lunes, 27 de octubre de 2025

Cómo las Megaiglesias tuercen la Biblia para defender a los multimillonarios



Cómo las Megaiglesias tuercen la Biblia para defender a los multimillonarios y la desigualdad de la riqueza


Un nuevo artículo analiza una década de sermones para descubrir cómo los pastores replantean la pobreza para proteger a los ricos.


Por Hemant Mehta

21 de Octubre de 2025


No sorprenderá a nadie que las megaiglesias evangélicas blancas hayan pasado décadas politizando la Biblia.

Por todo lo que Jesús dijo sobre cuidar a los más pequeños, hay versículos contundentes que los pastores usan para justificar la intolerancia contra las personas LGBTQ. La Biblia no dice nada sobre el aborto, pero abundan los versículos que los pastores usan para condenarlo.

Sin embargo, cuando se trata de algo menos "controvertido", como la lucha contra la pobreza, ¿cómo usan las megaiglesias la Biblia para defender su postura conservadora? Al fin y al cabo, ayudar a los pobres debería ser algo bastante claro. De todas las cosas que se supone que defiende el cristianismo, ayudar a los más desfavorecidos debería ser una de las principales, independientemente de la religión que se profese... ¿verdad?



Muchos evangélicos blancos no lo ven así.

Una encuesta de 2017 reveló que «los cristianos, especialmente los evangélicos blancos, son mucho más propensos que los no cristianos a considerar la pobreza como resultado de sus defectos individuales». En otras palabras, o Dios quiso que fueran pobres o su pobreza es resultado de la falta de fe.

Dawson Vosburg, candidato a doctorado en la Universidad Estatal de Ohio, publicó recientemente un artículo fascinante (al que se puede acceder de forma gratuita) en el Journal for the Scientific Study of Religion, tratando de entender cómo los cristianos conservadores tuercen la Biblia para restar importancia a la desigualdad económica.

Analizó todos los sermones pronunciados entre 2013 y 2023 en una de las megaiglesias de más rápido crecimiento del país, encontró los que trataban algún tema financiero (buscando términos como "rico", "diezmo", "deuda", "multimillonario", etc.) y analizó los resultados para ver cómo esta típica megaiglesia evangélica blanca minimizaba la brecha de riqueza.

Aunque solo analizó una iglesia, el artículo ofrece un claro ejemplo de cómo los pastores cristianos conservadores pueden convencer a sus congregaciones de ignorar por completo uno de los problemas morales más evidentes de nuestro tiempo. Con esto, Vosburg buscaba responder a una pregunta sencilla: "¿Cómo justifican los maestros evangélicos la desigualdad, incluso cuando utilizan e interpretan las mismas escrituras religiosas e ideas teológicas que otros utilizan para condenarla?".

Por el bien del anonimato, llamó a este lugar “Iglesia New River”, dirigida por el “Pastor Tray Jarrett”.



Vosburg descubrió que la iglesia minimizaba la brecha de riqueza de cuatro maneras:


- Condenaron la práctica de “avergonzar a los ricos”.


El pastor Tray dejó claro que no había nada de malo en ser rico. Le encantaba. A Dios le encantaba. Y cualquiera que pidiera la abolición de los multimillonarios, por ejemplo, iba en contra de la voluntad de Dios. En un sermón, Jarrett incluso dijo: «Doy gracias a Dios por tener millares, millonarios y multimillonarios en la iglesia. ¡Lo que podemos lograr juntos!». También contó una anécdota sobre una pareja adinerada que dejó otra iglesia y se unió a la suya porque se sintieron atacados personalmente cuando su pastor anterior condenó la riqueza desde el púlpito. (En su nuevo hogar, por supuesto, sus diezmos irían a las arcas de New River).

La moraleja era obvia: Sé amable con los ricos o se irán a una iglesia que los quiera.

Si el pastor alguna vez criticaba la riqueza, era solo para decir que, si bien a Dios le parece bien tener dinero, más vale que no te dejes dominar por él. En otras palabras, el dinero era un medio para un fin, no un fin en sí mismo, así que mantén la vista puesta en Dios.

También tenía chistes:

No tiene nada de malo tener una casa en el lago. Dios te la dio y deberías invitarme a tu casa. Me encantaría jugar en tu piscina. No tiene nada de malo, solo ten cuidado.

Con sermones como ese, no sería sorprendente que la congregación defendiera las escandalosas cantidades de dinero que acumulan Elon Musk, Jeff Bezos o Donald Trump —¡Dios debió haber querido que lo tuvieran !—, incluso cuando esa riqueza provenía de trabajadores que han sufrido y siguen sufriendo. Subirles los impuestos a esas mismas personas se consideraría un castigo innecesario por los dones que Dios les concedió.


- Minimizaron la desigualdad en Estados Unidos centrándose en la desigualdad global


Hay más de 36 millones de estadounidenses que viven en la pobreza, lo que representa más del 11% de nuestra población. Una emergencia financiera los destruiría. A menudo carecen de vivienda permanente. Y, sin embargo, la gente de New River no sentía esas preocupaciones, ya que su pastor les decía constantemente a la iglesia que todos eran ricos... al menos en términos relativos.

3/4 de la población mundial vive con 300 dólares al año o menos. Si ganaste más de 300 dólares el año pasado, perteneces al 25% más rico, si pudieras ver lo que Dios ve. A todos nos preocupa lo que tiene la otra persona sentada a nuestro lado, pero si puedes ver el mundo entero como Dios lo ve, estás en la cima. Si ganas más de 33.000 dólares al año, perteneces al uno por ciento más rico de todos los ricos del mundo…

¿Por qué pensar en los pobres cuando, comparados con los pobres de otros países, les va bastante bien ? Es una forma sencilla de que los cristianos descarten propuestas como la sanidad universal, el transporte público gratuito, la educación preescolar universal, etc. Quizás no entiendas por qué son necesarias esas cosas si no tienes idea de lo que las personas de bajos recursos enfrentan a diario. Y esta iglesia nunca se molestó en dejarlo claro. ¡La pobreza no existe realmente en su iglesia! La verdadera pobreza existe en otros lugares. Además, ¡todos son ricos cuando tienen a Jesús!



