Nota Inicial:
La presente publicación fue escrita y elaborada por un colaborador y amable lector de este Blog.
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La
hipocresía de la Iglesia católica
Haz
lo que yo digo, pero no lo que yo hago
(PARTE II)
Las
mujeres en la Iglesia católica
Haz
lo que yo digo...
Ninguna
religión o visión del mundo ha apreciado y honrado tanto a la mujer
como el cristianismo
Berhnard
Häring (1912-1998), clérigo alemán,
Profesor
de Teología Moral en la Pontificia Universidad
Lateranense,
inspirador
del Concilio Vaticano II
La
mujer cristiana le debe a la Iglesia católica su auténtica
dignidad. Por ello es justo que se muestre agradecida a la Iglesia
Cardenal
Julien Ries (1920-2013),
Profesor
de Historia de las Religiones,
Universidad
Católica de Lovaina
Fragmentos
de la Encíclica Mulieris
Dignitatem,
Juan Pablo II, 1988:
Ha
llegado la hora en que la vocación de la mujer se cumple en
plenitud, en que adquiere en el mundo una influencia, un peso, un
poder jamás alcanzados hasta ahora. Las mujeres llenas del espíritu
del Evangelio pueden ayudar mucho a que la humanidad no decaiga.
Pablo VI decía: "En el cristianismo, más que en cualquier otra
religión, la mujer tiene desde los orígenes un estatuto especial de
dignidad, del cual el Nuevo Testamento da testimonio en no pocos de
sus importantes aspectos (...) El mensaje
de Cristo, contenido
en el Evangelio, que tiene como fondo toda la Escritura, tanto el
Antiguo como el Nuevo Testamento, ¿no puede quizá decir mucho a la
Iglesia y a la humanidad sobre la dignidad y la vocación de la
mujer?... Ambos, hombre y mujer, son seres humanos en el mismo grado,
ambos fueron creados a imagen de Dios".
El
texto bíblico proporciona bases suficientes para reconocer la
igualdad esencial entre el hombre y la mujer. Lo mismo se repite en
el curso de los siglos, generación tras generación, como lo
demuestra la historia de la Iglesia. En
efecto, la Iglesia defendiendo la dignidad de la mujer y su vocación,
ha mostrado honor y gratitud para aquellas que —fieles al
Evangelio— han participado en todo tiempo en la misión apostólica
del Pueblo de Dios. Así pues, una atenta lectura del paradigma
bíblico de la «mujer» —desde el Libro
del Génesis hasta el Apocalipsis—
nos
confirma en que consisten la dignidad y la vocación de la mujer y
todo lo que en ella es inmutable y no pierde vigencia. La Iglesia
pide que estas inestimables «manifestaciones del Espíritu» (cf. 1
Cor 12,
4 ss.), sean reconocidas debidamente, valorizadas, para que redunden
en común beneficio de la Iglesia y de la humanidad.
Fragmentos
de la Carta del Papa Juan Pablo II a las mujeres, 1995:
A
cada una de vosotras me dirijo con objeto de compartir y manifestar
gratitud, en la proximidad de la IV Conferencia Mundial sobre la
Mujer. La Iglesia quiere ofrecer su contribución en defensa de la
dignidad, papel y derechos de las mujeres. Te doy gracias, mujer,
¡por
el hecho mismo de ser mujer!
Con
la intuición propia de tu femineidad enriqueces la comprensión del
mundo y contribuyes a la plena verdad de las relaciones humanas. Pero
dar gracias
no
basta, lo sé. Por desgracia somos herederos de una historia de
enormes condicionamientos
que,
en todos los tiempos y en cada lugar, han hecho difícil el camino de
la mujer, despreciada en su dignidad, olvidada en sus prerrogativas,
marginada frecuentemente e incluso reducida a esclavitud. No sería
ciertamente fácil señalar responsabilidades precisas, considerando
la fuerza de las sedimentaciones culturales que, a lo largo de los
siglos, han plasmado mentalidades e instituciones. Pero si en esto no
han faltado, especialmente en determinados contextos históricos,
responsabilidades en no pocos hijos de la Iglesia, lo siento
sinceramente. Es
urgente alcanzar en todas partes la efectiva igualdad
de
los derechos, el reconocimiento de todo lo que va unido a esos
derechos y deberes en un régimen democrático. Cuánto
reconocimiento merecen las mujeres que, con amor heroico por su
criatura, llevan a término un embarazo derivado de relaciones
sexuales impuestas con la fuerza. En semejantes condiciones, la
opción del aborto, que es siempre un pecado grave, antes de ser una
responsabilidad de las mujeres, es un crimen imputable al hombre y a
la complicidad del ambiente que lo rodea. Hago una llamada
apremiante,
a
fin de que los Estados y las instituciones internacionales, hagan lo
necesario para devolver a las mujeres el pleno respeto de su
dignidad.
Cardenal
Antonio Cañizares, La Razón, 2022:
Las
mujeres han de participar en la vida de la Iglesia sin ninguna
discriminación, en las consultas y en la elaboración de decisiones.
Su aporte es, sin duda ninguna, una grandísima contribución de
sabiduría y moderación, de valentía y entrega, de espiritualidad y
fervor para el bien de la Iglesia y de la sociedad. Tanto la sociedad
como la Iglesia necesitan de manera vital del «genio propio» de la
mujer, de su contribución, ya que sin esta contribución la sociedad
es menos viva, la cultura menos rica y la paz más insegura
(https://www.ucv.es/actualidad
/opinion/artmid/5834/articleid/8385/la-mujer-en-la-iglesia-cardenal-antoniocanizares-la-razon#:~:
text=Las%20mujeres%20han%20de%20participar,de%20la%20
Iglesia%20y%20de).
Para
Benedicto XVI, en su discurso inaugural de Aparecidam, “el
cristianismo reconoce y proclama la igual dignidad y responsabilidad
de la mujer respecto al hombre”.
El Papa Francisco dijo en un vuelo de Brasil a Roma: "El
papel de la mujer en la Iglesia no es sólo la maternidad, sino que
es más fuerte: es como el icono de la Virgen, Nuestra Señora;
¡aquella que ayuda a crecer a la Iglesia! ¡Piensen que Nuestra
Señora es más importante que los Apóstoles! La Iglesia es
femenina: es Iglesia, es esposa, es madre. No se puede entender una
Iglesia sin las mujeres, pero mujeres que estén activas en la
Iglesia".
El alto clero sostiene que la Iglesia está cada vez más
comprometida en la defensa de los derechos humanos y de la justicia
social, y, por tanto, en la defensa de los derechos de la mujer, por
lo que se puede decir que en lo esencial, la mujer ha encontrado en
la Iglesia una defensora de su dignidad fundamental. Según la
Iglesia actual, explica la página católica Scielo (https://www.
scielo.org), la mujer ha recobrado su dignidad con la aparición del
cristianismo, que le devolvió todas las virtudes, todas las
libertades, todos los derechos, elevándola a la categoría en que
Dios la colocara al crearla, como compañera y no como esclava del
hombre.
Repasemos
algunas de las reflexiones de los últimos Pontífices:
Pío
XII: La
mujer, coronación suprema de la creación, esta dulce criatura, en
cuyas delicadas manos Dios parece haber confiado gran parte del
futuro del mundo, como ayudante del hombre; la mujer, expresión de
todo lo que hay de más bueno, amoroso y bondadoso en este mundo,
sigue siendo, a pesar de una engañosa apariencia de exaltación, a
menudo objeto de desprecio.
Juan
XXIII:
Al
comienzo de los dos milenios cristianos, el mundo, con pocas
excepciones, estaba sumido en las tinieblas de un paganismo corrupto
y corruptor. Las mujeres suspiraban en busca de la dignidad perdida.
Y la costumbre empezó a cambiar, con la gracia de Dios, a través de
la oración, el ejemplo y el sacrificio de aquellas heroínas.
Pablo
VI,
1975, Año
Internacional de la Mujer:
Este
año celebramos en todo el mundo el Año de la Mujer, al que también
la Iglesia, como es debido, se adhiere positivamente, deseando de
buen grado un progreso de la función de la mujer en la vida
profesional y social, y protegiendo al mismo tiempo su dignidad y su
misión, de la mujer cristiana especialmente, a la que el plan de
Dios ha destinado, como Hija dulce, como Virgen pura y fuerte, como
Esposa amorosa, como Madre ante todo, siempre sagrada y digna, y
también como Viuda piadosa, dolorosa y trabajadora. Estamos
convencidos de que en la concepción cristiana de la mujer hemos de
encontrar el reconocimiento de sus derechos humanos y civiles, y la
defensa de sus superlativas prerrogativas naturales.
Juan
Pablo II,
22/6/1994, Audiencia General, Dignidad y misión de la mujer
cristiana:
En
las catequesis sobre la dignidad y el apostolado de los laicos en la
Iglesia, hemos expuesto el pensamiento y los proyectos de la Iglesia
válidos para todos los fieles, tanto hombres como mujeres. Pero
ahora queremos considerar más en particular el papel de la mujer
cristiana, no sólo por la importancia que siempre han tenido las
mujeres en la Iglesia, sino también por las esperanzas que en ellas
se ponen para el presente y para el futuro. Muchas voces se han
elevado en nuestro tiempo para pedir el respeto de la dignidad de la
mujer y el reconocimiento de una efectiva igualdad de derechos con
respecto al hombre, a fin de brindarle la plena posibilidad de
desempeñar su misión en todos los sectores y en todos los niveles
de la sociedad.
