lunes, 27 de febrero de 2023

Las 7 Razones por las que Dios amaría a los Ateos

 


Las 7 Razones por las que Dios 

amaría a los Ateos

 

Por: Dean Van Drasek


1)

No pedimos mucho

Seamos realistas, los creyentes siempre están pidiendo cosas. De rodillas, con los brazos levantados, mientras están sentados en los exámenes, en el hospital, antes de ir a la guerra y mientras están en ella, todos piden algo. A menudo, dos bandos incluso rezan al mismo dios por resultados diferentes, como en la Guerra Civil Estadounidense, donde se comentó que dios no podía estar tanto "a favor" como "en contra" de la esclavitud, ya que ambos bandos reclamaban el apoyo divino para su posición. Todos estos miles de millones de oraciones seguramente deben probar la resistencia de los “oídos” y el temperamento divinos. Y a pesar de que nunca se les responde, excepto por casualidad, los creyentes continúan pidiendo con ferviente fervor a un dios que no responde que resuelva sus problemas, sane sus males y los enriquezca.

¿Pero nosotros los ateos? No molestamos a Dios en absoluto. No pedimos nada (aparte de que nos dejen solos, pero esto nunca se lo pedimos a Dios). Somos como el hijo del medio en una familia de cinco que sabe que no se queda con la responsabilidad del mayor, y no se deja mimar como el más joven, por lo que mantenemos la boca cerrada y solo hacemos lo que queremos y esperamos. No seremos notados. Y los padres estarían encantados de tener una cosa menos de qué preocuparse.

 

2)

No somos aburridos

Los creyentes son aburridos de ver. Hacen las mismas cosas, una y otra y otra vez. Vaya a un lugar de reunión (templo, iglesia, mezquita, lo que sea) y haga los mismos rituales, cante las mismas canciones, cante en los mismos lugares y lea los mismos libros una y otra vez. En algunos casos, durante miles de años (piense en cuán adormecidos deben haber estado los dioses egipcios después de más de 3500 años constantes de esto). Quiero decir que al menos un sacrificio humano ocasional podría animar un poco las cosas. Alimentar a un dragón con una virgen también ofrecería un poco de variedad, dependiendo de cuál de los dos participantes era más raro en la comunidad relevante...

Pero los ateos no son tan aburridos. No cantamos himnos (fuera de tono o de otra manera), y no cantamos con salmos, mantras, cánticos o cualquier otra cosa que Dios presumiblemente haya escuchado miles de millones de veces antes. Sin embargo, vernos sentados en el sofá y perder el cerebro viendo la televisión o inmóviles mientras leemos un libro probablemente tampoco sea muy emocionante. Tal vez deberíamos encontrar un dragón y sacrificar una virgen de vez en cuando...

 

3)

Dios no tiene que inspeccionar nuestros genitales

¿Alguna vez has notado lo fascinado que está Dios con los genitales de las personas? Me refiero a que prácticamente todas las religiones tienen reglas sobre la menstruación de las mujeres, y algunas intentan regular o prohibir la masturbación (tengo que comprobar si el pene gotea). Algunas religiones extravagantes incluso exigen la circuncisión, porque dios no se dará cuenta que eres un creyente masculino a menos que te cortes parte del pene, que dios creó de esa manera de todos modos, con un poco para cortar, supongo. Podría ser peor; dios podría requerir una marca para asegurarse de que eres "suyo". Algunos dioses en la antigüedad incluso querían la castración. El mormonismo tiene su ropa interior mágica. No estoy bromeando. Y muchas religiones tienen reglas sobre cómo tener sexo. Quiero decir, si Dios puede leer tus pensamientos, ¿Por qué Dios necesita inspeccionar tus genitales para confirmar que eres creyente?

Asumiendo que Dios no se está emocionando con todo esto (quizá es una buena idea pensar en Dios cuando te masturbas mientras Dios revisa para asegurarse de que todos los hombres en una sinagoga o mezquita estén circuncidados), los ateos evitamos que Dios tenga que mirar en nuestros genitales. Nos dirigimos al infierno y a la perdición eterna en cualquier caso, por lo que revisar nuestra entrepierna una experiencia que Dios puede ignorar.

 

4)

Le proporcionamos una razón para infligir desastres naturales.