- Reinterpretaron versículos bíblicos sobre la pobreza, incluso los más directos.


Ya sea en las Bienaventuranzas o en otras partes del Evangelio, Jesús habla repetidamente del valor de predicar a los pobres, pues son bienaventurados. Pero en New River, eso siempre estuvo sujeto a interpretación.

No está hablando de gente pobre económicamente , está hablando de gente pobre espiritualmente ”, dijo el pastor.

En otros pasajes, dice Vosburg, el pastor siempre se tomaba las cosas muy literalmente. La Biblia dice mucho sobre la muerte, explicó, así que nadie tenía que preocuparse por el más allá. ¡La Biblia no ignora el proceso! Uno podía simplemente leer la Biblia y encontrar todas las respuestas que buscaba.

Pero en cuanto a la pobreza, todo era figurativo. Cuando la Biblia habla de los pobres, se daba a entender constantemente que se referían a aquellos con una fe débil . Sin embargo, cuando la Biblia dice que se debe diezmar, no hacía falta ninguna interpretación. Más les valía dar el 10% de sus ingresos.

Vosburg dijo que ese último punto fue enfatizado repetidamente, “más de 150 veces en 16 sermones separados”.

Vosburg concluyó:

Sólo los pasajes que pueden leerse como un desafío a la riqueza, enfatizando la bondad de los pobres o criticando la desigualdad reciben el tratamiento de espiritualización (la ley del diezmo se interpreta como el dinero real de los congregantes, no sólo sus disposiciones internas).


- Dijeron que Dios es dueño de todo, de todos modos.


El pastor insistía constantemente en que no importaba cuántas cosas tuvieras porque, al fin y al cabo, todo es de Dios. Así que no te enojes con la gente que tiene jets privados, yates y múltiples casas de verano. ¡No es de ellos, es de Dios! Y si algunos tienen menos cosas, es solo porque Dios quiere que las tengan.

Eso fue lo que dijo el pastor Tray incluso al hablar de Santiago 5 , que comienza con una frase directa que llama la atención: «Escuchen, ricos, lloren y lamenten por la miseria que les sobreviene». Ese pasaje también dice que los ricos han acumulado riquezas y no han pagado lo suficiente a sus trabajadores.

En esta iglesia, ese pasaje no se trata de acumular riquezas. Se trata simplemente de asegurarse de no perjudicar directamente a otros con ellas.

Esto se aclara cuando se le presenta al pastor Tray el texto de Santiago 5, que sitúa la acumulación de riqueza en el contexto de la injusticia. Lo interpreta así: «No uses la bendición de la riqueza que Dios te ha dado en tu vida como una herramienta opresora sobre los menos afortunados». Incluso al destacar la posibilidad de opresión relacionada con la riqueza, su redacción deja claro que de ninguna manera cree que la acumulación de esa riqueza fuera injusta.

En un sermón, el pastor arremetió contra quienes criticaban a un hipotético multimillonario que había hecho una "donación millonaria" (un mero 0,1% de su riqueza). Dijo: "Dejen de preocuparse por lo que tienen los demás. Sean fieles con lo que tienen". Ese podría ser un buen consejo fuera de contexto, pero en contexto, le está diciendo a la congregación que dejen de lado a los ricos que no hacen más por ayudar a los menos afortunados.



La moraleja de todo esto es que las políticas conservadoras que benefician a los ultra ricos a expensas del resto de la sociedad van a ser apoyadas por congregaciones como ésta, a las que se les está lavando el cerebro para que piensen que Dios ama a los ricos y que los pobres merecen su suerte en la vida.

Le pregunté a Vosburg si, en su investigación, vio algo en los sermones que contradijera esta narrativa. ¿Dijo el pastor alguna vez que gravar a los ricos era una buena idea, por ejemplo, o todo encajaba perfectamente en esas cuatro categorías?

No, me dijo. Lo único que escuchó en contra fue que se les animaba a donar dinero, principalmente a la propia iglesia, para ayudar a los menos afortunados. Pero instar a la gente a diezmar más obviamente tiene un componente egoísta.

Por si sirve de algo, Vosburg me dijo que es un evangélico de toda la vida que se volvió más progresista en su política desde la adolescencia. Es un cristiano fiel al que le preocupa la forma en que la gente está dispuesta a justificar la desigualdad y la dominación con el lenguaje de la fe.

Para que quede claro: nada de eso perjudicó esta investigación. Simplemente ayuda a explicar por qué estaba tan interesado en este tema, y ​​agradezco que ahora me ayude a ser más consciente de ese lenguaje codificado en el futuro.

En definitiva, esto no es una deriva teológica. Es una traición a lo que Jesús dijo en aras del poder y el lucro. Pastores como este vacian las enseñanzas de Cristo hasta que solo queda un trono dorado para los ricos. En sus manos, las Escrituras son un arma para avergonzar a los pobres, un escudo para proteger a los multimillonarios y una droga para silenciar a sus congregaciones mientras el cáncer de la desigualdad crece a su alrededor.

Están haciendo con la desigualdad lo mismo que con tantos otros problemas sociales: minimizando la empatía y la decencia mientras promueven la crueldad basada en la fe. Esto es una excusa espiritual para una economía manipulada. Es una charla motivadora del Evangelio de la Prosperidad para quienes ya se sienten cómodos.

Por cierto, aunque Vosburg se esforzó por no identificar directamente la iglesia que estudió en su artículo, no me costó mucho averiguar de qué iglesia se trataba . Me puse en contacto con la iglesia cuando se publicó el artículo para ver si tenían alguna respuesta, pero nunca me respondieron.

Traducido del original.

https://www.friendlyatheist.com/p/how-megachurches-twist-the-bible

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Ver Artículos sobre: El Rey David






Ver:






                          

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“Leer correctamente, la Biblia es la fuerza más potente para el ateísmo jamás concebida”

Isaac Asimov


lunes, 20 de octubre de 2025

¿Podría ponerse de pie el verdadero Jesús, por favor?




