Nota Inicial:
La presente publicación fue escrita y elaborada por un colaborador y amable lector de este Blog.
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La hipocresía de la Iglesia católica
Haz lo que yo digo, pero no lo que yo hago
(PARTE II)
Las mujeres en la Iglesia católica
Haz lo que yo digo...
Ninguna religión o visión del mundo ha apreciado y honrado tanto a la mujer como el cristianismo
Berhnard Häring (1912-1998), clérigo alemán,
Profesor de Teología Moral en la Pontificia Universidad
Lateranense, inspirador del Concilio Vaticano II
La mujer cristiana le debe a la Iglesia católica su auténtica dignidad. Por ello es justo que se muestre agradecida a la Iglesia
Cardenal Julien Ries (1920-2013),
Profesor de Historia de las Religiones,
Universidad Católica de Lovaina
Fragmentos de la Encíclica Mulieris Dignitatem, Juan Pablo II, 1988:
Ha llegado la hora en que la vocación de la mujer se cumple en plenitud, en que adquiere en el mundo una influencia, un peso, un poder jamás alcanzados hasta ahora. Las mujeres llenas del espíritu del Evangelio pueden ayudar mucho a que la humanidad no decaiga. Pablo VI decía: "En el cristianismo, más que en cualquier otra religión, la mujer tiene desde los orígenes un estatuto especial de dignidad, del cual el Nuevo Testamento da testimonio en no pocos de sus importantes aspectos (...) El mensaje de Cristo, contenido en el Evangelio, que tiene como fondo toda la Escritura, tanto el Antiguo como el Nuevo Testamento, ¿no puede quizá decir mucho a la Iglesia y a la humanidad sobre la dignidad y la vocación de la mujer?... Ambos, hombre y mujer, son seres humanos en el mismo grado, ambos fueron creados a imagen de Dios". El texto bíblico proporciona bases suficientes para reconocer la igualdad esencial entre el hombre y la mujer. Lo mismo se repite en el curso de los siglos, generación tras generación, como lo demuestra la historia de la Iglesia. En efecto, la Iglesia defendiendo la dignidad de la mujer y su vocación, ha mostrado honor y gratitud para aquellas que —fieles al Evangelio— han participado en todo tiempo en la misión apostólica del Pueblo de Dios. Así pues, una atenta lectura del paradigma bíblico de la «mujer» —desde el Libro del Génesis hasta el Apocalipsis— nos confirma en que consisten la dignidad y la vocación de la mujer y todo lo que en ella es inmutable y no pierde vigencia. La Iglesia pide que estas inestimables «manifestaciones del Espíritu» (cf. 1 Cor 12, 4 ss.), sean reconocidas debidamente, valorizadas, para que redunden en común beneficio de la Iglesia y de la humanidad.
Fragmentos de la Carta del Papa Juan Pablo II a las mujeres, 1995:
A cada una de vosotras me dirijo con objeto de compartir y manifestar gratitud, en la proximidad de la IV Conferencia Mundial sobre la Mujer. La Iglesia quiere ofrecer su contribución en defensa de la dignidad, papel y derechos de las mujeres. Te doy gracias, mujer, ¡por el hecho mismo de ser mujer! Con la intuición propia de tu femineidad enriqueces la comprensión del mundo y contribuyes a la plena verdad de las relaciones humanas. Pero dar gracias no basta, lo sé. Por desgracia somos herederos de una historia de enormes condicionamientos que, en todos los tiempos y en cada lugar, han hecho difícil el camino de la mujer, despreciada en su dignidad, olvidada en sus prerrogativas, marginada frecuentemente e incluso reducida a esclavitud. No sería ciertamente fácil señalar responsabilidades precisas, considerando la fuerza de las sedimentaciones culturales que, a lo largo de los siglos, han plasmado mentalidades e instituciones. Pero si en esto no han faltado, especialmente en determinados contextos históricos, responsabilidades en no pocos hijos de la Iglesia, lo siento sinceramente. Es urgente alcanzar en todas partes la efectiva igualdad de los derechos, el reconocimiento de todo lo que va unido a esos derechos y deberes en un régimen democrático. Cuánto reconocimiento merecen las mujeres que, con amor heroico por su criatura, llevan a término un embarazo derivado de relaciones sexuales impuestas con la fuerza. En semejantes condiciones, la opción del aborto, que es siempre un pecado grave, antes de ser una responsabilidad de las mujeres, es un crimen imputable al hombre y a la complicidad del ambiente que lo rodea. Hago una llamada apremiante, a fin de que los Estados y las instituciones internacionales, hagan lo necesario para devolver a las mujeres el pleno respeto de su dignidad.
Cardenal Antonio Cañizares, La Razón, 2022:
Las mujeres han de participar en la vida de la Iglesia sin ninguna discriminación, en las consultas y en la elaboración de decisiones. Su aporte es, sin duda ninguna, una grandísima contribución de sabiduría y moderación, de valentía y entrega, de espiritualidad y fervor para el bien de la Iglesia y de la sociedad. Tanto la sociedad como la Iglesia necesitan de manera vital del «genio propio» de la mujer, de su contribución, ya que sin esta contribución la sociedad es menos viva, la cultura menos rica y la paz más insegura (https://www.ucv.es/actualidad /opinion/artmid/5834/articleid/8385/la-mujer-en-la-iglesia-cardenal-antoniocanizares-la-razon#:~: text=Las%20mujeres%20han%20de%20participar,de%20la%20 Iglesia%20y%20de).
Para Benedicto XVI, en su discurso inaugural de Aparecidam, “el cristianismo reconoce y proclama la igual dignidad y responsabilidad de la mujer respecto al hombre”. El Papa Francisco dijo en un vuelo de Brasil a Roma: "El papel de la mujer en la Iglesia no es sólo la maternidad, sino que es más fuerte: es como el icono de la Virgen, Nuestra Señora; ¡aquella que ayuda a crecer a la Iglesia! ¡Piensen que Nuestra Señora es más importante que los Apóstoles! La Iglesia es femenina: es Iglesia, es esposa, es madre. No se puede entender una Iglesia sin las mujeres, pero mujeres que estén activas en la Iglesia". El alto clero sostiene que la Iglesia está cada vez más comprometida en la defensa de los derechos humanos y de la justicia social, y, por tanto, en la defensa de los derechos de la mujer, por lo que se puede decir que en lo esencial, la mujer ha encontrado en la Iglesia una defensora de su dignidad fundamental. Según la Iglesia actual, explica la página católica Scielo (https://www. scielo.org), la mujer ha recobrado su dignidad con la aparición del cristianismo, que le devolvió todas las virtudes, todas las libertades, todos los derechos, elevándola a la categoría en que Dios la colocara al crearla, como compañera y no como esclava del hombre.
Repasemos algunas de las reflexiones de los últimos Pontífices:
Pío XII: La mujer, coronación suprema de la creación, esta dulce criatura, en cuyas delicadas manos Dios parece haber confiado gran parte del futuro del mundo, como ayudante del hombre; la mujer, expresión de todo lo que hay de más bueno, amoroso y bondadoso en este mundo, sigue siendo, a pesar de una engañosa apariencia de exaltación, a menudo objeto de desprecio.
Juan XXIII: Al comienzo de los dos milenios cristianos, el mundo, con pocas excepciones, estaba sumido en las tinieblas de un paganismo corrupto y corruptor. Las mujeres suspiraban en busca de la dignidad perdida. Y la costumbre empezó a cambiar, con la gracia de Dios, a través de la oración, el ejemplo y el sacrificio de aquellas heroínas.
Pablo VI, 1975, Año Internacional de la Mujer: Este año celebramos en todo el mundo el Año de la Mujer, al que también la Iglesia, como es debido, se adhiere positivamente, deseando de buen grado un progreso de la función de la mujer en la vida profesional y social, y protegiendo al mismo tiempo su dignidad y su misión, de la mujer cristiana especialmente, a la que el plan de Dios ha destinado, como Hija dulce, como Virgen pura y fuerte, como Esposa amorosa, como Madre ante todo, siempre sagrada y digna, y también como Viuda piadosa, dolorosa y trabajadora. Estamos convencidos de que en la concepción cristiana de la mujer hemos de encontrar el reconocimiento de sus derechos humanos y civiles, y la defensa de sus superlativas prerrogativas naturales.
Juan Pablo II, 22/6/1994, Audiencia General, Dignidad y misión de la mujer cristiana: En las catequesis sobre la dignidad y el apostolado de los laicos en la Iglesia, hemos expuesto el pensamiento y los proyectos de la Iglesia válidos para todos los fieles, tanto hombres como mujeres. Pero ahora queremos considerar más en particular el papel de la mujer cristiana, no sólo por la importancia que siempre han tenido las mujeres en la Iglesia, sino también por las esperanzas que en ellas se ponen para el presente y para el futuro. Muchas voces se han elevado en nuestro tiempo para pedir el respeto de la dignidad de la mujer y el reconocimiento de una efectiva igualdad de derechos con respecto al hombre, a fin de brindarle la plena posibilidad de desempeñar su misión en todos los sectores y en todos los niveles de la sociedad.