Casi todas las religiones con dioses tienen historias de calamidades, ya sea en sus libros sagrados o en su historia como el saqueo de Bagdad para los musulmanes, y la caída de Jerusalén primero a los romanos, y luego a los musulmanes, y a casi todos en realidad. Todas estas religiones por lo general culpan de la ira de Dios a su propia indignidad, o de que toleraban a los incrédulos o la herejía entre ellos. Es una buena forma de que los monoteísmos no culpen a Dios por los desastres naturales que mataron a miles de hombres, mujeres y niños inocentes. Y para los panteísmos, es mejor que decir que el dios de otra persona es más fuerte que el tuyo. Algunas religiones incluso se deleitan con la capacidad destructiva de su dios. Sí, estamos hablando del judaísmo (y los cristianos que adoptaron las historias hebreas en su Biblia) y algunas sectas del hinduismo. Esta era una forma popular de "probar" la eficacia de un dios en el mundo antiguo, aunque los ateos no entienden por qué estos cuentos de hadas deberían tener tanta influencia para la gente moderna. Dios es poderoso porque puede matarnos/castigarnos con desastres naturales o plagas. Dios no quiere, pero Dios tiene que hacerlo de la misma manera que un padre (en los viejos tiempos) necesitaba disciplinar a un hijo rebelde o travieso. O tal vez Dios simplemente disfruta haciendo esto y quiere que alguien más cargue con la culpa.

Los ateos, en la forma de no creyentes, herejes y creyentes insuficientemente devotos, han sido la justificación para que dios se divirtiera matando e infligiendo enfermedades y hambre a la gente durante miles de años. Asumimos la culpa, para que los creyentes de Dios no maldigan a Dios mientras ven morir a sus hijos.

 

5)

Dios disfruta arrojándonos al infierno, especialmente cuando hemos sido “buenos”

¿Has notado que las buenas obras por sí solas no te llevan a ninguna parte con ningún dios en ninguna religión con dioses? Debes “creer". Debes seguir las reglas, hacer los rituales, doblar la rodilla ante los sacerdotes o imanes o rabinos o yoguis o ministros. No es suficiente ser “bueno”, debes ser parte de la “tribu”. Sigue órdenes, odia a los forasteros. Pero todos los de adentro pueden ir al cielo o avanzar en la reencarnación, y dado que muchos dioses se han esforzado por preparar un lugar especial para que los no creyentes sean castigados, ya sea por la eternidad o solo por un tiempo muy largo, un dios estaría justificadamente decepcionado si su "infierno" especial se subutilizara después de tomarse todas las molestias para crearlo. Pero muchos dioses quieren que todas las personas crean en ellos, de ahí el deseo de conversión. Las religiones etnocéntricas (es decir, las que se basan en el fanatismo) como el judaísmo, el hinduismo, El sintoísmo y el zoroastrismo moderno normalmente no quieren conversos, por lo que nunca se quedan sin forasteros, pero tampoco siempre tienen un "infierno" como parte de su sistema de creencias. Si las religiones que buscan conversos tienen éxito, no quedará nadie para el pozo del tormento eterno.

Entonces, los ateos resuelven el problema. Incluso si en algún momento todos los demás creyentes se conviertan a la religión de su dios, seguirán existiendo los ateos, esos escépticos que simplemente no creerán nada sin evidencia. Así al menos dios tendrá el goce y la satisfacción de arrojarlos al abismo especialmente preparado y gozar por la eternidad de sus gritos y lamentos. Excepto en aquellos donde no habrá ninguno, porque el infierno no existe.

 

6)

Significa que alguien está leyendo las partes favoritas de Dios de los libros sagrados.

Todos conocemos la rutina. Cada vez que un ateo y un creyente están en una discusión, invariablemente la veracidad y santidad del texto religioso subyacente entra en la discusión. El creyente la mayor parte del tiempo no está familiarizado con algunos de los textos moralmente ofensivos citados por el ateo, o trata de justificarlos con alguna tontería. Los creyentes en los tiempos modernos tienden a enfocarse en las partes “agradables” de sus obras sagradas, las que los hacen sentir moralmente superiores y están de acuerdo con las costumbres populares y las normas culturales. Las partes incómodas, y hay muchas de ellas en todas las religiones, generalmente son ignoradas en el estudio moderno o en el culto de los creyentes.

Pero los ateos los leen. A los ateos les encantan, e incluso a veces los ponen en camisetas. Los libros sagrados son la “palabra” inspirada o dirigida por Dios, y todos sabemos que a todo autor le encanta que lo lean.

 

7)

Les da a los creyentes de Dios alguien de quien sentirse superior

Prácticamente todas las religiones modernas se sienten superiores a las demás. Muchos politeísmos en el mundo antiguo practicaban activamente el sincretismo, que era un reconocimiento de que diferentes dioses representaban las mismas fuerzas fundamentales que se consideraba que estaban detrás de la divinidad. Así que "a quien tú llamas Bob, nosotros lo llamamos Charlie" era una forma de hacer que todos se sintieran iguales y parte de la misma comunidad teísta. Condujo a muchos dioses, pero hay muy pocas guerras religiosas u odio registrados en el mundo politeísta. Para eso hubo que esperar la certeza y la intolerancia del monoteísmo.

