lunes, 4 de agosto de 2025

Cuatro retratos actuales de la figura de Jesús




Cuatro retratos actuales de

la figura de Jesús


Prestigiosos académicos trazan distintas versiones de Cristo, del revolucionario y el profeta apocalíptico al personaje literario y el mesías del misterio y la revelación


26 de julio de 2025

00:08

Por Iván Petrella


Viene hacia nosotros como un desconocido”, declaró Albert Schweitzer al describir a Jesús como una figura enigmática que cautivó y desconcertó a la humanidad durante siglos. Desde la publicación en 1906 de su obra pionera, La búsqueda del Jesús histórico, los académicos han enfrentado una pregunta que sigue sin respuesta consensuada: ¿quién fue esta persona cuya vida y enseñanzas transformaron la historia, la religión y la cultura? Lejos de resolver la cuestión, la investigación académica profundizó aún más el misterio, ofreciendo interpretaciones diversas que lo presentan desde un revolucionario social hasta un profeta apocalíptico, pasando por personaje literario y misterio esperanzador. Este ensayo explora cuatro retratos distintos –los de John Dominic Crossan, Bart Ehrman, Robyn Faith Walsh y Elaine Pagels–, cada uno con una interpretación diferente de Jesús, cada uno planteando preguntas sobre un hombre cuyo impacto resuena aún hoy.



- John Dominic Crossan:

Jesús el revolucionario.

Imaginemos una mesa concurrida en la Galilea del siglo primero. Se sientan leprosos, prostitutas y recaudadores de impuestos, personas consideradas “intocables”, despreciadas por la sociedad y excluidas de la comunidad y el culto religioso. Ahora visualicemos a Jesús sentado entre ellos, compartiendo comida, conversación y risas, desafiando las rígidas y arraigadas normas de pureza y jerarquía social. Según Crossan, escenas como estas no eran simples actos de bondad, sino actos deliberados de rebelión social.

En su influyente Jesús. Una biografía revolucionaria, Crossan sostiene que los Evangelios no son informes históricos directos ni relatos milagrosos sobrenaturales. Más bien, son narrativas literarias complejas (“parábolas en forma narrativa”) moldeadas por las primeras comunidades cristianas para expresar sus valores y memorias sobre Jesús. Pero, ¿cuánta verdad histórica podemos extraer sobre Jesús? Bastante, asevera, si analizamos los Evangelios en su contexto histórico y cultural. Para Crossan, Jesús era un ser humano que buscaba una reforma radical de las estructuras sociales establecidas, y que desafió la opresiva dominación romana, las jerarquías establecidas y las leyes rígidas de pureza. Su práctica de la comensalidad abierta –compartir comidas públicamente con los marginados– buscaba subvertir un orden social basado en divisiones rígidas de estatus, honor y vergüenza.

Crossan ilustra esta postura revolucionaria mediante la parábola donde Jesús describe el reino de Dios como una semilla de mostaza. Tradicionalmente vista como una metáfora sobre la fuerza y el impacto de una fe humilde, Crossan la reinterpreta para resaltar las implicancias radicales de la prédica de Jesús. En la cultura mediterránea antigua, la planta de mostaza no era apacible ni deseable, sino invasiva, incontrolable y disruptiva. Una vez plantada, crecía rápida y de manera caótica, atrayendo aves y animales silvestres indeseables. Para Crossan, esta parábola revela cómo Jesús imaginaba el Reino de Dios: no como un refugio espiritual tranquilo, sino como una fuerza que crece sin freno y subleva el orden social establecido.

¿Por qué vería el poderoso Imperio Romano a un humilde maestro itinerante como merecedor de la crucifixión, su castigo más cruel reservado para rebeldes y disidentes políticos? La crucifixión era un espectáculo brutal y humillante, diseñado para intimidar a cualquiera que considerara resistirse. Crossan sostiene que Jesús fue crucificado precisamente porque Roma reconoció que sus acciones y enseñanzas eran políticamente peligrosas. Al ejecutar a Jesús, Roma lanzó un mensaje inequívoco: desafía nuestro poder y este será tu destino. Los gestos sencillos e inclusivos de un simple predicador resultaron tan subversivos que activaron la maquinaria brutal del imperio para silenciarlo.



- Bart Ehrman:

Jesús el profeta apocalíptico.

En Jesús, profeta apocalíptico del nuevo milenio, Bart Ehrman se pregunta por el origen de la ética de Jesús, tan exigente que es casi imposible de cumplir: ¿De dónde provienen esas enseñanzas? ¿Por qué son tan rigurosas? Según Ehrman, surgen del hecho que Jesús pensaba que el fin del mundo era inminente. Había que cambiar de forma de vida de manera inmediata, ya que quedaba poco tiempo para arrepentirse antes de la llegada del reino de Dios.

