lunes, 27 de mayo de 2019

Buenas Razones para No Creer (Colaboración)




Nota Inicial:
La presente publicación fue escrita y elaborada por un colaborador y amable lector de este Blog. Este artículo NO fue escrito por el habitual escritor y responsable de este sitio Noé Molina. (*)

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Buenas Razones para No Creer



Queridos nietos:

Hace un tiempo que quería escribiros, pero ahora que estáis en la edad de que entendéis las respuestas a las preguntas que hacéis, es que me siento más confortable de contaros algo muy fundamental para mí, y por supuesto, para todos vosotros. Tomarlo como una lección más que no siempre en las escuelas acostumbra a hacer, aunque hoy día la cosa está un algo más suave pero queriendo imponer otra vez lecciones retrógradas que a nosotros y a vuestros padres nos impusieron. Lo vais a entender conforme sigáis leyendo.  

Yo, cuando tuve vuestras edades, aún más joven, las inquietudes que el mundo y los momentos de la vida nos presentaba, no llegué a tener a nadie que me sacara de dudas; tampoco nuestros padres acostumbraban a hacerlo, no era aconsejable ni en ellos ni en el conjunto de la sociedad de aquellos tiempos. 

Vosotros ya habéis venido preguntándome sobre ¿cómo sabemos las cosas que llegamos a saber? ¿Cómo sabemos, por ejemplo, que las estrellas, que parecen apenas puntos insignificantes allá en el firmamento, son en realidad planetas o grandes bolas de fuego como el Sol y quedan tan lejos? ¿Cómo sabemos que la Tierra es una bola menor, girando alrededor de una de esas estrellas, conocida como el centro de nuestro sistema planetario? 

Las respuestas a esas y otras preguntas son: “pruebas”. Muchas veces “pruebas” significan realmente ver, oír, sentir, oler…, para que algo sea verdad. Los cosmonautas han viajado lo suficientemente lejos de la Tierra para ver con sus propios ojos de que ella es redonda, y nosotros también por medio de las infinidades de películas y fotos. Resulta que muchas veces nuestros sentidos y ojos necesitan de ayuda. La “estrella del alba”, la matutina como la otra vespertina, parecen unos sutiles parpadeos allá arriba, pero con un telescopio se puede apreciar que ellas son unas lindas bolas. Me estoy refiriendo a los planetas que denominamos Venus y Marte. Por lo tanto, una cosa que se aprende directamente viéndolo se llama observación. 

Frecuentemente la prueba es eso, la observación por sí sola, pero con una sólida base. Si se comete un asesinato los únicos que han visto los hechos es el asesino y el resultante muerto. Pero los detectives junto con diversas observaciones pueden apuntar en la dirección de un sospechoso. Si las impresiones digitales de una persona coinciden con las encontradas en el puñal, revolver, etc., es una prueba que alguien tocó esos u otros objetos. Pero eso tampoco prueba que sea precisamente el propio asesino, aunque puede ser una información muy útil, junto con otras más. Ahí el detective consigue pensar sobre varias observaciones y posibilidades y entonces de repente percibe que todo encaja y tiene sentido que fulano de tal cometió el crimen, o puede ser inocente. 

Los científicos – los especialistas en descubrir la verdad sobre el Mundo y el Universo - frecuentemente trabajan como detectives. Ellos dan una, comúnmente llamada hipótesis, sobre lo que tal vez sea una realidad, una verdad. Después piensan pare sí mismos: “Si eso realmente fuese cierto, debemos observar aún tal o cual cosa”. Esto es llamado de previsión. Por ejemplo, si el mundo realmente es redondo, podemos pronosticar que un viajante caminando continuamente en una dirección acabaría en el punto de partida. 

Cuando un médico dice que este paciente está con sarampión, él no miró para el enfermo y vio el sarampión. Su primera observación fue la hipótesis de que tal vez tuviese sarampión. Entonces pensó para sus adentro: “si realmente él está con esa enfermedad, debo encontrar…”. Ahí consulta su lista de previsiones y usa sus ojos, (tú tienes pintas por el cuerpo, la frente caliente, etc.…). Entonces él toma la decisión y les dice a los padres: “mi diagnóstico es que el crío está con sarampión”. Aquí tenemos un ejemplo relativamente fácil, pero otras veces los médicos necesitan otras pruebas más sofisticadas y concretas como de sangre, rayos X, biopsias, etc., que ayudan a que sus estudios, ojos, manos y oídos acierten en las observaciones. 