Benedicto XVI: La fecha de hoy – 8 de marzo 2009– nos invita a reflexionar sobre la condición de la mujer y a renovar nuestro compromiso, para que siempre y en todas partes cada mujer pueda vivir y manifestar plenamente sus capacidades, obteniendo el pleno respeto de su dignidad. Sin embargo, más valiosos que los propios documentos son los testimonios de los santos; y nuestra época ha tenido el de la Madre Teresa de Calcuta: una humilde hija de Albania, que se convirtió en un ejemplo para el mundo entero en el ejercicio de la caridad y el servicio a la promoción humana. ¡Cuántas otras mujeres trabajan cada día, a escondidas, por el bien de la humanidad y por el Reino de Dios!
Francisco: En el Día Internacional de la Mujer, pienso en todas las mujeres: les agradezco su compromiso con la construcción de una sociedad más humana, gracias a su capacidad para captar la realidad con una mirada creativa y un corazón tierno. ¡Este es un privilegio exclusivo de las mujeres!
...pero no lo que yo hago.
Tus anhelos se dirigirán hacia tu marido y él será tu señor (...) Rebájate hasta la sumisión (...) Sé una de las subordinadas
Juan Crisóstomo (347-407), Padre de la Iglesia
La premisa de que la mujer es portadora del pecado, artículo de fe
para el cristianismo, influyó muy negativamente en su posición social y legal
Julián Marcuse (1862-1942), médico y ensayista alemán
Como este capítulo comenzó invocando los textos bíblicos y el rol histórico del cristianismo en beneficio de la mujer, empecemos por la Biblia y la historia.
Resulta incongruente y hasta insultante que la Iglesia afirme ahora que "el hombre y la mujer tienen la misma dignidad" y que "la mujer ha recobrado su dignidad con la aparición del cristianismo", después de todas las barbaridades antifeministas que han realizado y propalado. Está perdiendo cada vez más seguidores, especialmente entre las mujeres, y es necesario presentar "una nueva cara". La mujer en el Génesis es simplemente un pedazo de hueso del hombre, es la que comete el pecado original e induce a Adán a pecar. En el Levítico se ubica a la mujer al mismo nivel que los animales y en los tiempos de Jesús sigue estando a la misma altura que el niño y el siervo. La mujer es la que apedrean por adúltera, es la que matan por bruja, la que seduce y lleva al hombre a la lujuria, la que tiene que servir al hombre y obedecerle por orden divina. Las niñas vírgenes son las que dios ordena que se mantengan para el placer sexual de los hombres. A la mujer se le prohíbe predicar en la iglesia. Pablo de Tarso, en la primera Carta a los Corintos ordena el uso del velo en la mujer durante los oficios divinos, como signo de su inferioridad y para "avergonzarse del pecado que trajo al mundo". Si queda viuda y no tiene hijos varones, está obligada a que el hermano del difunto la deje embarazada. ¿Por qué es que Jesús no tuvo ni una sola mujer como discípula?
La Biblia está repleta de ejemplos de odio, repulsión y aversión hacia las mujeres. Es un libro típico de la misoginia ignorante y abusiva que existía en los tiempos de sus autores. El cristianismo surge de ella como un movimiento clara y expresamente anti-feminista, intolerante y radical, discriminando, persiguiendo y asesinando decenas de miles de mujeres, degradando las relaciones sexuales como prácticas pecaminosas, con las graves consecuencias que eso ha causado en la mente y la personalidad de hombres y mujeres. El Dios bíblico aborrece y desprecia a las mujeres. Desde Eva (esa vil pecadora que hundió a toda la humanidad en el oscuro pozo del pecado y quiso comer del prohibido árbol del conocimiento) hasta la virgen María (que solo fue utilizada para ser inseminada por la paloma que mandó Dios y después olvidada y hasta humillada por el mismo Jesús), las mujeres han sido blanco de la ira divina. La Biblia está repleta de versículos donde la mujer es vejada, maltratada y humillada de forma sistemática y constante. Puede que haya un par de versículos donde sea medianamente alabada, pero en general no le simpatizan mucho a Dios. Veamos solo algunos ejemplos. Se lee en distintas secciones de la Biblia (todas ellas inspiradas por Dios, por supuesto, y veneradas, como corresponde a tan sacra autoría, por la Santa Madre Iglesia):
- Y de la costilla que Jehová Dios tomó del hombre, hizo una mujer, y la trajo al hombre (Gén 2, 22). La mujer no es más que un pedazo del cuerpo del hombre, por lo tanto es de "su" propiedad.
- A la mujer dijo: Multiplicaré en gran manera los dolores en tus preñeces; con dolor darás a luz los hijos; y tu deseo será para tu marido, y él se enseñoreará de ti (Gén 3:16). Por supuesto, el hombre no es culpable y, por tanto, no se le impone ningún padecimiento físico directo.
- Habla a los hijos de Israel y diles: La mujer cuando conciba y dé a luz varón, será inmunda siete días, igual a los días de su menstruación. Y permanecerá treinta y tres días purificándose de su sangre; ninguna cosa santa tocará, ni vendrá al santuario, hasta cuando sean cumplidos los días de su purificación. Y si diere a luz hija, será inmunda dos semanas, y sesenta y seis días estará purificándose de su sangre (Lev 12,2-5).
- Y cuando alguno vendiere su hija por sierva, no saldrá ella como suelen salir los siervos (Éx 21:7). Esclavitud y venta de mujeres, que no podrán ser liberadas como los siervos varones.
- Y la hija del sacerdote, si comenzare a fornicar, a su padre deshonra; quemada será al fuego (Lev 21:9).De los hijos fornicadores de los sacerdotes no dice nada.
- Mas si resultare ser verdad que no se halló virginidad en la joven, entonces la sacarán a la puerta de la casa de su padre, y la apedrearán los hombres de su ciudad, y morirá, así quitarás el mal de en medio de ti (Deut 22:20-21).
- Yo haré levantar el mal sobre ti de tu misma casa, y tomaré tus mujeres delante de tus ojos, y las daré a tu prójimo, el cual yacerá con tus mujeres a la vista del sol (2 Sam 12:11). Dios utiliza la violación de mujeres para castigar a los maridos que no le obedezcan.
- Toda malicia es poca junto a la malicia de mujer, ¡que la suerte del pecador caiga sobre ella! (Ecles 25,19) Porque de los vestidos sale la polilla, y de la mujer la malicia. Vale más maldad de hombre que bondad de mujer, la mujer cubre de vergüenza y oprobio (Ecles 42,13-14).
En el Imperio Romano, antes del empoderamiento del cristianismo, la mujer tenía los mismos derechos que el hombre, permitiéndosele una autosuficiencia personal y social: derecho a heredar, a solicitar la separación conyugal, la virginidad y la fidelidad conyugal no tenían ningún significado relevante. Incluso el amor libre era aceptado y ensalzado por los filósofos de la época. No es sino con el Emperador Constantino, que oficializó el cristianismo, que todo cambió y comenzó la denigración de la mujer. El poder y la enorme influencia de los sacerdotes cristianos, imponiendo los principios de su religión, tuvieron para el sexo femenino nefastas consecuencias jurídicas, económicas, sociales, educativas y hasta para el mismo derecho a la vida. Durante toda la Edad Media, la Iglesia sostenía que el hombre tenía derecho de azotar y hasta matar a su esposa, por ser él el único juez que decidía de sanciones y castigos. Esta histórica misoginia católica se debe, en gran parte, al marcado antifeminismo de su verdadero fundador, Pablo de Tarso, que en varias de sus epístolas dice:
"Bueno sería al hombre no tocar a la mujer", "La mujer no tiene la potestad de su propio cuerpo, sino el marido", "Las casadas deben estar sujetas a su marido en todo", "La mujer aprenda callando, con toda sujeción. Porque no permito a la mujer enseñar ni tomar autoridad sobre el varón, sino estar en silencio. Porque Adán fue formado primero, luego Eva. Y no fue Adán el seducido, sino Eva quien incurrió en la transgresión", "Las viudas jóvenes que se quieran casar no deben ser admitidas en los oficios de la Iglesia", "El hombre no fue creado para la mujer, sino la mujer para el hombre".
Pero la verdadera segregación de la mujer se produce a partir del siglo II, con los Padres de la Iglesia. Para Agustín, el más ilustre de ellos, "la mujer es un ser inferior y no está hecha a imagen y semejanza de Dios. Corresponde al orden natural de la humanidad que las mujeres sirvan a los hombres. Las mujeres no deben ser educadas en forma alguna, deberían ser segregadas ya que son causa de insidiosas e involuntarias erecciones en los santos varones". Para Tertuliano, otro Padre de la Iglesia, la mujer "es puerta de entrada para el diablo y deberían vestir trapos y prendas de luto en reconocimiento por su crimen", "no está permitido que una mujer hable en la iglesia, ni enseñar, ni bautizar, ni ofrecer la eucaristía, ni ejercer el cargo sacerdotal". Y todos los Padres y Doctores de la Iglesia son categóricos: "las mujeres están hechas esencialmente para satisfacer la lujuria de los hombres... las mujeres son más dañinas que cualquier bestia salvaje... ¡qué otra cosa es la mujer sino un mal necesario, una calamidad deseable, un peligro doméstico, un mal de la naturaleza pintado con alegres colores" (Juan Crisóstomo), "la mujer solo es fuerte en el vicio y daña la valiosa alma del varón" (Ambrosio), "la mujer es un defecto de la naturaleza... si nacen mujeres se debe a un defecto del esperma... solo es necesaria para la reproducción... los regaños e intimidación de la esposa por parte del marido, así como pegarle, permiten obtener créditos en el cielo... la mujer se relaciona con el hombre como lo imperfecto y defectuoso con lo perfecto" (Tomás de Aquino), "nada más impuro que la mujer con el período, todo lo que toca lo convierte en impuro" (Jerónimo), "sois la puerta del diablo... la sentencia de Dios sobre vuestro sexo vive aún en esta época; la culpa, necesariamente, vive también" (Irineo). En el Sínodo de Macon (585) se debatió si, en el momento de la resurrección de la carne, la mujeres deberían convertirse en hombres para poder ir al Paraíso, y un obispo llegó a decir "las mujeres no son seres humanos". En 1591, una serie de teólogos luteranos discutieron en Wittenberg sobre si las mujeres eran seres humanos.
