Mitos pre-cristianos que originaron
la doctrina cristiana
En la mitología de los aborígenes Anangu (Australia central), en el comienzo de los tiempos estaba Tjukurpa "el tiempo onírico". La Tierra era chata y vacía, sin luz ni tinieblas, y la naturaleza esperaba la llegada de los héroes divinos que debían darle forma y vida. Ellos crearon el Uluru (macizo rojizo del centro de Australia), el "Centro rojo", la montaña sagrada testigo de todos los eventos, desde donde se formó todo lo que existe.
Tomado de "Les plus beaux sites du patrimoine mondial de l'UNESCO", M. Cattaneo & J. Trifoni, Ed. Gründ, Paris, 2009.
Jesucristo era hijo de la virgen María, Perseo era hijo de la virgen Dánae, Buda era hijo de la virgen Maya, Attis era hijo de la virgen Nana, Krishna era hijo de la virgen Devaki, Horus era hijo de la virgen Isis, Mercurio era hijo de la virgen Maia Maiestas, Rómulo era hijo de la virgen Rea.
Christopher Hitchens
Los Evangelios son un puro embuste, relatos legendarios producto del saqueo de todas las mitologías y ritos mistéricos que estaban de moda en el Mediterráneo cuando el cristianismo inició su rodaje.
Juan Eslava Galán, "El catolicismo explicado a las ovejas", 2019
La investigación comparativa ha señalado con asombro el letal parecido entre las ideas religiosas que reverenciamos y los productos mentales de los pueblos y los tiempos primitivos.
Sigmund Freud
La religión no es más que la supervivencia de una época primitiva en la que se creaban mitos, y su desaparición es solo una cuestión de tiempo.
A.E. Crawley, "The tree of life", 1905
El fundamento mítico de las religiones de misterios era la existencia de un dios-hombre que moría para redimir a la humanidad y resucitaba. En Egipto ese dios-hombre era Osiris, en Grecia Dionisio, en Asia Menor Attis, en Siria Adonis, en la India Krishna, en Roma Baco, en Persia Mitra y en el cristianismo Jesús. Todos ellos son el mismo ser mítico y su origen se remonta a la prehistoria.
Fernando de Orbaneja, "Historia impía de las religiones", 2005
La religión cristiana es una parodia de la adoración del sol, en la cual pusieron un hombre llamado Cristo en el lugar del astro, y lo adoran como originalmente adoraron al sol.
Thomas Paine (1737-1809)
Por miles de años en el mundo mediterráneo convivieron muchos credos y rituales, con asombrosas similitudes entre todos ellos más allá de sus lugares de origen. Las religiones paganas se basaban en mitos, del griego mythos que significa "relatos fabulosos de raíces épicas", y narraban las odiseas de dioses, semidioses y héroes. Las leyendas mitológicas, y la Biblia no es otra cosa, eran una forma salvífica de ayuda sicológica para los pueblos con escasísima o nula instrucción. La mitología sumeria y su pléyade de dioses y ritos, 3000 años antes de nuestra era, influyó poderosamente en todas las mitologías posteriores. La mayor parte de sus ideas fueron retomadas y asumidas, con pequeñas modificaciones y adaptaciones, por todas las religiones paganas que la siguieron, incluido por supuesto el cristianismo. El dios hecho hombre es una figura mítica presente en todas las religiones del Mediterráneo. No es extraño que los hebreos hicieran lo mismo adoptando la idea del hombre-dios que moría para salvar a su pueblo y resucitaba, encarnado antes por Krishna, Osiris, Dionisio, Buda, Indra, Adonis, Attis, Mitra, Baco, Zoroastro. En lo fundamental todos son lo mismo. Entre las leyendas más conocidas figuran la separación del cielo y la tierra, la creación del hombre, el diluvio universal, la trinidad, la comunión, el nacimiento de una virgen, la resurrección, el fin de los tiempos, la segunda venida del dios... Como el mito no se puede demostrar, es necesario confirmarlo a través del culto, por esto las religiones se preocupan tanto de mantener los ritos. Sin un mito, sin un culto, sin una ceremonia, sin unas oraciones, desaparece el sentido de lo sagrado.
Los autores de los Evangelios canónicos se vieron obligados a encajar sus narraciones dentro de dos moldes muy disímiles entre sí: el de los mitos paganos y el del contexto judío que había acrisolado antiguas profecías bíblicas acerca de la futura llegada de un Mesías salvador de Israel. Las parábolas de Jesús, lejos de ser originales, responden perfectamente a la tradición cultural mediterránea: son textos compuestos en griego pero con semitismos para darles un cierto carácter judeo-palestino. Y muchos otros elementos de los textos evangélicos provienen de las tradiciones de Mitra, Osiris, Attis, Adonis, Dionisio, Tammuz, Zoroastro, que desarrollaremos en el presente capítulo.
Pero hay una diferencia fundamental entre los dioses del politeísmo pagano y el dios monoteísta del cristianismo. Y los dejo con Fernando de Orbaneja, en su libro Historia impía de las religiones, para que la indique:
Los dioses paganos nunca fueron sanguinarios, implacables e iracundos como el Yahvé de la Biblia. La base de esas religiones era el culto, unos cultos solemnes y tranquilos, sin actos sangrientos o inhumanos y sin orgías. Como todos los politeístas, no tenían inconveniente en admitir otros dioses y, con el fin de evitar conflictos teológicos, se inventaban parentescos entre los antiguos y los nuevos, y todo quedaba en familia. Aparecen por primera vez expresiones que luego copiaron las religiones y sectas monoteístas, como: "La humanidad es el rebaño y Dios es su pastor", "El hombre fue creado por Dios a su imagen y semejanza", e incluso ya hablaban de un Dios que llamaban "Salvador", que viene a la tierra para redimir a los hombres, muriendo por ellos, pero resucitando al tercer día, previo paso por los infiernos.
No se conocen guerras de religión entre los fieles de los dioses paganos, no había "guerras santas" ni fundamentalismos asesinos. Primaba la tolerancia. Griegos y romanos no dudaban de la existencia de dioses de otras ciudades: en Roma, existía el rito explícito de la evocatio, en el cual los romanos invitaban a los dioses de la ciudad enemiga a punto de ser conquistada a unírseles. En la Roma de esa época vivía gente de todas las culturas: los seguidores de Mitra, de los dioses egipcios Ra, Osiris, Horus, de Attis, de Krishna y de otras culturas, compartían en paz sus creencias. Schopenhauer compara los pacíficos antecedentes históricos de hindúes y budistas con la maldad y la crueldad de los monoteístas:
La intolerancia es intrínseca solo al monoteísmo: un Dios único que no tolera a ningún otro Dios junto a él. En cambio, los dioses politeístas son tolerantes, viven y dejan vivir, no solo con los otros dioses de su misma religión sino también con los dioses extranjeros, como lo demostró el ejemplo de los romanos que acogieron gustosos y veneraron a dioses de múltiples creencias. Solo las religiones monoteístas nos ofrecen guerras, persecuciones, eliminación de herejes y destrucción histórica de imágenes de otros dioses.
Todo lo contrario predica la intolerante doctrina cristiana, con sus consecuencias de guerras, matanzas, destrucción de quien no piensa igual, a lo largo de toda su historia. No debemos olvidar que se atribuye a Jesús las sentencias “No vine a traer la paz sino la espada. Porque he venido a poner en conflicto al hombre contra su padre, a la hija contra su madre, a la nuera contra su suegra; los enemigos de cada cual serán los de su propia familia" (Mateo10, 34-36).
Hasta el siglo XIX, las sospechas que los autores de las sagradas escrituras podían haberse inspirado en narraciones más antiguas eran prácticamente nulas o quedaban rápidamente marginadas. Sin embargo, en ese siglo surgen las primeras voces de estudiosos escépticos. El teólogo y erudito bíblico alemán Leberecht de Wette (1780-1849), encuentra semblanzas entre fragmentos del Antiguo Testamento y algunos de los mitos clásicos recogidos por Homero. Algunas décadas más tarde, en 1892, se publicaba un libro del inglés Herbert Edward Ryle (1856-1925), obispo anglicano y erudito bíblico, en el que aseguraba que los primeros libros del Antiguo Testamento eran reinterpretaciones de mitos babilónicos, "corregidos de forma que presentaran un monoteísmo". Aquellos análisis iniciales, acompañados por posteriores descubrimientos arqueológicos relevantes, marcaron el camino de una línea crítica con los hechos relatados en el Antiguo y el Nuevo Testamento. En la actualidad, no quedan dudas que la Biblia, y especialmente los Evangelios, constituyen una recopilación de mitos y leyendas de religiones anteriores. Casi nada queda de original en la historia de un Jesús que probablemente ni siquiera haya existido. Todo proviene de las historias de los dioses paganos y héroes. Y en ello pretendo profundizar en este texto.