Los monoteísmos en particular son bastante viles cuando se trata del trato a los no creyentes o los que están fuera de la tribu. Los forasteros pueden ser, o incluso se requiere que sean, asesinados, violados o tomados como esclavos en algunas enseñanzas religiosas. Pueden pagar impuestos más altos, negarles derechos básicos y, en general, son ciudadanos de segunda clase en el mejor de los casos.

Los ateos son los forasteros por excelencia. Ninguna religión les ofrece protección, consideración, tolerancia o refugio. Son presa fácil de todo trato vil, prejuicio o tormento. En muchos países, es ilegal ser ateo, o es un delito punible con penas de hasta la muerte. A los ateos se les niega la capacidad de ocupar cargos públicos, participar en ciertas funciones civiles, se les niegan los beneficios del Estado, y la lista sigue y sigue. Los ateos se ven obligados a limitar sus críticas a las religiones, debido a las leyes contra la blasfemia. Ni siquiera pueden ser Boy Scouts en los Estados Unidos. La hay en prácticamente todos los países, incluso en los liberales escandinavos (algunos de los cuales todavía tienen religiones estatales), hay cierto grado de prejuicio contra los ateos.

Para los creyentes, los ateos son la última forma de vida más baja. Alguien a quien siempre puedes menospreciar. ¿Qué mejor manera de hacer que tus creyentes se sientan superiores?

Así que la próxima vez que alguien quiera salvar tu alma, o condenarte al infierno o a algún otro trato vil, simplemente recuérdale el valioso servicio que le estás brindando a su dios y su religión. Porque sin nosotros para dar vueltas, es posible que solo tengan que concentrarse en sus propias deficiencias y decepciones.

 


Traducido del original:

https://www.atheistrepublic.com/blog/dean-van-drasek/7-reasons-why-god-would-love-atheists


Ver:


lunes, 20 de febrero de 2023

“El Cristianismo es una religión inventada, y Jesucristo un personaje de ficción tan real como Superman, Don Quijote o Skywalker”




“El Cristianismo es una religión inventada, y Jesucristo un personaje de ficción tan real como Superman, Don Quijote o Skywalker”

 

Ingeniero de profesión, Fernando Conde ha dedicado los últimos 20 años de su vida a investigar los Evangelios y ahora afirma con rotundidad que son ‘falsos’

Una entrevista de Fernando F. Garayoa

26·07·16 | 04:00


Pamplona - “Se necesita imaginación para suponer que el Emperador Constantino, en el año 303, reuniera un pequeño equipo redactor y les encargara escribir los cuatro Evangelios y varios textos más, todos ellos falsificados, con el fin de implantar en el Imperio su nueva religión, el Cristianismo”.

Esta idea que parece de locos es la que Fernando Conde trata de demostrar en su libro “Año 303. Inventan el Cristianismo”.


¿Es el Cristianismo una religión inventada, o al menos algunos de los principales textos que la sostienen?

-Sí, las dos cosas, los textos y, por lo tanto, la religión... El Cristianismo es obra de una persona del año 300 que se llamaba Lactancio, un personaje histórico, que de hecho fue el pedagogo de Crispo, el hijo mayor de Constantino. Este hombre era un visionario, una persona de pocas luces, que cometió varios errores, entre ellos creer que al encontrar una moral elemental en los textos egipcios había descubierto el universo. Pero fue capaz de convencer a alguien con mucho poder, Constantino, y de ahí nos viene todo... Lactancio contactó con Constantino cuando era un tribuno, el protegido de Diocleciano, pero no tenía poder todavía sobre el Imperio. Pero a los tres años se hizo con autoridad sobre las Galias, y a partir de ahí fue sumando partes hasta hacerse con todo el Imperio y así pudo instalar el Cristianismo en Nicea.

 

Por ende, ¿deducimos de su investigación que Jesucristo no existió?

-Efectivamente. Es duro decirlo pero Jesucristo es un invento literario de Lactancio. Es tan real como Don Quijote, Superman o Skywalker, es un personaje de ficción. Se le dio la figura de hijo de Dios porque Lactancio estaba obsesionado con que todo el Imperio adorase al Dios único, porque si no ese Dios único iba a mandar el fin del mundo. El nacimiento del Cristianismo está motivado por la convicción de que si no se adoraba al Dios único, en muy poco tiempo iba a llegar el fin del mundo.

 

Sin ser experto en Historia, nada más lejos, el historiador Flavio Josefo sí cita a Jesucristo en sus escritos...