Ehrman y otros especialistas en el estudio y la investigación del Nuevo Testamento utilizan una herramienta llamada el “criterio de discontinuidad” para intentar descifrar lo que Jesús realmente dijo e hizo. Explicado simplemente, la idea es que las afirmaciones o acciones atribuidas a Jesús en los Evangelios probablemente son auténticas si difieren tanto de las creencias judías tradicionales de la época como de las doctrinas cristianas posteriores. Por ejemplo, las instrucciones –sorprendentes– de “poner la otra mejilla” o “amar a los enemigos” eran muy distintas de las normas culturales prevalentes en la época, y eso indica su probable autenticidad.

Aplicando este enfoque, Ehrman sostiene que las afirmaciones apocalípticas de Jesús son históricamente auténticas. Jesús proclamó la llegada inminente del juicio divino y el Reino de Dios. Estas afirmaciones no eran profecías abstractas dirigidas a generaciones futuras, sino advertencias concretas para quienes lo escuchaban en su propio tiempo: debían arrepentirse de inmediato, porque el mundo que conocían estaba a punto de llegar a su fin y dar paso a uno nuevo.

Esta urgencia apocalíptica no desapareció con la muerte de Jesús; más bien, moldeó al cristianismo en sus orígenes. Ehrman destaca los escritos de Pablo para ilustrar esta continua expectativa de final inminente. Consideremos, por ejemplo, la primera carta de Pablo a los Tesalonicenses: “Porque el Señor mismo, con voz de mando, con voz de arcángel y con trompeta de Dios, descenderá del cielo… Entonces nosotros, los que estemos vivos, los que quedemos, seremos arrebatados juntamente con ellos en las nubes...” (1 Tesalonicenses 4:16-17).

Pablo creía que algunos de sus lectores (“nosotros, los que estemos vivos”) serían testigos presenciales de este acontecimiento extraordinario. Ehrman enfatiza este pasaje para mostrar cómo los primeros cristianos vivían al borde mismo de la historia, convencidos del regreso de Jesús y de la transformación radical e inmediata del mundo. De este modo, Ehrman nos invita a reconsiderar la urgencia y radicalidad inmediata del mensaje de Jesús, basado no solo en enseñanzas éticas, sino en la convicción apremiante de que un mundo nuevo estaba a punto de surgir de las cenizas del viejo.



- Robyn Faith Walsh:

Jesús el personaje literario.

¿Qué pasaría si las historias conocidas sobre Jesús –las curaciones milagrosas, las parábolas éticas, los conflictos dramáticos y la resurrección final– hubiesen sido originalmente concebidas no como relatos de testigos o tradiciones populares, sino como sofisticadas creaciones literarias destinadas a lectores cultos? En The Origins of Early Christian Literature, Robyn Faith Walsh sostiene precisamente esto: que deberíamos leer los Evangelios como obras literarias semejantes a las biografías y a las novelas que entretenían e instruían a las élites intelectuales del mundo grecorromano.

Walsh cuestiona una premisa académica fundamental: que los Evangelios preservan las memorias históricas de las primeras comunidades cristianas. En cambio, argumenta, reflejan las convenciones literarias y culturales de su época. Al igual que las biografías escritas por Plutarco sobre filósofos famosos, o las historias de aventuras propias de las novelas helenísticas, los Evangelios presentan a Jesús como un protagonista literario: un personaje cautivante situado dentro de arcos narrativos complejos, llenos de tensión dramática, enseñanzas morales y reflexiones filosóficas. Si Walsh tiene razón, las consecuencias a la hora de reconstruir al Jesús histórico son profundas: Jesús se convierte en una figura mucho más esquiva, mucho menos definida desde la certeza histórica, y más vinculada con la imaginación literaria de los intelectuales del siglo primero.

Pero entonces, ¿qué podemos afirmar con certeza sobre las enseñanzas reales de Jesús? Si Walsh tiene razón, no mucho. Según ella, las enseñanzas atribuidas a Jesús en los Evangelios podrían no ser sus palabras auténticas, ni siquiera las palabras que la tradición cristiana dice recordar y conmemorar, sino reflejos de ideales filosóficos propios de la cultura grecorromana, desde la ética disciplinada del estoicismo hasta la crítica radical a las normas sociales del cinismo. El Jesús que presenta Walsh pone en jaque la posibilidad de acceder con certeza a la figura histórica original. Si los Evangelios son creaciones literarias sofisticadas más que testimonios históricos, esto implicaría revisar profundamente nuestra comprensión sobre los orígenes del cristianismo y su influencia hasta hoy.



- Elaine Pagels:

Jesús como misterio y revelación.