El mito de Cristo
La hipótesis del "mito de Cristo" enuncia que es poco probable que Jesús de Nazaret existiese como persona histórica o que, si lo hizo, no era hijo de ningún dios ni tuvo nada que ver con la fundación del cristianismo, sino que fue más bien una mezcla de mitos precristianos, de deidades solares muertas y resucitadas. Sin embargo la noción de que nunca existió el Jesús histórico no hace la unanimidad entre los expertos, a pesar que el mundo no cristiano del siglo I lo ignoró y ningún historiador habló de él, ni en Grecia, ni en Roma, ni en Palestina. El sacerdote católico alemán Romano Guardini (1885-1968), uno de los teólogos más acreditados del siglo XX, admite y reconoce que "el Nuevo Testamento es la única fuente que da información de Jesús". Los orígenes del mito de Cristo se remontan a la Francia de finales del siglo XVIII, con el trabajo de Charles Dupuis (1742-1809) y Constantin Volney (1757-1820), quienes fueron los primeros autores modernos en presentar una analogía entre Jesús y otras deidades solares anteriores. Este análisis comparativo fue abordado también por pensadores como Jean Meslier (1664-1769), Hermann Samuel Reimarus (1694-1768), Voltaire (1694-1778), Paul Henri Barón de Holbach (1723-1789), David Friedrich Strauss (1808-1874) y Bruno Bauer (1809-1882), entre otros muchos eruditos posteriores que llegan hasta comienzos del siglo actual. Estos autores sugieren que la historia de Jesús no es más que un patchwork fantasioso de cultos diversos: los paralelos con la mitología pagana pueden hacerse con casi todos los episodios del Nuevo Testamento. Y no solo con los relatos "pesados", sino con los menos trascendentes, como la negación de Pedro, la corona de espinas, el vinagre y el gallo durante la crucifixión, la inscripción sobre la cruz, Pilatos lavándose las manos, el camino del calvario, el diálogo de los dos ladrones en la cruz y muchos otros.
Joseph Campbell, en su libro «The Hero with a Thousand Faces» (El héroe con mil caras) de 1949, avanzó la idea de que solo había un único mito tras las historias de Krishna, Buda, Jesús y otros dioses o mesías. Posteriormente, en «The Masks of God: Occidental Mythology» (Las máscaras de Dios: Mitología occidental), Campbell afirma que "está claro que, sea exacta o no en los detalles biográficos, la conmovedora leyenda del Cristo crucificado y revivido estaba ideada para añadir nueva calidez, inmediatez y humanidad a los viejos relatos sobre los adorados Tammuz, Adonis y Osiris".
Así, la vida de Jesús y la doctrina y el dogma cristianos, no aparecen como el resultado de una revelación divina sino como el producto de un sincretismo religioso. Los primeros cristianos, bien cercanos a la época de Jesucristo, decían que su historia no tenía nada de bien diferente del paganismo. Justino Mártir, alrededor del 150 d.C., en un debate con los paganos decía: "Cuando hablamos de la concepción virginal, que jesús murió en la cruz y resucitó al tercer día y subió a los cielos, no proponemos nada diferente de vuestras creencias como hijos de Júpiter (Zeus)". El drama histórico cristiano es una mezcla de relatos mistéricos anteriores, todo estaba ya preestablecido paso a paso y se aplicó integralmente a la figura de Jesús, sea él histórico o no. Así, hechos fundacionales como el nacimiento de una virgen y la resurrección de la muerte son arquetipos universales, compartidos por las mitologías de muchas religiones y culturas. La gran mayoría de los dioses antiguos nacieron muy próximos al 25 de diciembre, de una madre virgen, en pesebres o en lugares pobres, murieron violentamente, descendieron a los Infiernos o a las Tinieblas, resucitaron de entre los muertos para conducir a los hombres al Mundo Divino, fundaron Comuniones de Santos o Iglesias en las cuales los discípulos recibían el Bautismo, fueron conmemorados por Comidas Eucarísticas, entre otras varias leyendas. Y sin necesidad de apelar a las religiones paganas, una religión actual, el budismo, medio siglo anterior a Jesucristo, "inspiró" a la doctrina cristiana que tomó de él el bautismo, la confesión, la comunión, el agua bendita, los ayunos, la adoración de imágenes, el voto de castidad, las campanas, las principales ceremonias de la misa. En las páginas siguientes analizaremos estos hechos con más profundidad y detalle.
Extractamos de "El anticatecismo" de Karlheinz Deschner:
La Iglesia católica considera que la verdad de la doctrina cristiana quedó probada por medio de profecías y milagros, pero nada, empezando por el dogma central y siguiendo hasta los ritos periféricos, es realmente innovador u original. Milagros y profecías las tomaron de otros. «Hombres divinos» que padecen, mueren y resucitan, eran bien conocidos en la mitología y en la historia antes que los cristianos los hicieran suyos. La idea del Mesías salvador, la predicación del inminente reino de Dios, la filiación divina, la santísima trinidad, la maternidad divina, la concepción virginal, la tentación por Satanás, la pasión y muerte crucificado, nada de eso es nuevo. ¿El bautismo, la eucaristía? Todo cuanto en el cristianismo pasa por sublime sacramento, existía en el mundo mucho antes que apareciese Jesucristo: su resurrección, su aparición corporal ante testigos, su descenso a los infiernos, su ascensión a los cielos, la doctrina del pecado original, la existencia de siete sacramentos y doce apóstoles, los acontecimientos milagrosos como el caminar sobre las aguas, el apaciguamiento de la tempestad, la multiplicación de los panes y los peces, la resurrección de muertos… ¿para qué seguir enumerando? Nada de todo esto es nuevo. Los historiadores de la religión han demostrado ya hace tiempo que en la literatura antigua había abundantes y prodigiosos ejemplos en los que se inspiró Pablo de Tarso y en él los evangelistas. Sin embargo, tanto San Agustín como otros padres de la iglesia no han tenido reparo en burlarse de los mitos paganos, presentándolos como historias desatinadas o inventos del diablo.
Por una muy completa revisión sobre esta temática recomiendo leer Los Misterios de Jesús. El Origen Oculto de la Religión Cristiana, de Timothy Freke y Peter Gandy, libro al que se accede fácil y gratis por la web de Internet Archive (https://archive.org/details/los-misterios-de-jesus-freke-gandy).
La lejana impronta de los dioses egipcios
La Tríada mitológica de Osiris, Isis y Horus es la leyenda más importante de toda la mitología egipcia. El mito tomó su forma esencial en torno al siglo XXV a.C., según los Textos de las Pirámides, los primeros textos funerarios egipcios de fines de la Dinastía V, que aparecieron en las paredes de las cámaras funerarias de las pirámides. Al inicio de la historia, Osiris es el rey de Egipto por haber heredado el trono de sus antepasados, el Dios de la tierra Geb y la Diosa del cielo Nut, en un linaje que se remonta al creador del mundo, Ra o Atum. Su reina es su hermana y esposa Isis. Cuando Osiris se ausenta buscando otras dimensiones y conocimientos dejando el reino en manos de Isis, Seth, otro hermano de Osiris, la oscura fuerza del mal, quiere apoderarse del reino, de la mente del hombre y de Isis, de quien se ha enamorado. Cuando Osiris regresa, Seth lo manda matar y luego descuartizar. Isis busca los pedazos y lo "rearma", insufla aliento y vida en su cuerpo y copula con él quedando embarazada de Horus. Así, mucho antes del cristianismo, Isis llevaba el título de "Madre de Dios". Horus (simbolizado como un halcón dorado), nacido como un salvador venido a remediar la tribulación de los humanos, se convierte en el rival de Seth, encarnación del mal (o Typhon, que acabaría identificándose con Satán), por el trono. El conflicto a menudo violento termina con el triunfo de Horus (previa muerte a manos de Seth y resurrección), que completaría el proceso de la resurrección de Osiris. Depositado en su tumba, Horus resucitó y ascendió a los cielos al cabo de tres días (o cuarenta, según otras versiones).