Unanimidad de criterios ¿no? Estos Padres son los que consolidaron los cimientos de una religión machista. ¿Hasta qué punto la Iglesia de hoy puede dejar de lado las enseñanzas de sus venerados, santificados e inspirados Padres y Doctores? ¿O acepta algunas y rechaza otras según su conveniencia para perdurar en el mundo actual? Es muy difícil de entender por qué todavía hay muchas mujeres cristianas que alaban y bendicen este tipo de humillantes versículos. Dios es misógino. Y no lo digo yo... lo dice su Santa Biblia. Obviamente, estos conceptos no son manejados por la Iglesia actual (por lo menos no públicamente), pero se grabaron a fuego en la mente de eclesiásticos y fieles durante más de 1500 años, y eso es muy difícil de modificar. Pío X, declarado santo, decía en 1903 que "las voces femeninas están prohibidas en los coros de las iglesias y solo las voces de niños podían ser usadas como sopranos". En 1919, Benedicto XV se pronunció a favor del voto femenino, solo porque creía que la mujer era más conservadora y clerical que el hombre. En 1965, el Osservatore Romano sostenía que "la primacía del hombre ha sido querida por Dios", sin que hasta hoy la Iglesia lo haya enmendado. La sumisión de la mujer se ve también cuando la Iglesia designa congregaciones de religiosas como sirvientas de obispos y cardenales, convenciéndolas de que Dios las eligió para eso.
El antifeminismo de los Padres de la Iglesia, de muchos clérigos y no pocos teólogos, el celibato y la prohibición de la ordenación femenina, son consecuencia del desprecio y, desde luego, del miedo a la mujer. El potencial sexual de la mujer hace esclavo al hombre que sucumbe a sus encantos e insinuaciones, respondiendo al instinto de reproducción y preservación de la especie fijado en nuestros genes, el más fuerte después del instinto de conservación individual. Así lo ha determinado la evolución en toda la escala zoológica, especialmente en los vertebrados superiores. Y la Iglesia ha intentado desde siempre, y por supuesto hoy en día, yugularlo y reducirlo al intercambio conyugal, cosa que jamás ha funcionado en ninguna época ni lugar.
La emancipación y la igualdad de las mujeres con respecto al hombre son avances que comenzaron a darse en Occidente, aunque muy lentamente y siempre en forma parcial, entorpecidos por el legado judeo-cristiano. La liberación femenina comienza a partir de mediados del siglo XlX, cuando el poder de la Iglesia empieza a decaer. No hay duda que la situación de la mujer en la sociedad de hoy ha tenido un gran avance en el respeto y la igualdad de derechos y oportunidades, a pesar de la Iglesia que, a regañadientes, ha dado su brazo a torcer. Y, como hemos visto, muchos ministros católicos con total desfachatez, celebran a la Iglesia como liberadora de la mujer y denuncian "las mezquindades y vulgaridades que ha dicho el paganismo antiguo y moderno sobre la naturaleza y posición de la mujer".¿Con qué derecho puede la Iglesia de hoy dar clases de moralidad y de respeto a los derechos de las mujeres? ¿Qué piensan las feministas de la sociedad de hoy sobre el Nuevo Testamento y el legado de los Padres de la Iglesia, todos ellos declarados santos? ¿Cómo puede la Iglesia desconocer hoy los mandatos divinos, que ella misma se ha encargado de decir, una y mil veces, que son "palabra de Dios"? Dice Deschner: Muchas grandes religiones relegaron o menospreciaron a la mujer (mazdeísmo, brahmanismo, judaísmo, islam), pero el cristianismo perfeccionó el antifeminismo hasta el más pérfido de los extremos, intensificándolo hasta casi lo insoportable, más que cualquier otra religión misógina, cosa que los teólogos protestantes admiten pero que los católicos han negado y siguen negando en la actualidad.
El Código de Derecho Canónico es el conjunto ordenado de las normas jurídicas que regulan la organización de la Iglesia latina. A través de los siglos y hasta 1916, contenía fuertes prejuicios contra las mujeres, basados en razones teológicas o de las escrituras. Aceptaba todas las discriminaciones y prohibiciones que hemos venido mencionando. El Código vigente actualmente fue promulgado por Juan Pablo II en 1983. Si bien la mayoría de las aberraciones han sido corregidas, aún hoy contiene discriminaciones directas e indirectas hacia la mujer. El ejemplo más flagrante está en su Libro VI, que trata sobre las sanciones, infracciones y penas en la Iglesia, en el canon 1379 §3 que dice: "Tanto el que pretenda conferir un orden sagrado a una mujer como la mujer que pretenda recibirlo, incurre en la pena de excomunión 'latae sententiae' reservada a la Santa Sede; el clérigo responsable también puede ser castigado con la exclusión del estado clerical". Es de hacer notar que ese canon dice "orden sagrado", término que incluye el diaconado, el sacerdocio y el episcopado. Agnes Wuckelt, vicepresidenta de la Asociación de Mujeres Católicas de Alemania, reacciona: "Es una gran decepción y otra bofetada para nosotras las mujeres". Como hecho muy actual, en mayo de 2019 las mujeres católicas de la ciudad alemana de Münster convocaron a una semana de huelgas y acción y miles de ellas siguieron su llamado. El punto de partida fue el horror de la violencia sexual y el encubrimiento de la misma en la Iglesia, debido al manejo del poder, la moral sexual y el modo de vida sacerdotal. Se hizo evidente que las asociaciones masculinas clericales promovían el encubrimiento de los actos y la protección de sus autores. La motivación para manifestar contra estas estructuras de poder y abuso proviene del hecho de que las mujeres ya no pueden y no quieren involucrarse en una iglesia donde las leyes son hechas exclusivamente por hombres. En su libro El levantamiento de las mujeres – Por qué las mujeres de la Iglesia Católica necesitan más poder (2017), Christiane Florin se pregunta sobre el poder en la Iglesia y cosecha incomprensión por parte del clero. Sólo los hombres consagrados pueden ocupar posiciones decisivas e influyentes. A las mujeres se les niega la ordenación, por lo tanto no tienen poder. La igualdad de acceso de las mujeres a todos los oficios y ministerios es una de las demandas centrales, pero sólo se puede pensar en ella con una nueva orientación integral en las áreas centrales de la Iglesia católica. Esta no puede esconderse detrás de formas de gobierno absolutista-monárquicas si quiere sinceramente evitar el abuso de poder. (Catholic Women’s Council (CWC), fundado en 2019 con sede en Roma, https://www.catholic womenscouncil.org/es/women-in-ministry).
La existencia de Eva como primera mujer según la Biblia, sintetiza el sufrimiento y el menosprecio generalizados de las mujeres hasta las épocas actuales. Sin embargo, desde el siglo pasado el feminismo ha alcanzado importantes logros que tuvieron como más férreos detractores a los representantes de la Iglesia. Destaco:
- La Educación. En algunos países del mundo occidental, a finales del siglo XIX se empieza a entrever un progreso en la educación para la mujer. Recordemos que en esa época la influencia de la Iglesia en el ámbito educativo era todavía muy amplia: la educación femenina estaba orientada a enseñarle su misión en la vida, el cuidado de su familia, el funcionamiento del hogar y sus deberes domésticos. No era el objetivo de la Iglesia educar a mujeres libres y académicas.
- La píldora anticonceptiva. En la década de 1960, cuando se generaliza el consumo de la píldora anticonceptiva, la Iglesia condenó su uso, señalándolo como inmoral. Es uno de sus mayores desaciertos, ya que atenta contra el libre desenvolvimiento de la vida sexual de la mujer. Pablo VI, en su Encíclica Humanae vitae, solo reconoció como lícito la abstinencia durante los períodos fértiles de la mujer.
- Despenalización del aborto: La misma Encíclica considera que el aborto debe eliminarse de manera absoluta, aún cuando sea por fines médicos, ya que va en contra de las leyes morales cristianas. Niega a la mujer el derecho a decidir sobre su propio cuerpo(8). Es bueno recordar aquí, como nueva perla de hipocresía, lo que dice Deschner: "...han habido pocos lugares donde el aborto fuera una práctica tan sistemática como en los conventos de monjas".