En su último libro, Milagros y maravilla: el misterio histórico de Jesús, Elaine Pagels –tal vez la especialista en el Nuevo Testamento más importante de las últimas décadas– plantea que los Evangelios son mucho más que simples registros históricos o memorias comunitarias: son textos vivos que transmiten verdades espirituales aun relevantes. ¿Podremos alguna vez saber realmente quién fue Jesús, o quizá el núcleo de su impacto perdurable radica en el misterio y en la diversidad de las formas en que ha sido percibido? Para Pagels, la riqueza y relevancia de Jesús residen justamente en estas múltiples y hasta contradictorias interpretaciones.

Pagels combina su investigación académica con una apertura hacia los significados espirituales. Reconoce ciertas realidades históricas básicas: Jesús fue, sin duda, un predicador judío cuya enseñanza conmovió profundamente a sus seguidores. Pero enfatiza que los Evangelios no presentan un retrato unificado, sino múltiples interpretaciones que a menudo resultan conflictivas sobre su identidad y misión. Por ejemplo, Marcos muestra a Jesús como una figura enigmática cuya verdadera identidad permanece oculta, mientras que Juan, desde el primer versículo, lo presenta como divino. Para ella parece menos importante la reconstrucción histórica del Jesús “real”, una tarea imposible, y más importante cómo sus seguidores lo percibieron y recordaron, y cómo esas memorias siguen inspirándonos y desafiándonos hoy.

Pagels sostiene que tanto la vida y el mensaje de Jesús resaltaban una inclusividad radical hacia los marginados y la posibilidad de encontrar luz y esperanza incluso en las circunstancias más difíciles, tanto personales como sociales. Sus milagros –curaciones, multiplicaciones de panes, resurrecciones– invertían las jerarquías sociales establecidas, ofreciendo destellos de un orden divino donde todos podían tener su lugar. Para Pagels, la resurrección misma es la máxima paradoja y revelación, un mensaje de optimismo y renovación, que surge cuando todo parecía perdido. Son esos “destellos de esperanza” que hacen que Jesús siga siendo relevante para millones de personas que han buscado –y aún buscan– dar sentido a experiencias humanas fundamentales: el sufrimiento en un mundo donde abunda, la esperanza cuando parece agotarse y el deseo de justicia, tantas veces postergado. Jesús no ofrece una respuesta única o definitiva, sino que abre una y otra vez espacios para nuevas preguntas e interpretaciones. En otras palabras, su relevancia no está en una identidad fija o histórica, sino en su capacidad para impulsar reflexiones continuas sobre cómo vivimos y entendemos nuestra realidad hoy.


- Conclusión:

El enigma perdurable de Jesús.

A más de un siglo de la búsqueda iniciada por Schweitzer, el Jesús histórico sigue siendo al mismo tiempo atrapante y enigmático. En última instancia, estas diversas interpretaciones presentan alternativas incompatibles entre sí. O bien podemos acercarnos al Jesús concreto o nos queda una mera creación literaria; o anunció el fin del mundo o impulsó una transformación radical de su sociedad. Es imposible aceptar todas estas versiones simultáneamente. Al final, como sugiere Pagels, la interpretación que adoptemos revela más sobre nuestras propias inquietudes y necesidades que sobre una verdad histórica definitiva. Elegir una imagen o visión específica de Jesús es, por lo tanto, elegir también qué tipo de preguntas queremos hacer sobre nuestro presente, nuestro pasado, y tal vez, también, nuestro futuro.


Por Iván Petrella

Fuente:

https://www.lanacion.com.ar/ideas/cuatro-retratos-actuales-de-la-figura-de-jesus-nid26072025/


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4 comentarios:

  1. " 'Viene hacia nosotros como un desconocido', declaró Albert Schweitzer", bueno, eso tal vez en Occidente; en la India recibieron a Jesús como si lo conocieran de toda la vida, como alguien que viene a apuntar a la misma Verdad a la que apuntaron todos los colosos espirituales de su propia cultura, tanto conocidos como anónimos, desde la noche de los tiempos.

    Y así, varias ramas del Hinduísmo veneran a Jesús, y celebran la Navidad, seguramente con mucha mayor seriedad y recogimiento espiritual con que lo hacemos en Occidente...

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    1. Dice Robyn Faith Walsh, que por la foto parece una de esas bellas ateas por las que a Casagrande se le cae la baba:

      "Las enseñanzas atribuidas a Jesús en los Evangelios podrían no ser sus palabras auténticas, ni siquiera las palabras que la tradición cristiana dice recordar y conmemorar, sino reflejos de ideales filosóficos propios de la cultura grecorromana, desde la ética disciplinada del estoicismo hasta la crítica radical a las normas sociales del cinismo".

      Con lo cual la bella Robyn demuestra no saber nada de estoicismo, ni de cinismo, y por sobre todas las cosas, demuestra una ignorancia supina acerca de Jesús...

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    2. PD: Sobre todo, lo que no entiende la bella Robyn es la diferencia abismal que hay entre un filósofo o pensador, y un gran maestro espiritual.

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  2. ¡Qué pena tener a Jesús por desconocido!

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