¿Podría ponerse de pie el verdadero Jesús, por favor?


Viernes, 4 de Noviembre de 2011



¿Quién es el verdadero Jesús?


¿Es él qué:


- Nació cuando Quirino era gobernador de Siria (6-12 d.C.) (Lucas 2:2)

- ¿O el que nació cuando Herodes el Grande era rey (37-4 a.C.) (Mateo 2:1)?


- ¿Es él aquel cuyo padre adoptivo fue José?

el hijo de Helí (Lucas 3:23)

- ¿O el hijo de Jacob (Mateo 1:16)?


- ¿Es él aquel cuyo padre adoptivo, José:

descendía del rey David a través de 28 generaciones (Mateo 1:6)

- ¿O descendió del rey David a través de 43 generaciones (Lucas 3:23-31)?


- ¿Es él aquel cuya concepción fue:

le dijo a su padre adoptivo José en un sueño (Mateo 1:18-20)

- ¿O anunciado a su madre por un ángel? (Lucas 1:26-31)


- ¿Es él el que nació?

en la casa de Belén donde vivían José y María (Mateo 1:18 – 2:23)

-¿O en un pesebre de Belén, a donde José y María habían viajado para participar en un censo (Lucas 1:4 – 2:40)?


- ¿Es él aquel cuyo primo Juan:

sobrevivió a la matanza de los niños menores de 2 años ordenada por el rey Herodes y quien más tarde lo bautizó ( Marcos 1:9 )

- ¿O era sólo seis meses mayor que él ( Lucas 1:24-26 ), por lo que habría sido asesinado en la matanza del rey Herodes ( Mateo 2:16 )?


- ¿Es él quien expulsó a los prestamistas del Templo?

al comienzo de su ministerio de tres años ( Juan 2:14-16 )

- ¿O en la semana antes de su muerte ( Marcos 11:15 )?


- ¿Es él el que fue crucificado?

el día de preparación para la Pascua, alrededor del mediodía ( Juan 19:14 )

- ¿O el día de Pascua a las 09:00 am ( Marcos 15:25 )?


- ¿Es él quien dijo sus últimas palabras?

"Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu." ( Lucas 23:46 )

- o "Eloi, Eloi, ¿lama sabactani?" (Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?) ( Marcos 15:34 )?


Es él quien:

- murió inmediatamente antes de que la tierra quedara en tinieblas y la 'cortina del Templo' se rasgara ( Marcos 15:38 )

Estaba aún vivo cuando se rasgó el velo ( Lucas 23:45 )

- ¿O cuya muerte fue seguida por un terremoto y por muertos que surgieron de sus tumbas y vagaron por la ciudad, acontecimientos que, sorprendentemente, nadie más parece haber notado ( Mateo 27:51-54 )?


¿Es él aquel cuya tumba fue:

- abierta en presencia de María Magdalena, María la madre de Santiago y un ángel que estaba sentado afuera sobre una piedra ( Mateo 28:1-2 )

- o María Magdalena, María la madre de Jacobo y Salomé la encontraron abierta, y había un ángel sentado dentro ( Marcos 16:1-5 ) (¡pero no se lo dijeron a nadie! ( Marcos 16:8 ))

- Se encontró que estaba abierto por un número no especificado de mujeres sin nombre con dos ángeles de pie dentro ( Lucas 23:55 - 24:4 )

- O ¿El qué se encontró que María Magdalena había abierto por sí sola y en el que dos ángeles sólo aparecieron después de que varias otras personas habían entrado y salido ( Juan 20:1 )?


Es evidente que un solo Jesús no puede ser todo lo anterior, así que la única conclusión posible, aparte de que todos fueron inventados, o es que hubo varios Jesús diferentes y que los autores de la Biblia o bien escribieron sobre diferentes o bien los confundieron.


Con tantos para elegir, ¿es de extrañar que sus seguidores nos sigan preguntando si lo hemos encontrado?


¿Podría ponerse de pie el verdadero Jesús?



Traducido del original:

https://rosarubicondior.blogspot.com/2011/11/will-real-jesus-please-stand-up.html


Ver:


lunes, 13 de octubre de 2025

Dios existe y la ciencia lo demuestra, dicen dos matemáticos... y su refutación




Dos matemáticos aseguran que demostraron científicamente que Dios existe, desafiando a sus colegas ateos


Un libro que ya genera repercusión en Europa sostiene que los últimos avances científicos apuntan a la existencia de un creador, desatando polémica con referentes del ateísmo como Hawking y Dawkins.


07 de octubre de 2025 a las 4:40 p. m.


Dos matemáticos franceses, Olivier Bonnassies y Michel-Yves Bolloré, acaban de encender la polémica con su libro, donde aseguran que la ciencia demuestra la existencia de Dios. La obra, titulada “God, the Science, the Evidence”, sostiene que no se trata solo de creencias, sino de hechos respaldados por los avances recientes en física y cosmología.


Argumentos científicos y repercusión

Bonnassies y Bolloré basan su planteo en tres puntos clave: el universo tuvo un inicio definido, es un sistema de espacio-tiempo indivisible y los parámetros físicos parecen ajustados al milímetro para permitir la vida. Según los autores, estas características sugieren la intervención de una inteligencia superior y no pueden explicarse simplemente por el azar.

El libro, que ya vendió más de 400.000 ejemplares en Europa, recurre a testimonios de ganadores del Nobel y repasa cómo el péndulo de la ciencia pasó de relegar a Dios a volver a ponerlo en el centro del debate. Los autores, ambos emprendedores y con trayectorias exitosas fuera de la academia, insisten en que su propuesta se apoya en la razón y no en la fe ciega de que Dios si existe.


Reacciones y críticas de referentes ateos

La idea de que la ciencia demuestra la existencia de Dios no cae bien entre muchos de los referentes del ateísmo en todo el mundo. El físico Stephen Hawking, por ejemplo, escribió que el universo puede surgir de la nada sin intervención divina. Por su parte, Richard Dawkins calificó la creencia en Dios como una “delirante ilusión”.