Benedicto
XVI: La
fecha de hoy – 8 de marzo 2009– nos invita a reflexionar sobre la
condición de la mujer y a renovar nuestro compromiso, para que
siempre y en todas partes cada mujer pueda vivir y manifestar
plenamente sus capacidades, obteniendo el pleno respeto de su
dignidad. Sin embargo, más valiosos que los propios documentos son
los testimonios de los santos; y nuestra época ha tenido el de la
Madre Teresa de Calcuta: una humilde hija de Albania, que se
convirtió en un ejemplo para el mundo entero en el ejercicio de la
caridad y el servicio a la promoción humana. ¡Cuántas otras
mujeres trabajan cada día, a escondidas, por el bien de la humanidad
y por el Reino de Dios!
Francisco:
En
el Día Internacional de la Mujer, pienso en todas las mujeres: les
agradezco su compromiso con la construcción de una sociedad más
humana, gracias a su capacidad para captar la realidad con una mirada
creativa y un corazón tierno. ¡Este es un privilegio exclusivo de
las mujeres!
...pero
no lo que yo hago.
Tus
anhelos se dirigirán hacia tu marido y él será tu señor (...)
Rebájate hasta la sumisión (...) Sé una de las subordinadas
Juan
Crisóstomo (347-407), Padre de la Iglesia
La
premisa de que la mujer es portadora del pecado, artículo de fe
para
el cristianismo, influyó muy negativamente en su posición social y
legal
Julián
Marcuse (1862-1942), médico y ensayista alemán
Como
este capítulo comenzó invocando los textos bíblicos y el rol
histórico del cristianismo en beneficio de la mujer, empecemos por
la Biblia y la historia.
Resulta
incongruente y hasta insultante que la Iglesia afirme ahora que "el
hombre y la mujer tienen la misma dignidad" y que "la
mujer ha recobrado su dignidad con la aparición del cristianismo",
después de todas las barbaridades antifeministas que han realizado y
propalado. Está perdiendo cada vez más seguidores, especialmente
entre las mujeres, y es necesario presentar "una nueva cara".
La mujer en el Génesis
es
simplemente un pedazo de hueso del hombre, es la que comete el pecado
original e induce a Adán a pecar. En el Levítico
se
ubica a la mujer al mismo nivel que los animales y en los tiempos de
Jesús sigue estando a la misma altura que el niño y el siervo. La
mujer es la que apedrean por adúltera, es la que matan por bruja, la
que seduce y lleva al hombre a la lujuria, la que tiene que servir al
hombre y obedecerle por orden divina. Las niñas vírgenes son las
que dios ordena que se mantengan para el placer sexual de los
hombres. A la mujer se le prohíbe predicar en la iglesia. Pablo de
Tarso, en la primera Carta a los Corintos ordena el uso del velo en
la mujer durante los oficios divinos, como signo de su inferioridad y
para "avergonzarse del pecado que trajo al mundo". Si queda
viuda y no tiene hijos varones, está obligada a que el hermano del
difunto la deje embarazada. ¿Por qué es que Jesús no tuvo ni una
sola mujer como discípula?
La
Biblia está repleta de ejemplos de odio, repulsión y aversión
hacia las mujeres. Es un libro típico de la misoginia ignorante y
abusiva que existía en los tiempos de sus autores. El cristianismo
surge de ella como un movimiento clara y expresamente anti-feminista,
intolerante y radical, discriminando, persiguiendo y asesinando
decenas de miles de mujeres, degradando las relaciones sexuales como
prácticas pecaminosas, con las graves consecuencias que eso ha
causado en la mente y la personalidad de hombres y mujeres. El Dios
bíblico aborrece y desprecia a las mujeres. Desde Eva (esa vil
pecadora que hundió a toda la humanidad en el oscuro pozo del pecado
y quiso comer del prohibido árbol del conocimiento) hasta la virgen
María (que solo fue utilizada para ser inseminada por la paloma que
mandó Dios y después olvidada y hasta humillada por el mismo
Jesús), las mujeres han sido blanco de la ira divina. La Biblia está
repleta de versículos donde la mujer es vejada, maltratada y
humillada de forma sistemática y constante. Puede que haya un par de
versículos donde sea medianamente alabada, pero en general no le
simpatizan mucho a Dios. Veamos solo algunos ejemplos. Se lee en
distintas secciones de la Biblia (todas ellas inspiradas por Dios,
por supuesto, y veneradas, como corresponde a tan sacra autoría, por
la Santa Madre Iglesia):
-
Y de la costilla que Jehová Dios tomó del hombre, hizo una mujer, y
la trajo al hombre (Gén
2, 22). La mujer no es más que un pedazo del cuerpo del hombre, por
lo tanto es de "su" propiedad.
-
A la mujer dijo: Multiplicaré en gran manera los dolores en tus
preñeces; con dolor darás a luz los hijos; y tu deseo será para tu
marido, y él se enseñoreará de ti
(Gén
3:16). Por supuesto, el hombre no es culpable y, por tanto, no se le
impone ningún padecimiento físico directo.
-
Habla a los hijos de Israel y diles: La mujer cuando conciba y dé a
luz varón, será inmunda siete días, igual a los días de su
menstruación. Y permanecerá treinta y tres días purificándose de
su sangre; ninguna cosa santa tocará, ni vendrá al santuario, hasta
cuando sean cumplidos los días de su purificación. Y si diere a luz
hija, será inmunda dos semanas, y sesenta y seis días estará
purificándose de su sangre
(Lev
12,2-5).
-
Y cuando alguno vendiere su hija por sierva, no saldrá ella como
suelen salir los siervos (Éx
21:7). Esclavitud y venta de mujeres, que no podrán ser liberadas
como los siervos varones.
-
Y la hija del sacerdote, si comenzare a fornicar, a su padre
deshonra; quemada será al fuego
(Lev
21:9).De los hijos fornicadores de los sacerdotes no dice nada.
-
Mas si resultare ser verdad que no se halló virginidad en la joven,
entonces la sacarán a la puerta de la casa de su padre, y la
apedrearán los hombres de su ciudad, y morirá, así quitarás el
mal de en medio de ti (Deut
22:20-21).
-
Yo haré levantar el mal sobre ti de tu misma casa, y tomaré tus
mujeres delante de tus ojos, y las daré a tu prójimo, el cual
yacerá con tus mujeres a la vista del sol (2
Sam 12:11).
Dios
utiliza la violación de mujeres para castigar a los maridos que no
le obedezcan.
-
Toda malicia es poca junto a la malicia de mujer, ¡que la suerte del
pecador caiga sobre ella! (Ecles
25,19)
Porque
de los vestidos sale la polilla, y de la mujer la malicia. Vale más
maldad de hombre que bondad de mujer, la mujer cubre de vergüenza y
oprobio
(Ecles
42,13-14).
En
el Imperio Romano, antes del empoderamiento del cristianismo, la
mujer tenía los mismos derechos que el hombre, permitiéndosele una
autosuficiencia personal y social: derecho a heredar, a solicitar la
separación conyugal, la virginidad y la fidelidad conyugal no tenían
ningún significado relevante. Incluso el amor libre era aceptado y
ensalzado por los filósofos de la época. No es sino con el
Emperador Constantino, que oficializó el cristianismo, que todo
cambió y comenzó la denigración de la mujer. El poder y la enorme
influencia de los sacerdotes cristianos, imponiendo los principios de
su religión, tuvieron para el sexo femenino nefastas consecuencias
jurídicas, económicas, sociales, educativas y hasta para el mismo
derecho a la vida. Durante toda la Edad Media, la Iglesia sostenía
que el hombre tenía derecho de azotar y hasta matar a su esposa, por
ser él el único juez que decidía de sanciones y castigos. Esta
histórica misoginia católica se debe, en gran parte, al marcado
antifeminismo de su verdadero fundador, Pablo de Tarso, que en varias
de sus epístolas dice:
"Bueno
sería al hombre no tocar a la mujer", "La mujer no tiene
la potestad de su propio cuerpo, sino el marido", "Las
casadas deben estar sujetas a su marido en todo", "La mujer
aprenda callando, con toda sujeción. Porque no permito a la mujer
enseñar ni tomar autoridad sobre el varón, sino estar en silencio.
Porque Adán fue formado primero, luego Eva. Y no fue Adán el
seducido, sino Eva quien incurrió en la transgresión", "Las
viudas jóvenes que se quieran casar no deben ser admitidas en los
oficios de la Iglesia", "El hombre no fue creado para la
mujer, sino la mujer para el hombre".
Pero
la
verdadera segregación de la mujer se produce a partir del siglo II,
con los Padres de la Iglesia. Para Agustín, el más ilustre de
ellos, "la mujer es un ser inferior y no está hecha a imagen y
semejanza de Dios. Corresponde al orden natural de la humanidad que
las mujeres sirvan a los hombres. Las mujeres no deben ser educadas
en forma alguna, deberían ser segregadas ya que son causa de
insidiosas e involuntarias erecciones en los santos varones".
Para Tertuliano, otro Padre de la Iglesia, la mujer "es puerta
de entrada para el diablo y deberían vestir trapos y prendas de luto
en reconocimiento por su crimen", "no está permitido que
una mujer hable en la iglesia, ni enseñar, ni bautizar, ni ofrecer
la eucaristía, ni ejercer el cargo sacerdotal". Y todos los
Padres y Doctores de la Iglesia son categóricos: "las mujeres
están hechas esencialmente para satisfacer la lujuria de los
hombres... las mujeres son más dañinas que cualquier bestia
salvaje... ¡qué otra cosa es la mujer sino un mal necesario, una
calamidad deseable, un peligro doméstico, un mal de la naturaleza
pintado con alegres colores" (Juan Crisóstomo), "la mujer
solo es fuerte en el vicio y daña la valiosa alma del varón"
(Ambrosio), "la mujer es un defecto de la naturaleza... si nacen
mujeres se debe a un defecto del esperma... solo es necesaria para la
reproducción... los regaños e intimidación de la esposa por parte
del marido, así como pegarle, permiten obtener créditos en el
cielo...
la
mujer se relaciona con el hombre como lo imperfecto y defectuoso con
lo perfecto" (Tomás de Aquino), "nada más impuro que la
mujer con el período, todo lo que toca lo convierte en impuro"
(Jerónimo), "sois la puerta del diablo... la sentencia de Dios
sobre vuestro sexo vive aún en esta época; la culpa,
necesariamente, vive también" (Irineo). En el Sínodo de Macon
(585) se debatió si, en el momento de la resurrección de la carne,
la mujeres deberían convertirse en hombres para poder ir al Paraíso,
y un obispo llegó a decir "las mujeres no son seres humanos".