Cuando comenzó el sufragio femenino, no fue una sorpresa ver la resistencia del cristianismo, basado en sus escrituras. Sin embargo, a medida que se produjo el cambio social, más y más cristianos progresistas reinterpretaron la Biblia para adaptarse a la igualdad de los sexos. Muchos cristianos que nacen en los tiempos actuales no tienen ningún problema con la igualdad de sexos, porque fueron criados para creer que es una norma moral. Sin embargo, muchos todavía protestan contra esta ideología porque va en contra de su interpretación de la Biblia. Pero llegará un día en que la idea de la inferioridad de las mujeres será tan mal vista como lo es hoy la esclavitud. Los versículos que disminuyen el estatus de la mujer serán convenientemente reinterpretados y no será necesario tomarlos literalmente.
Derechos humanos, libertad, democracia, obediencia, esclavitud
Haz lo que yo digo...
Pío IX: Encíclica Quanta cura (8 de diciembre de 1864):
La libertad de conciencia y de cultos es un derecho propio de todo hombre, derecho que debe ser proclamado y asegurado por la ley en toda sociedad bien constituida; los ciudadanos tienen derecho a la libertad de manifestar y declarar públicamente y sin rebozo sus conceptos, sean cuales fueren, de palabra, por impresos o de otro modo, sin traba ninguna por parte de la autoridad eclesiástica o civil.
Los fragmentos que siguen provienen de la web católica Scielo (https://www. scielo.cl/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S0718-92732011000100007) y su autor es Ángel Galindo García, Sacerdote y Catedrático de Teología Moral de la Facultad de Teología de la de la Universidad Pontificia de Salamanca (España).
Junto a la Declaración Universal de los Derechos Humanos de 1948, Juan XXIII en Pacem in terris realiza un análisis muy favorable al tema de los derechos humanos tal como son concebidos y proclamados por las diversas declaraciones internacionales. Tales derechos, entre los que incluye el de libertad religiosa, se basan en la dignidad que todo ser humano tiene por ser persona, es decir, inteligente y libre, y son por tanto universales, inviolables e inalienables. En diciembre 1965, el Concilio Vaticano II aprobó un texto sobre la libertad religiosa: Dignitatis humanae (DH). Con esta declaración, la Iglesia abre un nuevo horizonte, una nueva manera de ver el mundo. La DH fue el elemento decisivo para que cambiase una cierta imagen de la Iglesia poco atractiva y hasta rechazable. La DH supone que la Iglesia, de manera definitiva, rechaza cualquier tipo de totalitarismo de signo racista, fascista, marxista o capitalista. Así, trata de integrarse en el grupo de luchadores por la libertad y por la desaparición de cualquier género de esclavitud. El documento afirma que la libertad religiosa es un verdadero derecho de la persona, fundado en su dignidad humana y que debe ser reconocido como derecho civil en la sociedad civil. La persona humana tiene una natural tendencia a buscar la verdad para vivir de ella y en ella. Pero esa verdad no puede ser conocida sino a la luz de la verdad misma. Es decir, no puede ser impuesta. Esa imposición directa o indirecta, abierta o disfrazada, destruye y deforma la verdad misma. La verdad debe buscarse de modo apropiado a la dignidad de la persona humana y a su naturaleza social, es decir, mediante una libre investigación, sirviéndose del magisterio o de la educación, de la comunicación y del diálogo, y una vez conocida hay que aceptarla firmemente con asentimiento personal.
El derecho de la persona humana a su propia identidad presupone no traicionar nunca sus convicciones más íntimas y bien fundamentadas. La dignidad humana requiere, por tanto, que el hombre actúe según su conciencia y libre elección, es decir, movido e inducido por convicción interna personal y no bajo la presión de un ciego impulso interior o de la mera coacción externa. Todos los hombres deben estar inmunes de coacción, tanto por parte de personas particulares como de grupos sociales y de cualquier potestad humana, de modo que no se obligue a nadie a obrar contra su conciencia ni se le impida que actúe conforme a ella en privado o en público.
En la oficialista web católica Catholic.net leemos:
Mientras en una nación democrática se destaque la libertad del individuo, siempre debería prevalecer el bien común. La Encíclica Quadragesimo Anno de Pío XI nos recuerda, cuarenta años después de la Rerum Novarum de León XIII, que la justa libertad de acción debe ser dejada a los ciudadanos individuales y las familias, pero con la condición de que sea preservado el bien común e impedida toda injusticia hacia cualquier individuo (cf. QA 25). La democracia comprende también una atención especial hacia los desposeídos y los débiles, cuyos derechos deben ser salvaguardados y reconocidos por el Estado (cf. QA 25).
La Iglesia asegura que la sociedad debe ser estructurada de manera que pueda ofrecer a los individuos recursos abundantes. El acceso del individuo a la verdad y la información indica que goza de la libertad de formarse una opinión. Para que una sociedad pueda ser considerada como bien ordenada, creativa y conforme a la dignidad humana, debe basarse en la verdad.
La Iglesia promueve la democracia auténtica, basada en un concepto correcto de la persona humana. La naturaleza y la dignidad de la persona son un criterio importante porque se trata de verdades fundamentales. Pero, a este respecto, es menester observar que, si falta una verdad última que guíe y dirija la actividad política, entonces las ideas y las convicciones pueden ser fácilmente manipuladas por razones de poder. La Iglesia tiene el concepto de una sociedad democrática que proteja los derechos basados en la vocación trascendental de la persona humana, comenzando por el derecho a la libertad de profesar y practicar las convicciones religiosas. La Iglesia condena toda forma de totalitarismo pues niega la "dignidad trascendental de la persona humana" y expresa, en cambio, gran estima por los sistemas democráticos que reconozcan el papel esencial de los individuos, las familias y los distintos grupos que constituyen la sociedad y den, asimismo, a los ciudadanos amplias posibilidades de participar en el desarrollo de las comunidades políticas y religiosas. La democracia es un valor humano que la Iglesia valora y aprueba, y se esfuerza para que se llegue a una libertad basada en la verdad. No puede haber libertad sin verdad, así como no puede haber una democracia verdadera sin libertad auténtica (https://es.catholic.net/op/articulos/ 40013/cat/604/la-iglesia-y-la-democracia.html#modal).
Pío XII, en su radiomensaje pontificio de la Navidad de 1944, se comprometió con la democracia porque, por falta de ésta, se desencadenó la guerra. Para que la democracia sea sana propone un contacto estrecho entre los ciudadanos y el gobierno: un alto grado de participación, el respeto de los demás, una amplia aceptación de diferencias e inclusive de desigualdades, aunque no de injusticia, y el asegurar el ejercicio de la autoridad. La democracia es, en fin, la garantía práctica de derechos y de libertades esenciales.
...pero no lo que yo hago
La relación de la Iglesia católica con la democracia debe ser observada con mucha suspicacia y levanta muchas sospechas, por usar un término bastante suave. Todo lo antedicho sobre la libertad religiosa es evidente que solo apunta a la propia defensa del cristianismo, frente a regímenes totalitarios de distintas épocas, principalmente Rusia y la extinta URSS, que buscan eliminar la creencia en el Dios cristiano y que propenden al ateísmo. Pero esa tan alabada y defendida libertad religiosa, así como la dignidad humana, que acabamos de ver, no fue aplicada por la Iglesia en toda su historia, cuando durante 1500 años estaba en posición absolutamente dominante e intransigente. Impuso su religión y su doctrina como única ley y a su Dios como el único verdadero, casi siempre por la fuerza, la amenaza, el terror... y castigos y premios eternos. Ahora habla de los derechos humanos, de dignidad humana, pero solo de puertas para afuera. Reprime internamente toda idea que no sea la oficial. Predica "todos los hombres están obligados a buscar la verdad", pero persigue y acosa a todo aquel que busque y encuentre verdades que se oponen o no coinciden con "su" verdad. Los moralismos, el miedo, la culpa, la discriminación hacia las mujeres y hacia la diversidad sexual, en aras de legitimar leyes morales, tienen como consecuencia (u objetivo?) reprimir y anular la libertad de las personas.
Si bien con Pío XII, el Concilio Vaticano II e incluso los primeros años de Juan Pablo II, la Iglesia ha llamado a conformar sistemas políticos que garanticen el pleno goce de los derechos humanos y de los ideales democráticos, desde mediados de la década de los 80, se ha notado en sus jerarquías un claro retroceso respecto de los valores sociales y culturales. Las acciones y dichos de Juan Pablo II reivindican el pensamiento social pre-conciliar (cf. infra). El Papa polaco, si bien no habla exactamente del origen divino del poder, sostiene argumentos en los que la Iglesia vuelve a quedar como poseedora de la "verdad objetiva", con lo que pretende posicionarse por encima del poder político. Es lo que algunos autores consideran involución en la Iglesia, una clara vuelta al modelo que prevaleció antes del Concilio.
La propia Catholic.net, en la cita indicada más arriba, dice:
A pesar de que la Iglesia tiene una estructura jerárquica que limita la práctica de la democracia, todos los miembros de la Iglesia participan de una responsabilidad común en el ejercicio de la misión de la Iglesia. Aunque el Papa sea elegido por el colegio de cardenales y la selección del clero quizá no sea democrática, la Iglesia respeta la libertad de expresión por medio de la consultación. Los consejos presbiterales y el colegio de consultores son buenos ejemplos de estructuras participativas necesarias para el gobierno de la Iglesia. Bajo muchos aspectos la Iglesia no es democrática porque en ella el poder proviene de Cristo.