-Flavio Josefo escribió sus Antigüedades judaicas sin citar para nada a Jesucristo, lo que sucede es que Constantino formó un equipo integrado por Lactancio y Eusebio de Cesarea, que era historiador. Y a este último le tocó interpolar a Flavio Josefo y a Plinio para meter una cuña en la que citase a Jesucristo. Pero los historiadores con cabeza ya encuentran que esa cita de Jesucristo no pega en el sitio, ya que corta dos pasajes que tienen una perfecta unión entre sí. Es decir, que ya hay sospechas de que el testimonio flaviano es una falsificación y, además, han aparecido pruebas de que es una interpolación.


¿Por qué Constantino decidió adoptar el Cristianismo como religión del Imperio, qué ventajas le ofrecía?

-Lactancio, en el año 303 fue a hablar con Diocleciano, y de eso hay indicios muy ciertos. Diocleciano le rechazó pero Constantino, que vivía con Diocleciano en Nicomedia, le oyó y no puedo decir si eso le dio pie para basar su ambición de tener todo el Imperio bajo su mando o primero tuvo el Imperio y luego inventó el Cristianismo. Pero lo que sí es Historia es que ansiaba dominar todo el Imperio, no solo la cuarta parte que le correspondió, y que implantó el Cristianismo primero en la parte occidental y luego en todo el Imperio a través del Concilio de Nicea.

 

Apunta que Lactancio tomó como base la moral de los textos egipcios pero la realidad dicta que la religión cristiana bebe de muchas otras religiones, ya que por ejemplo adopta las Saturnales y las convierte en la actual Navidad.

-Efectivamente. Una cosa es la obra de Lactancio y otra el amejoramiento del fuero que hicieron los Santos Padres, pero eso ya fue en época de Teodosio. Estos Santos Padres hicieron una especie de popurrí incorporando misterios que eran muy del gusto de la época, como eran los misterios de Mitra, que tenían mucho predicamento entre las legiones. Pero ha habido otros investigadores independientes que han demostrado que gran parte de los milagros, correrías y andanzas de Jesucristo y de su doctrina son egipcios, y están en los textos sagrados egipcios.

 

Supongo que es consciente de que al editar un libro como este le van a tachar casi de loco...

-De loco, no. Anteriormente, sin poner sobre la mesa las pruebas que aporto en este libro, recibí múltiples críticas y grandes rechazos, especialmente del sector más conservador ideológicamente hablando. Pero es que en este libro aporto pruebas diferentes y que, además, están los Evangelios, de forma que todo el que quiera puede leerlas.

 

Antes de meternos de lleno en las citadas pruebas, ¿cree que la Iglesia como institución es consciente de lo que usted afirma, de que el Cristianismo es una religión inventada?

-Estoy convencido de que sí porque ha habido modificaciones de los textos del Nuevo Testamento para ocultar las pruebas. Por lo tanto, tiene que saberlo, por lo menos desde hace 150 años.

 

¿Ha tenido alguna respuesta oficial por parte de la Iglesia a sus tesis?

-No, y hacen bien en guardar silencio y esperar a que pase el chaparrón. Lo contrario sería darle valor.

 

Las pruebas a las que usted hace referencia se basan principalmente en las firmas ‘escondidas’ que los autores colocaban en los textos para que los lectores pudieran discernir si los textos eran originales o auténticos. Entre estas firmas destaca principalmente una muy curiosa, Simon.

--Simon no es nadie y digamos que he tenido mi propia evolución con esta firma, que es la prueba definitiva o concluyente. Al principio, no sabía si el acróstico era por pronunciación o escrito. Finalmente, he llegado a la convicción de que es por texto. Simon, el nombre, se escribe con omega, en cambio, tal y como aparecen en las firmas es con ómicron, y por lo tanto significa cuento, patraña o bulo. Es decir, mentira pero con cierto aire de ironía o sorna. Eusebio puso esa firma en los textos que eran patraña. Mientras que Lactancio estaba convencido de que debía defender y promocionar la nueva religión. Lo que sucede es que Lactancio murió antes y Eusebio de Cesarea, en los evangelios que había escrito Lactancio, añadió varios capítulos en los que coló la firma maléfica de Simon.

 

Por centrar la trama, ¿quién escribió los cuatro evangelios oficiales?

-Cronológicamente, Eusebio escribió Marcos, y puso firmas de Simon, acrósticos, en todos los capítulos. Después, Lactancio copió de este primero los de Lucas y Mateo, que son los evangelios sinópticos, porque son muy parecidos. Y, finalmente, Eusebio se inventó el de Juan haciéndolo completamente distinto de los tres anteriores.

 

Y, ¿qué sucede por lo tanto los evangelios apócrifos?