En 1591, una serie de teólogos luteranos discutieron en Wittenberg
sobre si las mujeres eran seres humanos.
Unanimidad
de criterios ¿no? Estos Padres son los que consolidaron los
cimientos de una religión machista. ¿Hasta qué punto la Iglesia de
hoy puede dejar de lado las enseñanzas de sus venerados,
santificados e inspirados Padres y Doctores? ¿O acepta algunas y
rechaza otras según su conveniencia para perdurar en el mundo
actual? Es muy difícil de entender por qué todavía hay muchas
mujeres cristianas que alaban y bendicen este tipo de humillantes
versículos. Dios es misógino. Y no lo digo yo... lo dice su Santa
Biblia. Obviamente, estos conceptos no son manejados por la Iglesia
actual (por lo menos no públicamente), pero se grabaron a fuego en
la mente de eclesiásticos y fieles durante más de 1500 años, y eso
es muy difícil de modificar. Pío X, declarado santo, decía en 1903
que "las voces femeninas están prohibidas en los coros de las
iglesias y solo las voces de niños podían ser usadas como
sopranos". En 1919, Benedicto XV se pronunció a favor del voto
femenino, solo porque creía que la mujer era más conservadora y
clerical que el hombre. En 1965, el Osservatore
Romano
sostenía
que "la primacía del hombre ha sido querida por Dios", sin
que hasta hoy la Iglesia lo haya enmendado. La sumisión de la mujer
se ve también cuando la Iglesia designa congregaciones de religiosas
como sirvientas de obispos y cardenales, convenciéndolas de que Dios
las eligió para eso.
El
antifeminismo de los Padres de la Iglesia, de muchos clérigos y no
pocos teólogos, el celibato y la prohibición de la ordenación
femenina, son consecuencia del desprecio y, desde luego, del miedo a
la mujer. El potencial sexual de la mujer hace esclavo al hombre que
sucumbe a sus encantos e insinuaciones, respondiendo al instinto de
reproducción y preservación de la especie fijado en nuestros genes,
el más fuerte después del instinto de conservación individual. Así
lo ha determinado la evolución en toda la escala zoológica,
especialmente en los vertebrados superiores. Y la Iglesia ha
intentado desde siempre, y por supuesto hoy en día, yugularlo y
reducirlo al intercambio conyugal, cosa que jamás ha funcionado en
ninguna época ni lugar.
La
emancipación y la igualdad de las mujeres con respecto al hombre son
avances que comenzaron a darse en Occidente, aunque muy lentamente y
siempre en forma parcial, entorpecidos por el legado judeo-cristiano.
La liberación femenina comienza a partir de mediados del siglo XlX,
cuando el poder de la Iglesia empieza a decaer. No hay duda que la
situación de la mujer en la sociedad de hoy ha tenido un gran avance
en el respeto y la igualdad de derechos y oportunidades, a pesar de
la Iglesia que, a regañadientes, ha dado su brazo a torcer. Y, como
hemos visto, muchos ministros católicos con total desfachatez,
celebran a la Iglesia como liberadora de la mujer y denuncian
"las mezquindades y vulgaridades que ha dicho el paganismo
antiguo y moderno sobre la naturaleza y posición de la mujer".¿Con
qué derecho puede la Iglesia de hoy dar clases de moralidad y de
respeto a los derechos de las mujeres? ¿Qué piensan las feministas
de la sociedad de hoy sobre el Nuevo Testamento y el legado de los
Padres de la Iglesia, todos ellos declarados santos? ¿Cómo puede la
Iglesia desconocer hoy los mandatos divinos, que ella misma se ha
encargado de decir, una y mil veces, que son "palabra de Dios"?
Dice Deschner: Muchas
grandes religiones relegaron o menospreciaron a la mujer (mazdeísmo,
brahmanismo, judaísmo, islam), pero el cristianismo perfeccionó el
antifeminismo hasta el más pérfido de los extremos,
intensificándolo hasta casi lo insoportable, más que cualquier otra
religión misógina, cosa que los teólogos protestantes admiten pero
que los católicos han negado y siguen negando en la actualidad.
El
Código
de Derecho Canónico
es
el conjunto ordenado de las normas jurídicas que regulan la
organización de la Iglesia latina. A
través de los siglos y hasta 1916, contenía fuertes prejuicios
contra las mujeres, basados en razones teológicas o de las
escrituras. Aceptaba todas las discriminaciones y prohibiciones que
hemos venido mencionando. El
Código vigente actualmente fue promulgado por Juan Pablo II en 1983.
Si bien la mayoría de las aberraciones han sido corregidas, aún hoy
contiene
discriminaciones directas e indirectas hacia la mujer. El ejemplo más
flagrante está en su Libro
VI, que trata sobre las sanciones, infracciones y penas en la
Iglesia, en el canon 1379 §3 que dice: "Tanto
el que pretenda conferir un orden sagrado a una mujer como la mujer
que pretenda recibirlo, incurre en la pena de excomunión 'latae
sententiae' reservada a la Santa Sede; el clérigo responsable
también puede ser castigado con la exclusión del estado clerical".
Es de hacer notar que ese canon dice "orden sagrado",
término que incluye el diaconado, el sacerdocio y el episcopado.
Agnes Wuckelt, vicepresidenta de la Asociación de Mujeres Católicas
de Alemania, reacciona: "Es una gran decepción y otra bofetada
para nosotras las mujeres". Como hecho muy actual, en
mayo de 2019 las mujeres católicas de la ciudad alemana de Münster
convocaron a una semana de huelgas y acción y miles de ellas
siguieron su llamado. El punto de partida fue el horror de la
violencia sexual y el encubrimiento de la misma en la Iglesia, debido
al manejo del poder, la moral sexual y el modo de vida sacerdotal. Se
hizo evidente que las asociaciones masculinas clericales promovían
el encubrimiento de los actos y la protección de sus autores. La
motivación para manifestar contra estas estructuras de poder y abuso
proviene del hecho de que las mujeres ya no pueden y no quieren
involucrarse en una iglesia donde las leyes son hechas exclusivamente
por hombres. En su libro El
levantamiento de las mujeres – Por qué las mujeres de la Iglesia
Católica necesitan más poder (2017),
Christiane Florin se pregunta sobre el poder en la Iglesia y cosecha
incomprensión por parte del clero. Sólo los hombres consagrados
pueden ocupar posiciones decisivas e influyentes. A las mujeres se
les niega la ordenación, por lo tanto no tienen poder. La igualdad
de acceso de las mujeres a todos los oficios y ministerios es una de
las demandas centrales, pero sólo se puede pensar en ella con una
nueva orientación integral en las áreas centrales de la Iglesia
católica. Esta no puede esconderse detrás de formas de gobierno
absolutista-monárquicas si quiere sinceramente evitar el abuso de
poder. (Catholic Women’s Council (CWC), fundado en 2019 con sede en
Roma, https://www.catholic womenscouncil.org/es/women-in-ministry).
La
existencia de Eva como primera mujer según la Biblia, sintetiza el
sufrimiento y el menosprecio generalizados de las mujeres hasta las
épocas actuales. Sin embargo, desde el siglo pasado el feminismo ha
alcanzado importantes logros que tuvieron como más férreos
detractores a los representantes de la Iglesia. Destaco:
-
La Educación. En
algunos países del mundo occidental, a finales del siglo XIX se
empieza a entrever un progreso en la educación para la mujer.
Recordemos que en esa época la influencia de la Iglesia en el ámbito
educativo era todavía muy amplia: la educación femenina estaba
orientada a enseñarle su misión en la vida, el cuidado de su
familia, el funcionamiento del hogar y sus deberes domésticos. No
era el objetivo de la Iglesia educar a mujeres libres y académicas.
-
La píldora anticonceptiva. En
la década de 1960, cuando se generaliza el consumo de la píldora
anticonceptiva, la Iglesia condenó su uso, señalándolo como
inmoral. Es uno de sus mayores desaciertos, ya que atenta contra el
libre desenvolvimiento de la vida sexual de la mujer. Pablo VI, en su
Encíclica Humanae
vitae,
solo reconoció como lícito la abstinencia durante los períodos
fértiles de la mujer.
-
Despenalización del aborto:
La
misma Encíclica considera que el aborto debe eliminarse de manera
absoluta, aún cuando sea por fines médicos, ya que va en contra de
las leyes morales cristianas. Niega a la mujer el derecho a decidir
sobre su propio cuerpo(8). Es bueno recordar aquí, como nueva perla
de hipocresía, lo que dice Deschner: "...han
habido pocos lugares donde el aborto fuera una práctica tan
sistemática como en los conventos de monjas".
Cuando
comenzó el sufragio femenino, no fue una sorpresa ver la resistencia
del cristianismo, basado en sus escrituras. Sin embargo, a medida que
se produjo el cambio social, más y más cristianos progresistas
reinterpretaron la Biblia para adaptarse a la igualdad de los sexos.
