Stephen Jay Gould fue un personaje excepcional. Fue uno de los más lúcidos divulgadores científicos del final de siglo, de cita obligada en la mayoría de los trabajos sobre paleontología, evolución, historia de la vida o filosofía. Fue uno de los más destacados Agnósticos de su época. Fue reconocido como el científico más famoso de los Estados Unidos en su momento.
Nació en Nueva York el 10 de septiembre de 1941. Fue un paleontólogo, biólogo teórico y divulgador científico estadounidense. No sólo la paleontología constituye su pasión, también la geología, la biología, la astronomía, la historia, la filosofía, la música y el béisbol.
En general, la inmensa producción de este escritor y científico (paleontólogo, geólogo y zoólogo, si tenemos en cuenta los cargos académicos que fue ocupando en los últimos veinticinco años), podría resumirse en intentar explicar y comprender lo maravilloso que resulta que estemos aquí. En sus propias palabras: “el Homo sapiens no apareció en la Tierra (justo hace un segundo geológico) porque la teoría evolutiva prediga tal resultado basándose en cuestiones de progreso y complejidad neuronal creciente. Los humanos aparecimos, en cambio, como el resultado contingente y fortuito de miles de sucesos enlazados, cualquiera de los cuales podría haber ocurrido de forma diferente y, así, haber mandado la historia por un camino alternativo que no nos habría traído a la consciencia”. Es decir, preocupación por la evolución, por la forma en que se produce y, sobre todo, por la manera en que estudiamos nuestra propia condición de especie en este planeta vivo.
La obra científica de Gould parte, reafirmándola pero alterándola, de la teoría evolutiva de Darwin. Desde la publicación al 1927, junto con el paleontólogo también norteamericano, Niles Eldredge, del artículo Equilibrio discontinuo: una alternativa al gradualismo filético, ha llegado a ser una figura central en el ámbito del darwinismo. De su numerosa bibliografía podemos destacar: Desde Darwin (Ever Since Darwin: Reflections in Natural History), 1977; Ontogeny and Phylogeny, 1977; El pulgar del panda. Ensayos sobre evolución (Panda's Thumb: More Reflections in Natural History), 1980; La falsa medida del hombre (The Mismeasure of Man), 1981, La sonrisa del flamenco. Reflexionas sobre historia natural (The Flamingo's Smile), 1985; y La vida maravillosa. Burgess Shale y la naturaleza de la historia (Wonderful Life), 1989.
Su máxima obra la publicó junto a Niles Eldredge "Punctuated equilibria: an alternative to phyletic gradualism", donde exponen la hipótesis del equilibrio puntuado en la evolución de las especies. Dos años más tarde publicó un libro titulado "Evolutionary Theory and the Rise of American Paleontology". En estas y en posteriores publicaciones afirma que la evolución de las especies no se da de forma uniforme, sino en periodos de evolución rápida, como parece deducirse de la escasez de formas intermedias encontradas entre los fósiles animales.
Darwin siempre aceptó el lema «Natura non facit saltum» y consecuentemente, pero en contra de otros evolucionistas, defendió que el proceso evolutivo iba a ritmo lento, sin saltos súbitos, gradualmente. El registro fósil, ciertamente, no apoyaba éste gradualismo, más bien daba testimonio de saltos y de discontinuidad. Pero Darwin argumentaba que el registro era incompleto e imperfecto, era como un libro que sólo le quedan escasas páginas, pocas líneas por página, pocas palabras por línea y pocas letras por palabra.
Stephen Jay Gould y Niles Eldredge plantean un modelo evolutivo que cuestiona éste gradualismo de Darwin: el modelo de equilibrios puntuados o de equilibrios discontinuos. Un modelo que sí encaja y explica el actual y voluminoso registro fósil, un registro que no da testimonio de cambios morfológicos graduales, sino de abruptas discontinuidades.
Las teorías evolutivas de Gould no son del todo compartidas por sus colegas, en especial la proposición de que la evolución sucede en momentos determinados de rápido cambio, frente al modelo usual que propone escenarios más graduales (una discusión que se ha mantenido viva durante varios decenios, por cierto).
Muy crítico con el papel de la ciencia, Gould reconocía que el problema actual es que de ella se han derivado tecnologías potencialmente asesinas en una escala mucho mayor de la que nunca el ser humano había dispuesto antes. “Cuando la humanidad tenía sólo flechas, arcos y lanzas a su disposición, el genocidio era más improbable. Ahora no”. Para Gould el uso racional del poder era fundamental para asegurar el futuro. Las preocupaciones de un hombre de ciencia como Gould, no son de extrañar, iban desde la historia a la política, pasando por la literatura o el arte. Su capacidad de utilizar en sus ensayos (un estilo que Gould mimó especialmente) claves provenientes de multitud de lugares, conseguía rápidamente la complicidad del lector.