Gore Vidal (1925-2012), ensayista y periodista estadounidense, subrayaba:
El gran mal de nuestra cultura es el monoteísmo. Surgidas de la bárbara Edad de Bronce, evolucionaron tres religiones antihumanas: el judaísmo, el cristianismo y el islam. Han matado y matan para proteger y expandir sus creencias. Son religiones con dioses en el cielo, literalmente patriarcales —Dios es el Padre omnipotente—, de ahí el aborrecimiento de las mujeres durante dos mil años en los países afligidos por el Dios celestial y sus terrestres delegados masculinos. Aparte de su dosis de superstición, el monoteísmo genera intolerancia y persecución, buscando el establecimiento de teocracias, evidenciando la tendencia de pervertir el sentido de la democracia y de la moral, amenazando todo lo que implica la libertad humana. En su historia, la Iglesia católica consideró lícito segregar y atacar a grupos de otras religiones o creencias, obligándolos a su conversión, como la lograda en España con judíos y musulmanes y, tiempo más tarde, con los pueblos originarios de nuestra América. Quienes se comportan de acuerdo con este tipo de fe imperialista y absolutista -interpretando en forma literal el contenido de sus libros sagrados, sin posibilidad de error- no muestran un ápice de aceptación de pluralismo en la sociedad o país que aspiran dirigir, lo que los empareja, sin duda, con quienes quisieron hacer del fascismo la nueva religión de Europa.
Las religiones suelen resistirse a practicar los derechos humanos en su seno, alegando que ellas deben obedecer los preceptos emanados de sus respectivos textos sagrados, que expresan la voluntad de su Dios, y no tienen por qué someterse a declaración humana alguna de derechos, por muy universal y consensuada que sea. No es así sorprendente que el Estado Vaticano aún no haya firmado la Declaración Universal de Derechos Humanos, proclamada en 1948 en la Asamblea General de Naciones Unidas, cuyo Artículo 1 dice: "Todos los seres humanos nacen libres e iguales en dignidad y derechos y, dotados como están de razón y conciencia, deben comportarse fraternalmente los unos con los otros". Tampoco el Vaticano, ha suscrito los Pactos sobre derechos humanos aprobados por la ONU en diciembre de 1966, ni la gran mayoría de los convenios y protocolos que las Naciones Unidas han propuesto para la aplicación de los derechos humanos a los crímenes contra la humanidad, la tortura, los delitos de genocidio o las abundantes discriminaciones que hacen imposible la igualdad de derechos de todos los seres humanos. Y no puede justificarse diciendo que no es miembro de pleno derecho de la ONU, pues sí que ha suscrito otras Convenciones como la de Viena sobre Relaciones Diplomáticas, la del Estatuto de los Refugiados, la de los Derechos del Niño, contra la Tortura y Otros Tratos o Penas Crueles, Inhumanos o Degradantes, la Internacional sobre la Eliminación de todas las Formas de Discriminación Racial, el Tratado sobre la no proliferación de las armas nucleares y los principales tratados de desarme, entre otras. Sin embargo, desde el papado de Juan XXIII, la Iglesia católica, que ya mostró una fuerte oposición a los postulados de la Ilustración en su propuesta de los derechos del hombre y del ciudadano, defiende y predica los contenidos de la Declaración Universal y demás pactos y protocolos que no ha firmado. Pero no pone en práctica tales derechos. Este comportamiento contradictorio resulta comprensible desde el momento en que el Pontífice romano no sólo es un líder religioso, sino también un Jefe de Estado. Si firmase esos textos debería inmediatamente acabar, entre otras cosas, con la estructura no democrática que ha mantenido durante siglos, con la discriminación por la orientación sexual y hacia las mujeres, y permitir la libertad de expresión en su seno. Son metas y objetivos que la Iglesia demanda para otros pero no los aplica para sí: su hipocresía hace que exija hacia afuera lo que ella misma no cumple. En realidad, el Vaticano no es un Estado de derecho, definiéndose éste como "régimen propio de las sociedades democráticas en el que la Constitución garantiza la libertad, los derechos fundamentales, la separación de poderes, el principio de legalidad y la protección judicial frente al uso arbitrario del poder". Su doctrina moral y los intereses políticos, son el mayor obstáculo para que el comportamiento de la Iglesia resulte coherente en lo que se refiere a la aceptación y puesta en práctica de los derechos humanos y la democracia.
La democracia es gran enemiga del cristianismo. Otorga libertad para investigar la historia y los mitos de esa religión, para publicar sus conclusiones sin censura, sin represiones inquisitoriales, con plena independencia de conciencia, permitiendo que la verdad salga a la luz. Cosa que no podía ocurrir cuando la Iglesia tenía el poder absoluto, espiritual y físico. Se lee por ahí una definición muy oportuna para justificar la estructura jerárquica de la Iglesia católica: Democracia religiosa es el régimen político, nominalmente democrático, en donde los valores religiosos de una religión concreta, son la fuente de la legitimidad y se expresan en los poderes del Estado. O sea, resulta que hay dos tipos de democracia: una laica y otra religiosa. La ambigüedad del enunciado es más que evidente: apoya a la autoridad –y obviamente, a la obediencia a la misma– siempre y cuando ésta esté inspirada en valores religiosos, o por lo menos no se oponga a ellos. Por esto, a veces estará a favor de la sumisión al poder por parte del pueblo, y en otras ocasiones acotará ese mismo poder buscando su sumisión a las leyes divinas.
Un claro ejemplo de esta dualidad remonta a los tiempos de León XIII, que plantea:
Si la autoridad de los que gobiernan es una derivación del poder de Dios mismo, enseguida y por eso mismo adquiere una dignidad más que humana. Los ciudadanos deberán impedirse la indocilidad y la revuelta, persuadidos por los verdaderos principios de que resistir al poder del Estado es oponerse a la voluntad divina, que rechazar el honor a los soberanos es rechazar a Dios (...). Sólo existe una razón válida para rechazar la obediencia; es el caso de un precepto manifiestamente contrario al derecho natural o divino (Inmortale Dei, 1885). La libertad humana supone la necesidad de obedecer a una regla suprema y eterna, y esta regla no es otra que la autoridad de Dios que nos impone sus mandamientos y sus prohibiciones (Libertas Praestantissimum, 1888).
Otro ejemplo es la propuesta de la Iglesia de una "alternativa en torno a la autoridad", cuando los bolcheviques ateos ejecutaron al cristianísimo ortodoxo Zar Nicolás II y su familia. Otra perla antidemocrática, siguiendo con León XIII, es que bajo el argumento del origen divino de la autoridad, la Iglesia también debe oponerse al poder de la mayoría ya que, como ésta está conformada por hombres y éstos no poseen la verdad, existe el peligro de que se violen los derechos de las minorías. A León XIII no le gusta el "poder dado al número" ni "las mayorías que crean ellas mismas el derecho y el deber”.
El conflicto con la noción de democracia social se dio fundamentalmente debido a la confrontación permanente con el marxismo. Esta ideología prescinde de Dios, y con ello de la autoridad de la Iglesia. Por tanto, una de las críticas al socialismo será su pretensión que los hombres sean capaces de implantar un sistema justo al margen de la religión. Téngase en cuenta que, en los tiempos de León XIII y de Pío X, el igualitarismo radical es percibido como un peligro que amenaza a la democracia misma en el sentido del respeto mutuo, lo cual conducirá a la Iglesia a respaldarla, como la vía que permitirá superar la situación de malestar social causada por el autoritarismo socialista. “En teoría, se puede o no preferir la democracia, pero en la práctica se debe aceptar, como un poder estable que es en todo caso necesario: aceptarla no es solamente algo permitido sino exigido e incluso impuesto por la necesidad del bien social” (León XIII, Au Milieu des Sollicitudes, febrero de 1892).
Aconsejo leer en su totalidad el estudio crítico y ampliamente documentado, Iglesia católica y democracia un debate históricosocial y teológico que no encuentra solución, de Raquel Pastor y José Guadalupe Sánchez, investigadores del Centro Nacional de Comunicación Social, México, 2000 (chrome-extension://efaidnbmnnnibpcajpcglclefindm kaj/https://biblioteca.itam.mx/estudios/revista/062/000173162.PDF). Algunos pasajes:
La batalla de la Iglesia contra el socialismo ateo, la llevará también a criticar los ideales de igualdad. “La libertad... se transforma en una pretensión tiránica de dar libre vuelo a los impulsos y a los apetitos, con daño del otro; la igualdad degenera en una nivelación mecánica, en una uniformidad sin matiz alguno: el sentimiento del honor verdadero, la actividad personal, el respeto de la tradición, la dignidad, todo aquello que, en una palabra, da a la vida su valor, se hunde poco a poco y desaparece. No hay más que, por una parte, víctimas engañadas por la fascinación aparente de la democracia, que en su ingenuidad confunden con lo que es su espíritu, con la libertad y la igualdad, y, por otra parte, los que se aprovechan, más o menos numerosos, que han sabido, gracias al poder del dinero o de la organización, asegurarse por encima de los demás, una condición privilegiada y el poder mismo.” (Pío XII, Benignitas et humanitatis, 24 de diciembre de 1944) (En contraposición con su discurso de Navidad de ese mismo año, que cité en "Haz lo que yo digo...").