La recepción del libro es dispar: mientras muchos jóvenes europeos muestran interés por una visión espiritual, otros científicos critican la falta de rigor matemático en el argumento. Pese a las controversias, los autores planean difundir su postura en conferencias y documentales financiados de forma independiente, con la intención de seguir alimentando el debate global.


Fuente:

https://la100.cienradios.com/ciencia/dos-matematicos-aseguran-que-demostraron-cientificamente-que-dios-existe-desafiando-a-sus-colegas-ateos/

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Dios existe y la ciencia lo demuestra, dicen dos matemáticos franceses


Olivier Bonnassies y Michel-Yves Bolloré afirmaron en su libro que la ciencia prueba la existencia de Dios mediante el Big Bang y el ajuste fino del universo. El texto, un éxito en Europa, genera controversia al desafiar a ateos como Stephen Hawking.


05-10-2025 13:07


En un mundo donde la ciencia y la fe a menudo se perciben como opuestos irreconciliables, dos matemáticos franceses, Olivier Bonnassies y Michel-Yves Bolloré, irrumpen con una tesis audaz: la existencia de Dios no es cuestión de creencia, sino de evidencia científica irrefutable.

Su libro “God, the Science, the Evidence: The Dawn of a Revolution”, publicado originalmente en 2021 y relanzado en inglés en Estados Unidos y Reino Unido, ya vendió más de 400.000 copias en Europa y promete revolucionar el debate sobre la creación del universo.

Con 580 páginas ilustradas a todo color y citas de 63 ganadores del Nobel, los autores argumentan que los avances científicos recientes han invertido el péndulo histórico, convirtiendo a la ciencia en "aliada de Dios" en lugar de su enemiga.

Bonnassies, de 59 años y residente en el oeste de Londres, descubrió su fe cristiana en la veintena, mientras que Bolloré, de 79 años y oriundo de París, ha sido católico de toda la vida. Ambos, además de matemáticos, son emprendedores exitosos que financiaron la publicación del libro para mantener control sobre su formato y distribución.

Su motivación personal es profunda: para Bolloré, si Dios no existe, la vida carece de sentido y todo se reduce a lo trivial; en cambio, un creador divino implica la posibilidad de vida eterna y un propósito universal. Como matemáticos, aplican un enfoque racional y lógico, rechazando la fe ciega y optando por "razón y ciencia" para demostrar la presencia de un ser supremo fuera del universo, todopoderoso y creador de la vida humana.


Dios

El núcleo de su argumento se basa en tres conclusiones científicas fundamentales, derivadas de descubrimientos del siglo XX y XXI.

Primero, el universo es un continuo espacio-tiempo que une materia, espacio y tiempo en una estructura indivisible, un concepto respaldado por la teoría de la relatividad de Einstein.

Segundo, el universo tuvo un comienzo, evidenciado por la teoría del Big Bang, propuesta inicialmente por el sacerdote y físico belga Georges Lemaître y confirmada por observaciones de Edwin Hubble, que muestran galaxias alejándose unas de otras, indicando una expansión desde un punto inicial hace unos 14.000 millones de años.

Tercero, y quizás el más provocador, los parámetros del universo están "finamente ajustados" para permitir la vida: cualquier variación mínima en constantes como la fuerza gravitacional o la masa de las partículas elementales haría imposible la existencia de estrellas, planetas o seres vivos.


Estos hechos, según los autores, apuntan a la intervención de una "mente superior" en el origen del cosmos, alineándose con la definición filosófica y religiosa de Dios.

Los matemáticos contextualizan su tesis en la historia de la ciencia. Durante siglos, desde Copérnico hasta Freud, los avances parecían eliminar la necesidad de Dios, explicando el mundo mediante leyes naturales. Sin embargo, lo que llaman "la Gran Reversión" ha cambiado esto: la física moderna, con su énfasis en un universo finito y ordenado, resucita la pregunta de la creación.

El prólogo del libro, escrito por el físico Robert Wilson (codescubridor del fondo cósmico de microondas), admite la coherencia de esta idea: "Si el universo tuvo un comienzo, no podemos evitar la pregunta de la creación", aunque Wilson no la encuentra satisfactoria personalmente. Además, los autores incorporan testimonios de laureados del Nobel para reforzar su narrativa, aunque no se detallan nombres específicos en las reseñas disponibles.


La recepción del libro es polarizada. En Europa, su éxito comercial refleja un interés creciente, especialmente entre generaciones jóvenes: una encuesta citada indica que solo el 13% de los adultos de 18-24 años se identifican como ateos, mientras que el 62% se consideran espirituales.

El distribuidor estadounidense Joseph Montagne, de Abrams Books, es optimista: "Creemos que la perspectiva fresca del libro, mostrando cómo la ciencia apunta cada vez más hacia un Dios creador en lugar de alejarlo, resonará con muchos".

Sin embargo, enfrenta críticas feroces de figuras científicas prominentes. Stephen Hawking, en su libro “The Grand Design” de 2010, argumentaba que "el universo puede y se creará a sí mismo de la nada" y que "no es necesario invocar a Dios para encender la mecha azul y poner en marcha el universo". Richard Dawkins, en “The God Delusion”, califica la creencia en Dios como una "delusión infantil", criticando la presunción de que alguien más debe dar sentido a la vida.

Estos contrapuntos destacan la controversia: mientras Bonnassies y Bolloré ven en la ciencia una prueba, escépticos la interpretan como mera especulación, no demostración matemática rigurosa. Para promover su obra, los autores planean conferencias académicas y una serie de documentales, financiados por ellos mismos para evitar compromisos editoriales que diluyeran su mensaje.