-Los evangelios apócrifos son claramente posteriores, sobre el año 350-390, y lo que hacen es rellenar los huecos en los que los evangelios oficiales no decían nada. Además, son evangelios que no contienen doctrina auténtica, son más bien milagritos y discursos del gusto de la gente.

 

Si todo lo que dice en el libro es cierto, se carga literalmente siglos de doctrina y filosofía en Occidente.

-Lo que es falso es falso. Y si se puede demostrar, ya no es cuestión de teorías o hipótesis, son realidades. Lo que sucede es que, para mí, la civilización occidental se basa en el Helenismo no en el Cristianismo, que es anterior y mucho más profundo. Por lo tanto, lo que tenemos que hacer es recuperar las raíces de nuestra civilización y no girarla a una fanática.

 

Lo complicado de explicar es que todas estas pruebas que cita, y que le han costado 20 años de investigación conseguir, se basan en la forma de escribir los Evangelios, en su estructura y en las citadas firmas. ¿Qué es lo que hacía reconocible esa forma de escribir los textos como para discernir entre unos falsos y otros auténticos? ¿Cómo sabemos que esas firmas fueron colocadas a posta para evidenciar la falsedad y no son mero resultado del azar?

-En la antigüedad, los escritos se copiaban, y eso implicaba que en las copias se dieran equivocaciones o que incluso se colocaran interpolaciones intencionadas para desvirtuar el escrito original. Para evitar esto, los primeros escritores de los que se tiene constancia, como Hesiodo y Herodoto, se inventaron una forma de escribir que asegurara al lector que aquello que leía era el texto original. Y para ello convirtieron sus textos, sumando las palabras de cada frase, en una sucesión de números. Es decir, todos los escritores, incluso Virgilio y Horacio, tienen también esta sucesión de palabras convertidas en números. Sin embargo, Lactancio, que era profesor de retórica, formaba estructuras complicadísimas, que yo no he encontrado en nadie más, por eso le llamaban el Cicerone español, pero como era bastante ingenuo, cometió el error de que su fabulosa estructura la colocó en todos los escritos de todos los autores que inventó. De esa forma, la misma estructura está en Mateo, en Lucas o en las cartas de Pedro o de Judas, que son las cuatro obras de Lactancio además de las cartas de Pablo.

 

¿Cómo podemos saber que Lactancio inventó esas historias y no fue un historiador que simplemente relataba unos hechos?

-Constantino es el emperador que favoreció el Cristianismo. Lactancio fue el preceptor de su hijo y Eusebio fue el que escribía los discursos. Basta también con leer la obra de Lactancio Instituciones divinas para saber su mentalidad, que está reflejada idénticamente en estos evangelios. Sin embargo, Eusebio era un maestro del conocimiento, capaz de escribir doctrina auténtica, que está en los Evangelios, aunque luego fuera interpolada y deformada, es decir, oculta. Hay que tener capacidad de distinguir la verdad de la falsedad para poder enjuiciar los Evangelios, que son libros ideológicos.

 

Pero, repito, ¿cómo sabemos que es un relato inventado y no unos hechos referentes a Jesucristo que a él le contaron y posteriormente los transcribió?

-Por ejemplo, cuando uno en el año 400 escribe de personas que sufrieron martirio en Mérida en el año 300, está comprobado que es falso por los datos intrínsecos del relato. Por poner otro ejemplo, un relato en el que se hace referencia a un personaje que existió y que no dejó huella en ningún otro sitio que no sea la memoria de Lactancio, y digo memoria entre comillas. Es un relato inventado. Los argumentos están en el libro, y me han hecho falta 800 páginas para plasmarlos, por lo que difícilmente puedo resumirlos en unas líneas de conversación.

 

¿Qué le llevó a un ingeniero industrial a meterse en este ‘fregao’ de investigar los evangelios?

-Porque al margen de ser ingeniero industrial, yo era un ser humano, que tenía sus inquietudes. Y en un momento determinado, a mis 40 años, a raíz de una conversación, me di cuenta de que podía estar engañado y no me quería morir engañado. Yo quiero saber realmente cómo son las cosas, qué hay después de la muerte, a qué nos enfrentamos, el sentido de la vida y quiero comprobar si lo que me contaron mis padres, cuando era pequeñito y no tenía defensas mentales, era cierto. Y como ahora las tengo, pues las voy a emplear, y eso es lo que me llevó primero a leer los textos en castellano. En esa primera lectura noté que había muchos absurdos, por ejemplo, el Evangelio de Juan tiene pasajes muy profundos y bonitos y, sin embargo, el Apocalipsis, que son una sarta de barbaridades una detrás de otra enlazadas con hilo de plata, también se decía que era de Juan, ¡y eso no puede ser! ¡Eso repele a cualquiera que tenga dos dedos de frente! Y sin embargo todo el mundo lo aceptaba.

