Hipatia atea
La tolerancia de las religiones aumenta en proporción inversa a su poder
PABLO HUERGA MELCÓN No hemos llorado nunca lo suficiente a Hipatia. Ni siquiera han quedado sus recuerdos, tan sólo una leyenda que vuelve a nosotros una y otra vez. Siempre en los momentos en los que la sangre arde en el conflicto. Aprovechada como arma arrojadiza para reprochar al enemigo su bestialidad. «Si un Cirilo mató a Hipatia y acabó con la biblioteca de Alejandría, no faltó un Orosio que llorara su desaparición y muerte». Es verdad, pero primero hubo de ser muerto todo. Hipatia es una heroína romántica, muerta por no someterse a la sinrazón de la fe. Aferrada a la fe de la duda. Me alegra la defensa del ateísmo sin complejos de la película de Amenábar. Qué pequeño era el horizonte del saber de entonces, y qué grande se veía, mientras que un niño hoy se familiariza rápidamente con ideas que costaron siglos de esfuerzo y trabajo, de sufrimiento y muerte, de cerrazón y necedad. Ayer tan filósofos, hoy desdeñamos el conocimiento. Cuánto costó al hombre alcanzar eso que lo hace universal y gigante, y cuán vanamente malgastamos nuestra vida despreocupados, sin poner atención en el tesoro que tenemos delante de nosotros, mientras gritamos y vociferamos por las calles como bestias de carga.
El ateísmo, qué cosa tan dura. La negación de la existencia de cualquier tipo de dios tal y como las religiones lo han concebido. La aceptación sincera de lo que las ciencias nos van permitiendo conocer alejándonos cada vez más de aquellos cómodos, seguros y acogedores paraísos de la fe. Y qué teme el hombre, tal vez teme la muerte, tal vez la brevedad de la vida, que la muerte se adelante. O tal vez teme supersticioso que los dioses castiguen la osadía de negarlos. Tal vez teme que la sociedad se quede sin? ¿principios? ¿Acaso la religión ha dotado al hombre de mejores principios? ¿Acaso la fe ha permitido al hombre vivir mejor? ¿Qué religión? A unos sí y a otros no. A los de la ciudad de Dios sí, a los de la ciudad de los hombres, no. Tal vez el hombre se ha aferrado a la fe como ahora nos aferramos a las vitaminas, a las proteínas y al colesterol «bueno». ¡A ver si aguanta un poco más el cuerpo!
La tolerancia de las religiones aumenta en proporción inversa a su poder. Cuanto más poder, menos tolerancia; cuanto menos poder, más tolerancia. Todas ellas pueden ser comprensivas con quien cree en otra cosa, pero ninguna ha procurado nunca permitir el ateísmo, esa forma de indiferentismo ante la fe, incluso de atención filosófica sincera para comprender su función, anegada por la emoción de vivir sin fronteras, en el abismo, aceptando a cada paso la indeterminación de nuestra existencia, el absurdo abismo del destino, la noción de quien sabe que el mundo se acaba con la muerte y todo con él. Soseguémonos, pues; amemos el misterio de la vida aceptando su profundo ignorabimus!, su misterio infinito. Su sencilla soledad cósmica, el vacío que nos deja entrever el cielo estrellado nocturno que Hipatia aun vio poblado de estrellas, donde hoy sabemos que se extiende un inmenso silencio oscuro y tenebroso. Afrontemos el amanecer sin dioses, como Hipatia, mirando al Sol que nace por el Este, en ese plano maravilloso al final de la película.
Hipatia, ¿fuiste así? Ojalá hubieras sido así, tan elegante, tan americana, tan estupenda, tan pedagoga, tan demócrata, y sabiendo ejercer tu autoridad de una manera tan firme y señorial. Tan sublime. Otros hicieron fiestas religiosas contigo, nombrándote mártir de la ciencia, pero creyéndote religiosa. Esa religiosidad que conceden los hombres que creen que no se puede ser bueno sin fe. Que ser bueno, decente, supone tener fe. Pobre Hipatia, cuando le recuerdan sus discípulos que ella es tan cristiana como ellos. Tal vez a Amenábar también le gusta esa fe cristiana anticlerical, puritana, luterana que dice que ser cristiano es mejor que ser católico. Pero ella se niega a todo, ella lo duda, «yo no puedo dejar de dudar», dice. Como Descartes. Qué bien. Así te queremos la estirpe de ateos silenciosos. Atea, mártir de la ciencia, mártir de la filosofía.
Fuente: http://www.lne.es/gijon/2010/03/23/hipatia-atea/890353.html
"Es algo terrible enseñar que las supersticiones son verdades". Hipatia de Alejandría,
Que pendejada de artículo, Hipatia no era atea.
ResponderEliminarSaludos a todos/as
ResponderEliminarAhora si, en este caso Noe leyó atentamente esta estupidez melodramática y decidió volver a la normalidad publicándola..;D
El personaje que escribió esto me hace acordad a Killer Croc, x las lagrimitas..;D
x la forma que imposta "su dolor " y lo mal que ni Rogert Rambert "tío simpático a mas no poder" podría imitarlo..;XD
Como bien dice el Comentario 1, Hipatia no era atea y además los que la asesinaron NO eran Cristianos...
Hipatia era Pagana y NO era enemiga del Cristianismo y los probables asesinos fueron seguidores de la Religión Estado(x lo tanto no cristiana) Teodosiana o Católica...
Se ve claramente que el autor del artículo, además de no tener ni idea sobre la historia NO le importa UN PITO lo que le paso a la Filósofa..
al contrario, DISFRUTA destilando Odio al Cristianismo...
Artículo Falso como muela de madera..;D
El autor del artículo habría andado bien como llorona de actuación en velorios antiguos..;XD