La relación entre Cristo y los mitos egipcios es reivindicada por muchos historiadores. En Egipto se forjó el mito de la resurrección, a través de la muerte y resurrección de Horus (según los expertos en mitología egipcia también habría sido considerada como resurrección la muerte de Osiris y su vuelta a la vida como Horus, gracias a Isis). La religión egipcia contemplaba un más allá donde había un juicio al que Annubis llevaba el alma del difunto para determinar su destino. La vida de Jesús es casi paralela a la de Osiris y muchos episodios son equivalentes a los egipcios: la idea del Hijo de Dios, la anunciación, el nacimiento virginal, la cena sagrada, la persecución, la muerte, la resurrección al tercer día previo paso por el infierno y la ascensión. Incluso en la iconografía, los expertos dicen que hay dos imágenes cristianas extraídas directamente de Egipto. Una, la virgen María con el niño Jesús, a menudo tallada en piedra negra, sería una adaptación de Isis con el niño Horus. La otra, San Miguel o San Jorge –santos populares que no existieron- matando al dragón con una lanza, estaría tomada de Horus lanceando a su tío, el malvado Seth, que había asesinado a Osiris. Una de las imágenes de la Virgen actualmente popularizada, es también tomada de la diosa Isis a quien se representa sobre la luna en cuarto creciente con doce estrellas rodeando su cabeza.
El teólogo e investigador catalán Llogari Pujol (ex sacerdote, autor de los libros "Jesús, 3000 años antes de Cristo" y “Érase una vez…Jesús, el egipcio”), analiza las fuentes mitológicas egipcias y su vínculo con el cristianismo, concluyendo que “los evangelistas construyeron la vida de Jesús utilizando textos egipcios”. En sus libros sostiene que los Evangelios fueron escritos por eruditos sacerdotes judeo-egipcios que tradujeron palabra por palabra textos egipcios. En uno de estos del año 1000 a.C., conocido como "Oración del Cielo", se encuentran los antecedentes de la oración "Padre Nuestro" y de las Bienaventuranzas que aparecen en los Evangelios. El 70% del contenido de los Evangelios proviene de textos egipcios.
La influencia fundamental del mitraísmo
Alrededor del año 1.000 antes de Cristo, nace en Bakctriana, ciudad de Persia (actual Irán), un hombre llamado Zaratustra. Él recibió una “revelación” proclamando al verdadero Dios, creador del Universo y del hombre y ordenador de cielos y tierra, al que llamó Ahura Mazda que significa “señor sabio”. Señor supremo de Irán, omnisciente, omnipresente y eterno, se manifestaba sobre todo por medio de su Spenta Mainyu ("Espíritu Santo"). En oposición a este espíritu, estaba Anghra Mainyu o Ahrimán que significa “demonio de la mentira”, destructor del universo y de los hombres. Ambos Mainyu personificaban el Bien y el Mal respectivamente. El "mazdeísmo", nombre dado a esta revelación, fue la primera gran religión monoteísta y la primera en tener un libro sagrado, el Avesta, que significa “La Palabra”, cuya antigüedad es mucho mayor que la de la Biblia, que tomó de este libro algunos de sus pasajes más conocidos, principalmente el Levítico. Historiadores y filósofos confirman que el mazdeísmo fue el precursor de las grandes religiones monoteístas basadas en libros sagrados, como el Judaísmo, el Cristianismo y el Islamismo, las cuales adoptan de Zaratustra muchos de sus dogmas y enseñanzas. Es muy significativo que Zaratustra haya tenido doce discípulos, la tradición persa le otorga la autoría de muchísimos milagros y curaciones e incluso la resurrección de varios cadáveres. El mazdeísmo habla de la primera pareja humana, del Paraíso, del Cielo y del Infierno, del juicio tras la muerte, de la resurrección de los muertos, del Apocalipsis y del juicio final. También el Avesta anuncia la aparición en la tierra de un salvador, un redentor de la humanidad, que vendrá a enseñar a los hombres su misión en la vida y a vencer al mal. Este redentor es Mitra, Dios del Sol Invencible de los persas, hijo del dios sol Ahura Mazda y nombrado por éste como intermediario entre él y los hombres. Se entroniza una Santísima Trinidad compuesta por los dioses Ahura Mazda, Mitra y la Diosa Anahita, esposa de Ahura Mazda y madre de Mitra.
La religión de Mitra se extendió por todo el Imperio Romano llevada por las legiones que la adoptaron en masa cuando llegaron a Asia Menor. Fue una de las religiones más populares de esa época, y su culto fue un serio desafío para el cristianismo durante los primeros siglos de nuestra era. Plutarco habla de los misterios de Mitra en el año 87 antes de Cristo. Su culto y devoción compitió con el cristianismo, con el que tiene "asombrosas" semejanzas. Pero el mitraísmo es muchos siglos anterior. La historia de Jesucristo tiene tantas cosas en común con la de Mitra, que se llegó a sospechar que el cristianismo era un derivado de la fe persa. Según el Avesta, Mitra nació como un adulto en una gruta desde una roca, la petra genetrix, a partir de un destello fálico de Ahura Mazda, el 25 de diciembre. (M. Clauss, ‘The Roman Cult of Mithra: The God and His Mysteries’). Precisamente el nacimiento de Cristo, que la devoción popular sitúa en un “portal” en occidente, en oriente se suele presentar en una cueva. Mitra ayunó en el desierto durante cuarenta días, realizó milagros que luego copiaría el cristianismo, como resucitar muertos, curar enfermos, devolver la vista a los ciegos, curar paralíticos, expulsar demonios. Sufrió una “pasión” que se celebraba en la semana del 23 de marzo, con la llegada de la primavera (fecha aproximada en que se celebra la Pasión de Jesucristo). El mitraísmo tenía en su liturgia siete sacramentos, que sirvieron de modelo a los sacramentos cristianos, entre ellos el bautismo mediante agua, la confirmación y la comunión. Se celebraba misa diaria y en la del domingo el sacerdote pronunciaba las fórmulas sagradas sobre el pan y el agua, que en determinado momento fue vino, y se repartían hostias con un signo de cruz entre los asistentes, como si fueran la carne y la sangre de Mitra. El emperador Trajano declaró al domingo "día del sol" dedicado a Mitra (en inglés sunday), como día festivo en todo el Imperio, posteriormente adoptado por el cristianismo en lugar del sábado judío. En la entrada de los mitreos o templos, estaba situada una pila con agua bendecida por los sacerdotes en la cual se mojaba la mano y luego la frente para entrar purificados. Sorprende la frase pronunciada por Mitra: "Quien no coma de mi cuerpo y beba de mi sangre, haciéndose uno conmigo y yo con él, no se salvará". La "teofagia" era una idea muy común en las antiguas doctrinas mistéricas. El clero mitraico estaba estructurado en base solamente a hombres solteros: Padres, o sacerdotes comunes, y Amtistides u obispos. Sobre todos ellos gobernaba el Pater Patrum, o Padre de los Padres, título del que deriva el de Papa. El mitraísmo creía en el cielo y en el infierno, en la supervivencia y resurrección de la carne después de la muerte, en el castigo y la recompensa. El Dios benevolente haría justicia con los justos y les concedería la salvación eterna el día del juicio final. Las fechas más señaladas en el calendario sagrado de Mitra eran: el 25 de diciembre día del nacimiento del Dios, el 6 de enero día de la adoración de los magos, el 24 de marzo semana de pasión de Mitra (¿Semana Santa cristiana?) y el 16 de mayo cuando comienza el ayuno de Mitra en el desierto, días después del cual asciende a los cielos y es proclamado segunda persona de la trinidad. Estas semejanzas llamaron poderosamente la atención de los primeros Padres de la Iglesia católica, que polemizaron vivamente con los mitraístas. Precisamente la mayor parte de los detalles de estos ritos es conocida por la descripción que hacen de ellos los Padres cristianos.