El modo como los científicos usan las pruebas para aprendes sobre el mundo son mucho más ingeniosas y complicadas de lo que pudieran deciros aquí, queridos nietos. Pero ahora quiero dejar de lado esas pruebas, que son unas buenas razones para crear algo y alertaros sobre otras tres razones. Se trata de la “tradición”, “autoridad” y “revelación”. 

Veamos primeramente la “tradición”. Hace poco tiempo vi un programa de TV en el cual había una animada conversa con posiblemente una cincuentena de niñ@s. Ellos fueron convidados al programa por haber sido criados en diferentes religiones, algunas como cristianos, católicos romanos, judía, musulmana, hindú, sikhs, etc. 

El presentador con micrófono en mano iba de niñ@ en niñ@, preguntando en lo que creían. Lo que ellos respondieron demuestra exactamente lo que quiero decir en relación con la “tradición”. Sus creencias no tenían ninguna relación como pruebas. Ellos simplemente cacareaban las creencias de sus padres y abuelos, que por otro lado tampoco estaban basadas en pruebas contundentes. Ell@s dijeron cosas así como: “Nosotr@s, hindúes creemos en tal y tales dioses”. “Nosotr@s, musulmanes creemos en esto y más aquello”. “Nosotr@s, los cristianos creemos en un Dios…”. 

Como tod@s ell@s creían en dogmas diferentes, no tod@s podían estar ciertos, o como estamos acostumbrados a escuchar: la verdadera. El locutor, posiblemente ya aleccionado en el asunto, parecía creer que eso no era problema alguno, por lo que ni intentó hacerlas discutir sobre los diferentes pareceres de cada religión, si hubiesen sido adultos, ¿quién sabe? 

Pero no es esa precisamente la cuestión que quiero plantear ahora, mis queridos nietos. Simplemente os quiero analizar de dónde vienen las creencias. Vienen de las tradiciones. Tradición significa creencias pasadas de abuelos para padres e hijos así sucesivamente, en los comienzos oralmente, después por medio de la escritura (el que supiera leer), de generación en generación a lo largo de los siglos. Las creencias populares frecuentemente comienzan casi de la nada; tal vez alguien simplemente las inventó, como fueron las historias sobre Zeus, Thor, Isis, el propio Cristo y por supuesto, los Reyes Magos y Papá Noel. Pero después de haber sido ellas transmitidas durante siglos, o simplemente por el hecho de ser tan antiguas las hacen parecer especiales. Las personas creen cosas simplemente porque otras personas creen esas mismas cosas a lo largo de los siglos. Esas son las consecuencias de las tradiciones. 

El problema de la tradición consiste en que independientemente del tiempo transcurrido del que haya sido inventada, ella continúa exactamente tan “verdadera” o “falsa” desde que la historia la originó. Queridos nietos, si vosotros inventáis una historia que no es verdadera, al transmitirla a través del tiempo ¡no va a ser verdadera nunca jamás!

En el Reino Unido la mayoría de las personas son adeptas a la iglesia anglicana, pero eso es apenas una entre las muchas ramas que forma la religión cristiana. Existen otras varias divisiones como la ortodoxa rusa y griega, la católica romana, metodista y demás confesiones de origen protestante. A pesar y según ellas de que su principal fundador fuese el supuesto Jesucristo, todas creen en cosas y dogmas diferentes. Las religiones judía y musulmana difieren entre sí, pero así mismo dentro de sus respectivos dogmas, aún existen diferentes tipos de interpretación en cada una de ellas. Pero esas personas en las que creen en cosas y religiones diferentes en un mucho o poco, ellas han provocado e ido a las guerras por causa de esos desentendimientos y discordias en los dogmas. Entonces, queridos nietos, vosotros tal vez imagináis que ellos tienen buenas razones – pruebas contundentes – para creer en aquello que ellos creen. Pero resulta que en la realidad sus diferentes tradiciones y creencias son enteramente paralelas. 

Propongo hablaros de una tradición en particular, debido a que fuimos criados en ese ambiente, principalmente los que tenemos ciertas edades, vosotros tuvisteis la suerte de no llegar a ser tan coaccionados. Se trata del catecismo católico romano. Ellos creen que la denominada Virgen María, supuesta madre de Jesucristo, era tan especial que ella no murió, subió a los cielos directamente. Otras tradiciones cristianas desacuerdan diciendo que María murió, como cualquier persona. Otras ramas del mismo cristianismo no dicen nada de ella, ni tampoco la consideran la “Reina de los Cielos”, según versión católica. 