Las Encíclicas recientes de Juan Pablo II, las de comienzos de los noventa (Centessimus Annus, Veritatis Splendor, Evangelium Vitae), han resonado en los oídos de parte de la opinión pública como una especie de declaración de guerra a la democracia, que rechaza las exigencias de la verdad. Todo esto se traduce ad extra de la Iglesia, en intolerancia y, más aún, rechazo del mundo. En palabras de G. Arbuckle, “si el proceso continúa, la Iglesia se convertirá en una organización cada vez más sectaria, en un refugio para las personas asustadas y a la defensiva, con un mensaje cada vez más irrelevante".
¿Sigue la Iglesia católica siendo creíble cuando reconoce el valor de los principios democráticos para la sociedad, pero no los aplica en su seno? La Iglesia católica tiene tantas dificultades para situarse en un universo democrático porque, esencialmente, es una institución autoritaria. Lo quiera o no, su lógica interna la lleva a no compartir las reglas del debate democrático. El pontificado de Juan Pablo II no se ha destacado por el avance en el ejercicio de los derechos al interior de la Iglesia. Al interior de la Iglesia no se respetan los siguientes derechos: a la información, a la libre expresión de las opiniones, a ser juzgado por un tribunal imparcial, a un juicio público, a la participación en la preparación de las decisiones de la autoridad. La Iglesia sigue siendo sustancialmente lo que era antes del Concilio Vaticano II. La jerarquía eclesiástica de este tiempo no desea una comunidad de personas libres porque, “una comunidad de ese tipo es muy difícil de gobernar: hay que dialogar mucho y es difícil llegar a acuerdos”. En una sociedad de ese tipo, es normal que se pretenda silenciar a los que piensan y se expresan con libertad. Es el caso de algunos teólogos y teólogas, tanto clérigos como laicos, que han sido acallados porque sus ideas no concuerdan con la mentalidad de la alta jerarquía católica (Hans Küng y Leonardo Boff, la teóloga feminista brasileña Ivone Gebara, la religiosa norteamericana Lavinia Byrne, expulsada de su orden, hasta llegar al caso más reciente de Marciano Vidal). Se da una verdadera ‘caza de brujas’ por parte de la Sagrada Congregación para la Doctrina de la Fe, presidida por el cardenal Ratzinger, prototipo viviente de la involución e intolerancia eclesial. La jerarquía prefiere para la Iglesia la imagen del rebaño o de los peces en la red. El jerarca se identifica a sí mismo con el pastor o con el pescador. No queda más remedio que seguir a los jerarcas, iluminados por la presencia del Espíritu. Lo más grave es que en la estructura eclesial de hoy, el poder sigue centrado de forma plena y absoluta en un solo hombre. El Papa es soberano absoluto y sus decisiones son inapelables. El clero acapara y monopoliza el poder de pensar, de decir y de decidir.
Desafortunadamente, la vivencia real y no sólo formal de la democracia en la Iglesia es una utopía.
Esclavitud y servidumbre
En épocas recientes la Iglesia católica pergeñó mentiras cuidadosamente estudiadas, con las que pretende convencernos que tuvo un rol importante en la abolición de la esclavitud, cuando en realidad es todo lo contrario. Ejemplo de ellas es lo que se lee en Catholic.net donde, con unos pocos ejemplos puntuales, se intenta demostrar la oposición histórica del cristianismo contra la esclavitud. En realidad, los argumentos allí presentados hablan de cómo deben tratarse a esclavos y siervos y de su relación con el cristianismo, pero ninguno contra la esclavitud en sí como lacra social. (https://es.catholic.net/op/articulos/60054/cat/279/esclavitud-e-iglesia.html). Compare el lector lo que allí se argumenta con lo que sigue a continuación.
La Iglesia promovió la esclavitud, la agudizó en muchos aspectos, hizo todo lo posible para mantenerla y nada para eliminarla. Y de esto hay innumerables ejemplos. Comenzando con la Santa Biblia, ella fue usada para justificar la esclavitud. Ya desde los sacrosantos "Diez Mandamientos" la cosa está muy clara. El décimo mandamiento dice: No codiciarás la casa de tu prójimo, ni la mujer de tu prójimo, ni su esclavo, ni su esclava, ni su buey, ni su asno, ni cosa alguna que sea de tu prójimo (Éx20, 17, Sociedades Bíblicas Unidas, 1994, o Biblia del Jubileo u otras). En otras versiones aparece convenientemente reducido a "No codiciarás los bienes ajenos" o sustituyendo esclavo por siervo o criado. Dios acepta que la gente tenga esclavos, solo se opone a que se codicien los ajenos.
Decenas de pasajes están dedicados clara y explícitamente a enseñar, con gran detalle, cómo debemos tener y administrar los esclavos. Dice como puedes evadir la regla de tener que dejar ir a tus esclavos judíos después de 7 años: dale una mujer para que tenga esposa e hijos, y cuando se cumplan los 7 años tendrá que escoger entre su libertad o dejar olvidada a su familia. Si escoge quedarse, su amo le hace un agujero en la oreja y queda esclavo para siempre. También indica como puedes vender a tu hija como esclava. Muy sabiamente dice que cuando apalees a tu esclavo, si se muere en menos de 2 o 3 días, tienes que pagar una multa, pero si se muere después a causa de la paliza, no hay problema alguno pues es propiedad tuya. Todo eso en Éxodo 21:1-25. La Biblia insiste claramente en que los esclavos son tu propiedad y puedes hacer con ellos lo que quieras y los puedes dejar de herencia a tus hijos. Y obvio, los hijos de esclavos le pertenecen al amo igual que los cachorros de un perro le pertenecen a su dueño. Pero el hipotético Jesús, tan jurado y publicitado por el cristianismo, predicó el amor al prójimo. Aunque cuando supuestamente caminaba por este mundo, con esclavos por todos lados, nunca se le ocurrió decir “Yo, Dios encarnado, prohíbo que un humano sea dueño de otro humano”. ¿Qué tan difícil hubiera sido eso? En distintos pasajes de sus Epístolas Pablo dice: "El que se opone a la potestad resiste la orden de Dios", "Los siervos obedeced en todo a vuestros señores", "Todos los que están bajo el yugo de la servidumbre, tengan a sus señores por dignos de toda honra", "Siervos, obedeced a los señores con temor y con temblor", "Orad por los reyes y por todos los que mandan, para que vivamos quieta y reposadamente". En resumen, los textos bíblicos, mal que le pese a la Iglesia, siempre ampararon la esclavitud y son, lamentablemente para ella, aceptados como divinos, infalibles y base de su doctrina, sin posibilidad de enmienda ni de reconocer errores.
Giovanni Lerda, político socialista y escritor italiano (1853-1927), en su libro Influencia del Cristianismo en la Economía, publicado en 1898, dice: "La esclavitud perpetua por ciertos delitos figura entre las penas eclesiásticas". En el Tercer Concilio de Letrán en el año 1179, se aprobó que los prisioneros del vencedor sean esclavos. Muchos papas poseían esclavos. Gregorio I tenía centenares en sus haciendas y consintió las leyes que prohibían a los esclavos casarse con cristianos libres. La esclavitud perduró en las haciendas y en las propiedades papales hasta el siglo XI. En 1452 el Papa Nicolás V, en su lucha contra sarracenos y paganos, legitimó el comercio de esclavos en las bulas Dum diversas y Divino amore communiti, dirigidas al rey de Portugal Alfonso V, cuando éste se proponía conquistar el Norte de África en poder de los musulmanes. Dum diversas dice textualmente:
Le otorgamos por estos documentos presentes, con nuestra Autoridad Apostólica, permiso pleno y libre para invadir, buscar, capturar y subyugar a sarracenos y paganos y otros infieles y enemigos de Cristo dondequiera que se encuentren, así como sus reinos, ducados, condados, principados, y otros bienes [...] y para reducir sus personas a la esclavitud perpetua.
Algunos consideran esto como el comienzo de la trata de esclavos de África Occidental, y su comercio se tornó legal sin causar escrúpulos en los participantes. La Iglesia trataba a los esclavos como bienes propios, y tasaba las propiedades eclesiásticas no según su valor monetario, sino según el número de esclavos. Niños abandonados y niños ilegítimos de sacerdotes fueron hechos esclavos eclesiásticos de por vida. También los conventos tenían esclavos, tanto para el servicio del monasterio como para el de los monjes: miles de presos, eslavos y sarracenos fueron repartidos a los conventos en calidad de esclavos. Es justo reconocer que bulas posteriores de otros Papas modificaron esta situación e incluso se opusieron a la esclavitud, aunque bastante tímidamente y con muchos matices.
El protestantismo siguió desde su comienzo el mismo camino, después que Lutero había justificado teológicamente el vasallaje y la esclavitud. Hasta muy avanzado el siglo XIX, naciones evangélico-protestantes, bajo el consentimiento de los misioneros, salían a la caza de esclavos y comerciaban con ellos. Colón envió varias veces una gran cantidad de indígenas a España para el mercado de esclavos: tan sólo en febrero de 1495 mandó cuatro barcos con 500 indígenas cada uno, entre 12 y 35 años de edad. Como hábil comerciante, estaba muy al tanto de la teología moral de su Iglesia, según la cual "esclavizar a no cristianos se justifica con el argumento de que los paganos de todos modos están destinados a la condenación eterna”. La política de los conquistadores católicos fue cristianización y esclavitud
Los más de 1500 años de esclavitud impuesta por cristianos de todas las denominaciones, se basaron en la interpretación de las escrituras. Cuando las sociedades comenzaron a darse cuenta que esto era horrible e inmoral, movimientos para abolirla fueron apareciendo en diferentes países. Las iglesias fueron una de las últimas instituciones en renunciar a su postura, sobre todo por influencia de los clérigos más conservadores. Al desaparecer estos, la Iglesia pasó a sumarse fervientemente a esas iniciativas. Pero hoy mismo el Ku Klux Klan y sectas como el Reconstruccionismo Cristiano y la Identidad Cristiana, siguen pensando que la esclavitud no solo es justificable sino que está perfectamente acorde con el cristianismo.