El cristianismo y el mitraísmo convivieron, con una fuerte rivalidad, hasta la llegada al poder de Constantino el Grande, quien no dudó en aprovechar la ocasión para fusionar ambas doctrinas, de las que en definitiva salió triunfante la primera. El cristianismo “adoptó” las fechas más significativas del mitraísmo, aprovechando la inercia y la fe de las masas que ya estaban acostumbradas a celebrarlas desde siglos atrás. Sólo se limitaron a cambiar el nombre del Dios a honrar. También adoptó la estructura del clero mitraico. La primitiva Iglesia cristiana no tenía sacerdotes, todos los creyentes eran iguales ante Dios y todos podían tomar la palabra y dirigir las asambleas en donde se recordaban las palabras de Jesús. Sólo existían unos encargados de moderar y poner orden entre los asistentes. Luego se nombraron personas entre los más ancianos y respetados, para que administrasen los bienes de la congregación y repartiesen entre los más pobres las dádivas de los más favorecidos, pero en las primeras iglesias cristianas no existía el clero como tal. Constantino convocó el Concilio de Nicea en el siglo IV y lo presidió aunque no era cristiano. Los obispos o encargados de las iglesias de aquella época, se dejaron embaucar con los regalos y donaciones imperiales, así como con las promesas de nombramientos oficiales, que les equiparaban a los magistrados del Imperio. De aquel Concilio nació el cristianismo como lo conocemos hoy. A partir de ese momento, todo lo que no condice bien con la nueva religión y no es asumible por ella, pasa a ser expresión del mal. La mayoría de los antiguos dioses quedan convertidos en diablos. El mitraísmo fue perseguido a muerte, sus libros quemados, sus templos derribados y su culto proscrito por edicto imperial de Teodosio. Han llegado hasta nosotros muy pocos documentos sobre esta religión, mucho de lo que se sabe se ha extraído de las pinturas sagradas encontradas en los mitreos. Por otra parte, no existe ningún original de los Evangelios cristianos canónicos anterior al siglo V (los originales escritos en el siglo I y II desaparecieron tras la persecución implacable de la jerarquía imperial y de la eclesiástica judía). Todos los Evangelios fueron reescritos, modificados y adaptados a las nuevas normas eclesiásticas copiadas del mitraísmo. La figura de Jesús fue retocada para hacerla más parecida a Mitra y otros dioses “redentores” de la humanidad. Por conceptos más detallados sobre esta temática ver https://www. metareligion.com/ Religiones_del_mundo/Cristianismo/Articulos/mitra.htm. Es interesante saber que en el lugar donde se erigió la Basílica de San Pedro en Vaticano, antes había un templo del Dios Mitra, absorbiendo así la Iglesia católica a un gran competidor que le duró hasta el siglo IV. El filósofo y escritor francés Ernest Renan (1823-1892), en su obra Marco Aurelio, comenta: "Si el cristianismo se hubiese detenido en su crecimiento por alguna enfermedad mortal, el mundo habría sido mitraista".
El cristianismo toma también elementos de la religión y el culto a Isis y Osiris, Tammuz, Attis, Dionisio y otros dioses. Para poder explicarnos la coexistencia de semejanzas y diferencias entre los diferentes cultos, debemos imaginarnos el ambiente espiritual y religioso de la Roma imperial, en la que coexisten todas las religiones y ritos con los que se van encontrando y adoptando las tropas en su avance imperial. Además el ambiente popular es muy proclive al desarrollo de mitos y creencias y poco favorable a las posiciones ateístas. Todas estas cuestiones históricas han sido muy estudiadas desde finales del siglo XIX y son conocidas, aunque no lleguen regularmente a los creyentes porque las autoridades y responsables religiosos no quieren reconocerlas y mucho menos transmitirlas a sus fieles. Por eso causan tanto revuelo y desazón declaraciones de la jerarquía tan simples como la realizada por el Papa Juan Pablo II el 21 de diciembre de 1993, cuando reconoció que el día de Navidad sustituyó a la fiesta pagana del Sol Invencible, que coincidía con el solsticio de Invierno. También no menos sorpresa y desazón provocó la declaración del Papa Benedicto XVI, cuando en 2012 publicó el libro La infancia de Jesús, en el que reconoce el error del calendario en fijar la fecha del nacimiento de Jesús o afirma que los elementos iconográficos del nacimiento, como el acompañamiento de la mula y el buey, son meros adornos de la tradición que nada tienen que ver con la realidad histórica. Un gran especialista en el estudio de la historia de las religiones pre-cristianas fue Alfred Loisy (1857-1940), teólogo y sacerdote francés, considerado el creador de los modernos estudios bíblicos, que reconocía las influencias paganas. Su obra Les Mystères païens et le mystère chrétien fue publicada en 1919. Entró pronto en conflicto con el Vaticano, que le excomulgó en 1908 y sus libros fueron censurados. El Concilio Vaticano II lo rehabilitó parcialmente.
El rol fundacional de Pablo de Tarso y sus Epístolas
Pablo (Saulo) de Tarso inventó el "Cristo divino" en sus Epístolas escritas alrededor de los años 50 d.C., y que preceden cronológicamente a los cuatro evangelios canónicos, aunque en la Biblia éstos aparezcan primero. Fue el verdadero fundador del cristianismo como doctrina y como Iglesia. Tuvo el mérito de transformar un Jesús histórico en el Cristo de la fe. Pero no existe ningún testimonio histórico acreditado sobre la persona y la vida de Jesús fuera del Nuevo Testamento (en documentos históricos contemporáneos o algo posteriores a su época no se lo menciona nunca). Las primeras referencias a él se encuentran en las cartas de Pablo que, por otra parte, no dan ningún detalle biográfico significativo sobre su figura, a pesar que su autor fue coetáneo de Jesús. No encontramos en ellas ninguna indicación del tiempo o el lugar de la existencia terrenal de Jesús. No aportan absolutamente ninguno de los datos sobre su vida, que luego encontramos en los Evangelios. Pablo parece ignorar cualquier nacimiento virginal, los reyes magos, la estrella de oriente, los milagros, las disputas con las autoridades religiosas e la época, las predicaciones y las parábolas. Como si el Jesús de Nuevo Testamento no hubiera sido inventado todavía, cosa que sucedería con los posteriores evangelios. Los historiadores se han desconcertado durante mucho tiempo sobre este silencio sobre los hechos biográficos y las enseñanzas más básicas de Jesús. Es más, nunca llama discípulos a los doce apóstoles; de hecho, nunca dice que Jesús tenía discípulos.
En sus escritos, Pablo transformó y sublimó la persona humana de Jesús el Nazareno, aunque ninguna de sus Epístolas permite deducir que lo conoció personalmente. Es más, en ellas señala que andaba por las sinagogas encarcelando y azotando a los que creían en Jesús de Nazaret. En Hechos 9,1 se indica que sus intenciones eran amedrentar a los fieles con la muerte, y en Hechos 22, 4 se coloca en boca de Pablo su persecución de los primitivos cristianos, hombres y mujeres, "hasta la muerte". Se convirtió cuando, cerca de Damasco y siempre según sus Epístolas, oyó de repente una voz que le decía: "Saulo, Saulo, ¿por qué me persigues?" El respondió: "¿Quién eres, Señor?" Y la voz: "Yo soy Jesús, a quien tú persigues. Pero levántate, entra en la ciudad y se te dirá lo que debes hacer". Cabe preguntarse cómo podía Saulo andar persiguiendo a los cristianos, puesto que en esos momentos no existían como colectividad.