 

Por lo tanto, ¿llevamos casi 2.000 años viviendo y rigiéndonos por una colección de mentiras?

-Sí. Lo malo es que en los evangelios cristianos hay moral elemental, que es la que obnubiló a Lactancio, porque él no practicaba nada de eso y es la que está en las epístolas de Pablo. Pero luego hay un 80% de barbaridades y un 10%, oculto y mal traducido del conocimiento de Eusebio. Lo malo de la doctrina falsa que hemos seguido durante 17 siglos es que tapa el conocimiento con mayúsculas de los griegos, que es la doctrina que permitiría a Occidente evolucionar y no ser un niño en ideología.

 

¿Esto quiere decir que los milagros de Lourdes, San Fermín o San Saturnino también son falsos o inventados?

-Depende de que sean anteriores o posteriores a Nicea. Si son anteriores, como San Fermín o San Saturnino, no existieron. San Saturnino dicen que era discípulo de San Pablo, y si San Pablo no existió... Como tampoco existió Santiago Apóstol. Si son posteriores, sí existieron... Eso sí, que sean santos... Es la Iglesia la que decide quién es santo, y por lo tanto lo que hace es premiar o favorecer la falsificación y el montaje. Luego hay santos que realmente han hecho cosas en favor de sus congéneres, como San Francisco de Asís, que era un buen monje que hizo mucho por la gente de su entorno, en este sentido digamos que no me molesta que lo nombren santo y lo pongan en un altar.

 

¿La Iglesia está condenada a sucumbir finalmente ante esta ‘mentira’ que usted relata?

-Creo que la Iglesia tiene una oportunidad de pervivir, pero para eso debe desechar todo lo que es Lactancio y coger el conocimiento de Eusebio. Pero no es un conocimiento divino, no es algo que Dios haya dicho, que no me vengan con cuentos.

Fuente:

https://www.noticiasdenavarra.com/cultura/2016/07/26/cristianismo-religion-inventada-jesucristo-personaje-2742949.html 

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 «Las pruebas sobre la falsedad del cristianismo ya son irrefutables»

 

Fernando Conde nació en 1945 en Irun pero la mayor parte de su vida la ha pasado en Iruñea, de donde son oriundos sus padres. Es doctor en ingeniería industrial y ha sido profesor universitario. A los 40 años se planteó si la religión que le habían inculcado era cierta, y decidió investigarlo por su cuenta. Aprendió griego, latín y hebreo, analizó los libros antiguos del cristianismo y ha salido de dudas: es falsa.

Entrevista a Fernando Conde Torrens

Autor del libro «Año 303. Inventan el Cristianismo»

 

El resultado de los hallazgos de Fernando Conde es demoledor, y él mismo lo resume así: «Todo el cristianismo nació como iniciativa de un solo individuo, que convenció a alguien con mucho poder y este respaldó su invento. Todos los personajes que aparecen en la historia primera del cristianismo son inventados, no existieron. No existió Jesucristo, ni concepción virginal, ni nacimiento, ni apóstoles, ni muerte en la cruz, ni resurrección, ni fundación de Iglesia alguna, ni mandato de ‘id y predicad’. Todo fue una idea luminosa concebida por una sola persona».

En el año 2004 usted publicó el libro «Simón, ópera magna. Las pruebas de la falsificación», en el que ya sostenía que el cristianismo fue creado por el emperador Constantino en el siglo IV y que Jesucristo nunca existió. ¿Qué aporta ahora este libro en sus 860 páginas?

Lo principal es que ahora se aportan las pruebas documentales de que lo que defendí desde el principio era la realidad histórica: Jesucristo es un personaje literario, inexistente, creado por un autor, Lactancio, para fundar una religión nueva, que adorara a un solo dios, no a muchos, como se permitía en la Roma imperial. Aporta la historia de lo que sucedió, año a año, desde el ascenso de Constantino al poder, el año 306, e incluso un poco antes, hasta su muerte, el 337. Otro cambio es que ahora todo se explica en forma de novela, de lectura fácil, con capítulos cortos.

 

En la entrevista que le hice en 2004 usted reconocía que aún le faltaba bastante para poder decir que tenía algo irrefutable. Con su nuevo libro, ¿se puede decir que las pruebas sobre la falsedad del cristianismo ya son irrefutables?

Así es. Se ha desentrañado el proceso de redacción de los Evangelios, podría decirse que palmo a palmo, texto a texto. En este proceso de redacción, necesario para la creación del cristianismo, se dio una feroz lucha interna, y esa pugna ha quedado reflejada en los escritos del Nuevo Testamento.