La tradición en la cual testifican como dogma que el cuerpo de María fue llevado al cielo por medio de los ángeles, no es muy antigua. En la Biblia no consta nada de cómo ella nació, vivió, murió; la pobre mujer ahora tan famosa y adorada pocas veces es mencionada en los Evangelios. La creencia, dogmática por supuesto, de que su cuerpo fuese llevado al cielo no fue inventado hasta cerca de seis siglos después del supuesto asesinato de Jesús. Todo ha sido un fraude, de la misma manera que en su momento lo fue “Blanca Nieves”, “Pulgarcito”, etc. Pero en el transcurso de los siglos hicieron que ella se transformase en una tradición y las personas crédulas empezaron a llevarlo en serio simplemente porque la historia había sido transmitida a lo largo de generaciones. Cuanta más vieja es la tradición, mas personas la toman en serio. La historia de María por fin fue escrita oficialmente como una creencia católica romana hace relativamente poco tiempo, en 1950, fue cuando yo tenía vuestras edades, queridos nietos. Obviamente, la historia no era más verdadera en 1950 de aquella otra en la que fue inventada, es decir, 600 años posteriores a la muerte de María.

La segunda, “autoridad” desarrolla unas “razones” para que creamos que alguien o algo sean importantes. En la iglesia católica romana, el papa es la persona más importante, y es pues que los creyentes, dentro de su inquebrantable fe, dan por cierto lo que él decreta. En el islam, son más importantes las personas viejas, barbudas llamadas de ayatolá. Muchos musulmanes están dispuestos a cometer asesinatos simplemente porque un líder religioso de un país distante así lo cree oportuno, dentro de su fanática fe. En esos puntos poco o nada ha cambiado de cuando las persecuciones eran protagonizadas en nombre de la Santa Inquisición. 

Queridos nietos, quiero hacer hincapié que en 1950 los católicos romanos practicantes y no practicantes pero sí por conveniencia, fueron informados que había que creer ciegamente en que el cuerpo de María había subido a los cielos, lo dijo el papa, concretamente Pío XII, y como él lo decretó, ¡se lo sacó de la manga!, tenía que ser verdad, pues resulta que el papado es infalible… Por tanto, no hay razón alguna para que creáis todo lo que dice la curia romana. 

Hay un asunto muy en día y a la vez peligrosa por lo que está comportando, a empezar por las enfermedades de transmisión sexual. Este último papa y el actual dicen NO al control de natalidad, y los medios para evitar los contagios, etc., es una obsesión. Si su mensaje es seguido con la obediencia que la iglesia desea, los resultados podrían ser calamitosos. Habrá terribles escaseces de alimentos, enfermedades infecciosas, guerras causadas por el desequilibrio de la súper población, etc. En realidad ya ha comenzado hace algún tiempo… 

Veamos la otra cara de la misma moneda, la ciencia. En ella muchas veces no vemos las pruebas y así mismo las creemos porque los científicos la han divulgados. Nosotros no vemos que la luz viaja a la velocidad de 300 mil kilómetros por segundo. Pero lo creemos porque están en los libros especializados. Eso parece ser autoritario. En realidad es mucho mejor que lo “autoritario”; las personas que escribieron esos libros confirmaron las pruebas realizadas sin errores algunos y cual-quiera puede examinarlas con la debida atención y técnica comprensiva. Eso es una realidad y prueba concluyente. Pero ni aquel papa de 1950 hasta el actual puede confirmar, con pruebas contundentes de que el cuerpo del personaje de María haya subido al cielo. 

La tercera mala razón para creer en algo es la “revelación”. Si nosotros, de haber habido libertad, hubiésemos preguntado al papa, en 1950, como él sabía que el cuerpo de María había subido al cielo, probablemente dijera que eso fue una “revelación”. Él y sus allegados del colegio de cardenales encerrados en la capilla Sextina, allí rezaron, rezaron y pidieron la “revelación”. Posteriormente, él, ya solo en la capilla de sus dependencias e intimidad, pensó y pensó en la idea con más ahínco. Ocurre que cuando personas tan religiosas (aunque únicamente sea de cara al público) tienen una simple sensación de que algo debe ser verdad, mismo que no haya pruebas específicas que lo atestigüen, ellas llaman a esas sensaciones de “revelación”. No solamente los papas afirman tener revelaciones; eso también les ocurre a muchas otras personas del ámbito religioso, político, militar, etc. Es pues la principal razón para creer en aquello que quieren creer. ¿Eso es bueno o malo? Según el grado de fanatismo que las personas puedan tener, es muy peligroso. La historia está llena de fanáticos que han llevado a la humanidad al holocausto, y hoy así aún continúan, tenemos los ejemplos de Hitler, Bush, Bin Laden y otros muchos que registra la historia. 