Los escritos de Pablo muestran un vocabulario religioso pagano, sin duda influenciado por los cultos mistéricos que acompañaron su infancia y juventud, y que él conocía muy bien. Es sabido que el culto a Mitra tenía una muy importante sede en Tarso, la ciudad natal de Pablo (actual Turquía), ya antes de la era cristiana. Y, por supuesto, también eran conocidos en Tarso los Dioses Adonis, Attis y Osiris, que mueren y resucitan. Así Pablo creció rodeado de cultos mistéricos. Él mismo, hasta el episodio de Damasco, adoraba a un dios pagano, por lo que conocía perfectamente cuales eran las características que debía tener el nuevo movimiento religioso que se proponía crear. Con estos antecedentes elabora el material teológico fundamental del Nuevo Testamento y de la fe de la Iglesia oficial e inspira a los evangelistas, naciendo así una nueva religión mistérica de fondo pagano. El nuevo dios creado por él, para poder competir en el mercado religioso de la época, no podía ser menos que los dioses de la competencia, y tuvo que adornarlo con las cualidades veneradas en esa época. Así, él es quien inventa la historia de un Cristo divino preexistente que desciende, se encarna, predica, sufre, muere, resucita, redime y asciende a la diestra de su Padre. Y confirma: "...os hago saber, hermanos, que el evangelio por mí predicado no es de hombres sino por revelación de Jesucristo". Debe tenerse en cuenta que los Evangelios no fueron escritos con el propósito de documentar la historia real, sino que su objetivo era religioso, no histórico, buscando transmitir un mensaje teológico. El historiador imparcial ha de reconocer que la extendida presencia actual de Cristo y sus Iglesias no se debe a Jesús el Nazareno, sino fundamentalmente a Pablo de Tarso y su mito del "Cristo divino" que murió para redimir a la humanidad por voluntad de su Padre Dios. En esta invención se amalgaman ingredientes religiosos de origen egipcio, mesopotámico, hebreo, persa, helénico, romano y alguno más. Y la Iglesia ligó su destino a la doctrina teológica y ética de Pablo de Tarso, el verdadero artífice de la fe eclesiástica. Sobre su historia detallada y como se generaron sus epístolas puede consultarse el libro El Grupo de Jerusalén y los Evangelios que generó (Fernando Conde Torréns, Ed. Alfa Andrómeda, Pamplona, España, 2002).
Analicemos en detalle algunos "hechos históricos y revelaciones" que las doctrinas cristianas dan por ciertos y toman como propios. Para una mayor claridad y ubicación de los distintos mitos, presentaré en primer lugar los correspondientes al Antiguo Testamento y luego los vinculados al Nuevo Testamento (Evangelios, Epístolas de Pablo y Apocalipsis) y los dogmas de la Iglesia católica.
Mitos del Antiguo Testamento
El Antiguo Testamento se compone de la Torá o Pentateuco (cinco libros atribuidos a Moisés), que cuentan desde la creación del mundo hasta la llegada de los judíos a la tierra prometida, los Profetas, que continúan la historia del pueblo judío, y los Escritos, conjunto de salmos y consejos sapienciales y proféticos compuestos entre los siglos V y II a.C.. Los recientes descubrimientos arqueológicos (véase I. Finkelstein y N.A. Silberman, La Bible dévoilée. Les nouvelles révélations de l'archéologie, Bayard Ed., Paris, 2002) y la gran mayoría de los historiadores y expertos, están de acuerdo en que el Antiguo Testamento se comenzó a escribir hace alrededor de 2600 años. Nació en el Reino de Judá, un pequeño poblado de pastores y granjeros, gobernados desde una precaria ciudad real, Jerusalén, su capital, centro religioso y administrativo, con su famoso Templo conteniendo el Arca de la Alianza, la sede material de Yahvé (inventada por el Rey Josías y su entorno sacerdotal). En el siglo VII a.C., el Rey Josías necesitaba reunir el reino del norte (Israel) con el reino del sur (Judá), de manera urgente para defenderse de sus enemigos y recrear el legendario reino unificado de David y de Salomón. La gran diferencia entre ambos reinos era que en el norte se continuaba adorando a los dioses cananeos, en tanto que en el sur se adoraba exclusivamente a Yahvé. En aquellos tiempos el factor de unión más importante era la religión. Josías tuvo la iniciativa de completar una historia ancestral, compatible con la historia reciente, para que el reino del norte se sintiera identificado y justificara su unión con el del sur, formado así una sola nación. Un grupo de sacerdotes, que apoyaban el proyecto nacionalista del rey Josías, adaptaron historias, leyendas, profecías y poemas anteriores a su propio contexto cultural y religioso, transmitidos oralmente, manipulando elementos de su siglo para hacerlos pasar como si fueran del siglo XII a.C., época de Moisés, a quien el cristianismo y el judaísmo atribuyen la autoría del Pentateuco. Así, la mayor parte del Antiguo Testamento fue compilado bajo el reino de Josías, para servir de fundamento ideológico a reformas religiosas y a sus ambiciones políticas. Otras secciones del libro fueron agregadas varios siglos más tarde. Los textos originales, en arameo algunos y en hebreo otros, fueron traducidos al griego (versión Septuaginta) entre los siglos II y I a.C., y los copistas retocaron y modificaron muchos de ellos. Su traducción latina, la Vulgata, se hizo hacia el 400 d.C., y es el texto oficial de la Iglesia católica.
Veamos algunos de sus mitos.
1. La creación del Universo
Sumeria es una región de la antigua Mesopotamia, entre los ríos Eufrates y Tigris, cuya civilización, aparecida en el 3500 a.C., está considerada como la primera civilización del mundo. Cuentan los mitos sumerios que antes de la existencia del cielo y la tierra, el mundo se encontraba en un estado latente y la Diosa Maunmu engendró los primeros Dioses: An, el Dios del cielo y Ki, la Diosa de la tierra. De su unión nació Enlil (o Ellil en textos posteriores acadios, hititas o cananeos), señor de los cielos y la tierra adorado por pueblos mesopotámicos, como acadios, babilonios, cananeos y asirios. Aparece citado en el Código de Hammurabi. Luego apareció el resto de los dioses sumerios, que crearon todo lo existente. El primer imperio de la humanidad, el Imperio Acadio (2400 a.C.), gran reino de Mesopotamia, poseía su propia historia de la creación, descubierta por los arqueólogos en 1876 a partir de una serie de tablillas con escritura cuneiforme que contenían el llamado Poema Acadio de la Creación (a partir de esa fecha se han encontrado otras copias del texto), cuya versión más completa se conoce como Enuma Elish. En su libro Los mitos hebreos (Alianza Editorial), Robert Graves y Raphael Patai describen con detalle el contenido de dicha narración: "En el comienzo de los tiempos, los dioses Apsu (el procreador) y Tiamat (la Madre) se unieron y de ellos surgió una generación de dioses más jóvenes. Uno de estos, Ea, dios de la sabiduría, desafió y mató a Apsu. Tiamat se dispuso a vengarse de Ea, pero un hijo de éste, Marduk, mató a Tiamat y, tras partirla por la mitad, utilizó una de las partes como firmamento, para impedir que las aguas de arriba inundaran la tierra, y la otra como base rocosa para el mar y la tierra". Este fragmento del Enuma Elish recuerda sospechosamente al relato del Génesis sobre el segundo y el tercer día de la creación: "Y dijo Dios: Haya un firmamento en medio de las aguas y que separe las aguas de las aguas. E hizo Dios el firmamento y apartó las aguas que estaban debajo del firmamento de las que estaban arriba del firmamento. Y llamó Dios al firmamento cielos. Dijo también Dios: Júntense las aguas que están debajo de los cielos en un lugar, y descúbrase lo seco. Y fue así. Y llamó Dios a lo seco Tierra, y a la reunión de las aguas llamó Mares.".
Para los egipcios, las divinidades crearon el Universo por un proceso complejo. El Noun, infinita extensión líquida primordial, existe desde antes que el Universo fuera creado: es oscuro, inerte y desorganizado. El pasaje al estado estructurado se produce a partir de un área sólida en su superficie. La creación del Universo responde a la poderosa Diosa Neith, la más antigua deidad, también llamada Net, Nuanet o Nit, definida como "Madre de todos los Dioses", que surgió del Noun para crear todo lo que existe. Neith fue adorada desde el Egipto predinástico reciente (3200 a.C.) hasta el fin del Imperio aproximadamente en el año 30 d.C. Según Plutarco, historiador, biógrafo y filósofo griego, en el templo dedicado a esta Diosa en Sais, estaba escrito de ella "Soy todo lo que ha sido, lo que es y lo que será", apareciendo como la fuerza más poderosa del Universo. De acuerdo con Herodoto, historiador y geógrafo griego del siglo V a.C., Neith era la creadora y conservadora de todo.
Más adelante, la mitología griega enseña que en un principio sólo existía Caos, el dios primordial original, el primero y el más poderoso de todos, como el responsable del origen del Universo. Existió antes que el resto de los dioses y fuerzas elementales, es decir, el estado más primigenio del cosmos infinito, el espacio o el vacío en el que se encuadra el resto de la existencia. Fue capaz de generar materia y vida a partir de sí mismo e infundir su energía a su creación.
