ve las señales de un inminente apocalipsis, tal como lo predijo la Biblia.

“Se levantará reino contra reino”, les dijo Jesús a sus discípulos en el evangelio de Lucas. Webster ve una amplia división política en este país. “Y habrá terror y grandes señales del cielo”, dijo Jesús. Ella ve cómo se desvanecen los valores bíblicos. Un gobierno que no actúa en el mejor interés de las personas. Y ahora esto, una pandemia.

Pero Webster, una cristiana evangélica de 42 años, no tiene miedo. Ha estado escuchando online a uno de sus predicadores favoritos, quien ha dicho que la pandemia del coronavirus es una “restauración divina”.

“Este tipo de momentos realmente te hacen revaluar todo”, afirmó Webster. Mientras todos pasamos por un período de aislamiento, añadió, Dios está usando este momento para el bien, “para enseñarnos y entrenarnos en cómo vivir mejor la vida”.

Para personas de muchos credos, e incluso para los que no tienen ninguno, últimamente hay una sensación de que el fin del mundo está cerca. No solo hay una plaga, sino que cientos de miles de millones de langostas están pululando en África Oriental. Incendios forestales han devastado Australia y exterminado a un número incontable de animales. Un terremoto reciente en Utah sacudió incluso el templo de Salt Lake hasta la punta de su icónica torre, lo que causó que la trompeta de oro se cayera de la mano derecha del ángel Moroni.

Sin embargo, la historia del apocalipsis es bastante vieja. En antiguas tradiciones religiosas más allá del cristianismo —incluyendo el judaísmo, el islamismo y el budismo— es una narrativa común que surge en momentos de crisis sociales y políticas, cuando la gente intenta procesar eventos impactantes.

La palabra original en griego — apokalypsis— significa un desvelamiento, una revelación.

“No es solamente sobre el fin del mundo”, afirmó Jacqueline Hidalgo, catedrática de religión en el Williams College en Massachusetts. “Nos ayuda a ver algo que estaba escondido”.



Mientras la pandemia empuja a los Estados Unidos y a la mayoría del mundo a un nuevo orden social y económico, los que estudian y practican religiones ven verdades más profundas que están siendo develadas.

La crisis está revelando desigualdades en la atención médica, divisiones de clase y el hecho de que los trabajadores más importantes de la sociedad estadounidense se encuentran entre los peor remunerados, afirmó Jorge Juan Rodríguez V, doctorado en historia de la religión en el Seminario Teológico de la Unión en Nueva York. “Lo que se está revelando son las fallas que siempre han existido en el sistema”, dijo. “Hasta ahora las estamos notando porque el sistema está estresado”.

Alrededor del 44 por ciento de los posibles votantes en Estados Unidos ven la pandemia del coronavirus y la crisis económica como un llamado al despertar de la fe, una señal del juicio venidero de Dios o ambos, según una encuesta encargada por The Joshua Fund, un grupo evangélico dirigido por Joel C. Rosenberg, quien escribe sobre el fin del mundo, y que fue realizada la semana pasada por McLaughlin & Associates, las encuestadoras que trabajan para el presidente Donald Trump y otros republicanos.

David Jeremiah, un pastor que se ha convertido en uno de los asesores evangélicos informales de Trump, preguntó en un reciente sermón si el coronavirus era una profecía bíblica y calificó a la pandemia como “la cosa más apocalíptica que nos ha pasado”.

Entre los cristianos, una de las narrativas apocalípticas más conocidas es el libro de las Revelaciones del Nuevo Testamento, el cual cuenta la historia de la derrota de una bestia malvada, un juicio final divino y la llegada de la Nueva Jerusalén.

Si bien muchos eruditos bíblicos interpretan el libro como una historia sobre la destrucción de los sistemas políticos corruptos, muchos cristianos evangélicos creen que describe el arrebatamiento: el regreso de Jesús para salvar a los creyentes durante un período de tribulación.

En Keller, Texs, Joshua Johnson, de 46 años, pasa el tiempo leyendo la historia e interpretando sus símbolos, escritos hace casi dos mil años, en términos modernos. Busca el surgimiento de lo que la historia llama “marca de la bestia”, una señal demónica que todas las personas estarán obligadas a llevar.

Se pregunta si Jesús volverá en 2028, 10 años después de que Trump trasladó la embajada de Estados Unidos en Israel a Jerusalén, algo que interpreta como una señal profética. “Le digo a mis hijos, creo que somos esa generación”, comentó Johnson, que particcipa en Gateway Church, una de las iglesias evangélicas más notables del país.

En Estados Unidos, donde el cristianismo es la religión dominante, cerca del 40 por ciento de los adultos estadounidenses creen que Jesús definitiva o probablemente regresará a la tierra antes del 2050, lo que incluye a 1 de cada 5 personas sin afiliación religiosa, según el Centro de Investigaciones Pew.

Algunos cristianos evangélicos están esperanzados por la promesa divina de que Dios los ha salvado para la eternidad, una sensación de seguridad entre tanta incertidumbre. “Para mí personalmente es un simple recordatorio de que Dios es soberano”, dijo Mark Lovvorn, de 65 años, quien asiste a la iglesia First Baptist Dallas y es presidente del Providence Bank of Texas. “Independientemente de lo que pase en el mundo tenemos esa certeza”.