Por una parte, el director del proyecto, con pleno apoyo de Constantino, sembraba visión mágica, intolerancia, miedo, desprecio por la mujer y alguna barbaridad más. En su contra, Eusebio tenía que actuar a escondidas. Y, a escondidas, dejó los Evangelios escritos de forma que se pudiera demostrar la realidad, que todo era una inmenso engaño, un fraude. Que todo el Nuevo Testamento era obra exclusiva de dos personas y que una de ellas era él, un historiador amigo de Constantino.

 

En este libro usted sostiene que el cristianismo fue obra de Lactancio, que era el pedagogo del hijo mayor de Constantino. Creo recordar que la figura de Lactancio no aparecía en el libro «Simón, ópera magna». ¿Lo ha descubierto en sus nuevas investigaciones?

Exactamente. En mi libro anterior localicé a Eusebio de Cesárea como uno de los dos miembros del equipo redactor de todos los textos cristianos falsificados. Y pensaba que el otro era Osio, que presidió el Concilio de Nicea. No fue así. Osio era el embajador de Constantino, el hombre que seleccionó los obispos que acudirían a Arlés (Estado francés) el año 314, y a Nicea (Turquía) el año 325. El hombre de la idea fue Lactancio, un profesor de Retórica de África del Norte, que estudió los textos egipcios y de ellos obtuvo mucho material ideológico que aportó al cristianismo. No sé de dónde sacó la idea de que el dios único estaba indignado con los romanos porque adoraban a muchos otros dioses, o incluso a ninguno, como los seguidores de la filosofía griega. Y estaba tan airado ese dios que se disponía a enviar el fin del mundo, el fin del Imperio romano, si la situación no cambiaba rápidamente. De ahí su viaje a la capital donde residía el emperador Diocleciano, y donde conoció a Constantino. El primero rechazó su propuesta de crear esa nueva religión, pero, desgraciadamente para todo Occidente, al segundo le convenció la idea.

 

Usted mantiene que Jesucristo fue un personaje literario. ¿Quién lo inventó, Lactancio o Eusebio de Cesárea, el historiador que estaba a las órdenes de Constantino?

Evidentemente, Lactancio. El ‘‘Hijo de Dios’’, Jesucristo, era la pieza necesaria para evitar el fin del mundo, fundando una nueva religión que adorara al dios único, para calmarlo y evitar la catástrofe final. Hay que entender que el fin del mundo era el fin del Imperio romano por ataque de los bárbaros, todos los pueblos que habitaban más allá de las fronteras. En aquellos tiempos era creencia general que dios, o los dioses de cada nación, castigaban a su pueblo si se había portado mal, permitiendo que sus vecinos lo conquistaran, como ocurrió al pueblo judío cuando la deportación a Babilonia.

 


En este libro usted aporta nuevas pruebas sobre la invención de esta religión. ¿Las puede resumir? ¿Están relacionadas con el acróstico de SIMÓN?

El acróstico de SIMÓN es la tercera, porque hay tres. La primera es la doble redacción que Eusebio dio a todas sus obras, con dos etapas de redacción con ideas opuestas. Eran las ideas suyas, sobre el conocimiento griego, y las ideas fantasiosas de Lactancio. Eusebio ponía sus ideas en la primera etapa de redacción, y luego él mismo rodeaba esas ideas con las de Lactancio, con lo que las suyas desaparecían, porque cortaba su texto en rodajas que perdían su sentido al estar mezcladas con ideas opuestas. Hay una muestra de ello en la Carta de Santiago, donde conviven dos Cartas distintas de la primera etapa de redacción con cantidad de las barbaridades que imponía Lactancio.

La segunda son las estructuras. Todos los autores antiguos escribían con estructura. A base de contar las palabras que iban añadiendo a su obra, formaban una sucesión de números, conforme el escrito se alargaba. Había ciertos números, o longitudes de texto, especiales. Y el autor podía pasar por muchos de esos números –o longitudes– o por pocos. Así, había estructuras complicadas y otras más sencillas. Hasta aquí no hay ninguna prueba de nada. Pero Lactancio, que además de fanático era corto, para lucirse, escribió todas sus obras con la misma estructura, una complicadísima. Esto no debía ser así; cada autor debía tener una estructura diferente; unos, complicada, pero otros, bastante más sencilla. La prueba es que, por esa estructura, se reconoce que Mateo, Lucas, Pablo, Pedro y Judas están escritas por la misma persona. Y muchos más falsos escritos cristianos primitivos.

La tercera prueba, colocada por Eusebio, son los acrósticos, la palabra SIMÓN, que significa patraña, cuento, bulo. La colocó en todos los capítulos del Evangelio de Marcos, del de Juan, en la Carta de Santiago, en las tres Cartas de Juan, en su obra más importante, la “Historia eclesiástica’’, y en varios falsos textos cristianos primitivos, que él escribió. Es la prueba más evidente y fácil de ver, porque colocaba muchas letras de las que forman la palabra SIMÓN.