Muchos cristianos que nacen en los tiempos actuales no tienen ningún
problema con la igualdad de sexos, porque fueron criados para creer
que es una norma moral. Sin embargo, muchos todavía protestan contra
esta ideología porque va en contra de su interpretación de la
Biblia. Pero llegará un día en que la idea de la inferioridad de
las mujeres será tan mal vista como lo es hoy la esclavitud. Los
versículos que disminuyen el estatus de la mujer serán
convenientemente reinterpretados y no será necesario tomarlos
literalmente.
Derechos
humanos, libertad, democracia, obediencia, esclavitud
Haz
lo que yo digo...
Pío
IX: Encíclica Quanta cura (8 de diciembre de 1864):
La
libertad de conciencia y de cultos es un derecho propio de todo
hombre, derecho que debe ser proclamado y asegurado por la ley en
toda sociedad bien constituida; los ciudadanos tienen derecho a la
libertad de manifestar y declarar públicamente y sin rebozo sus
conceptos, sean cuales fueren, de palabra, por impresos o de otro
modo, sin traba ninguna por parte de la autoridad eclesiástica o
civil.
Los
fragmentos que siguen provienen de la web católica Scielo
(https://www.
scielo.cl/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S0718-92732011000100007)
y
su autor es Ángel
Galindo García,
Sacerdote
y Catedrático de Teología Moral de la Facultad de Teología de
la de
la Universidad Pontificia de Salamanca (España).
Junto
a la Declaración Universal de los Derechos Humanos de 1948, Juan
XXIII en Pacem
in terris realiza
un análisis muy favorable al tema de los derechos humanos tal como
son concebidos y proclamados por las diversas declaraciones
internacionales. Tales derechos, entre los que incluye el de libertad
religiosa, se basan en la dignidad que todo ser humano tiene por ser
persona, es decir, inteligente y libre, y son por tanto universales,
inviolables e inalienables. En diciembre 1965, el Concilio
Vaticano II aprobó un texto sobre la libertad religiosa:
Dignitatis
humanae (DH). Con
esta declaración, la Iglesia abre un nuevo horizonte, una nueva
manera de ver el mundo. La DH fue
el elemento decisivo para que cambiase una cierta imagen de la
Iglesia poco atractiva y hasta rechazable. La DH supone que la
Iglesia, de manera definitiva, rechaza cualquier tipo de
totalitarismo de signo racista, fascista, marxista o capitalista.
Así, trata de integrarse en el grupo de luchadores por la libertad y
por la desaparición de cualquier género de esclavitud. El
documento afirma que la libertad religiosa es un verdadero derecho de
la persona, fundado en su dignidad humana y que debe ser reconocido
como derecho civil en la sociedad civil. La
persona humana tiene una natural tendencia a buscar la verdad para
vivir de ella y en ella. Pero esa verdad no puede ser conocida sino a
la luz de la verdad misma. Es decir, no puede ser impuesta. Esa
imposición directa o indirecta, abierta o disfrazada, destruye y
deforma la verdad misma. La verdad debe buscarse de modo apropiado a
la dignidad de la persona humana y a su naturaleza social, es decir,
mediante una libre investigación, sirviéndose del magisterio o de
la educación, de la comunicación y del diálogo, y una vez conocida
hay que aceptarla firmemente con asentimiento personal.
El
derecho de la persona humana a su propia identidad presupone no
traicionar nunca sus convicciones más íntimas y bien fundamentadas.
La dignidad humana requiere, por tanto, que el hombre actúe según
su conciencia y libre elección, es decir, movido e inducido por
convicción interna personal y no bajo la presión de un ciego
impulso interior o de la mera coacción externa. Todos
los hombres deben estar inmunes de coacción, tanto por parte de
personas particulares como de grupos sociales y de cualquier potestad
humana, de modo que no se obligue a nadie a obrar contra su
conciencia ni se le impida que actúe conforme a ella en privado o en
público.
En
la oficialista web católica Catholic.net
leemos:
Mientras
en una nación democrática se destaque la libertad del individuo,
siempre debería prevalecer el bien común. La Encíclica
Quadragesimo
Anno
de
Pío XI nos recuerda, cuarenta años después de la Rerum
Novarum
de
León XIII, que la justa libertad de acción debe ser dejada a los
ciudadanos individuales y las familias, pero con la condición de que
sea preservado el bien común e impedida toda injusticia hacia
cualquier individuo (cf. QA 25). La democracia comprende también una
atención especial hacia los desposeídos y los débiles, cuyos
derechos deben ser salvaguardados y reconocidos por el Estado (cf. QA
25).
La
Iglesia asegura que la sociedad debe ser estructurada de manera que
pueda ofrecer a los individuos recursos abundantes. El acceso del
individuo a la verdad y la información indica que goza de la
libertad de formarse una opinión. Para que una sociedad pueda ser
considerada como bien ordenada, creativa y conforme a la dignidad
humana, debe basarse en la verdad.
La
Iglesia promueve la democracia auténtica, basada en un concepto
correcto de la persona humana. La naturaleza y la dignidad de la
persona son un criterio importante porque se trata de verdades
fundamentales. Pero, a este respecto, es menester observar que, si
falta una verdad última que guíe y dirija la actividad política,
entonces las ideas y las convicciones pueden ser fácilmente
manipuladas por razones de poder. La Iglesia tiene el concepto de una
sociedad democrática que proteja los derechos basados en la vocación
trascendental de la persona humana, comenzando por el derecho a la
libertad de profesar y practicar las convicciones religiosas. La
Iglesia condena toda forma de totalitarismo pues niega la "dignidad
trascendental de la persona humana" y expresa, en cambio, gran
estima por los sistemas democráticos que reconozcan el papel
esencial de los individuos, las familias y los distintos grupos que
constituyen la sociedad y den, asimismo, a los ciudadanos amplias
posibilidades de participar en el desarrollo de las comunidades
políticas y religiosas. La democracia es un valor humano que la
Iglesia valora y aprueba, y se esfuerza para que se llegue a una
libertad basada en la verdad. No puede haber libertad sin verdad, así
como no puede haber una democracia verdadera sin libertad auténtica
(https://es.catholic.net/op/articulos/
40013/cat/604/la-iglesia-y-la-democracia.html#modal).
Pío
XII, en su radiomensaje pontificio de la Navidad de 1944, se
comprometió con la democracia porque, por falta de ésta, se
desencadenó la guerra. Para que la democracia sea sana propone un
contacto estrecho entre los ciudadanos y el gobierno: un alto grado
de participación, el respeto de los demás, una amplia aceptación
de diferencias e inclusive de desigualdades, aunque no de injusticia,
y el asegurar el ejercicio de la autoridad. La democracia es, en fin,
la garantía práctica de derechos y de libertades esenciales.
...pero
no lo que yo hago
La
relación de la Iglesia católica con la democracia debe ser
observada con mucha suspicacia y levanta muchas sospechas, por usar
un término bastante suave. Todo
lo antedicho sobre la libertad religiosa es evidente que solo apunta
a la propia defensa del cristianismo, frente a regímenes
totalitarios de distintas épocas, principalmente Rusia y la extinta
URSS, que buscan eliminar la creencia en el Dios cristiano y que
propenden al ateísmo. Pero esa tan alabada y defendida libertad
religiosa, así como la dignidad humana, que acabamos de ver, no fue
aplicada por la Iglesia en toda su historia, cuando durante 1500 años
estaba en posición absolutamente dominante e intransigente. Impuso
su religión y su doctrina como única ley y a su Dios como el único
verdadero, casi
siempre por la fuerza, la amenaza, el terror... y castigos y premios
eternos. Ahora habla de los derechos humanos, de dignidad humana,
pero solo de puertas para afuera. Reprime internamente toda idea que
no sea la oficial. Predica "todos los hombres están obligados a
buscar la verdad", pero persigue y acosa a todo aquel que busque
y encuentre verdades que se oponen o no coinciden con "su"
verdad. Los moralismos, el miedo, la culpa, la discriminación hacia
las mujeres y hacia la diversidad sexual, en aras de legitimar leyes
morales, tienen como consecuencia (u objetivo?) reprimir y anular la
libertad de las personas.
Si
bien con Pío XII, el Concilio Vaticano II e incluso los primeros
años de Juan Pablo II, la Iglesia ha llamado a conformar sistemas
políticos que garanticen el pleno goce de los derechos humanos y de
los ideales democráticos, desde mediados de la década de los 80, se
ha notado en sus jerarquías un claro retroceso respecto de los
valores sociales y culturales. Las acciones y dichos de Juan Pablo II
reivindican el pensamiento social pre-conciliar (cf. infra). El Papa
polaco, si bien no habla exactamente del origen divino del poder,
sostiene argumentos en los que la Iglesia vuelve a quedar como
poseedora de la "verdad objetiva", con lo que pretende
posicionarse por encima del poder político. Es lo que algunos
autores consideran involución en la Iglesia, una clara vuelta al
modelo que prevaleció antes del Concilio.
La
propia Catholic.net,
en la cita indicada más arriba, dice:
A
pesar de que la Iglesia tiene una estructura jerárquica que limita
la práctica de la democracia, todos los miembros de la Iglesia
participan de una responsabilidad común en el ejercicio de la misión
de la Iglesia. Aunque el Papa sea elegido por el colegio de
cardenales y la selección del clero quizá no sea democrática, la
Iglesia respeta la libertad de expresión por medio de la
consultación. Los consejos presbiterales y el colegio de consultores
son buenos ejemplos de estructuras participativas necesarias para el
gobierno de la Iglesia. Bajo muchos aspectos la Iglesia no es
democrática porque en ella el poder proviene de Cristo.