Supongamos que a ti, Manolito, te dijeran que tu pero está muerto. Quedarás muy afectado y dirás: “¿Abuelo, tienes certeza? ¿Cómo lo sabes tú? ¿Cómo ha ocurrido?” Supón que yo te respondo: “En realidad no sé si ‘Nerón’ está muerto. No tengo pruebas. Solamente tengo una sensación algo extraña, muy dentro de mí de que él está muerto”. Tu quedarás muy azarado conmigo por haberte asustado, porque sabes que una “sensación” por sí sola no es una buena razón para creer que un perro (o persona) pueda estar muerto. 

Tú necesitas de pruebas. Todos tenemos sensaciones y presentimientos algunas veces, y descubrimos que acertamos, pero otras muchas, no. De cualquier forma, personas diferentes pueden tener sensaciones opuestas, entonces, ¿cómo puede decirse que tiene intuiciones correctas? La única certeza de saber que el perro está muerto es verlo, escuchar al latido de su corazón si es que éste se paró, etc. 

Nos dicen que debemos creer en sensaciones íntimas, sino no sabremos nunca con seguridad de cosas como por ejemplo: ¿mi esposa me ama? Pero eso puede ser un mal argumento. Puede haber muchas personas que te amen. Durante el día vemos que alguien nos ama, sentimos la sensación y las pruebas. En realidad no es una sensación interior, como la que manifiestan los sacerdotes cristianos a la que llaman de “revelación”. Existen otras cosas para apoyar la intuición: miradas, un tono cariñoso, pequeños favores, todo eso puede servir de pruebas. 

Queridos nietos, os prometí que insistiría en la tradición para examinarla desde otro punto y comentar como ella es importante para nosotros. Todos los animales fueron construidos por el proceso denominado: evolución. Así sobrevivieron en los lugares que sus semejantes antepasados vivieron. Los leones sobreviven en las planicies de África; los peces en los mares y ríos, etc. Las personas también son animales y somos comidas como lo hacemos en relación con los pollos, cerdos, terneras, etc.; las compramos de unas personas que a su vez las compraron de otras que las criaron. Nosotros “nadamos” en un “mar de personas”. De la misma manera que los peces necesitan de branquias para sobrevivir en el agua, las personas necesitan del cerebro que las hacen capaces de relacionarse unas con las otras. De la manera que el mar está lleno de agua salada, en el “mar” de las personas está lleno de cosas difíciles de aceptar y aprender como el lenguaje. 

Vosotros, queridos nietos, habláis castellano, pero algunos de vuestros amigos hablan alemán, inglés, francés, etc. Eso quiere decir que cada uno de nosotros habla la lengua que nos permite “nadar” en el “mar de las personas”. El lenguaje es transmitido por la tradición. No ha habido otra alternativa. En Inglaterra el perro de Manolito es un dog. En Alemania es un hund. Ningunas de esas palabras es más correcta o verdadera la una de la otra como es perro. Las 3 fueron transmitidas a lo largo de los tiempos, solamente eso. Para que sea bueno el “nadar en el mar de las personas”, l@s muchach@s tienen que aprender la legua de su propio país y muchas otras cosas sobre su pueblo; eso solamente quiere decir que ellas necesitan absorber, como esponjas, una enorme cantidad de informaciones sobre tradiciones. Pero recuerden que esas informaciones son aquellas pasadas de abuelos para padres y éstas a los hijos. El cerebro del niñ@ tiene que absorber informaciones sobre tradiciones. No se puede esperar que los niñ@s consigan separar las informaciones buenas y útiles como las palabras de una determinada lengua, de las informaciones malas y embrutecedoras como creer en brujas, demonios, ángeles y vírgenes inmortales. 