Racismo, antisemitismo
Haz lo que yo digo...
Las relaciones entre la Iglesia católica y el Pueblo Judío han experimentado grandes cambios desde la Declaración del Concilio Vaticano II, Nostra Aetate. Sobre las relaciones de la iglesia con las religiones no cristianas (1965). Dicha Declaración resaltó las raíces judías del cristianismo y el rico patrimonio espiritual compartido por judíos y cristianos, repudió la acusación de deicidio contra los judíos, reafirmó las raíces judías de la Cristiandad y rechazó el antisemitismo. En los últimos tiempos, los sucesivos papas han promovido el diálogo entre ambas comunidades de fe.
En la 18ª Reunión del Comité Internacional de Enlace entre Católicos y Judíos, que se llevó a cabo en Buenos Aires en julio del 2004, se realizó una declaración conjunta de ambas religiones. En ella se dice, entre otras cosas, que los últimos cuarenta años de diálogo fraternal contrastan sustancialmente con casi dos milenios de la “enseñanza del desprecio” y todas sus dolorosas consecuencias. Tomamos nuestra energía de los frutos de los esfuerzos colectivos que incluyen el reconocimiento de la relación única y continua entre Dios y el Pueblo Judío y el total rechazo al antisemitismo en todas sus manifestaciones, incluyendo el antisionismo como una expresión más reciente del antisemitismo. El Papa Juan Pablo II manifestó que el antisemitismo es un pecado contra Dios y la humanidad (https://es.catholic.net/op/articulos/19461/cat/703/las-relacio nes-entre-la-iglesia-catolica-y-el-pueblo-judio.html#modal).
"Los católicos no deben tratar de convertir a los judíos y deberían trabajar con ellos para combatir el antisemitismo. Un cristiano nunca puede ser antisemita, especialmente por las raíces judías de la cristiandad" (Documento del Vaticano, 2015). "Nosotros los católicos estamos muy preocupados por el terrible aumento de los ataques contra judíos en todo el mundo. La Iglesia católica rechaza toda forma de antijudaísmo y antisemitismo; las manifestaciones de odio hacia los judíos y el judaísmo son pecado contra Dios" (Papa Francisco, 3/2/2024).
...pero no lo que yo hago
...aunque el hipotético Jesucristo era judío!
Por más que hoy la Iglesia se rasgue las vestiduras proclamando su "hermandad" con el judaísmo, algunos hechos actuales muestran resabios de antisemitismo. El propio Juan Pablo II, en el año 2000, beatificó a Pío IX, un Papa abiertamente antisemita. Otro dato muy actual es el intento de beatificación del cura Léon Dehon, un sacerdote abiertamente antisemita, que dijo de los judíos: "...tienen sed de oro y a Cristo por enemigo ... tienen el espíritu de la disimulación y de la dominación ... el dinero es un instinto de raza ... el Talmud es el manual del perfecto israelita, del ladrón, del corruptor, del destructor social" (Catéchisme Social, 1898, citado en Le Monde, 10 de junio 2005).La ceremonia estaba prevista para abril del 2005, actualmente está suspendida... pero no anulada.
Es imposible ocultar casi dos milenios de antisemitismo radical y violento. La Iglesia católica es la creadora del antisemitismo. Y viene al caso, cuando hablamos de racismo, definir los conceptos de raza y de etnia. El Doctor en Sociología John J. Macionis propone la definición de raza como "individuos que comparten rasgos hereditarios" y etnia como "personas que comparten una herencia cultural, con antepasados comunes, misma lengua, misma religión, mismas costumbres y una identidad social común". La diferencia entre ambas definiciones, con grandes solapamientos y coincidencias, es que una hace hincapié en los factores biológicos y la otra en los culturales. Pero la Iglesia católica nunca hizo diferencia entre ambos conceptos: los combatió por igual.
La Biblia es el primer documento racista escrito que nos ha llegado a lo largo de la historia. A partir de ella, el antisemitismo fue fomentado desde el momento en que el Imperio Romano adoptó la religión cristiana. El cuarto Concilio de Letrán (1215) legalizó el antisemitismo para toda la cristiandad. La afirmación de que el cristianismo ha tenido una influencia moral elevadora solo se puede mantener ignorando o falsificando la prueba histórica.
Como ya desarrollé en el capítulo "Las Santas Inquisiciones", los Reyes Católicos de la mano del Gran Inquisidor, el fraile dominico Tomás de Torquemada, fueron muy efectivos en la persecución de judíos y judeoconversos. Y me repito: "La creciente presión social sobre la comunidad hebrea en el siglo XV había provocado la conversión al cristianismo de casi la mitad de los 400.000 judíos que habitaban en España. La influencia del dominico fue fundamental para que los Reyes Católicos aprobaran, en marzo de 1492, el "Edicto de Granada" mediante el cual se ordenaba la expulsión y la expropiación de los bienes de todos los judíos de la Corona castellano-aragonesa (se calculan unos 50.000), tras la conquista de Granada en ese mismo año. Se les dio plazo hasta el mes de julio, después del cual serían condenados a muerte. La incansable actividad de Torquemada extendió los Tribunales por toda la península e inauguró el mayor periodo de persecución de judeoconversos". Esta sanguinaria represión cristiana de los judíos en España anticipa lo que sucedería más tarde en la Alemania de Hitler.
Se lee en "Holy horrors" de J.A. Haught:
Durante siglos la Iglesia católica predicó que los judíos fueron los asesinos de Cristo. San Gregorio los llamó "asesinos de profetas" y "enemigos de Dios". San Bernardo de Clairvaux dijo que eran un "pueblo pérfido y degradado". Juan Crisóstomo aseguró que "los judíos sacrifican sus niños a Satán, son peores que bestias salvajes, las sinagogas son templos de demonios dedicados a cultos idólatras, una criminal asamblea de judíos, un lugar de encuentro de los asesinos de Cristo". Los cantos litúrgicos citaban a "los pérfidos judíos". Todos estos mensajes tuvieron efecto y el antisemitismo se volvió inseparable del cristianismo. A lo largo de la historia son muchos los episodios de matanzas de los judíos por parte de los cristianos. Desde el 1100 al 1500, las persecuciones religiosas diezmaron las poblaciones judías en Europa Occidental. El historiador Dagobert Runes estimó que 3,5 millones de judíos murieron a manos de cristianos en ese período. Y muchos se salvaron convirtiéndose al cristianismo. Muchos países expulsaron a los judíos y tomaron posesión de sus bienes. Los que no fueron forzados al exilio fueron encerrados en ghettos por orden del Vaticano y, desde lo decidido en el Cuarto Concilio Lateranense en 1215, obligados a llevar distintivos humillantes, todo ello precursor de lo impuesto por los nazis en el siglo XX. Cuando la peste bubónica asoló Europa en 1348, en muchos lugares los cristianos concluyeron que fue causada por los judíos envenenando pozos de agua, a lo cual siguieron masacres en cerca de 300 ciudades. Y si en algún lugar, en algún momento de la historia hubo intentos de piedad, de caridad o de tolerancia hacia la "etnia maldita", no surgieron desde la Iglesia sino de grupos humanitarios de la sociedad civil, como en la Francia napoleónica o la revolución americana.
"El holocausto nazi tuvo su inspiración en las enseñanzas cristianas a lo largo de los siglos acerca del pueblo judío", según Franklin Littell, Catedrático del Departamento de Religión de la Universidad de Temple en Filadelfia. El silencio del Vaticano, por antisemitismo y anticomunismo, conociendo la existencia de los campos de exterminio nazis, es suficiente para involucrar y condenar a la Iglesia católica. El teólogo Clark Williamson del Seminario Teológico Cristiano en Indianápolis dijo: "Siglos de hostilidad cristiana hacia los judíos preparó la vía para el holocausto, inconcebible fuera de esta tradición cristiana. El pogromo de Hitler es la culminación de la herencia cristiana de la prédica y la práctica contra los judíos". Gregory S. Paul es un científico y paleontólogo evolucionista independiente, con interés en la relación entre ciencia y religión. Reproduzco aquí algunos conceptos de su extensa obra "The great scandal. Christianity's role in the rise of the nazis", que se puede leer en la publicación digital Free Inquiry, Volumen 23 n°4 y Volumen 24 n°1, 2003-2004 (https://secularhumanism. org/s/?_sf_s=The%20Great%20 Scandal).