 

Usted ha dedicado veinte años de su vida a buscar pruebas sobre la verdad o falsedad del cristianismo, y la conclusión es clara. ¿Va a continuar investigando, o cree que su último libro aporta las pruebas definitivas sobre esa falsedad?

Esto último. Se ha averiguado prácticamente todo sobre los actores de la farsa y sobre el proceso de creación del cristianismo, casi día a día. Todo está descrito en el libro. Y también las pruebas. Los propios textos evangélicos son las pruebas, ¿qué más se puede pedir?

 

Suele decirse que los dioses no han creado a los seres humanos, sino que son los seres humanos quienes crean a los dioses. ¿Cree que esto es válido para todas las religiones, no solo para el cristianismo?

Yo me he prohibido mirar fuera del cristianismo. No tengo derecho a criticar otras religiones. Y, al analizar la que fue mi religión, descubro en ella conocimiento, moral básica y barbaridades. Conviene rechazar las barbaridades, la visión mágica, todo lo irreal. Y quedarse con el conocimiento, para el que esté a esa altura, o con la moral elemental, para quien no llegue aún a esa moral. Pero rechazando todo lo sobrenatural, porque eso es parte de las barbaridades. Los milagros, las resurrecciones, la concepción virginal de un Hijo de Dios, la necesidad de ser redimidos, el pecado, el infiern0... Todo eso debe ser dejado atrás, como algo fruto de la mente insana de un fanático.

 

¿Y a partir de ahora, qué panorama se abre?

Me da la impresión de que, como sociedad, tenemos una tarea fundamental por delante: corregir el engaño en que vivieron nuestros mayores, abandonar el montaje y volver a la ideología acertada que había en el imperio romano antes de la invasión –porque fue una invasión, ideológica, pero invasión– de Constantino y Teodosio. Volver a lo que me gusta llamar “democracia divina”, sin religión financiada por el Estado. Que cada religión la soporten sus fieles. Y dar importancia a lo real, no a las fábulas. Que los hallazgos de los mejores sabios de la Antigüedad, el conocimiento, no queden reducidos a la nada por obra de unos ignorantes.


«Estoy convencido de que la jerarquía de la Iglesia católica ha conocido este engaño siempre»

 

¿Cree que los jerarcas de la Iglesia católica han sido o son conscientes de la falsedad del cristianismo? ¿Desde cuándo?

Lo saben al menos desde tiempos de Teodosio, desde finales del siglo IV. Y tomaron contramedidas para intentar ocultar esa falsedad, como traducir el texto original al latín, la Vulgata, y prohibir el texto griego. Con ello se borraron las firmas de SIMÓN durante más de mil años. También movieron los inicios de los capítulos, para dificultar el hallazgo de las estructuras, y numeraron con versículos el texto, para mover los finales de los párrafos originales que definían los acrósticos de SIMÓN. De modo que sí, estoy convencido de que lo han sabido siempre. Y han procurado corregir los aspectos por donde podía descubrirse el engaño.

 

Reconocer ese engaño supondría el fin de una religión que tiene más de 2.000 millones de seguidores en el mundo, según datos de la Iglesia católica. ¿Qué consecuencias podría tener?

No tiene por qué ser así. Diría que solo será así si las jerarquías actuales se empeñan en mantener la totalidad de la doctrina ideada por Lactancio. Pero si renuncian a todas las barbaridades –a las que ya apenas nadie da crédito–, reconocen su error y comienzan a enseñar el conocimiento que Eusebio puso en los Evangelios, creo que podrían salvarse del ostracismo universal. Porque ese conocimiento, descubierto por los griegos, es útil para la vida incluso en pleno siglo XXI.

La base de nuestra civilización occidental no es el cristianismo inventado por Lactancio, el visionario, sino el conocimiento griego, mucho más serio. Lo que tenemos que hacer es forzar nuestro retorno a los orígenes, y dejar atrás el ‘‘gran paréntesis’’ que impusieron Constantino, Lactancio y Teodosio, todos ellos de infeliz memoria. Es un ‘‘paréntesis’’ que ya ha durado demasiado, nada menos que diecisiete siglos. En esto, confío más en el sentido común de los más, que en el acierto de los menos, las élites jerárquicas.I.V.

 

Fuente:

https://www.naiz.eus/es/hemeroteca/gara/editions/2016-08-07/hemeroteca_articles/las-pruebas-sobre-la-falsedad-del-cristianismo-ya-son-irrefutables

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"La mayoría de las personas preferirían morir antes que pensar; de hecho, muchas lo hacen"

Bertrand Russell