DS / LV


Fuente:

https://www.perfil.com/noticias/ciencia/dios-existe-y-la-ciencia-lo-demuestra-dicen-dos-matematicos-franceses-a35.phtml

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Criticas del Libro

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«Dios. La ciencia. Las pruebas: El albor de una revolución»

de Michel-Yves Bolloré y Olivier Bonnassies


Posted on mayo 1, 2024

by Retratoliterario

Ensayo


El lector de esta bitácora sabe que no es habitual que refiera aquí libros best-seller del momento, y menos aun libros del tipo de libro del que hablaré hoy. Pero se me ha cruzado, y con sus cosas buenas y sus cosas malas, creo importante dedicarle una entrada. Se trata del mamotreto: Dios. La ciencia. Las pruebas (2023) de Michel-Yves Bolloré y Olivier Bonnassies que aparece en español de la mano de Editorial Funambulista y la traducción de Amalia Recondo.

Esta obra se vende como un esforzado trabajo de tres años con veinte científicos para revelar «pruebas modernas de la existencia de Dios». El problema es que, una vez leído, ni son tan pruebas ni son tan modernas. Como voy a tratar de exponer, no son distintas de lo ya argumentado históricamente por distintos pensadores y científicos creyentes o no, y tenemos las mismas razones para aceptarlo o para rechazarlos que tiempo atrás. La situación no ha cambiado, aunque parezcan intentar convencernos de que sí.

El libro se divide en tres partes: una introducción donde se trata de allanar el terreno, asentar la perspectiva desde la que se desarrollará el tema y aclarar la terminología empleada; una primera parte que se fundamenta en la exposición del estado actual de la ciencia y los límites ante los que se encuentra, confrontando las tesis materialistas, y la evolución histórica de las actuales teorías en torno al origen del universo, su final, o el origen de la vida, como pruebas (que no demostraciones) de la existencia de Dios; y una segunda parte que abandona el terreno de la ciencia y se adentra en la explicación religiosa y filosófica, confrontando diversas tesis que niegan la realidad del Cristo, del milagro de Fátima o se enuncian las pruebas ofrecidas desde la Filosofía, sostenidas por eminentes pensadores a partir del pensamiento griego.

Si el lector toma el libro como una publicación divulgativa sobre el estado de la cuestión, sin duda hallará en él una buena obra en la que, sin mucha complejidad, se explican sencillamente los complicados y, en buena medida, inaccesibles edificios científico, religioso y filosófico —este último de forma bastante débil, todo hay que decirlo—. No obstante, la obra provoca al lector continuamente para que reflexione y se posicione. Aunque empieza asumiendo una mera labor expositiva de hechos, paulatinamente va inclinando la balanza, adquiriendo cierto tono sermoneador. Esto es obvio, claro, en esa segunda parte del libro donde se abandona la vestimenta científica y donde, aunque se subraya que seguimos en el plano de la racionalidad, uno percibe que lo explicado cojea de un pie. Pero, precisamente, lo que sucede en esa segunda parte del libro, ocurre también en la primera parte de manera más disimulada debido a todo el baño de divulgación científica. La sensación que tuve en todo momento, y que se me hizo evidente al aterrizar en la segunda parte, es que lo divulgativo no es más que un envoltorio que se confunde con las conclusiones a las que se pretende llegar. Usar sibilinamente el científicamente mostrado a favor de una conclusión que está lejos de esa sentencia y de la ciencia misma.


Me explicaré mejor. Todos conocemos los documentales que, emitidos en cadenas como Discovery, History etc., desarrollan tesis tan surreales como la famosa teoría de los astronautas ancestrales y del paleocontacto. Y entre mucha parafernalia de apariencia científica y parloteo histórico, acaban concluyendo que la historia del hombre en la Tierra y sus avances científicos, tecnológicos, o sus grandes obras de ingeniería, no han sido posibles más que por la intervención de extraterrestres que mucho tiempo atrás contactaron con los hombres de la antigüedad y los ayudaron a evolucionar. Teorías que son del mismo tipo que aquella que afirma que las pirámides de Egipto fueron levantadas con ayuda de tecnología extraterrestre solo porque hoy no nos explicamos del todo cómo fue posible la hazaña con el nivel de tecnología que tenían, según se ha establecido. Claro, una vez que la explicación racional y científica alcanza un límite más allá del cual se extiende el enigma, enseguida surgen explicaciones de este tipo que vienen a apoyarse, precisamente, en que la ciencia ha topado con un límite insoslayable y que la propia ciencia no puede negar las afirmaciones que provienen de estas teoría. O lo que es peor, llegan a sostener que la propia ciencia permite derivar tales conclusiones.

Podría mencionar aquí las no pocas pseudoteorías por parte de creencias esotéricas y sectarias que han basado su predicación en vincular y entreverarla de discurso científico malentendiendo teorías, reduciéndolas a simplonas explicaciones, y derivando conclusiones a conveniencia que para nada estarían avaladas por la ciencia —mencionaré el caso del falso documental What the Bleep we do Know?, mezcla de física cuántica, neurología y la espiritualidad que hizo circular la secta Ramtha’s School of Enlightmen—. Esto sería el extremo radical de estas situaciones. Afortunadamente, este libro está lejos de esto último.

La ciencia, en estos casos, sirve de envoltorio que impregna de credibilidad lo que, de otra manera, sonaría irracional y acto de fe. Lo científico aparece en el discurso, no para operar desde la ciencia misma, sino para que el televidente (o el lector) asuma que aquello a lo que asiste, aquello que le están contando, tiene los visos de veracidad y certeza que comúnmente le asignamos a lo que está científicamente demostrado. Nos predispone a creerlo acríticamente, pues se trata de algo que proviene de la ciencia. Tal y como operan otros programas de entretenimiento en que se trata de capturar fantasmas y se emplean una decena de dispositivos de última generación y teorías que incluyen factores medibles y matematizables de temperatura, electricidad, radiación etc. Y todo ello no es más que una extensión de lo que ya en el siglo XIX, con el espíritu positivista, se coló hasta en las universidades y dio carta de naturaleza científica a médiums, espiritistas y toda suerte de supercherías, no precisamente entre las clases analfabetas y menos instruidas. Tampoco podemos olvidar que muchos de nuestros más aclamados astrónomos históricos fueron astrólogos y se ganaron un buen dinero con ello.