Es una pena – pero no deja de ser así – que por ser absorbidas por las informaciones sobre tradiciones, l@s muchach@s puedan creer en cualquier cosa que los adultos les digan. No importa si es falso o verdadero, cierto o errado. Mucho de lo que los adultos dicen es verdadero y basado en pruebas, o por lo menos sensatas. Pero si una parte de lo que dicen es falso, bobona y hasta malvada, no hay nada para impedir que l@s muchach@s den credibilidad a aquellas también. ¿Y cuando ell@s crezcan qué van a hacer? Por lógica ell@s volverán a contar las historias a la próxima generación. Entonces, una vez que las ideas se vuelven creencias esas arraigan – mismo que sea completamente falsa y que nunca haya habido una razón para creer en ella – puede durar para siempre. 

¿Será eso lo que ha ocurrido con las religiones? La creencia de que un Dios o muchos dioses; el creer en el cielo; creer en que María nunca murió; de que Jesús nunca tuvo un padre humano; que él murió y resucitó; que el rezar es positivo y respondido; que el vino se torne sangre a las simples palabras de un hombre investido de sacerdote… Ningunas de esas creencias son apoyadas en pruebas concluyentes. Sin embargo, millones de personas creen ciegamente en ellas. Viene a colación decir que si un gran absurdo tiene millones de personas que así lo creen, no por eso deja de ser un gran absurdo. Tal vez eso viene ocurriendo porque ellas fueron llevadas a creerlas cuando aún eran muy jóvenes, por lo que en esas edades se puede creer en cualquier cosa. El quid de la cuestión es que al llegar a adultos, en ese punto concreto, continúan siendo unos niñ@s. 

Cosas diferentes son inculcadas en niñ@s cristianos, musulmanes, judíos, etc., y tod@s ell@s creen, están totalmente convencidas de que lo suyo es lo cierto y las otras equivocadas. Eso ocurre también entre los propios cristianos católicos romanos, creen en unos dogmazas diferentes de los anglicanos, ortodoxos, cuáqueros, mormones, etc. Todos están en lo cierto de que siguen los mandamientos de Jesús, son los otros (mismos cristianos) los que están equivocados. Ellos creen en cosas diferentes exactamente por la misma razón de que vosotros habláis castellano y Ann Katharin habla alemán. Ambas lenguas son, en sus respectivos países, las lenguas ciertas para ser allí habladas. Pero no es verdad que religiones diferentes estén correctamente en sus propios países, pues ellas afirman que cosas opuestas son verdades…, reveladas. María no puede estar viva en España (país católico, aunque ya no tanto), y muerta y sepultada en los que sus habitantes sean mayoritariamente protestantes. 

Queridos nietos, ¿qué podemos hacer sobre todo esto? No es fácil para vosotros hacer alguna cosa, sois aún algo jóvenes. Pero vosotros podéis empezar por lo siguiente. La próxima vez que alguien os diga algo que pueda parecer importante, pensad: “¿Será que eso es del tipo de cosas que esas personas llegan a saber por cusa de la “tradición”, “autoridad” o “revelación”? O aquellas otras que os digan que esto o aquello otro son verdades eternas, preguntarles: “¿Qué tipo de pruebas tenéis para confirmar eso?”. No pudiendo daros una buena respuesta, yo espero que vosotros penséis con suspicacias y razonamientos antes de caer en cualesquiera palabras que estén relacionadas con todo lo aquí expuesto. Es decir, el no dejaros engañar como borregos, queridos nietos. 

Con todo mi cariño, vuestro abuelo.



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(*) Nota Final:

El autor de esta publicación es "Zerimar Ilosit", fiel seguidor y colaborador de este Blog; quien amablemente me solicitó el compartir este artículo con el resto de los lectores; y al no estar en contra de la filosofía del Blog, es un honor para mí el poder publicarlo.



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"Yo no creo en nada. Para mí la fe es algo tan odioso como lo es pecado para los creyentes. El que sabe, no puede creer. El que cree, no puede saber. El término "fe ciega" es una redundancia, pues la fe es siempre ciega"

Ernest Bornemann




jueves, 23 de mayo de 2019

¿Qué es ser Ateo? Opinión y Actualidad.




¿Qué es ser Ateo?


Distorsionar la percepción de los ateos como “creyentes que se creen no serlo” tan solo contribuye a ralentizar el progreso hacia una sociedad de ciudadanos libres

JESÚS ZAMORA BONILLA
1 MAY 2019 - 12:25 ART

Una de las falacias que se cometen con más asiduidad en ese terreno, ya de por sí minado de falacias, que conocemos como “pensamiento religioso” es la afirmación de que “quienes no creen en una religión tradicional, es porque creen en otra”. Esta otra “religión” puede ser la ciencia, el humanismo, el fútbol, el dinero, o la revolución socialista... ponga el lector los ejemplos que quiera. La enésima repetición de esta fábula se ha publicado estos días en el diario EL PAÍS, en un artículo de Juan Arnau Navarro (¿En qué creen los ateos?, 27-4-2019) que repasa unas cuantas publicaciones recientes sobre la historia del ateísmo. Por desgracia, no por más veces repetido posee aquel argumento mayor validez.