El fascismo europeo fue el fruto de la cultura cristiana. Millones de cristianos apoyaron activamente esos regímenes y miles participaron en sus atrocidades. ¿Qué, en el nombre de Dios, estaban pensando? El antisemitismo cristiano fue intermitentemente, pero cuando ocurrió la violencia fue devastadora... Las pioneras prácticas antisemitas de los católicos incluyeron el uso obligatorio de una identificación amarilla, la creación de ghetos, la confiscación de propiedades y la prohibición de casarse con mujeres cristianas... Lutero, con su folleto escrito en 1543 "Sobre los judíos y sus mentiras", fue el principal inspirador del "Mein Kampf" de Hitler (9)... El antisemitismo permaneció muy presente en la corriente principal de la literatura católica, aún después que Pío XI (papado 1922-1939) lo condenara oficialmente... Cuando se buscan los precursores del antisemitismo y del autoritarismo nazi, debe hacerse entre los cristianos europeos y no entre los ateos... El holocausto no podría haber ocurrido sin Hitler. Pero tampoco podría haber ocurrido sin el cristianismo tradicional.
La revista La Civiltà Cattolica, primer vocero Vaticano desde 1850 (hoy digital), publicaba en 1893:
La nación judía no trabaja, trafica con la propiedad y el trabajo de otros, no produce sino que vive y crece con los productos de las artes y la industria de las naciones que le dieron refugio. Es un pulpo gigante que, con sus desmesurados tentáculos, envuelve todo. Tiene su estómago en los bancos y sus ventosas succionan en todos lados: contratos, monopolios, bancos, agencias de crédito, tesoros y finanzas estatales. Representa el reino del capital, la aristocracia del oro, y reina sin oposición".
Aunque parte de esto pueda responder a la realidad, es una generalización abusiva sobre los integrantes de la colectividad hebrea y está dicho con un odio étnico visceral. La misma publicación insistía en 1922, más lapidariamente: "El mundo está enfermo... Por todos lados la gente está enfrentando convulsiones inexplicables. ¿Quién es el responsable? La Sinagoga". Y en 1937 (casi hoy, no?): "... es un hecho obvio que los judíos son elementos disruptivos, a causa de su espíritu dominante y sus tendencias revolucionarias. El judaísmo es un cuerpo extraño que irrita y provoca la reacción del organismo que ha contaminado".
Conclusiones
Es importante recordar aquí, una vez más, la vigencia teológica fundamental del Antiguo Testamento (AT), la del Nuevo Testamento (NT) es obvia. Los hechos relatados en el AT están absolutamente reconocidos como verídicos y validados por las jerarquías católicas, como "obras y palabras de Dios, por revelación divina", y la Antigua Alianza (AT) no ha sido revocada ni substituida por la Nueva Alianza (NT), sino que ésta la complementa (para una más exhaustiva documentación al respecto ver el capítulo La bondad de Dios según la Biblia). Obviamente, la Iglesia está seriamente embretada con el AT, ya que ahora no puede desautorizarlo para desligarse de las atrocidades de su dios que en él se dicen.
Estimado lector, usted dirá que mucho de lo expuesto es historia antigua y que la Iglesia lo ha venido modificando de un tiempo a esta parte. Es cierto, aunque solo parcialmente. No olvide que muchos de esos criminales, desde Pablo de Tarso, muchos Padres de la Iglesia y muchos Papas han sido declarados santos o beatos. Y la Iglesia actual los venera y les mantiene el label de santidad, aunque es bien conciente de las atrocidades, engaños y crímenes por ellos cometidos. ¿Por qué no se le quita ese estatus y se los mantiene como simples mortales que vivieron en esos períodos negros de la historia, que ellos contribuyeron grandemente a generar? Como ejemplo reciente y que he mencionado más arriba, Pío IX (pontífice de 1846 a 1878), autor del Syllabus, en el cual denuncia la democracia, el racionalismo, el progreso, las libertades de prensa y de pensamiento, lejos de ser denunciado por la Iglesia del siglo XXI, fue beatificado por Juan Pablo II. Y ninguno de los últimos papas santificados (Pío X, Juan XXIII y Juan Pablo II) o beatificados (Pablo VI) realizaron denuncias similares.
Muchos eruditos apologéticos intentan justificar la violencia cristiana en el medioevo por el espíritu de la época, diciendo que esas acciones correspondían a la mentalidad imperante en occidente. Pero... ese espíritu y esa mentalidad eran forjados e impuestos por los dogmas y las creencias de las Iglesias. Y los clérigos predicaban lo contrario, instaurando la apología de la hipocresía y estampando en las sociedades de la época la fatídica impronta de la religión. Y en pleno siglo XXI, la Iglesia ya no puede seguir ofreciendo un producto en el que ella misma no cree: solo con el ejemplo se puede predicar la humildad, la verdad y el amor al prójimo. Pero bajarse de este carro de oro significa, no solo la pérdida de enormes riquezas e ingresos y de un nivel de vida opulento para la mayoría de sus jerarquías sino que, tal vez más importante, significa la pérdida de la envidiable situación social privilegiada de sus representantes, del reconocimiento y respeto de que son objeto, de la influencia y el poder que ejercen sobre la mayoría de la población.
Vale la pena leer lo que escribieron Jocelyn Bézecourt y Gérard da Silva (Contre Benoît XVI. Le Vatican, ennemi des libertés, (Ed. Syllepse, Paris, 2006):
A la emancipación individual, la Iglesia católica opone un rechazo constante de las libertades, todas las libertades: libertad de expresión, de pensamiento, de crítica, de creencia y de increencia, libertad de practicar una sexualidad no necesariamente orientada a la procreación, libertad de elegir una muerte digna, de dotarse de un régimen político sin pacto con el catolicismo y, sobre todo, libertad de declararse libre de toda sujeción a una trascendencia imaginaria. Dos visiones del mundo se enfrentan: la de un individuo adulto, que asume su autonomía intelectual y rechaza la servidumbre a una jerarquía clerical, y la de una institución desorientada que se entrega a una crispación alrededor del dogma a fin de conservar lo que sea posible. Y para hacer esto, todas las confabulaciones hipócritas son convocadas: el cristianismo sería un fermento de paz y de democracia, las mujeres encontrarían en él la plenitud de su feminidad, la tolerancia despuntaría en cada página de la Biblia e, innovación de los tiempos modernos, el cristianismo preconizaría un ecumenismo cuya historia muestra claramente la falsedad... Contra las libertades, la Iglesia católica opone constantemente el orden y la autoridad conferidas por la invención de la noción de dios.
Ni desde el punto de vista bíblico e histórico, ni desde el actual, el cristianismo tiene el derecho de arrogarse la posesión de la verdad, ni las bases de la moral y la bondad, de la guía espiritual para una vida plena y pura. La pureza del ser humano se pierde o se confunde en la hipocresía difundida por la Iglesia del Vaticano. Jesús, ese hipotético hombre-dios moralmente perfecto, ¿qué dijo de la esclavitud? ¿qué dijo sobre la discriminación racial? ¿qué dijo en contra de los dictadores divinos llamados reyes o emperadores? ¿qué dijo sobre la democracia? ¿qué dijo sobre los derechos y el trato igualitario de las mujeres? ¿qué dijo contra la pedofilia? ¿qué dijo del abuso y maltrato de los animales? Esto es inmoralidad por omisión. Cuando en un futuro, que deseo no muy lejano, alguien quiera juzgar a la Iglesia católica, deberá tener en cuenta sus 2000 años de existencia y no solo sus últimos días.
(8) El Papa Francisco, en su visita a Bélgica en septiembre del 2024, dijo que la ley belga de despenalización parcial de la interrupción parcial del embarazo es una "ley asesina", reafirmando que "el aborto es un homicidio", y calificó de "sicarios" a los médicos que lo practican. A consecuencia de estos dichos se suscitó un movimiento de apostasía, en el que más de 500 personas solicitaron al Vaticano su "desbautización" y enviaron una carta abierta a distintas autoridades eclesiásticas belgas denunciando, no solo los dichos del Papa, sino también la "tibia respuesta de la Iglesia frente a las violencias cometidas por ciertos miembros del clero contra niños y mujeres y la ausencia de medidas concretas para acompañar e indemnizar a las víctimas. Es la gota que desbordó el vaso luego del caso del Abbé Pierre y de los escándalos de pedofilia en la Iglesia". Los propósitos del Papa provocaron una notable reprimenda por parte de la Universidad Católica de Lovaina que lo había invitado, mediante un comunicado expresando su “incomprensión y desaprobación” de sus puntos de vista sobre las mujeres, que se consideraron “deterministas y reduccionistas”. También el gobierno belga encontró inaceptables las palabras del Pontífice y convocó al Nuncio Apostólico para transmitirle su insatisfacción.
(9) "Que vamos a hacer nosotros los cristianos con ese pueblo rechazado y maldecido [...] Que se incendien las sinagogas o escuelas y que se recubra de tierra lo que no se queme, para que ningún hombre pueda vislumbrar nunca ni piedra ni escoria de ello [...] Que se derriben y destruyan sus casas, pues en su interior ellos traman lo mismo que en sus escuelas [...] Que se les confisquen todos sus libros de plegarias y el Talmud, en los cuales se enseñan tantas cosas impías, falaces, injuriosas y despreciables" (Martín Lutero).
NOTA DEL AUTOR: Los dos textos que se acaban de publicar (Parte I y Parte II) forman parte de la segunda edición de "Desmitificando mitos de la Iglesia católica" (Juan Líber Zastos, autoreseditores.com), de muy próxima publicación.
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Ver: "Niños sin Dios"
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"Los seres humanos nunca hacen el mal de manera tan completa y feliz como cuando lo hacen por una convicción religiosa"
Blaise Pascal
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