En la primera parte de este libro, justamente, se presentan y describen las teorías del Big Bang, la muerte térmica del universo, el ajuste fino y el salto de lo inerte a la vida. De forma divulgativa, sencilla, se expone cada una. Y cabe decir que la sencillez con las que se exponen ya supone un problema, en tanto que luego se confrontan con la tesis que se quiere concluir. Si fuese, como decía, el objetivo la simple divulgación, esta simplificación no supondría un auténtico problema. Ahora bien, la simplificación de las teorías en las consecuencias más directas e intuitivas, eludiendo todo su complejo desarrollo y encaje en el sistema científico o paradigma en que nos hallamos, y el hecho de obviar que el estado científico de un momento histórico nunca es definitivo respecto del avance de la ciencia misma, permite que este libro considere como pruebas de la existencia de Dios el hecho de que: la ciencia haya alcanzado un punto en el que entiende que el universo debió tener un inicio como tendrá un fin; o que el mundo en su conjunto se constituye en un complejo sistema de relaciones cuyo estudio arroja unos ajustes tan precisos que dejan un margen muy estrecho al azar y abonan el campo para quien quiera afirmar un diseño inteligente; y que, dado que no somos capaces de explicar ni replicar el milagro del surgimiento de la vida, esta solo es explicable por un acto creador de una divinidad.

Esta primera parte lo único que establece es que el desarrollo científico ha alcanzado un determinado límite en nuestra época. Ahora bien, esto es así al igual que lo alcanzó en otras épocas y hubo que esperar un nuevo desarrollo teórico y tecnológico que permitiera nuevas mediciones, nuevas observaciones y experimentos… o esperar el genio brillante que abriera la especulación científica hacia un horizonte que nadie hasta ese momento había vislumbrado. No se puede totalizar ese límite histórico como el final mismo a partir del cual la ciencia no avanzará más, y empezar a afirmar lo que la ciencia no puede negar… ni tampoco confirmar. Menos aún usar el momento histórico de desarrollo científico como trampolín para aseveraciones que son un salto al vacío sin arnés empírico de ningún tipo. Ese fue, por ejemplo, el problema que supuso el avance de la óptica y que Galileo pudiera observar con su telescopio nuevos cuerpos celestes en un universo que se suponía inmutable desde la creación divina en la forma en la que había sido descrito antes de tales observaciones. ¿Cuántas otras cosas no se habrán observado aún como para lanzarse de este modo a la piscina?

La argumentación procede de forma disyuntiva excluyente: o es verdad la perspectiva materialista o el universo tuvo un inicio y tendrá un fin. De cada opción se desgranan una serie de consecuencias. Acto seguido, el discurso está dedicado a mostrar la falsedad de la tesis materialista para afirmar indirectamente la verdad de la tesis del Dios creador. Es cierto que el paradigma científico materialista está comprometido con los últimos desarrollos científicos: que podemos dudar de una eternidad de la materia y que podemos atisbar las hipótesis de una generación y un final del universo mismo a partir del Big Bang o la muerte térmica. Aceptando que el universo tuvo un inicio y tendrá término, la ciencia, no obstante, no nos describe cómo se originó el universo ni cómo será su fin. Suponer que el único inicio posible fue el acto creador de una voluntad de un ser sobrenatural y supremo, desde cuya bondad absoluta se nos ha dado la vida, y al que hemos de retornar cuando todo acabe… no es algo que pueda derivarse del estado actual de la ciencia ni algo que la ciencia esté en disposición de afirmar o negar.

No es una hipótesis que la ciencia rechace o acepte… es una hipótesis sobre la cual a la ciencia no le cabe pronunciarse, por el simple hecho de que está más allá del propio quehacer científico. Como máximo, la ciencia nos suelta la mano en el deísmo: asumimos que hubo un principio, llámelo como usted quiera… Dios o Zeus. Pero este libro trata de confundir el deísmo, límite al que llegaría la ciencia, es decir, el hecho de que se acepte lógicamente un primer principio, una primera causa, un primer motor que diría Aristóteles, con el teísmo, esto es, la existencia de un Dios creador, omnisciente y omnipotente, que envió a su único hijo, como verdadero hombre y como verdadero Dios a redimirnos naciendo de una Virgen sin mácula por obra del Espíritu Santo, al que debemos culto y dedicación. Esto siempre ha sido advertido desde la actitud racional y científica: una cosa es asumir la existencia de un primer principio y muy otra vestirlo con las galas del Dios de la Biblia y considerar aquello la demostración de su existencia.

Tres cuartos de lo mismo sucede con el ajuste fino o con el surgimiento de la vida. Proponer como prueba de que detrás del mundo hay una inteligencia superior debido a la precisión y orden con que funciona todo y el hecho de que no haya discurrido de otro modo o no seamos capaces de replicar el acto de la vida… o peor, basarse exclusivamente en que es poco probable que sucediera de una manera mejor que de otra e interviniera el azar mejor que un Dios creador… es apelar al principio de causalidad, como ya enunciara Aristóteles y copiara Santo Tomás, divinizando la primera causa incausada, el primer motor inmóvil, dando saltos allí donde la razón tropieza.