Gore
Vidal (1925-2012), ensayista y periodista estadounidense, subrayaba:
El
gran mal de nuestra cultura es el monoteísmo. Surgidas de la bárbara
Edad de Bronce, evolucionaron tres religiones antihumanas: el
judaísmo, el cristianismo y el islam. Han matado y matan para
proteger y expandir sus creencias. Son religiones con dioses en el
cielo, literalmente patriarcales —Dios es el Padre omnipotente—,
de ahí el aborrecimiento de las mujeres durante dos mil años en los
países afligidos por el Dios celestial y sus terrestres delegados
masculinos.
Aparte
de su dosis de superstición, el monoteísmo genera intolerancia y
persecución, buscando el establecimiento de teocracias, evidenciando
la tendencia de pervertir el sentido de la democracia y de la moral,
amenazando todo lo que implica la libertad humana. En su historia, la
Iglesia católica consideró lícito segregar y atacar a grupos de
otras religiones o creencias, obligándolos a su conversión, como la
lograda en España con judíos y musulmanes y, tiempo más tarde, con
los pueblos originarios de nuestra América. Quienes se comportan de
acuerdo con este tipo de fe imperialista y absolutista -interpretando
en forma literal el contenido de sus libros sagrados, sin posibilidad
de error- no muestran un ápice de aceptación de pluralismo en la
sociedad o país que aspiran dirigir, lo que los empareja, sin duda,
con quienes quisieron hacer del fascismo la nueva religión de
Europa.
Las religiones suelen
resistirse a practicar los derechos
humanos en
su seno, alegando que ellas deben obedecer los preceptos emanados de
sus respectivos textos sagrados, que expresan la voluntad de su Dios,
y no tienen por qué someterse a declaración humana alguna
de derechos,
por
muy universal y consensuada que sea. No
es así sorprendente que el Estado Vaticano aún no haya firmado la
Declaración Universal de Derechos Humanos, proclamada en 1948 en la
Asamblea General de Naciones Unidas, cuyo Artículo 1 dice: "Todos
los seres humanos nacen libres e iguales en dignidad y derechos y,
dotados como están de razón y conciencia, deben comportarse
fraternalmente los unos con los otros".
Tampoco
el
Vaticano, ha suscrito los Pactos sobre derechos humanos aprobados por
la ONU en diciembre de 1966, ni la gran mayoría de los convenios y
protocolos que las Naciones Unidas han propuesto para la aplicación
de los derechos humanos a los crímenes contra la humanidad, la
tortura, los delitos de genocidio o las abundantes discriminaciones
que hacen imposible la igualdad de derechos de todos los seres
humanos. Y no puede justificarse diciendo que no es miembro de
pleno derecho de la ONU, pues sí que ha suscrito otras
Convenciones como la de Viena sobre Relaciones Diplomáticas, la del
Estatuto de los Refugiados, la de los Derechos del Niño, contra la
Tortura y Otros Tratos o Penas Crueles, Inhumanos o Degradantes, la
Internacional sobre la Eliminación de todas las Formas de
Discriminación Racial, el Tratado sobre la no proliferación de las
armas nucleares y los principales tratados de desarme, entre otras.
Sin embargo, desde el papado de Juan XXIII, la Iglesia católica, que
ya mostró una fuerte oposición a los postulados de la Ilustración
en su propuesta de los derechos del hombre y del ciudadano, defiende
y predica los contenidos de la Declaración Universal y demás pactos
y protocolos que no ha firmado. Pero no pone en práctica tales
derechos. Este comportamiento contradictorio resulta comprensible
desde el momento en que el Pontífice romano no sólo es un líder
religioso, sino también un Jefe de Estado. Si
firmase esos textos debería inmediatamente acabar, entre otras
cosas, con la estructura no democrática que ha mantenido durante
siglos, con la discriminación por
la orientación sexual
y
hacia las mujeres, y permitir la
libertad de expresión en su seno. Son metas y objetivos que la
Iglesia demanda para otros pero no los aplica para sí:
su
hipocresía hace que exija hacia afuera lo que ella misma no cumple.
En realidad, el Vaticano no es un Estado de derecho, definiéndose
éste como "régimen propio de las sociedades democráticas en
el que la Constitución garantiza la libertad, los derechos
fundamentales, la separación de poderes, el principio de legalidad y
la protección judicial frente al uso arbitrario del poder". Su
doctrina moral y los intereses políticos, son el mayor obstáculo
para que el comportamiento de la Iglesia resulte coherente en lo que
se refiere a la aceptación y puesta en práctica de los derechos
humanos y la democracia.
La
democracia es gran enemiga del cristianismo. Otorga libertad para
investigar la historia y los mitos de esa religión, para publicar
sus conclusiones sin censura, sin represiones inquisitoriales, con
plena independencia de conciencia, permitiendo que la verdad salga a
la luz. Cosa que no podía ocurrir cuando la Iglesia tenía el poder
absoluto, espiritual y físico. Se lee por ahí una definición muy
oportuna para justificar la estructura jerárquica de la Iglesia
católica:
Democracia
religiosa es el régimen político, nominalmente democrático, en
donde los valores religiosos de una religión concreta, son la fuente
de la legitimidad y se expresan en los poderes del Estado.
O
sea, resulta que hay dos tipos de democracia: una laica y otra
religiosa. La
ambigüedad del enunciado es más que evidente: apoya a la autoridad
–y obviamente, a la obediencia a la misma– siempre y cuando ésta
esté inspirada en valores religiosos, o por lo menos no se oponga a
ellos. Por esto, a veces estará a favor de la sumisión al poder por
parte del pueblo, y en otras ocasiones acotará ese mismo poder
buscando su sumisión a las leyes divinas.
Un
claro ejemplo de esta dualidad remonta a los tiempos de León XIII,
que plantea:
Si
la autoridad de los que gobiernan es una derivación del poder de
Dios mismo, enseguida y por eso mismo adquiere una dignidad más que
humana. Los ciudadanos deberán impedirse la indocilidad y la
revuelta, persuadidos por los verdaderos principios de que resistir
al poder del Estado es oponerse a la voluntad divina, que rechazar el
honor a los soberanos es rechazar a Dios (...). Sólo existe una
razón válida para rechazar la obediencia; es el caso de un precepto
manifiestamente contrario al derecho natural o divino (Inmortale
Dei,
1885).
La
libertad humana supone la necesidad de obedecer a una regla suprema y
eterna, y esta regla no es otra que la autoridad de Dios que nos
impone sus mandamientos y sus prohibiciones (Libertas
Praestantissimum,
1888).
Otro
ejemplo es la propuesta de la Iglesia de una "alternativa en
torno a la autoridad", cuando los bolcheviques ateos ejecutaron
al cristianísimo ortodoxo Zar Nicolás II y su familia. Otra perla
antidemocrática, siguiendo con León XIII, es que bajo el argumento
del origen divino de la autoridad, la Iglesia también debe oponerse
al poder de la mayoría ya que, como ésta está conformada por
hombres y éstos no poseen la verdad, existe el peligro de que se
violen los derechos de las minorías. A León XIII no le gusta el
"poder dado al número" ni "las mayorías que crean
ellas mismas el derecho y el deber”.
El
conflicto con la noción de democracia social se dio fundamentalmente
debido a la confrontación permanente con el marxismo. Esta ideología
prescinde de Dios, y con ello de la autoridad de la Iglesia. Por
tanto, una de las críticas al socialismo será su pretensión que
los hombres sean capaces de implantar un sistema justo al margen de
la religión. Téngase en cuenta que, en los tiempos de León XIII y
de Pío X, el igualitarismo radical es percibido como un peligro que
amenaza a la democracia misma en el sentido del respeto mutuo, lo
cual conducirá a la Iglesia a respaldarla, como la vía que
permitirá superar la situación de malestar social causada por el
autoritarismo socialista. “En
teoría, se puede o no preferir la democracia, pero en la práctica
se debe aceptar, como un poder estable que es en todo caso necesario:
aceptarla no es solamente algo permitido sino exigido e incluso
impuesto por la necesidad del bien social”
(León
XIII, Au
Milieu des Sollicitudes,
febrero de 1892).
Aconsejo
leer en su totalidad el estudio crítico y ampliamente documentado,
Iglesia
católica y democracia un debate históricosocial y teológico que no
encuentra solución,
de Raquel Pastor y José Guadalupe Sánchez, investigadores del
Centro
Nacional de Comunicación Social, México, 2000
(chrome-extension://efaidnbmnnnibpcajpcglclefindm
kaj/https://biblioteca.itam.mx/estudios/revista/062/000173162.PDF).
Algunos pasajes:
La
batalla de la Iglesia contra el socialismo ateo, la llevará también
a criticar los ideales de igualdad. “La libertad... se transforma
en una pretensión tiránica de dar libre vuelo a los impulsos y a
los apetitos, con daño del otro; la igualdad degenera en una
nivelación mecánica, en una uniformidad sin matiz alguno: el
sentimiento del honor verdadero, la actividad personal, el respeto de
la tradición, la dignidad, todo aquello que, en una palabra, da a la
vida su valor, se hunde poco a poco y desaparece. No hay más que,
por una parte, víctimas engañadas por la fascinación aparente de
la democracia, que en su ingenuidad confunden con lo que es su
espíritu, con la libertad y la igualdad, y, por otra parte, los que
se aprovechan, más o menos numerosos, que han sabido, gracias al
poder del dinero o de la organización, asegurarse por encima de los
demás, una condición privilegiada y el poder mismo.” (Pío XII,
Benignitas
et humanitatis,
24 de diciembre de 1944) (En contraposición con su discurso de
Navidad de ese mismo año, que cité en "Haz lo que yo
digo...").