Naturalmente, entre las personas y movimientos a los que podemos razonablemente llamar “ateos” hay, como en todo conjunto de seres humanos, para todos los gustos, y algunos, o muchos, ateos habrá habido que hayan reemplazado su creencia en dios por otras creencias casi tanto o igual de delirantes (sin ir más lejos, pensemos en algunos defensores contemporáneos de lo que se ha venido en denominar “transhumanismo”). Pero que una creencia sea delirante no la convierte de por sí en religiosa, ni su adopción tiene por qué haber sido causada por la necesidad de sustituir otras creencias de similar calado. Por decirlo con brevedad: las sociedades avanzadas nos muestran sin asomo de duda que lo religioso es algo de lo que grandes masas de seres humanos podemos sencillamente prescindir.

La humanidad ha sido mayoritariamente creyente, lo cual no tiene por qué significar que la existencia de la religión se deba a que cumple una función vital


Es conveniente, en estas discusiones, dar a nuestras palabras significados lo más concretos posibles, para evitar ambigüedades desde las que se pueda probar lo que a uno se le antoje. Restrinjo, por lo tanto, el significado del término “religión” a aquellas creencias (y sus prácticas asociadas) según las cuales el cosmos, la historia y la existencia humana responden a algún tipo de sentido moral trascendente. Ser ateo, o no creyente, consistirá, por tanto, nada más que en el hecho de no tener tales creencias, bien porque uno las haya tenido en algún momento de su vida y las haya abandonado (a veces como a un amigo que te traicionó, pero más a menudo como esa ropa con la que has dejado de gustarte), o bien, algo cada vez más frecuente, porque nunca se ha planteado tenerlas.

La humanidad, desde que podemos intuir o constatar, ha sido mayoritariamente creyente, lo cual no tiene por qué significar que la existencia de la religión se deba a que cumple una función vital; tal vez se trata solo de un tipo de ideas y actividades para las que nuestro cerebro siente una atracción especial bajo determinadas circunstancias, por causas distintas a los posibles beneficios derivables de la religión (muy dudosos en términos netos, si contamos al mismo tiempo los problemas y desgracias que las religiones han causado), de modo semejante a como la nicotina nos produce una fuerte adicción pese a que nuestro linaje evolucionó durante millones de años sin contacto alguno con plantas que la produjeran. Ciertos cambios sociales pueden muy bien llevar, y de hecho están llevando, a que ese “opio del pueblo” deje de resultar tan seductor para cientos de millones de personas como lo fue para sus antepasados.

El problema es, seguramente, que algunas personas siguen creyendo tan firmemente en su religión, siguen experimentando tan profundamente la fuente de sentido y de misterio con la que esta “ilumina” sus vidas, que les resulta incomprensible que tantos otros podamos, sin más, prescindir de tal experiencia sin la menor dificultad, sin que por ello nuestras vidas sean más vacías, y sin que tengamos la urgencia de “sustituir” la fe religiosa por otro tipo de alucinaciones. Esto es un “problema” meramente dialéctico, claro; más grave resulta cuando la incomprensión hacia el ateísmo conduce a que las leyes, o las costumbres, consideren de facto que lo religioso (que en una sociedad democrática tendría que ser solo una opción personal) es una fuente de derechos a los que los no creyentes no podemos aspirar en la práctica, o, a menudo, una cierta prueba de superioridad moral y a veces hasta intelectual. Distorsionar la percepción de los ateos como “creyentes que se creen no serlo”, o como simples aprendices de brujo capaces de cualquier delirio destructivo por habernos alejado del misterio profundo del ser y del sentido, tan solo contribuye a ralentizar el necesario progreso hacia una sociedad de ciudadanos libres.


Fuente:
https://elpais.com/cultura/2019/05/01/babelia/1556711602_961796.html

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"El temor de las cosas invisibles es la semilla natural de lo que cada uno llama para sí mismo religión"

Thomas Hobbes




lunes, 20 de mayo de 2019

¿En qué creen los Ateos? (Opinión y Actualidad)




¿En qué creen los Ateos?