¿En qué se diferencian todos estos dioses del Dios cristiano? (1)
2. La creación del hombre y la mujer
Recorriendo la historia de las religiones se observa que casi todas las culturas tienen su propio mito de la creación del ser humano y, en la mayoría de los casos, hay asombrosas similitudes con la creación de Adán y Eva. Este mito ya formaba parte de las creencias de Mesopotamia, Persia y Egipto. En el caso del cristianismo bíblico, siempre me llamó la atención la contradicción de que Yahvé crea un ser inteligente... pero le prohíbe saber. Pero veamos algunos ejemplos concretos de este mito creacionista, muy anteriores al cristianismo.
Nüwa es una Diosa de la mitología china. Pasó un tiempo recorriendo un mundo bello pero sombrío en cuanto a vida. Se sentía sola, triste, ávida de compañía, con sentimientos y pensamientos propios. Un día se detuvo en un río sacando puñados de barro. Allí se dispuso a dar forma a un ser dotándolo de cabeza, brazos y piernas, para que de esa forma pudiera andar. Cuando terminó de moldear estas figuras le gustó el resultado y sopló con fuerza vida dentro de ellas, haciendo que los nuevos seres despertaran y comenzaran a moverse a su alrededor llamándola madre y bailando para ella.
Ask y Embla fueron los dos primeros seres humanos creados por los dioses en la mitología nórdica. Un día, Odín y sus hermanos, Ve y Vili, andando por la orilla del mar se encontraron con dos árboles, el fresno (Ask) y el olmo (Embla), cuyas formas caprichosas parecían humanoides. Los dioses contemplaron en silencio y asombrados la madera inerte. Odín, percatándose del uso que se le podría dar, les dotó de almas, Vili les concedió el movimiento y los sentidos, y Ve contribuyó con sangre y una complexión saludable (https://mysteryplanet.com.ar/site/la-creacion-del-hombre-y-la-mujer-segun-la-mitologia-nordica/).
Prometeo, Dios de la mitología griega durante la "época de oro", era el creador de los seres humanos "a imagen y semejanza de los dioses". Padre de la humanidad, Prometeo crea al hombre del barro (igual a lo que se lee en el Génesis) y luego la diosa Atenea le insufla la vida. También ordenó a Hefestos crear a la mujer de similar manera y la llamó Pandora (la Eva griega). Nótese que primero se creó al hombre y después a la mujer, estableciéndose ya desde el comienzo el rol secundario de ésta, que sería retomado hasta el día de hoy por las religiones cristianas.
En la mitología romana (cf. supra), el gran Hacedor creó al hombre utilizando su semen, tierra y agua de la lluvia (o sea barro).
En la mitología azteca, Tezcatlipoca rojo, Tezcatlipoca negro, Quetzalcoatl y Huitzilopochtli, los 4 hijos de los primeros dioses, Tonacatecuhtli y Tonacacihuatl, se reunieron para poner orden en el Universo, crearon el fuego y también al primer hombre al que llamaron Oxomoco y le enviaron a labrar la tierra. Después crearon a Cipactónal, la primer mujer, a la que mandaron a hilar y tejer.
La creación de Eva a partir de una costilla de Adán puede tener su origen en el mito sumerio de Enki y Ninhursag. Según Samuel Noha Kramer (The Sumerians, their history, culture and character, Ed. University of Chicago, 1963, p. 149), el dios Enki sufría de ocho males, para lo que la diosa Ninhursag, más conocida como Ki, daría a luz ocho diosas, una para cada mal. Uno de los órganos enfermos de Enki era una costilla, con la que Ki creo la diosa Nin-ti para curarla. En sumerio "ti" significa costilla y "nin" significa mujer, por lo que el nombre Nin-ti significa tanto "mujer de la costilla" como "mujer de la vida" o "dar vida". Esta asociación de costilla y vida es similar a la que encontramos en Eva, que en hebreo significa "quien da vida". En otro mito, el dios Enki descubrió igualmente que los humanos tenían un comportamiento inadecuado, y por ello los expulsó del paraíso sumerio.
Para facilitar el reconocimiento de las obvias semejanzas de estos mitos con la visión judeo-cristiana, recordemos: "…entonces Dios formó al hombre del lodo de la tierra, e inspirándole en el rostro un soplo de vida, quedó hecho el hombre, ser con alma viviente" (Génesis 2:7; 1 Cor 15, 45, 47); "...Y de la costilla que el señor Dios había tomado del hombre, formó una mujer y la trajo al hombre" (Génesis 2:22). Se refuerza así un hecho contrario a la realidad: el hombre no nace de la mujer sino que la mujer es creada a partir del hombre.
3. La vida eterna, el cielo, el infierno... y el demonio
Los antiguos egipcios creen en la vida eterna, una sobrevida gloriosa para la que deben identificarse con el Dios Osiris. Al morir el individuo, distintas "entidades" se liberan del cuerpo que las retenía (el "espíritu" de los cristianos): su vida eterna depende de la preservación del cadáver (la Iglesia católica no aprueba la incineración) y del nombre del difunto. La "cartografía" egipcia del más allá comprende ciertos lugares donde el difunto goza sin cesar de placeres y alimentos en un marco idílico, donde no existen ni el dolor ni el mal, concepto que el cristianismo adoptó como el mito del Paraíso. Pero también hay zonas tenebrosas, subterráneas, muchas de ellas llenas de fuego, cuidadas por terribles guardianes, comparables al Infierno. El destino del muerto está supeditado a un enjuiciamiento complejo y severo por el tribunal de Osiris, donde el difunto debe proclamarse inocente de toda acción contraria al orden social, moral y cósmico, instaurado por los propios dioses. Los cadáveres son enterrados en una tumba estructurada, sobre la que se erige una pequeña "capilla" con textos grabados en la piedra (¿como los cementerios cristianos?).
Para muchos investigadores, las ideas del cielo y del infierno proceden de Persia y de la India. En el zoroastrismo se apuntan por primera vez algunos importantes conceptos para religiones posteriores como los del cielo, el infierno, el día del Juicio Final o la diferencia entre ángeles y demonios. Es decir, se introduce el dualismo en el ámbito de las religiones (https://es.wikipedia.org/wiki/Zoroastrismo). La noción del infierno cristiano es equivalente al gran foso del Tártaro de la mitología romana (una gran prisión fortificada rodeada por un río de fuego llamado Flegetonte, que pasó a ser el calabozo de las almas condenadas), al Helheim de la mitología nórdica (mundo tenebroso morada de Hela, la Diosa encargada de torturar las almas de los que no merecían la salvación eterna), al Averno de griegos y romanos (cráter que se creía era la entrada a los infiernos) y en general, al Inframundo de otras religiones (https://es.wikipedia. org/wiki/Anexo:Inframundo). La doctrina del infierno como lugar de tormento eterno no puede deducirse de la Biblia: es una creencia pagana disfrazada de enseñanza cristiana (por detalles sobre sus antecedentes pre-cristianos ver el capítulo Desmitificando mitos (X): El infierno, el purgatorio, el limbo y el cielo). El concepto católico del Purgatorio también fue imaginado antes por los persas en el Hamistakan, un lugar para las almas cuyos actos de bondad y maldad estaban igualados. Estos se conservarían equilibrados hasta el final de los tiempos, cuando volverían a reunirse con Ahura Mazda. La idea del diablo y sus legiones de demonios procede de la religión pagana persa y se plasmó en el Antiguo Testamento justamente en la época de dominación persa (siglos VI a IV a.C.).
La "bajada a los infiernos" de las divinidades era un tema del que el cristianismo no prescindió. Había adquirido gran importancia en la creencia antigua de la inmortalidad, tal como lo encontramos en los mitos egipcios, babilonios y helenos. Ya en el tercer milenio antes de Cristo se conocía en Babilonia una bajada a los infiernos de la diosa Ishtar (esposa de su hermano el dios Tammuz). En el siglo XIV a.C. se documenta la bajada del Dios Nerga l, que asalta los infiernos y vence a sus ejércitos, lo que genera un terremoto como en la bajada de Cristo. También en la bajada a los infiernos de Heracles, hay muchos elementos comunes con Cristo: como él, también Heracles quería traer la luz a los muertos desfallecidos y librarlos de la cárcel. Y el Pitágoras histórico bajó al Averno (siglo III a.C.). Tras estos ejemplos, una carta falsificada a nombre de Pedro permitió a Jesús bajar también a los infiernos para salvar a los condenados. La "subida al cielo" después de la resurrección también era muy conocida por los paganos: Heracles, Horus, Attis, Mitra, Enoc, Elías.