Las
Encíclicas recientes de Juan Pablo II, las de comienzos de los
noventa (Centessimus
Annus, Veritatis Splendor, Evangelium Vitae),
han resonado en los oídos de parte de la opinión pública como una
especie de declaración de guerra a la democracia, que rechaza las
exigencias de la verdad. Todo esto se traduce ad
extra
de
la Iglesia, en intolerancia y, más aún, rechazo del mundo. En
palabras de G. Arbuckle, “si el proceso continúa, la Iglesia se
convertirá en una organización cada vez más sectaria, en un
refugio para las personas asustadas y a la defensiva, con un mensaje
cada vez más irrelevante".
¿Sigue
la Iglesia católica siendo creíble cuando reconoce el valor de los
principios democráticos para la sociedad, pero no los aplica en su
seno? La Iglesia católica tiene tantas dificultades para situarse en
un universo democrático porque, esencialmente, es una institución
autoritaria. Lo quiera o no, su lógica interna la lleva a no
compartir las reglas del debate democrático. El pontificado de Juan
Pablo II no se ha destacado por el avance en el ejercicio de los
derechos al interior de la Iglesia. Al interior de la Iglesia no se
respetan los siguientes derechos: a la información, a la libre
expresión de las opiniones, a ser juzgado por un tribunal imparcial,
a un juicio público, a la participación en la preparación de las
decisiones de la autoridad. La Iglesia sigue siendo sustancialmente
lo que era antes del Concilio Vaticano II. La jerarquía eclesiástica
de este tiempo no desea una comunidad de personas libres porque, “una
comunidad de ese tipo es muy difícil de gobernar: hay que dialogar
mucho y es difícil llegar a acuerdos”. En una sociedad de ese
tipo, es normal que se pretenda silenciar a los que piensan y se
expresan con libertad. Es el caso de algunos teólogos y teólogas,
tanto clérigos como laicos, que han sido acallados porque sus ideas
no concuerdan con la mentalidad de la alta jerarquía católica (Hans
Küng y Leonardo Boff, la teóloga feminista brasileña Ivone Gebara,
la religiosa norteamericana Lavinia Byrne, expulsada de su orden,
hasta llegar al caso más reciente de Marciano Vidal). Se da una
verdadera ‘caza de brujas’ por parte de la Sagrada Congregación
para la Doctrina de la Fe, presidida por el cardenal Ratzinger,
prototipo viviente de la involución e intolerancia eclesial. La
jerarquía prefiere para la Iglesia la imagen del rebaño o de los
peces en la red. El jerarca se identifica a sí mismo con el pastor o
con el pescador. No queda más remedio que seguir a los jerarcas,
iluminados por la presencia del Espíritu. Lo más grave es que en la
estructura eclesial de hoy, el poder sigue centrado de forma plena y
absoluta en un solo hombre. El Papa es soberano absoluto y sus
decisiones son inapelables. El clero acapara y monopoliza el poder de
pensar, de decir y de decidir.
Desafortunadamente,
la vivencia real y no sólo formal de la democracia en la Iglesia es
una utopía.
Esclavitud
y servidumbre
En
épocas recientes la Iglesia católica pergeñó mentiras
cuidadosamente estudiadas, con las que pretende convencernos que tuvo
un rol importante en la abolición de la esclavitud, cuando en
realidad es todo lo contrario. Ejemplo de ellas es lo que se lee en
Catholic.net
donde,
con unos pocos ejemplos puntuales, se intenta demostrar la oposición
histórica del cristianismo contra la esclavitud. En realidad, los
argumentos allí presentados hablan de cómo deben tratarse a
esclavos y siervos y de su relación con el cristianismo, pero
ninguno contra la esclavitud en sí como lacra social.
(https://es.catholic.net/op/articulos/60054/cat/279/esclavitud-e-iglesia.html).
Compare el lector lo que allí se argumenta con lo que sigue a
continuación.
La
Iglesia promovió la esclavitud, la agudizó en muchos aspectos, hizo
todo lo posible para mantenerla y nada para eliminarla. Y de esto hay
innumerables ejemplos. Comenzando con la Santa Biblia, ella fue usada
para justificar la esclavitud. Ya desde los sacrosantos "Diez
Mandamientos" la cosa está muy clara. El décimo mandamiento
dice: No
codiciarás la casa de tu prójimo, ni la mujer de tu prójimo, ni su
esclavo, ni su esclava, ni su buey, ni su asno, ni cosa alguna que
sea de tu prójimo
(Éx20,
17, Sociedades Bíblicas Unidas, 1994, o Biblia del Jubileo u otras).
En otras versiones aparece convenientemente reducido a "No
codiciarás los bienes ajenos" o sustituyendo esclavo por siervo
o criado. Dios acepta que la gente tenga esclavos, solo se opone a
que se codicien los ajenos.
Decenas
de pasajes están dedicados clara y explícitamente a enseñar, con
gran detalle, cómo debemos tener y administrar los esclavos. Dice
como puedes evadir la regla de tener que dejar ir a tus esclavos
judíos después de 7 años: dale una mujer para que tenga esposa e
hijos, y cuando se cumplan los 7 años tendrá que escoger entre su
libertad o dejar olvidada a su familia. Si escoge quedarse, su amo le
hace un agujero en la oreja y queda esclavo para siempre. También
indica como puedes vender a tu hija como esclava. Muy sabiamente dice
que cuando apalees a tu esclavo, si se muere en menos de 2 o 3 días,
tienes que pagar una multa, pero si se muere después a causa de la
paliza, no hay problema alguno pues es propiedad tuya. Todo eso en
Éxodo
21:1-25. La
Biblia insiste claramente en que los esclavos son tu propiedad y
puedes hacer con ellos lo que quieras y los puedes dejar de herencia
a tus hijos. Y obvio, los hijos de esclavos le pertenecen al amo
igual que los cachorros de un perro le pertenecen a su dueño. Pero
el hipotético Jesús, tan jurado y publicitado por el cristianismo,
predicó el amor al prójimo. Aunque cuando supuestamente caminaba
por este mundo, con esclavos por todos lados, nunca se le ocurrió
decir “Yo, Dios encarnado, prohíbo que un humano sea dueño de
otro humano”. ¿Qué tan difícil hubiera sido eso? En distintos
pasajes de sus Epístolas Pablo dice: "El que se opone a la
potestad resiste la orden de Dios", "Los siervos obedeced
en todo a vuestros señores", "Todos los que están bajo el
yugo de la servidumbre, tengan a sus señores por dignos de toda
honra", "Siervos, obedeced a los señores con temor y con
temblor", "Orad por los reyes y por todos los que mandan,
para que vivamos quieta y reposadamente". En resumen, los textos
bíblicos, mal que le pese a la Iglesia, siempre ampararon la
esclavitud y son, lamentablemente para ella, aceptados como divinos,
infalibles y base de su doctrina, sin posibilidad de enmienda ni de
reconocer errores.
Giovanni
Lerda, político socialista y escritor italiano (1853-1927), en su
libro Influencia
del Cristianismo en la Economía,
publicado en 1898, dice: "La esclavitud perpetua por ciertos
delitos figura entre las penas eclesiásticas". En el Tercer
Concilio de Letrán en el año 1179, se aprobó que los prisioneros
del vencedor sean esclavos. Muchos papas poseían esclavos. Gregorio
I tenía centenares en sus haciendas y consintió las leyes que
prohibían a los esclavos casarse con cristianos libres. La
esclavitud perduró en las haciendas y en las propiedades papales
hasta el siglo XI.
En
1452 el Papa Nicolás V, en su lucha contra sarracenos y paganos,
legitimó el comercio de esclavos en
las bulas Dum
diversas
y
Divino
amore communiti,
dirigidas al rey de Portugal Alfonso V, cuando éste se proponía
conquistar el Norte de África en poder de los musulmanes. Dum
diversas
dice
textualmente:
Le
otorgamos por estos documentos presentes, con nuestra Autoridad
Apostólica, permiso pleno y libre para invadir, buscar, capturar y
subyugar a sarracenos y paganos y otros infieles y enemigos de Cristo
dondequiera que se encuentren, así como sus reinos, ducados,
condados, principados, y otros bienes [...] y para reducir sus
personas a la esclavitud perpetua.
Algunos
consideran esto como el comienzo de la trata de esclavos de África
Occidental, y su comercio
se tornó legal sin causar escrúpulos en los participantes. La
Iglesia trataba a los esclavos como bienes propios, y tasaba las
propiedades eclesiásticas no según su valor monetario, sino según
el número de esclavos. Niños abandonados y niños ilegítimos
de sacerdotes fueron hechos esclavos eclesiásticos de por vida.
También los conventos tenían esclavos, tanto para el servicio del
monasterio como para el de los monjes: miles de presos, eslavos y
sarracenos fueron repartidos a los conventos en calidad de esclavos.
Es justo reconocer que bulas posteriores de otros Papas modificaron
esta situación e incluso se opusieron a la esclavitud, aunque
bastante tímidamente y con muchos matices.
El
protestantismo siguió desde su comienzo el mismo camino, después
que Lutero había justificado teológicamente el vasallaje y la
esclavitud. Hasta muy avanzado el siglo XIX, naciones
evangélico-protestantes, bajo el consentimiento de los misioneros,
salían a la caza de esclavos y comerciaban con ellos. Colón envió
varias veces una gran cantidad de indígenas a España para el
mercado de esclavos: tan sólo en febrero de 1495 mandó cuatro
barcos con 500 indígenas cada uno, entre 12 y 35 años de edad. Como
hábil comerciante, estaba muy al tanto de la teología moral de su
Iglesia, según la cual "esclavizar a no cristianos se justifica
con el argumento de que los paganos de todos modos están destinados
a la condenación eterna”. La política de los conquistadores
católicos fue cristianización y esclavitud
Los
más de 1500 años de esclavitud impuesta por cristianos de todas las
denominaciones, se basaron en la interpretación de las escrituras.