La religión pierde influencia, según las encuestas, pero eso no significa el fin del monoteísmo. Hoy las sociedades más seculares se rinden culto a sí mismas

JUAN ARNAU NAVARRO
26 ABR 2019 - 18:37 CEST

La frase “Soy ateo gracias a Dios” se atribuye a Buñuel y tiene las dos cualidades que Sócrates reclamaba para la filosofía: ironía y mayéutica. La primera es evidente, hace sonreír; la segunda arroja luz sobre una idea del pensamiento védico y de místicos cristianos (Böhme, Eckhart): aunque te esfuerces en negarlo, él mismo (o ella misma, si hablamos de la conciencia) hace posible tu negación. Por él hay algo en lugar de nada (Leibniz), por ella es posible el amor intelectual a lo divino (Spinoza), único modo de tocar lo eterno. Pero todas esas son visiones del pasado. Hoy, la forma más genuina de ser religioso es ser ateo (Panikkar).

Un libro reciente, Siete tipos de ateísmo, de John Gray, desgrana el complejo legado de las tradiciones ateas. Gray no deja títere con cabeza. Desde los fieles de la fe laica en el progreso hasta las grandes teorías de la evolución social, de Spencer a Marx. La muerte de Dios deja una vacante para diversos ídolos: los delirios positivistas de Auguste Comte, la mojigatería racionalista de Stuart Mill, el magnetismo animal de Mesmer o algunas opiniones de Kant y Voltaire: “El racismo y el antisemitismo emanan de creencias centrales de la Ilustración”. Ejemplos más próximos: el ultraindividualismo de Ayn Rand, los delirantes memes de Richard Dawkins o el transhumanismo que aspira a subir la mente al ciberespacio. Todos ellos proyectos de autodeificación, ya sea del individuo o de la sociedad. Gray considera que la creencia en la especie humana como “agente colectivo”, que se fija grandes proyectos y los realiza en la historia, es un mito heredado del monoteísmo. O bien la humanidad (o un sector de ella) juega a ser dios, o bien los humanos acaban convirtiéndose en dioses.

Los delirios y alucinaciones que antes se asociaban con lo sagrado se vierten ahora en lo social

Resulta difícil definir el ateísmo y condensarlo en una única fórmula. Comparto la antipatía de Gray ante cierto ateísmo opresivo y claustrofóbico que reproduce las manías del monoteísmo. Quizá se deba a que los valores tienen algo de genético y no podemos renunciar del todo a los que hemos heredado o respirado en la infancia, ya sea a favor o en contra. Enemigo implacable del cristianismo, Nietzsche fue también un pensador cristiano. Veía en el animal humano una necesidad de redención; el nihilismo era evitable si éramos capaces de crear el sentido perdido tras la muerte de Dios. El Übermensch debía desempeñar esa función, comparable a la del redentor. Gray es un ateo encantado de vivir en un mundo sin dioses o con un dios innombrable. Pero se declara enemigo del ateo militante que, aunque niegue serlo, es el peor creyente de todos, tedioso y poco inspirador (la nada no necesita propaganda), y rescata a ateos como Santayana, que amaban la religión, o como Schopenhauer, cuyo único dios era la música. Curiosamente, el libro declina en brillantez cuando habla de ellos.



El último barómetro del CIS señala un porcentaje histórico de no creyentes en España, hasta el 27%, que alcanza casi el 50% en el caso de los jóvenes. Podemos vivir sin iglesias, pero ¿podemos vivir sin religión? Las religiones no son teorías del universo, sino intentos de dar sentido a la experiencia. Si nos atenemos a la etimología, ¿podemos vivir sin estar religados al mundo y al paisaje? En su definición de lo religioso, los antropólogos recurrieron al concepto de lo sagrado. La religión no era un asunto de creencias (en un Creador, los milagros o los beneficios de la oración), sino de prácticas sociales. El enfoque que dejó claro que la religión no podían definirla los curas y pasó a considerarse un artefacto cultural con al menos tres elementos: literatura sagrada, comunidad sagrada y prácticas rituales. Durkheim adoptó el funcionalismo y lo sagrado pasó a ser un factor de cohesión social. Pero, desde Newton, el empuje de la ciencia venía desalojando lo sagrado de la vida civil. Marx lo convirtió en un narcótico idiotizante, Freud en una neurosis, y lo sagrado, tan arraigado en la psique humana, se sintió acorralado. Entonces dejó de apuntar a una trascendencia para volverse sobre sí mismo, sobre lo social. Esa es la tesis de Roberto Calasso en La actualidad innombrable. La era moderna vive ensimismada con lo social. Marcel Mauss lo vio claro: “Si los dioses, cada uno a su hora, salen del templo y se hacen profanos, vemos que lo relativo a la propia sociedad humana (la patria, la propiedad, el trabajo, el individuo) entra en el templo progresivamente”. Las sociedades seculares modernas se rinden culto a sí mismas. Son sociedades ensimismadas, que no miran más allá de su propio ordenamiento y no buscan modelos en el cosmos o la fisiología, sino en la historia misma de sus instituciones, declaraciones y conquistas. Pero la sociedad completamente secularizada es la menos secularizada de todas, pues todos los delirios, fantasmagorías y alucinaciones que antes se asociaban con lo sagrado se vierten ahora en lo social. La religión de nuestro tiempo es la “religión de la sociedad”.