4. El diluvio universal
El mito del diluvio universal(2) está presente en la gran mayoría de los pueblos de todas las culturas de la tierra, comenzando por la mitología sumeria y su conocido Poema (o Epopeya) de Gilgamesh, el primer poema épico que se conserva, considerado la obra literaria más antigua del mundo (aprox. 2500 a.C.). En él se relata por primera vez, en el contexto politeísta de la Mesopotamia, un diluvio universal de origen divino, con construcción de un arca enorme por parte de un personaje llamado Ut-Napishtim, para embarcar a su familia, algunos animales y semillas, y el lanzamiento de aves cuando la lluvia había cesado, para buscar un punto de tierra firme (en este punto el relato bíblico de Noé y su arca es asombrosamente idéntico: Noé soltó del arca primero un cuervo y luego tres veces una paloma, hasta que éstas le demostraron que ya había tierra seca). Pero además en ese Poema se desarrolla, también por primera vez, el concepto de inmortalidad de los dioses, que poseen esta apreciada condición desde la creación, exclusivamente reservada para ellos, concepto fundamental para la estructuración de la civilización mesopotámica.
La misma historia se relata en Asiria alrededor del 2000 a.C. Hasisadra tuvo un sueño que predijo una gran inundación, advirtiéndole que construyera un barco en el que él, su familia y amigos, con sus animales domésticos y una colección de criaturas salvajes y semillas de plantas, pudieran refugiarse y ser rescatados. Al despertar Hasisadra construyó un barco cuyos costados fueron revestidos, por dentro y por fuera, con brea o betún. El diluvio azotó la tierra durante seis días y siete noches, y él lloró por la destrucción de su tierra y su pueblo. Pasaron otros siete días. El séptimo día, Hasisadra envió una paloma, que no encontró lugar para posarse y regresó, luego soltó una golondrina que también volvió. Finalmente soltó un cuervo que no regresó al barco. Ante esto, Hasisadra liberó a los animales salvajes, mientras él, con su familia y amigos, ofrecía sacrificios a los dioses en la cima de una montaña. La historia, narrada en un antiguo dialecto semítico, está inscrita en caracteres cuneiformes en una tablilla de arcilla en un estado tolerablemente completo, hallada por eruditos asiriólogos modernos.
En el 1600 a.C., otra versión del diluvio aparece en el poema Atrahasis, durante la Dinastía I de Babilonia. Es un extenso poema que abarca desde el origen del mundo a la creación del hombre, comprendiendo la narración del diluvio, entre otras. En él se relata que Enlil, Señor de los Cielos y de la Tierra, intenta destruir a la humanidad (sus razones tendría) arrasando la Tierra con un diluvio. Su medio hermano Enki, ordenará a Atrahasis el Sabio (protagonista del poema) la construcción de un enorme barco en el que deberá cargar semillas y animales:
Desmonta la casa y construye un barco...
¡Que la azotea sea como el Apsu, que ni el sol pueda penetrar dentro!
Haz cubiertas superiores e inferiores,
al abordar deben ser muy fuertes, que el betún sea fuerte.
Cuando las aguas se retiran, Enki solicita a la diosa madre la creación de nuevos seres humanos. El detalle del "betún", aquí y en el mito de Hasisadra, es muy significativo, ya que Noé también usa ese impermeabilizante: Hazte un arca de madera de gofer; harás aposentos en el arca, y la calafatearás con brea por dentro y por fuera (Gen6, 14).
En las distintas mitologías, el diluvio universal es siempre concebido como una forma de castigo divino, al constatar que los hombres habían pecado o se habían revelado contra su destino. Similares relatos de diluvios se desarrollaron en religiones de civilizaciones posteriores, como la china, la hindú, la griega, la inca, la maya, la azteca, la islámica, incluso la guaraní y la mapuche de Sudamérica, entre otras. Algunos ejemplos solamente. La mitología griega relata la historia de un gran diluvio provocado por Zeus. De Prometeo nació un hijo, Deucalión. Éste gobernó las regiones de Ptia y se casó con Pirra, hija de Epimeteo y Pandora, que fue la primera mujer modelada por los dioses. Cuando Zeus se propuso destruir la raza de bronce (los hombres de la edad de Bronce) Deucalión, por consejo de Prometeo, construyó un arca y metiendo lo necesario embarcó en ella con Pirra. Y Zeus arrojando torrentes de lluvia desde el cielo sumergió la mayor parte de la Hélade, para destruir completamente a los hombres. En la religión mazdeísta, se relata en el Avesta que Ahura Mazda le indica al patriarca persa Yima, que construya una Vara (refugio o cueva) para que sirva de refugio para sí y para "dos semillas de toda clase de ganados", ante una inminente y fatal glaciación, ya que "terribles inviernos van a caer sobre el mundo material, que traerán consigo duras, mortales heladas… arrastrarán consigo espesos copos de nieve, que rebasarán hasta las altas cimas de las montañas... cuando se funda la nieve y corra el agua, quedará todo anegado". Yima tuvo tres hijos, Airya, Sairima y Tura, equivalentes de los tres hijos de Noé, Sem, Cam y Jafet. El Corán menciona un diluvio torrencial (54.11) enviado al pueblo de Nuh (Noé !?) como castigo por su politeísmo. El propio Nuh le pide a Allah que no deje con vida a ningún infiel (71.26). Al arca se la menciona como embarcación o nave. Allah abre las puertas del cielo inundando la tierra, en una escena muy semejante a la del Génesis bíblico. Otros ejemplos de diluvios universales como castigos divinos pueden leerse en https://es.wikipedia.org/wiki/Diluvio_universal.
Salvo la del Corán islámico, que es posterior al cristianismo, estas narraciones claramente inspiraron el relato del primer libro de la Biblia, el Génesis, donde Dios castiga a la humanidad por sus pecados y su corrupción inundando "toda la tierra". Sólo el patriarca Noé, que era un hombre justo a los ojos de Dios, fue salvado por voluntad divina en un arca de madera, junto a su familia y parejas de animales selectivamente escogidos (Gen 6-9). Por más absurdo que este hecho parezca, es increíble que muchos devotos cristianos crean aún hoy que fue un episodio real. Por supuesto, no hay ninguna prueba geológica que indique la existencia de un diluvio universal. La presencia del diluvio en casi todas las religiones se debe a que todos los pueblos sufrieron graves inundaciones, a veces catastróficas. Hay pruebas de inundaciones locales, pero ninguna ha cubierto a todo el mundo, ni siquiera todo el Oriente Próximo. En esta región, las inundaciones eran debidas a las crecidas anuales de los ríos Tigris y Éufrates, que podrían invocarse para estas leyendas paganas. Aún hoy se intenta buscar los restos del arca de Noé donde sería el monte Ararat, y se pretende ver en viejos pedazos de madera petrificados encontrados (o “colocados”) en el lugar, la evidencia de la autenticidad del mito bíblico. Ninguno de ellos es avalado por los análisis científicos.
5. La leyenda de Moisés
El Éxodo2, 1-10 nos relata que para escapar a la orden del Faraón de ahogar en el Nilo a todos los niños hebreos que nazcan, la madre de Moisés lo coloca en una cesta calafateada que deposita en el río, de donde es recogido por la hija del Faraón que se estaba bañando y lo cría como propio. Más allá del absurdo que la hija del Faraón se bañe en el río como una plebeya, teniendo bañeras y piscinas en el palacio, este relato mitológico proviene de mucho antes. Se repite con pequeñas variaciones en algunas religiones mistéricas. Es idéntico al del nacimiento del rey sumerio Sargón I de Acadia, 2200 años antes de nuestra era. Su madre, que no podía revelar su embarazo ni quedarse con el bebé, lo dejó ir en un cesto en el río Éufrates, donde fue encontrado por un jardinero de Ur-Zababa, el rey de la ciudad sumeria de Kish. Según algunos textos, a Krishna le dejó su madre en una cesta de cañas a la deriva en un río, para evitar su sentencia de muerte, hasta que lo descubrió otra mujer, (cf. infra).