Igualmente, al tomar partido por la ciencia, Gould entabló una feroz lucha contra la pseudociencia, en especial defendiendo la biología frente a los ataques no sólo intelectuales sino políticos de los creacionistas, quienes defienden la veracidad literal del relato bíblico. Esa posición lo colocó en el punto de mira de grupos integristas que lo consideraban una especie de anticristo. Algo que quizá influyó en su ensayo Ciencia versus religión, un falso conflicto, donde intentaba establecer la tesis de los magisterios separados: la ciencia y la religión hablan de mundos diferentes: “mucha gente cree que hay un conflicto intrínseco entre el cristianismo y la evolución, pero no es así. La religión habla de ética y valores, y la ciencia de hechos. Uno necesita ambas cosas, pero realmente no interactúan demasiado”.
Cuando en 1982 le diagnosticaron un cáncer abdominal mortal, Gould convirtió su amargura y sorpresa en un delicioso artículo titulado La mediana no es el mensaje, analizando la forma en la que entendemos las estadísticas. La literatura sobre los mesoteliomas abdominales (la enfermedad de Gould) hablaba de una enfermedad irreversible con una supervivencia de ocho meses (la mediana: es decir, la mitad de los enfermos morían antes de los ocho meses). Escribió: “Cuando supe de ello, mi primera reacción intelectual fue: bueno, la mitad de la gente vivirá más, veamos qué probabilidades tengo de pertenecer a esa mitad. Leí durante una furiosa hora y concluí, con alivio: ¡cojonudo! Poseía cada una de las características que daban mayor probabilidad de supervivencia: era joven; mi enfermedad se había diagnosticado en un estadio relativamente temprano; recibiría los mejores tratamientos médicos; tenía un mundo por vivir; sabía como leer los datos adecuadamente, y no desfallecería”. La lucha siguió durante diez años. Y finalmente, el cáncer ganó, como cabía, estadísticamente, pensar. Gould supo entender no solamente la estadística, sino sobre todo seguir adelante con su trabajo a pesar de ella.
El 20 de mayo de 2002 murió, a los sesenta años de edad.
La divulgación científica ha perdido una de las voces más cualificadas y, como sucedió con la desaparición de Isaac Asimov o Carl Sagan, la ausencia no se llenará fácilmente: aunar interés, precisión, estilo y capacidad de entusiasmar no es algo sencillo.
Fuentes:
http://www.xtec.es/~lvallmaj/academia/gould2.htm
http://www.el-esceptico.org/ver.php?idarticulo=133
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Ver Sección: Personajes
"Ninguna orden de inteligencia divina une a las especies. Los lazos naturales son genealógicos junto a caminos contingentes en la historia" Stephen Jay Gould
Acabo de dar con esto... ¡Muy buen blog en verdad! (sobre todo el tema); saludos
ResponderEliminarLuis
Gracias por tus comentarios para con este sitio Luís… eres bienvenido.
Soy cristiano pero estoy muy interesado en todo diálogo con los que se consideran ateos. Tengo cosas publicadas en http://metanexus.bubok.com Se pueden bajar gratis. Leandro Sequeiros. Catedrático de Paleontologia y miembro del grupo metanexus para el dialogo ciencia-religión
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ResponderEliminarSaludos Leandro… Bienvenido.
Al parecer buscamos lo mismo: un dialogo cordial entre creyentes y descreyentes… ¡Vamos a eso!
Muy interesante el trabajo de este señor, hasta hace un momento sabia poco o nada del mismo, si conocia su relevancia, por lo mucho que aparece mencionado en ciertas paginas de divulgación cientifica, sin su permiso, enlace este articulo a mi muro en feisbu.
ResponderEliminarSaludos
Mar_o
brainsesudo.blogspot.com
Bienvenido Amigo Mar-o…
ResponderEliminarTuve la oportunidad de leer tu blog… y si “sin tu permiso”, lo enlazaré como mis preferidos.
Gracias por tus comentarios y te felicito… muy buen blog tienes… recomendado.
Brainsesudoblogspot.com/
debo aclarar que Jay Gould no era ateo, sino agnostico
ResponderEliminarson unos tontos jesucristo es el señor el Dios verdadero y unico
ResponderEliminarConoci a Gould por uno de sus libros. Honestamente, es un gran autor, y un tremendo profesional
ResponderEliminarmuy emotivo leer de éste científico, me he leído la mayoría de sus libros, uno que aprecio mucho es "la vida maravillosa".
ResponderEliminarBastante emotivo me parece el ensayo "la mediana no es el mensaje"