Durante siglos, las tradiciones religiosas no solo han ofrecido una manera para que los humanos entiendan los momentos apocalípticos. Con el paso del tiempo, estas horas de crisis también han moldeado a la religión.

Algunas de las especulaciones apocalípticas más antiguas se encuentran en las escrituras judías, en historias como el libro de Daniel, cuando la época helenística dio paso a los romanos alrededor de los siglos II y I a.C. y las comunidades judías sufrían una violenta persecución. Algunos judíos volvieron a hacer conjeturas sobre el final de los tiempos cuando el ejército romano destruyó el Segundo Templo en Jerusalén en el año 70 d.C.



Mientras los primeros cristianos recurrían a un salvador externo y los romanos continuaban aplastando rebeliones, los líderes judíos se dieron cuenta de que necesitaban sobrevivir en el mundo tal como lo conocían, explicó David Kraemer, bibliotecario jefe y profesor de Talmud y cuestiones rabínicas en el Seminario Teológico Judío de América, en Nueva York.

Los rabinos desarrollaron un sistema en el que los judíos podían vivir en cualquier lugar, bajo cualquier gobierno y tener vidas significativas conectadas con sus vecinos y con Dios.

“Ese fue el judaísmo que permitió que los judíos sobrevivieran a la persecución, las plagas, los siglos medievales y hasta la modernidad temprana”, afirmó Kraemer.

Cada año, la celebración de la Pascua hebrea, la cual comienza la próxima semana y relata las diez plagas del libro del Éxodo, es un recordatorio de la redención de Dios. El Séder de Pésaj “dice que ya hemos pasado por circunstancias difíciles y las superaremos”, afirmó.

En la tradición islámica, el Corán relata historias de plagas y de un terremoto final que destruirá la tierra, así como historias sobre encontrar a Dios en el mundo creado.

Sin embargo, en el islamismo tradicional hay una distinción entre el fin del mundo y el concepto del apocalipsis, afirmó Amir Hussain, profesor de teología de la Universidad Loyola Marymount en Los Ángeles. El apocalipsis también se refiere a lo que sucede cuando abrimos nuestros ojos.

“Mira la creación, mira los océanos”, dijo Hussain, reflexionando sobre uno de sus pasajes favoritos en el Corán, que trata sobre la misericordia de Dios. “¿Cuánto mejor es tener ese entendimiento durante este tiempo de vida?”.

En el budismo, el tiempo es cíclico, no lineal, lo que hace que el apocalipsis sea tanto un final como un principio. “El apocalipsis sucede, y luego comienza un nuevo orden: un nuevo orden social y moral”, afirmó Vesna Wallace, profesora de budismo de la Universidad de California en Santa Bárbara. “La historia se repite”.

Las historias apocalípticas en las escrituras budistas comparten temas similares, y por lo general incluyen a un gobernante injusto, desigualdad social, plagas y frutas que no maduran, explicó Wallace, refiriéndose a textos de los siglos V y XI. La hierba se torna en cuchillas e incluso el sentido del gusto desaparece (como uno de los presuntos síntomas del coronavirus).

En la tradición budista, el apocalipsis llega como resultado del karma colectivo —las acciones de todos unos hacia otros y hacia el mundo— lo que significa que el resultado puede variar incluso en la circunstancia actual. “Ahora la gente es más bondadosa hacia los demás y pasan más tiempo con sus familias”, dijo Wallace. “Es como una advertencia para cambiar el rumbo de las acciones, para traer de vuelta la compasión, la empatía, para desarrollar igualdad social”.

La vida estadounidense moderna y secular está llena de sus propias visiones apocalípticas. Las películas y los programas de televisión representan la civilización al borde de la extinción. The Walking Dead explora la vida en medio del apocalipsis zombie. Los juegos del hambre presenta un futuro distópico tras conflictos y desastres ecológicos que han destruido gran parte del mundo.

Una estructura binaria y contrastante —donde la división entre el bien y el mal y el antes y el después es clara—resulta atractiva cuando la sociedad está fracturada, dijo la doctora Hidalgo, la profesora de Williams.

“El apocalipsis es un guion flexible”, dijo. “La sensación de un maligno compartido hacia afuera realmente puede unir a la gente”.

También es un recordatorio de que en varias tradiciones el recuerdo de las crisis pasadas puede ofrecer esperanza: la de saber que los humanos han sobrevivido antes otros momentos como este, y esperanza en que las verdades reveladas se conviertan en un llamado a la acción.

“Los ídolos del país están siendo expuestos” aseguró Ekemini Uwan, teóloga pública y copresentadora del podcast “Truth’s Table”. “Hay personas promoviendo que lancemos a nuestros abuelos al matadero, que los sacrifiquemos en el altar del capitalismo”, añadió en referencia a los líderes republicanos que han sugerido que los ancianos estadounidenses podrían estar dispuestos a sacrificarse para salvar empleos.

Por demasiado tiempo, Estados Unidos ha estado en “terapia intensiva espiritual”, confiando en su propia invencibilidad, afirmó Uwan.

“¿Es el fin del mundo? Quizá sí, quizás no”, afirmó. “Pero debemos estar preparados. Necesitamos aprender a contar nuestros días, porque realmente no sabemos cuándo exhalaremos nuestro último aliento”.

 c.2020 The New York Times Company


Fuente:
https://www.nytimes.com/es/2020/04/03/espanol/apocalipsis-coronavirus-religion-rapto.html

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