Los ídolos tradicionales salen del templo mientras entran otros como el trabajo o la patria

Ernst Bloch es un buen ejemplo de ateo que invoca concepciones monoteístas. Filósofo de las utopías y las esperanzas, de prosa telegráfica y coqueta (juega al escondite con el lector), recorre el Antiguo Testamento en busca de las semillas del ateísmo. “Sólo un ateo puede ser un buen cristiano”, afirma. Frente a la religión del Dios original, elige el Dios futuro del Éxodo: “Yo seré el que seré”. La zarza ardiente revela el sueño de lo incondicionado, cuya andadura culmina en el bolchevismo. Muy en la línea de otro libro, Sobre la religión, donde Marx la coloca “ante el tribunal de la filosofía” (hegeliana). Tras su fracaso como modelo político, el náufrago del marxismo regresa como espectro de la tradición mesiánica y clama justicia para todos, aquí y ahora. Marx considera que la idea de Dios surge en la historia porque la vida está asediada por la miseria, pero ese Dios tiene una naturaleza ilusoria y sólo existe en la mente de sus fieles (no olvidemos que Marx identifica lo real con lo material). Los dioses son siempre locales: de haber nacido en la India, donde lo mental tiene más realidad que lo material, Marx hubiera sido considerado un escritor piadoso. Y en cierto sentido lo fue, no tanto por postular una lógica de la historia que culmina en la revolución (redención), sino porque esa Biblia subterránea de la que habla Bloch, que resurge una y otra vez en Occidente en forma de prefiguración utópica, es un fenómeno mental (o de conciencia política, como se prefiera). Ambos libros se complementan con una documentada Historia del ateísmo femenino en Occidente, cuya finalidad es desmentir el prejuicio de que las mujeres no participaron en la creencia de que Dios no existe.

Santayana amaba la religión, pero deploraba el monoteísmo beligerante y proselitista, que pretendía imponer su modelo a la diversidad de los pueblos. Si diseccionamos un conjunto cualquiera de valores, enseguida observamos que no siempre son coherentes entre sí. No sólo es imposible que todos los seres humanos vivan de acuerdo con una misma moral, sino que la idea de una moral única está llena de peligros y contradicciones. Ningún conjunto de creencias o prácticas vale para todo el mundo, ya sean individuales o sociales. Mantener esta postura hace aparecer el fantasma del relativismo. Pero el valor es siempre algo relativo a la vida, una dignidad que puede adquirir una cosa para un ser vivo y para ello debe ajustarse a necesidades vitales. Los valores no pueden derivarse de los hechos pues sin ellos no podríamos siquiera percibir, tampoco pueden ser objetivos, porque no es posible abstraerlos de los organismos que los sostienen. En este sentido, la ironía, el humor y el pensamiento nómada son eficaces ante ruidosos dogmas.

Un individuo que niegue al creador puede afirmar sin embargo que lo divino está en todas partes

Fritz Mauthner, cuya historia del ateísmo fue libro de cabecera de Samuel Beckett, sostenía que los ateos debían renunciar no a la creencia en Dios, sino a la idea misma de Dios, como proponía Eckhart. En este sentido, la teología negativa se aproxima al ateísmo del silencio, un ateísmo contemplativo que prescinde de presuntos mejoradores del mundo. Curiosamente, un ateo que niegue al creador puede afirmar que lo divino está en todas partes, aunque nada pueda decirse de ello. Es como volver al origen, cuando el primer filósofo, Tales de Mileto, dejó dicho que todo estaba lleno de dioses.


Fuente:
https://elpais.com/cultura/2019/04/16/babelia/1555405829_509552.html

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