Cuando las sociedades comenzaron a darse cuenta que esto era horrible
e inmoral, movimientos para abolirla fueron apareciendo en diferentes
países. Las iglesias fueron una de las últimas instituciones en
renunciar a su postura, sobre todo por influencia de los clérigos
más conservadores. Al desaparecer estos, la Iglesia pasó a sumarse
fervientemente a esas iniciativas. Pero hoy mismo el Ku Klux Klan y
sectas como el Reconstruccionismo Cristiano y la Identidad Cristiana,
siguen pensando que la esclavitud no solo es justificable sino que
está perfectamente acorde con el cristianismo.
Racismo,
antisemitismo
Haz
lo que yo digo...
Las
relaciones entre la Iglesia católica y el Pueblo Judío han
experimentado grandes cambios desde la Declaración del Concilio
Vaticano II, Nostra
Aetate.
Sobre
las relaciones de la iglesia con las religiones no cristianas (1965).
Dicha Declaración resaltó las raíces judías del cristianismo y el
rico patrimonio espiritual compartido por judíos y cristianos,
repudió la acusación de deicidio contra los judíos, reafirmó las
raíces judías de la Cristiandad y rechazó el antisemitismo. En los
últimos tiempos, los sucesivos papas han promovido el diálogo
entre ambas comunidades de fe.
En
la 18ª Reunión del Comité Internacional de Enlace entre Católicos
y Judíos, que se llevó a cabo en Buenos Aires en julio del 2004, se
realizó una declaración conjunta de ambas religiones. En ella
se dice, entre otras cosas, que los últimos cuarenta años de
diálogo fraternal contrastan sustancialmente con casi dos milenios
de la “enseñanza del desprecio” y todas sus dolorosas
consecuencias. Tomamos nuestra energía de los frutos de los
esfuerzos colectivos que incluyen el reconocimiento de la relación
única y continua entre Dios y el Pueblo Judío y el total rechazo al
antisemitismo en todas sus manifestaciones, incluyendo el
antisionismo como una expresión más reciente del antisemitismo. El
Papa Juan Pablo II manifestó que el antisemitismo es un pecado
contra Dios y la humanidad
(https://es.catholic.net/op/articulos/19461/cat/703/las-relacio
nes-entre-la-iglesia-catolica-y-el-pueblo-judio.html#modal).
"Los
católicos no deben tratar de convertir a los judíos y deberían
trabajar con ellos para combatir el antisemitismo. Un cristiano nunca
puede ser antisemita, especialmente por las raíces judías de la
cristiandad" (Documento del Vaticano, 2015). "Nosotros los
católicos estamos muy preocupados por el terrible aumento de los
ataques contra judíos en todo el mundo. La Iglesia católica rechaza
toda forma de antijudaísmo y antisemitismo;
las manifestaciones de odio hacia los judíos y el judaísmo son
pecado contra Dios" (Papa Francisco, 3/2/2024).
...pero
no lo que yo hago
...aunque
el hipotético Jesucristo era judío!
Por
más que hoy la Iglesia se rasgue las vestiduras proclamando su
"hermandad" con el judaísmo, algunos hechos actuales
muestran resabios de antisemitismo. El propio Juan Pablo II, en el
año 2000, beatificó a Pío IX, un Papa abiertamente antisemita.
Otro dato muy actual es el intento de beatificación del cura Léon
Dehon, un sacerdote abiertamente antisemita, que dijo de los judíos:
"...tienen
sed de oro y a Cristo por enemigo ... tienen el espíritu de la
disimulación y de la dominación ... el dinero es un instinto de
raza ... el Talmud es el manual del perfecto israelita, del ladrón,
del corruptor, del destructor social"
(Catéchisme
Social, 1898, citado en Le Monde, 10 de junio 2005).La ceremonia
estaba prevista para abril del 2005, actualmente está suspendida...
pero no anulada.
Es
imposible ocultar casi dos milenios de antisemitismo radical y
violento. La Iglesia católica es la creadora del antisemitismo. Y
viene al caso, cuando hablamos de racismo, definir los conceptos de
raza y de etnia. El Doctor en Sociología John J. Macionis propone la
definición de raza como "individuos que comparten rasgos
hereditarios" y etnia como "personas que comparten una
herencia cultural, con antepasados comunes, misma lengua, misma
religión, mismas costumbres y una identidad social común". La
diferencia entre ambas definiciones, con grandes solapamientos y
coincidencias, es que una hace hincapié en los factores biológicos
y la otra en los culturales. Pero la Iglesia católica nunca hizo
diferencia entre ambos conceptos: los combatió por igual.
La
Biblia es el primer documento racista escrito que nos ha llegado a lo
largo de la historia. A partir de ella, el antisemitismo fue
fomentado desde el momento en que el Imperio Romano adoptó la
religión cristiana. El cuarto Concilio de Letrán (1215) legalizó
el antisemitismo para toda la cristiandad. La afirmación de que el
cristianismo ha tenido una influencia moral elevadora solo se puede
mantener ignorando o falsificando la prueba histórica.
Como
ya desarrollé en el capítulo "Las Santas Inquisiciones",
los Reyes Católicos de la mano del Gran Inquisidor, el fraile
dominico Tomás de Torquemada, fueron muy efectivos en la persecución
de judíos y judeoconversos. Y me repito: "La
creciente presión social sobre la comunidad hebrea en el siglo XV
había provocado la conversión al cristianismo de casi la mitad de
los 400.000 judíos que habitaban en España. La influencia del
dominico fue fundamental para que los Reyes Católicos aprobaran, en
marzo de 1492, el "Edicto de Granada" mediante el cual se
ordenaba la expulsión y la expropiación de los bienes de todos los
judíos de la Corona castellano-aragonesa (se calculan unos 50.000),
tras la conquista de Granada en ese mismo año. Se les dio plazo
hasta el mes de julio, después del cual serían condenados a muerte.
La incansable actividad de Torquemada extendió los Tribunales por
toda la península e inauguró el mayor periodo de persecución de
judeoconversos".
Esta sanguinaria represión cristiana de los judíos en España
anticipa lo que sucedería más tarde en la Alemania de Hitler.
Se
lee en "Holy
horrors"
de
J.A. Haught:
Durante
siglos la Iglesia católica predicó que los judíos fueron los
asesinos de Cristo. San Gregorio los llamó "asesinos de
profetas" y "enemigos de Dios". San Bernardo de
Clairvaux dijo que eran un "pueblo pérfido y degradado".
Juan Crisóstomo aseguró que "los judíos sacrifican sus niños
a Satán, son peores que bestias salvajes, las sinagogas son templos
de demonios dedicados a cultos idólatras, una criminal asamblea de
judíos, un lugar de encuentro de los asesinos de Cristo". Los
cantos litúrgicos citaban a "los pérfidos judíos". Todos
estos mensajes tuvieron efecto y el antisemitismo se volvió
inseparable del cristianismo. A lo largo de la historia son muchos
los episodios de matanzas de los judíos por parte de los cristianos.
Desde el 1100 al 1500, las persecuciones religiosas diezmaron las
poblaciones judías en Europa Occidental. El historiador Dagobert
Runes estimó que 3,5 millones de judíos murieron a manos de
cristianos en ese período. Y muchos se salvaron convirtiéndose al
cristianismo. Muchos países expulsaron a los judíos y tomaron
posesión de sus bienes. Los que no fueron forzados al exilio fueron
encerrados en ghettos por orden del Vaticano y, desde lo decidido en
el Cuarto Concilio Lateranense en 1215, obligados a llevar
distintivos humillantes, todo ello precursor de lo impuesto por los
nazis en el siglo XX. Cuando la peste bubónica asoló Europa en
1348, en muchos lugares los cristianos concluyeron que fue causada
por los judíos envenenando pozos de agua, a lo cual siguieron
masacres en cerca de 300 ciudades. Y si en algún lugar, en algún
momento de la historia hubo intentos de piedad, de caridad o de
tolerancia hacia la "etnia maldita", no surgieron desde la
Iglesia sino de grupos humanitarios de la sociedad civil, como en la
Francia napoleónica o la revolución americana.
"El
holocausto nazi tuvo su inspiración en las enseñanzas cristianas a
lo largo de los siglos acerca del pueblo judío", según
Franklin Littell, Catedrático del Departamento de Religión de la
Universidad de Temple en Filadelfia. El silencio del Vaticano, por
antisemitismo y anticomunismo, conociendo la existencia de los campos
de exterminio nazis, es suficiente para involucrar y condenar a la
Iglesia católica. El teólogo Clark Williamson del Seminario
Teológico Cristiano en Indianápolis dijo: "Siglos de
hostilidad cristiana hacia los judíos preparó la vía para el
holocausto, inconcebible fuera de esta tradición cristiana. El
pogromo de Hitler es la culminación de la herencia cristiana de la
prédica y la práctica contra los judíos". Gregory S. Paul es
un científico y paleontólogo evolucionista independiente, con
interés en la relación entre ciencia y religión. Reproduzco aquí
algunos conceptos de su extensa obra "The
great scandal. Christianity's role in the rise of the nazis",
que se puede leer en la publicación digital Free
Inquiry,
Volumen 23 n°4 y Volumen 24 n°1, 2003-2004
(https://secularhumanism. org/s/?_sf_s=The%20Great%20 Scandal).
El
fascismo europeo fue el fruto de la cultura cristiana. Millones de
cristianos apoyaron activamente esos regímenes y miles participaron
en sus atrocidades. ¿Qué, en el nombre de Dios, estaban pensando?