Al hilo de esto, me sorprende descubrir que en la parte final del libro los autores expongan también el pensamiento filosófico al respecto y lo retrotraigan a Parménides, Platón o Aristóteles, y el uso que posteriormente se le dio desde el pensamiento cristiano obviando unos elementos y moldeando al gusto otros. Ahí no se expone que el pensamiento cristiano hizo cherry-picking con el pensamiento griego, escogiendo las ideas a conveniencia para asentar sus conclusiones sobre el egregio pasado heleno. Podemos encontrar suficientes argumentos en el propio pensamiento griego para afirmar todo lo contrario a lo que el pensamiento cristiano afirmó. Partamos del hecho de que los griegos no tenían noción de nada, de que para ellos, de forma genérica todo es ser; que entienden tal ser (arjé) como Uno o múltiple desde el monismo o el pluralismo, que asumen posiciones tanto materialistas como formalistas, y que, en general, sostienen el hilozoísmo (la materia eterna y viva)… acabar afirmando un espiritualismo monista que encaja en el Dios cristiano como creador perfecto y benevolente, como hiciera Santo Tomás a partir de un cuarto y mitad de Aristóteles y, en algún caso, echando mano de un puñado de Platón, es solo una de las muchas opciones que uno podría derivar. No debe olvidarse que actos creadores desde la nada o la afirmación de la inmortalidad del alma ni siquiera son considerados por, respectivamente, Platón o Aristóteles. Que el primero, aunque fuese ontológicamente dualista, afirmaba la existencia de un mundo imperecedero al margen de cualquier divinidad. Y que el segundo negaba la existencia de dos mundos. Y aún así, fueron la base del pensamiento cristiano que decidió olvidar estos pormenores al trazar sus correspondencias interesadas para la simulación de un pensamiento racional en torno a Dios y su existencia: el mundo eidético de Platón se transformó en la mente divina; la idea de Bien metaforizada en el Sol se convirtió en un acto de iluminación divina; el alma increada e inmortal, siguió siendo inmortal, pero ahora con un principio creador, lo que asalta toda lógica; el motor inmóvil y última causa incausada, ese acto puro sin potencialidades aristotélico se ubica en ese mundo trascendente como un ser necesario preocupado por el mundo contingente al que ha dotado de movimiento y en el que interviene en lugar de ser ese pensamiento que solo puede pensarse a sí mismo absolutamente impersonal e inmóvil.

El hecho de atribuir carácter divino a las últimas causas o primeros principios que aún nosotros ignoramos tampoco es muy distinto del politeísmo antiguo, que divinizaba cada fuerza de la naturaleza cuyo orden, ley o regularidad ignoraba. Tampoco se distingue mucho el discurso de la falacia historicista que asume que el momento histórico actual era el único resultado esperable a la luz del desarrollo de los eventos anteriores ya acontecidos. A toro pasado, siempre parece que solo había un final posible a todo, que los acontecimientos del ayer convergen indefectiblemente en lo que hoy sucede, y que nada más podría haber sucedido.

No he visto en este libro nada nuevo respecto de lo aportado por la Filosofía, que más concretamente apunta hacia el final del libro, aunque sembrando el camino de las premisas de la teoría del diseño inteligente. Así, por ejemplo, cuando en la primera parte del libro se confronta la complejidad del acto de la vida, y del paso de lo inerte a lo vivo. Pero en realidad, tan solo enuncia lo que son los argumentos tradicionales: teleológico, cosmológico, metafísico, moral, que se remontan al tomismo más antiguo, y el ontológico… y que los autores llevan hasta converger en el diseño inteligente, sin aportar en modo alguno el alcance y las refutaciones de cada uno.

La ciencia sirve de excusa en la primera parte del libro, es la coartada. Explicar las teorías solo resulta importante al propósito del libro para cobijar a su amparo las conclusiones que, de ningún modo, se desprenden de aquellas. Y del mismo modo se apela, más que al convencimiento, a la persuasión emocional, cuando se exponen capítulos históricos de persecución sistemática de científicos cuyos desarrollos contrariaban las tesis materialistas tan funcionales para las ideologías totalitarias del siglo XX. Sí, se acude a la historia en la que se contextualizan los avances científicos, pero, una vez más, con claras intenciones de parte. Este libro prácticamente convierte a los científicos que desarrollaron teorías como el Big Bang en mártires defensores de una causa religiosa, cuando en realidad fueron víctimas de la ceguera ideológica y acrítica, al margen de que creyeran o no en Dios, defendieran o no una causa religiosa: simplemente eran peligrosos para el sostenimiento de una tiranía, como tantos otros en otros ámbitos como el arte, porque socavaban el orden ideológico preestablecido. Los únicos que veían un Dios en esas teorías y lo ponían en la boca de los científicos eran, precisamente, sus ejecutores. Que fuesen perseguidos no tiene carácter probatorio, no digamos demostrativo. ¿Acaso la persecución de los científicos en otras etapas históricas, cuyas afirmaciones ponían en tela de juicio la existencia de Dios, serían pruebas de que Dios no existe? ¿Acaso el poner en boca de un científico la afirmación de que Dios no existe, llamarlo hereje, convertía al científico en un fiel defensor del ateísmo más pleno? ¿Cómo hacemos para que el argumento sea tan válido que pueda integrar tanto la persecución a los científicos del Big Bang, como censurar las ideas de Copérnico, monje polaco, el haber quemado a Giordano Bruno, creyente dominico, condenado a Galileo, que era católico, o recluido a la madre de Kepler, quien era profundamente religioso, por bruja y haberla sometido a tortura hasta quebrarla y morir apenas un año tras su liberación? Podemos contar una historia igualmente vil y execrable en la que los perseguidos fueron los ateos materialistas e incluso los científicos creyentes y practicantes, y sus perseguidores fueron las altas jerarquías eclesiásticas, ya católicas, ya protestantes… y esto no probaría absolutamente nada acerca de las convicciones de los perseguidos. Perseguir ideas o teorías dice más del que las persigue que de la verdad que sostenga el perseguido. Sobre todo en el ámbito científico, cuya actitud es mantener la hipótesis avalada por la evidencia empírica, la cual permite ratificar, rectificar o abandonar una teoría. Valga esto para algunas de las afirmaciones que se hacen en la segunda parte del libro, donde del hecho de que Cristo fuese perseguido, parece querer derivarse también su realidad divina. Esto habría de convertir en mesías a todos los perseguidos por causas políticas o religiosas.