La teóloga y arqueóloga estadounidense Dorothy Milne Murdock (1960-2015, más conocida por sus seudónimos Acharya, S. y DM Murdock), partidaria de la idea del "mito de Cristo" (cf. supra), nos ilustra sobre este tema:
La leyenda de Moisés se encuentra desde el Mediterráneo a la India, con diferentes nombres y razas, dependiendo de la localidad: "Manou" es el legislador indio, "Nemo el legislador", que bajó las tablas de la Montaña de dios, procede de Babilonia, "Mises" se encuentra en Siria, donde fue rescatado de una cesta que flotaba en un río. Mises también tenía tablas de piedra sobre las que se escribieron las leyes, y una vara con la que hacía milagros, incluyendo la separación de las aguas y el llevar a su ejército a través del mar. En Egipto el papel lo representó "Manes el legislador" y "Minos" era el reformador cretense. El nombre hindú de Manou no es un sustantivo que se aplica a un hombre en concreto; su significado en sánscrito es El Hombre, por excelencia, El Legislador. Es un título al que aspiraban todos los líderes en la antigüedad. El nombre Moisés es egipcio y viene de “Mo”, la palabra egipcia para agua, y significa "salvado del agua".
Manou, Manes, Minos, Mises... Moisés. ¿Sugestivo, no? Moisés no existió. El legislador bíblico, que bajó del monte Sinaí con las Tablas de la Ley, no es un personaje histórico real, es un héroe nacional creado con un propósito específico por los escribas del Rey Josías en el siglo VI a.C., para unificar a su pueblo que necesitaba defenderse de enemigos tan poderosos como el imperio neo-babilónico de Nabucodonosor II. Pero no solamente Moisés es un plagio, dioses de otras culturas pasan a ser profetas o patriarcas en la Biblia, como el caso de Brahma con Abraham y de Helios con Elías.
6. Abraham, ¡sacrifica a tu hijo!
Leemos en Gen22, 1-13:
Después de todo esto Dios puso a prueba a Abraham. Le dijo: —¡Abraham! Y él le dijo: —Aquí estoy. Luego Dios dijo: —Toma a Isaac, tu amado hijo único, ve a la tierra de Moria y ofrécelo como un sacrificio que debe quemarse completamente, en la montaña que yo te indicaré. A la mañana siguiente Abraham se levantó temprano, ensilló su burro, y se fue con dos siervos y su hijo Isaac. Cortó leña para usarla en el sacrificio y se fueron luego hacia el lugar que Dios le indicó. Al tercer día Abraham alcanzó a ver en la distancia el lugar hacia donde iban. Entonces Abraham dijo a sus siervos: —Quédense aquí con el burro. El muchacho y yo iremos allá, adoraremos a Dios y volveremos por ustedes. Abraham tomó la leña que tenía para el sacrificio y la puso sobre los hombros de su hijo Isaac. Luego en una mano tomó el fuego y en la otra el cuchillo, y se fueron caminando juntos. Entonces Isaac le dijo a su papá Abraham: —¡Papá! Abraham respondió: —Aquí estoy, hijo mío. Isaac le preguntó: —Aquí tenemos la leña y el fuego pero, ¿dónde está el cordero que vamos a sacrificar? Abraham respondió: —Dios proveerá el cordero para el sacrificio, hijo mío. Entonces ambos siguieron caminando. Cuando llegaron al lugar que Dios le indicó, construyeron un altar y acomodaron la leña. Luego Abraham ató a su hijo y lo colocó en el altar sobre la leña. Inmediatamente sacó un cuchillo para matar a su hijo. Pero el ángel del SEÑOR llamó a Abraham desde el cielo diciendo: —¡Abraham! ¡Abraham! Y Abraham respondió: —Aquí estoy. Luego el ángel dijo: —¡Detente! No le hagas daño al muchacho. No le hagas nada, porque ahora sé que tú respetas y obedeces a Dios. No le negaste a tu único hijo. Luego Abraham levantó la mirada y vio un cordero enredado por los cuernos en un arbusto. Así que fue, lo agarró y lo ofreció como sacrificio a cambio de su hijo.
Encontramos una historia similar en la India. Adgigata, como Abraham, era un hombre bueno y justo, predilecto de Brahma, que no pudo tener hijos hasta una edad muy avanzada, en la que su esposa concibió en forma milagrosa. Brahma pidió a Adgigata que le sacrificase a su único hijo. Y cuando se disponía a cumplir la demanda, una paloma acudió a salvar al niño y advertir al padre que su hijo tendría larga vida y de su descendencia nacería la virgen destinada a concebir el fruto celestial del germen divino.
7. Los Diez Mandamientos
Según el Antiguo Testamento (Éxodo 20:1-17), Yahvé entregó a Moisés, en el monte Sinaí, una tabla doble con sus Diez Mandamientos. Para enseñarlos, el Catecismo de la Iglesia católica usa una transcripción más amigable que la original bíblica, llamada fórmula catequética, y es la por todos conocida. Ellos son:
1. Amarás a Dios sobre todas las cosas
2. No tomarás el nombre de Dios en vano
3. Santificarás las fiestas
4. Honrarás a tu padre y a tu madre
5. No matarás
6. No cometerás actos impuros
7. No robarás
8. No darás falsos testimonios ni mentirás
9. No consentirás pensamientos ni deseos impuros
10. No codiciarás los bienes ajenos
Por lo menos seis de ellos (del 5 al 10) reproducen las "confesiones negativas" que aparecen en el Libro de los Muertos egipcio, escrito alrededor del 1500 a.C., no sólo en el concepto sino incluso en su formulación negativa. Uno de los más importantes capítulos de este libro es el 125, que contiene 42 purificaciones o declaraciones de inocencia del difunto, más conocidas como "confesiones negativas". El fallecido era guiado por el dios Anubis ante la presencia de Osiris, donde debía jurar que no había cometido ningún pecado de esa lista de 42, a fin de justificar sus acciones personales y acceder al descanso eterno en el campo de los juncos. Algunas de estas "confesiones negativas" son:
... no he cometido iniquidades
... no he robado
... no he matado ni ordenado matar
... no he dado falso testimonio ni mentido
... no he deseado los bienes ajenos
... no he fornicado con la mujer ajena
... no he blasfemado
No son pocos los estudiosos que han hallado una "rara similitud" entre estas purificaciones y los Diez Mandamientos del judaísmo y el cristianismo. También existe una "rara similitud" con los diez preceptos del Budismo redactados 500 años a.C., más o menos en la misma época en que fue escrito el Antiguo Testamento. Sus primeros cuatro (los otros seis se aplican solo a los monjes) dicen:
1. Abstenerse de destruir la vida
2. Abstenerse de robar
3. Abstenerse de las impurezas
4. Abstenerse de mentir
Y ni siquiera la famosa Ley del Talión ("ojo por ojo, diente por diente") es original del cristianismo. En el Antiguo Testamento, esta ley aparece en Éxodo 21:23-25, en Levítico 24:18-20 y en Deuteronomio 19:21. Unificando los tres pasajes tenemos:
No tengan compasión: cobren vida por vida, animal por animal ojo por ojo, diente por diente, mano por mano, pie por pie, quemadura por quemadura, herida por herida, golpe por golpe (palabra de Dios, por supuesto).
Esto es claramente un plagio del Código de Hammurabi, escrito en 1750 a.C. por el Rey de Babilonia Hammurabi. Es un fiel reflejo de un pueblo con alto nivel cultural y moral. En él aparece una escala de penas según los delitos y crímenes cometidos, cuya base es la Ley del Talión, que establece que debe hacerse lo que el agresor le hizo a la víctima. Así, como ejemplos, la Ley 196 establece que si un hombre libre vaciaba el ojo de un hijo de otro hombre libre, se vaciaría su ojo en retorno, la Ley 197 ordena que si se quebraba un hueso de un hombre, se quebraría el hueso del agresor y la Ley 200 indica lo mismo con respecto a los dientes. Por otra parte, muchos otros textos que en la Biblia se anuncian como inspirado por Dios, ya formaban parte de dicho Código.
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Ver: "Niños sin Dios"
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"Los seres humanos nunca hacen el mal de manera tan completa y feliz como cuando lo hacen por una convicción religiosa"
Blaise Pascal