El antisemitismo cristiano fue intermitentemente, pero cuando ocurrió
la violencia fue devastadora... Las pioneras prácticas antisemitas
de los católicos incluyeron el uso obligatorio de una identificación
amarilla, la creación de ghetos, la confiscación de propiedades y
la prohibición de casarse con mujeres cristianas... Lutero, con su
folleto escrito en 1543 "Sobre
los judíos y sus mentiras",
fue el principal inspirador del "Mein
Kampf"
de
Hitler (9)... El antisemitismo permaneció muy presente en la
corriente principal de la literatura católica, aún después que Pío
XI (papado 1922-1939) lo condenara oficialmente... Cuando se buscan
los precursores del antisemitismo y del autoritarismo nazi, debe
hacerse entre los cristianos europeos y no entre los ateos... El
holocausto no podría haber ocurrido sin Hitler. Pero tampoco podría
haber ocurrido sin el cristianismo tradicional.
La
revista La
Civiltà Cattolica,
primer vocero Vaticano desde 1850 (hoy digital), publicaba en 1893:
La
nación judía no trabaja, trafica con la propiedad y el trabajo de
otros, no produce sino que vive y crece con los productos de las
artes y la industria de las naciones que le dieron refugio. Es un
pulpo gigante que, con sus desmesurados tentáculos, envuelve todo.
Tiene su estómago en los bancos y sus ventosas succionan en todos
lados: contratos, monopolios, bancos, agencias de crédito, tesoros y
finanzas estatales. Representa el reino del capital, la aristocracia
del oro, y reina sin oposición".
Aunque
parte de esto pueda responder a la realidad, es una generalización
abusiva sobre los integrantes de la colectividad hebrea y está dicho
con un odio étnico visceral. La misma publicación insistía en
1922, más lapidariamente: "El
mundo está enfermo... Por todos lados la gente está enfrentando
convulsiones inexplicables. ¿Quién es el responsable? La Sinagoga".
Y
en 1937 (casi hoy, no?): "...
es un hecho obvio que los judíos son elementos disruptivos, a causa
de su espíritu dominante y sus tendencias revolucionarias. El
judaísmo es un cuerpo extraño que irrita y provoca la reacción del
organismo que ha contaminado".
Conclusiones
Es
importante recordar aquí, una vez más, la vigencia teológica
fundamental del Antiguo Testamento (AT), la del Nuevo Testamento (NT)
es obvia. Los hechos relatados en el AT están absolutamente
reconocidos como verídicos y validados por las jerarquías
católicas, como "obras y palabras de Dios, por revelación
divina", y la Antigua Alianza (AT) no ha sido revocada ni
substituida por la Nueva Alianza (NT), sino que ésta la complementa
(para una más exhaustiva documentación al respecto ver el capítulo
La
bondad de Dios según la Biblia).
Obviamente, la Iglesia está seriamente embretada con el AT, ya que
ahora no puede desautorizarlo para desligarse de las atrocidades de
su dios que en él se dicen.
Estimado
lector, usted dirá que mucho de lo expuesto es historia antigua y
que la Iglesia lo ha venido modificando de un tiempo a esta parte. Es
cierto, aunque solo parcialmente. No olvide que muchos de esos
criminales, desde Pablo de Tarso, muchos Padres de la Iglesia y
muchos Papas han sido declarados santos o beatos. Y la Iglesia actual
los venera y les mantiene el label de santidad, aunque es bien
conciente de las atrocidades, engaños y crímenes por ellos
cometidos. ¿Por qué no se le quita ese estatus y se los mantiene
como simples mortales que vivieron en esos períodos negros de la
historia, que ellos contribuyeron grandemente a generar? Como ejemplo
reciente y que he mencionado más arriba, Pío IX (pontífice de 1846
a 1878), autor del Syllabus,
en el cual denuncia la democracia, el racionalismo, el progreso, las
libertades de prensa y de pensamiento, lejos de ser denunciado por la
Iglesia del siglo XXI, fue beatificado por Juan Pablo II. Y ninguno
de los últimos papas santificados (Pío X, Juan XXIII y Juan Pablo
II) o beatificados (Pablo VI) realizaron denuncias similares.
Muchos
eruditos apologéticos intentan justificar la violencia cristiana en
el medioevo por el espíritu de la época, diciendo que esas acciones
correspondían a la mentalidad imperante en occidente. Pero... ese
espíritu y esa mentalidad eran forjados e impuestos por los dogmas y
las creencias de las Iglesias. Y los clérigos predicaban lo
contrario, instaurando la apología de la hipocresía y estampando en
las sociedades de la época la fatídica impronta de la religión. Y
en pleno siglo XXI, la Iglesia ya no puede seguir ofreciendo un
producto en el que ella misma no cree: solo con el ejemplo se puede
predicar la humildad, la verdad y el amor al prójimo. Pero bajarse
de este carro de oro significa, no solo la pérdida de enormes
riquezas e ingresos y de un nivel de vida opulento para la mayoría
de sus jerarquías sino que, tal vez más importante, significa la
pérdida de la envidiable situación social privilegiada de sus
representantes, del reconocimiento y respeto de que son objeto, de la
influencia y el poder que ejercen sobre la mayoría de la población.
Vale
la pena leer lo que escribieron Jocelyn Bézecourt y Gérard da Silva
(Contre
Benoît XVI. Le Vatican, ennemi des libertés,
(Ed. Syllepse, Paris, 2006):
A
la emancipación individual, la Iglesia católica opone un rechazo
constante de las libertades, todas las libertades: libertad de
expresión, de pensamiento, de crítica, de creencia y de increencia,
libertad de practicar una sexualidad no necesariamente orientada a la
procreación, libertad de elegir una muerte digna, de dotarse de un
régimen político sin pacto con el catolicismo y, sobre todo,
libertad de declararse libre de toda sujeción a una trascendencia
imaginaria. Dos visiones del mundo se enfrentan: la de un individuo
adulto, que asume su autonomía intelectual y rechaza la servidumbre
a una jerarquía clerical, y la de una institución desorientada que
se entrega a una crispación alrededor del dogma a fin de conservar
lo que sea posible. Y para hacer esto, todas las confabulaciones
hipócritas son convocadas: el cristianismo sería un fermento de paz
y de democracia, las mujeres encontrarían en él la plenitud de su
feminidad, la tolerancia despuntaría en cada página de la Biblia e,
innovación de los tiempos modernos, el cristianismo preconizaría un
ecumenismo cuya historia muestra claramente la falsedad... Contra las
libertades, la Iglesia católica opone constantemente el orden y la
autoridad conferidas por la invención de la noción de dios.
Ni
desde el punto de vista bíblico e histórico, ni desde el actual, el
cristianismo tiene el derecho de arrogarse la posesión de la verdad,
ni las bases de la moral y la bondad, de la guía espiritual para una
vida plena y pura. La pureza del ser humano se pierde o se confunde
en la hipocresía difundida por la Iglesia del Vaticano. Jesús, ese
hipotético hombre-dios moralmente perfecto, ¿qué dijo de la
esclavitud? ¿qué dijo sobre la discriminación racial? ¿qué dijo
en contra de los dictadores divinos llamados reyes o emperadores?
¿qué dijo sobre la democracia? ¿qué dijo sobre los derechos y el
trato igualitario de las mujeres? ¿qué dijo contra la pedofilia?
¿qué dijo del abuso y maltrato de los animales? Esto es inmoralidad
por omisión. Cuando en un futuro, que deseo no muy lejano, alguien
quiera juzgar a la Iglesia católica, deberá tener en cuenta sus
2000 años de existencia y no solo sus últimos días.
(8)
El
Papa Francisco, en su visita a Bélgica en septiembre del 2024, dijo
que la ley belga de despenalización parcial de la interrupción
parcial del embarazo es una "ley asesina", reafirmando que
"el aborto es un homicidio", y calificó de "sicarios"
a los médicos que lo practican. A consecuencia de estos dichos se
suscitó un movimiento de apostasía, en el que más de 500 personas
solicitaron al Vaticano su "desbautización" y enviaron una
carta abierta a distintas autoridades eclesiásticas belgas
denunciando, no solo los dichos del Papa, sino también la "tibia
respuesta de la Iglesia frente a las violencias cometidas por ciertos
miembros del clero contra niños y mujeres y la ausencia de medidas
concretas para acompañar e indemnizar a las víctimas. Es la gota
que desbordó el vaso luego del caso del Abbé Pierre y de los
escándalos de pedofilia en la Iglesia". Los propósitos del
Papa
provocaron
una notable reprimenda por parte de la Universidad Católica de
Lovaina que lo había invitado, mediante un comunicado expresando su
“incomprensión y desaprobación” de sus puntos de vista sobre
las mujeres, que se consideraron “deterministas y reduccionistas”.
También el gobierno belga encontró inaceptables las palabras del
Pontífice y convocó al Nuncio Apostólico para transmitirle su
insatisfacción.
(9)
"Que
vamos a hacer nosotros los cristianos con ese pueblo rechazado y
maldecido [...] Que se incendien las sinagogas o escuelas y que se
recubra de tierra lo que no se queme, para que ningún hombre pueda
vislumbrar nunca ni piedra ni escoria de ello [...] Que se derriben y
destruyan sus casas, pues en su interior ellos traman lo mismo que en
sus escuelas [...] Que se les confisquen todos sus libros de
plegarias y el Talmud, en los cuales se enseñan tantas cosas impías,
falaces, injuriosas y despreciables" (Martín Lutero).
NOTA
DEL AUTOR: Los dos textos que se acaban de publicar (Parte I y Parte
II) forman parte de la segunda edición de "Desmitificando mitos
de la Iglesia católica" (Juan Líber Zastos,
autoreseditores.com),
de muy próxima publicación.