En la segunda parte, la manera de operar es, si cabe, menos disimulada. La ciencia, sobre la que se estaba apoyando antes, se abandona, lo que levanta el velo y facilita ver cómo se está procediendo. Asistimos, por ejemplo, a la aseveración de la realidad divina del Cristo, o que los acontecimientos de Fátima, dado que no han sido explicados por la ciencia, son, en efecto, un milagro. Una vez más, el discurso corre de forma inductiva por disyunción excluyente. Veámoslo con el caso de Fátima: como se puede discutir que los niños estuviesen manipulados, o que se sufriese una histeria colectiva, dado que se perseguía desde un gobierno anticlerical las manifestaciones de fervor religioso, y como la ciencia no puede explicar lo que los testigos dicen haber observado incluso lejos del lugar, entonces todo fue verdad. No faltan tampoco las citas de aquellos que, siendo ateos, declaran haber visto algo inexplicable. Es la aplicación más clara del principio falaz creer todo hasta que se demuestre lo contrario. Y como lo contrario no se ha demostrado… lo ocurrido en Fátima fue un hecho milagroso. No se está cayendo en la cuenta de que rebatir las posiciones contrarias no demuestra (o prueba) la posición propia, porque ni siquiera se prueba que la posición propia sea la única explicación que quedé en pie.

Tanto en la primera parte como en la segunda parte se procede exactamente del mismo modo: por un proceso de inducción que parte de una disyunción excluyente. Es el falaz proceder inductivo de Sherlock Holmes al enunciar el detective en El signo de los cuatro «cuando han sido descartadas todas las explicaciones imposibles, la que queda, por inverosímil que parezca, tiene que ser la verdadera»; y es falaz porque implica de partida el estar seguros de conocer la absoluta totalidad de posibilidades y casos que concurren para poder descartarlos uno a uno. ¿Estamos seguros de conocer absolutamente todas las posibles explicaciones a Fátima? ¿Son todas las posibilidades las que se plantean en el libro y no podrían existir más, aun cuando no hayan sido enunciadas? Ídem para la primera parte científica: ¿atesoramos ya todas las posibilidades de la ciencia, incluidas las que aún estarían por enunciar? ¿Acaso la propia ciencia no seguirá su camino seguro, al decir de Kant, y se hallen nuevas explicaciones con suficiente evidencia empírica que permitan ratificar, rectificar o abandonar posiciones anteriores que ahora resultan tan favorables a los autores del libro?

Hasta aquí el contenido, discutible, criticable, asumible, falaz o no… en ello concuerdo con los autores del libro: cada lector tomará su decisión. No obstante, me da que cada lector que se acerque al libro solo reforzará su posición primera, en contra o a favor, y que pocos son los que la someterán a juicio, tanto en un sentido como en otro, aun cuando el libro no es neutral y pretende llevar al lector al huerto.

Algo que es nefasto en este libro, y ahora entro a la forma de redacción, es que se puebla de citas sin ton ni son, hasta componer, incluso, capítulos enteros de citas directas de científicos o de prensa escrita —como aporta en el caso de Fátima, en la segunda parte—. Literalmente capítulos enteros que solo son citas, una tras otra. Como quien lee una web de citas celebres en torno a un tema. De todo punto absurdo. El libro podría adelgazarse a la mitad con solo retirar la catarata de citas y citas reiterativas. Me da la sensación de que el libro se presenta voluminoso con toda intencionalidad: un libro grueso sobre esta temática se juzga por su tamaño. Debe ser cosa seria, pensará el futuro lector. No obstante, en mi caso convierte al libro en algo pesado, tanto en lo más físico como en el lento progresar del contenido. Vuelve tediosa la lectura abusando del argumento de autoridad científica, que encima solo es envoltorio. Me parece una manera de presentar la información completamente disparatada.

Además, se advierte también cierta malicia al malinterpretar, en esta monumental oda a la cita textual, algunas de las aseveraciones de científicos donde estos emplean la palabra milagro: nuestros autores, que previa y oportunamente los han etiquetado de ateos y agnósticos, hacen resaltar el uso de esta palabra en las bocas de no creyentes… como si la palabra milagro solo tuviera el sentido trascendente que apela a la intervención divina y no un sentido profano por el que se denota extrañeza ante algo inexplicable o poco probable para la comprensión de ese científico en ese momento. Es malicioso, sin duda, querer argumentar confundiendo las palabras y los significados con que se emplean para dejar sutilmente en el aire que hasta los científicos más ateos apelan a la intervención de Dios para explicar como milagro lo que la ciencia no puede aún aclarar.

Si bien tiene una parte divulgativa, que quizás sea la que más valor tiene, y ya digo que simplifica demasiado las cosas, en modo alguno es un libro divulgativo ni exhibe esa intención objetiva que en la Advertencia inicial se indica: «Es nuestro deseo que, al término de esta investigación, puedan tener a mano todos los elementos que les permitan decidir, con total libertad y de manera informada, aquello en lo que les parezca más razonable creer. Aquí damos hechos, nada más que hechos. Este trabajo conduce a conclusiones que contribuirán, tal como esperamos, a abrir un debate esencial». Precisamente, tras su lectura uno duda de que el libro entregue todos los elementos para decidir: sobre todo porque ignoramos si poseemos todos los elementos, o aunque solo sean todos los elementos de que disponemos, tanto si están en el libro como si no; por otro lado, decidir aquello en lo que les parezca más razonable creer… es decir, que nos movemos en el plano de la creencia, a fin de cuentas. Pero eso sí, el libro solo afirma hechos que llevan a conclusiones, nos dicen. Esta advertencia resulta incoherente en sí misma. Y solo es la antesala.

Por otro lado, suelo desconfiar de los libros que vienen precedidos por titulares que subrayan: la obra que conmocionó… el libro que incendió Francia… Como también es interesante comprobar que las portadas de cada edición llevan distintos subtítulos: desde la primera, que afirma sin sonrojo «¡La ciencia, nueva aliada de Dios!», a la segunda, tercera y cuarta, que yo tengo, donde más diplomáticamente se pregunta «¿Y si Dios existe?», creciendo al albur de la polémica y de una campaña de marketing que vende lo que el libro no entrega y postula un debate que tampoco evidencia ni parece realmente querer.


Héctor Martínez


Fuente:

https://retratoliterario.wordpress.com/2024/05/01/dios-la-ciencia-las-pruebas-el-albor-de-una-revolucion-de-michel-yves-bollore-y-olivier-bonnassies/

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